34.
Hola. Por favor, si están disfrutando de la historia, no olviden dejar una estrellita y un comentario, por más cortito que sea. Me gustaría que esta historia siga creciendo en la plataforma, pero necesito de la colaboración de ustedes para que suceda. Se los pido de corazón. ¡Muchas gracias! ♥
Una hilera de cajas yacían a una orilla de la sala principal en el departamento de Luca. Aún no era momento de desempacar. Clara, hundida en el sofá, bebía un té de valeriana que él le preparó para tranquilizarla porque, consecuente a la situación, ella continuaba con los nervios de punta. La única vez que Luca la vio tan angustiada, fue tras el enfrentamiento con su hermano del que salió herida. Sin embargo, lucía aún más lastimada.
Sin dudas, un golpe emocional dolía mucho más que uno físico.
Mientras tanto, comenzó a hacerle sitio en su casa. Fue a las habitaciones, despejó algunos sectores del armario. En el mueble principal, también dejó libre varios cajones y en particular, se aseguró de dejar espacio suficiente en el librero.
Clara sonrió al verlo tan inquieto.
—¿Qué estás haciendo?
—Espacio para tus cosas. Para ti —respondió—. La habitación de invitados está completamente libre. También la mía. Puedes acomodarte a dónde tú quieras. Dónde estés más cómoda.
—Contigo —contestó de forma automática—. Bueno, creo que podría acomodar algunas cosas en la otra habitación. Pero me gustaría compartir tu cama. Si quieres, ¿no? —sugirió. Apartó la taza vacía y se puso de pie.
—¿Qué si quiero? Podría hacerlo todos los días de mi vida —aseguró. Sin previo aviso, la levantó entre sus brazos sujetando sus piernas por detrás. Clara rió a carcajadas. Una risa verdadera después del amargo trago que nunca imaginó pasar—. Es hora de descansar. Alguien tuvo suficiente por hoy.
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Permaneció apoyada en el pecho de Luca mientras sus caricias hipnóticas tenían lugar a un costado de su cuerpo, justo sobre la piel desnuda encima de sus costillas. A punto de dormirse por completo, recordó el atardecer en el parque. La voz de Luca. Él le dijo que tenía algo importante que decirle. Entonces, se sintió pésima. Abrió los ojos, lo miró por debajo de su mandíbula. Aún estaba despierto —supo que lo estaría hasta verla descansado realmente y eso la hizo sentir peor—. Pensó en la vida de ambos. Él era exitoso con una vida estable y ella una perdedora con una vida problemática. ¿Por qué Luca la eligió? Podría haberse fijado en cualquier persona con una realidad más sensata pero no, ella ocupaba un lugar en su cama. Sintió incertidumbre. Imaginó que quizá todo acabaría pronto porque tarde o temprano cada uno tiene lo que merece. Entonces, se aferró aún con más fuerzas. Lo abrazó como si no quisiera soltarlo nunca.
—Ey. Estabas a punto de decirme algo. En el parque —recordó. Su mirada continuó adormilada—. Cuéntame.
Luca deslizó una sonrisa.
—Nada por lo que debas preocuparte. Descansa —aseguró con suavidad y la besó en la frente.
Luego, le acarició el cabello hasta que se quedó dormida. Verla sumida en calma le proporcionó tranquilidad. Poco después, también cayó dormido.
Durante la mañana, sonó el despertador de Clara y ella abandonó la cama primero. Bebió un café en silencio, mientras la invadía una agridulce sensación al contemplar las cajas con sus pertenencias aún sin desempacar. Nunca imaginó que se iría abruptamente de la casa ni que su propia familia la dejaría en la calle de un modo tan violento. Rápido, se quitó las lágrimas porque no quería ponerse a llorar.
«La vida continúa», se recordó.
Tomó una ducha. Se vistió para el trabajo y se abrigó con la bufanda bordó que Luca una vez le prestó pero que, a esas alturas, la consideraba propia. Era cálida y suave, además aún conservaba su perfume varonil. Regresó a la habitación para despedirse, los rayos de sol se colaban por la rendija de la ventana y Luca, que aún descansaba sin camiseta y en boxer, entre abrió los ojos. Ella lo contempló con una ligera sonrisa desde el umbral de la puerta.
—Solo vengo a despedirme —advirtió—. Tengo que ir a trabajar. Dejé café listo en la cocina.
—¿No me vas a dar un beso, al menos?
—No me tientes —pidió—. Si vuelvo a la cama llegaré tarde al trabajo.
—No lo haré. Lo prometo.
—Solo un beso. Uno.
—Solo uno —prometió.
Sin embargo, Luca lo hizo a su manera. La sujetó de la cintura, ella cayó a la cama de espaldas y su cabello se abrió, desparramado a su alrededor. Sonrió ampliamente. Le encantaba cuando hacía eso. Cuando rodeaba sus caderas y la besaba por todas partes, en el cuello, las mejillas y los labios. La barba ligera de Luca también le hizo cosquillas. Si él no se apartaba a tiempo, no resistiría. Llegaría tarde a la Biblioteca Café.
—Dije que solo uno —consiguió liberarse de él, aún entre risas—. No puedo retrasarme.
—Te llevo —murmuró cuando intentó besarla nuevamente.
—Quiero caminar. Lo necesito.
—Sí, sí. Está bien. Lo sé —tomó distancia tras dejar un último beso rápido—. Los guardaré para esta noche —guiñó un ojo.
Clara se sonrojó. Estaría el día entero pensando en eso. Ni siquiera había salido de casa, pero lo único que deseaba era regresar y hundirse en sus brazos, otra vez.
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Luca tecleó un par de mensajes de su móvil. Escribió. Borró. Volvió a escribir y, finalmente, presionó enviar. Federico, que se encontraba a un lado de su escritorio, hurgando una estantería en busca de un expediente, estiró el cuello y husmeó. Alcanzó a leer una conversación con Pía, Luca le había escrito «Hola, ¿cómo estás? ¿Alguna noticia? Sigo esperando. Aún creo en ti» Sin embargo, no había respuestas de su parte.
—¿Creo en ti? —cuestionó.
—¿No se supone que estás buscando un expediente para trabajar? —volteó azorado.
—Te estás equivocando. No tendrías que confiar en ella.
—No tengo muchas opciones. Ya te expliqué.
Federico resopló, frustrado. Abandonó el expediente y se sentó frente al escritorio.
—¿Ya se lo contaste a Clara por lo menos? Te pusiste a pensar que si ve alguno de esos mensajes, ¿lo puede malinterpretar? Y creer que estás hablando con tu ex, por ejemplo.
—Lo sé —reconoció taciturno—. Lo sé. Estuve a punto de contarle pero pasaron cosas.
—¿Cosas?
—Su familia la echó de su casa. No es momento de cargarla con mis problemas. Ya tiene suficiente.
El contrario asintió, no había demasiado que agregar. En su juventud temprana, Federico atravesó una situación similar. De un día para otro, se quedó sin un sitio dónde vivir. Y hubiera ido a la calle, si la familia de Luca no lo acogía. Sabía lo doloroso que eran los enfrentamientos familiares; sentirse completamente solo de un día a otro.
—Cuídala.
—Lo hago. Todo el tiempo —aseguró. Federico no dudó.
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