23.
Hola. Por favor, si están disfrutando de la historia, no olviden dejar una estrellita y un comentario, por más cortito que sea. Me gustaría que esta historia siga creciendo en la plataforma, pero necesito de la colaboración de ustedes para que suceda. Se los pido de corazón. ¡Muchas gracias! ♥
La fiesta se desarrolló en la casa de Federico; una bonita propiedad de dos plantas con decoración minimalista. Espaciosa, allí podrían residir fácilmente unas cinco personas. Es que Federico y Sarah, su pareja, planeaban tener hijos. Aún no estaban seguros de cuándo sería el momento -en realidad, él no lo estaba- se suponía que era un plan. Además, había una galería amplia que utilizaban para reunirse en familia o con amigos, que desembocaba en un extenso jardín repleto de vegetación. Entre los arbustos, yacía una fuente de agua que pretendía representar a La Fontana de Trevi, la fuente de los deseos que se encontraba en Roma.
En la galería, alrededor de veinte personas que se conocían entre sí conversaban, bebían y degustaban los bocadillos que se hallaban sobre una mesa larga. El grupo se había conformado en la facultad, la mayoría en aquel recinto se dedicaba a la abogacía o carreras relacionadas a profesiones jurídicas. Hecho que Clara no tardó en notar. Todos allí tenían una profesión, excepto ella. Se sintió pequeñita cuándo le preguntaron a qué se dedicaba y tuvo qué responder que atendía una cafetería.
—¿Todo está bien? —preguntó Luca que sostenía una copa de vino.
Clara se había apartado. Fingió que intentaba elegir qué comer, aunque el estómago de repente se le había cerrado.
—Sí. Pero creo que saldré un momento a tomar aire —sus labios dibujaron una línea curva formando una especie de sonrisa—. Ahora vuelvo.
—De acuerdo.
Luca la vio escabullirse hacia el jardín. Supuso que quizá necesitaba un poco de espacio. Así que espero, bebiendo la copa de vino. Los minutos pasaron, la gente a su alrededor se mantenía distraída en la música, las conversaciones y se ocupaba de disfrutar de la fiesta. Sin embargo, él no podía dejar de pensar en Clara. No pudo esperar más. Dejó la copa a medias sobre la mesa y salió.
La encontró de espaldas, frente a la fuente. El agua corría causando un sonido relajante. Luca se aproximó, le rodeó el cuello con la mano y acarició el costado con el pulgar, dándole cosquillas. Aquello de inmediato le sacó una sonrisa. Una de verdad.
—¿Quieres ir a casa? —sugirió.
—No. ¿Por qué? Todos aquí han sido agradables conmigo —aseguró. De hecho, nadie la había hecho sentir menos—. Es una inseguridad mía. No te preocupes.
Estudió la situación. De algún modo, él alcanzaba a comprender lo que pasaba. Lo supo cuando ella, al responder a qué se dedicaba, apretó inconscientemente su mano. Fuerte. Como si necesitara sostenerse.
—Deberías estar orgullosa de ti.
—¿Por qué? —lo enfrentó—. ¿Por atender una cafetería?
—Eres excelente en tu trabajo. Y siempre estás buscando progresar.
—Eso no dice nada. Solo es lo mejor que pude conseguir —se encogió de hombros. Resignada.
—Por ahora, Clara. Todos hemos estado en tú lugar en algún momento de la vida. Es temporal. Si trabajas por nuevas oportunidades, llegarán. Tú lo estás haciendo. Ten paciencia y verás como las oportunidades llegan —intentó animarla desde su experiencia. Clara, interpelada, se aferró a su torso de costado.
—Lo dices muy convencido. ¿Por qué debería creerte?
—Tienes que creerme porque es lo que va a suceder. Te lo prometo.
Ella volvió a sonreír y fue como si el caos en el mundo de pronto tuviera un final.
—¿Tienes una moneda? —preguntó de pronto. Luca frunció el ceño, totalmente fuera de lugar.
—¿Qué?
—Una moneda —repitió—. Para pedir un deseo. ¿No sabes que así funciona la fuente?
—Pensé que solo funcionaba en la original —contestó divertido, mientras buscaba en el bolsillo de su saco. Clara rió ligeramente—. Aquí tienes.
Clara se apartó de sus brazos, sujetó la moneda y cerró los ojos. Probablemente era una tontería lo que estaba haciendo, incluso entendería a Luca si decidiera burlarse de ella por esa chiquilinada. Sin embargo, se mantuvo atento a sus movimientos; cualquiera que pudiera verlos de afuera diría que él se hallaba hipnotizado.
«Tú y yo, para siempre», susurró su deseo. Él escuchó. De inmediato, lanzó la moneda. Pequeñas gotitas de agua los salpicaron y sonrió, buscando su complicidad. Luca le devolvió la sonrisa, junto a una mirada profunda. Clara era tan transparente que podía ver a través de ella; sus miedos y sus preocupaciones, el optimismo y la alegría genuina que nunca perdía, siempre surgía alguna ocurrencia que calentaba su corazón. Cada pequeño detalle la convertía en la persona más hermosa que había conocido nunca. Y del mismo modo, con intensidad, también deseó quedarse a su lado para siempre.
Entonces, se aproximó. Ella rodeó su cuello, echó el cabello largo hacia atrás todavía risueña, luminosa. Se movió de un lado a otro cuando él intentó besarla, solo para provocarlo un poquito. Luca, que no se rendía, consiguió finalmente captar sus labios aún entre sonrisas y la besó con la intensidad de un huracán.
—¿Escuchaste? —Clara preguntó entusiasmada tras oír la música que provenía de la galería—. Es un lento.
De fondo, sonaba I'll Stand By You de The Pretenders.
—Sí, lo escuché. Yo lo pedí.
—¿Hablas en serio?
—Sí. Pensé que te haría ilusión bailar conmigo. No soy de bailar, pero ya sabes... Por ti lo haría.
Ella dejó otro beso profundo sobre sus labios. Seguido, tiró de su mano con emoción en dirección al interior de la galería. La canción sonó aún más fuerte. De repente, todos estaban riendo, bailando y trayendo al presente memorias de aquella época. Mientras tanto, Clara bailaba colgada al cuello de Luca, riendo de vez en cuando porque, aunque trataban de coordinar para moverse al ritmo de la música, no lo conseguían del todo bien. Esas tonterías lo hicieron aún más especial. Ella tomó fotografías mentales, guardando cada carcajada y sensación. Él iluminó otra parte de su corazón que alguien más supo apagar. Volver a reír había tomado su tiempo, pero lo estaba haciendo.
『♡』•『♡』•『♡』
—Feliz cumpleaños, por cierto —murmuró tras hacer un ridículo brindis con Federico. Clara se había marchado al toilet—. ¿Lo estás pasando bien?
—Increíble. No tanto como tú, pero eso sería pedir demasiado —bromeó, pasado de copas—. Eres la envidia de todos. Al menos de los que están solteros.
—No digas tonterías.
—Es la verdad. ¿No te diste cuenta de cómo la miran?
—Lo sé —Luca no era estúpido. Lo había notado desde que llegó.
—¿Y no te molesta? Yo estaría enloqueciendo, amigo.
—Es preciosa, Federico. Y es libre. ¿Qué pretendes que haga? ¿Qué le pida venir tapada para que no la miren? ¿Qué arme un escándalo cada vez que alguien lo hace? Eso sería de psicópata —planteó desde un punto de vista racional—. Al final de la fiesta se irá a casa conmigo. Eso es lo único que me importa.
—No te das cuenta de la suerte que tienes.
—En eso tienes razón —admitió—. Todos los días me pregunto qué fue lo que hice tan bien para que el destino decidiera cruzarme con ella.
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