22.
Hola. Por favor, si están disfrutando de la historia, no olviden dejar una estrellita y un comentario, por más cortito que sea. Me gustaría que esta historia siga creciendo en la plataforma, pero necesito de la colaboración de ustedes para que suceda. Se los pido de corazón. ¡Muchas gracias! ♥
A través del hueco que dejó el cierre entre abierto del bolso, Clara observó la falda cielo que usaría esa noche —tenían que asistir al cumpleaños de Federico—. La tela contenía sutiles e infinitos destellos, la clase de detalles que adoraba porque la hacían sentir especial.
Todavía se encontraba en la Biblioteca Café. Luca la recogería en quince minutos y luego, tendría tiempo de prepararse en su departamento. Tristemente lo decidió al darse cuenta que, si Luca aparecía por su casa, podría toparse con Esteban y quería evitar ese encuentro a toda costa. Por otro lado, su hermano también le haría preguntas si la veía lista para ir de fiesta. Eso, de vez en cuando, apaciguaba su alegría. Lo que estaba viviendo con Luca era excepcional. La clase de amor que deseaba gritar a los cuatro vientos. Quería hablarle sobre ellos a cada persona que la rodeaba. Le hubiera gustado tener una relación de complicidad con su madre, que la ayudara a elegir qué ponerse esa noche e incluso compartirlo con sus hermanas, a las que prefirió no involucrar para no meterlas en problemas.
Puertas adentro, Clara seguía siendo Clara. La chica silenciosa que procuraba no causar problemas y aceptaba sin objeciones lo que le imponían. Fuera, existía otra versión de sí misma que ella consideraba verdadera. Aquella que podía existir sin pretextos. La versión que Luca obtenía de ella era su favorita, en la piel que se sentía más cómoda. La que podía expresarse sin miedos; reír, llorar o decir cualquier tontería que se cruzara en su mente. La que amaba sin miedo.
Se colgó el bolso en un hombro y salió de ese pequeño cuarto que utilizaban para guardar sus pertenencias hacia el recibidor. Allí estaba Lola, que acababa de comenzar su turno, conversando con Alana que había pasado a saludar.
—Fue súper incómodo. Tuve que recordarle que usara protección. ¿Lo peor? No quería hacerlo. Decía que le molestaba y no sé qué más. Así que salí de la cama y le dije que no volvería a tocarme —relató Lola a la chica que tenía enfrente.
—Que asco —Alana arrugó la nariz—. Hiciste bien. Lo mío de la otra noche también fue bastante malo. Eran las tres de la madrugada. Me pidió que me fuera a casa, pero ni siquiera se dignó a llevarme porque no quería usar el auto.
—Estoy harta. Ya no quedan hombres que valgan la pena.
Inconsciente, Clara bajó la vista y sonrió sin mostrar los dientes.
Si quedan, pensó.
Yo tengo uno.
—Estás sonriendo —Alana captó su atención—. ¿Qué hay de ti, Clara? Nunca salías con nadie. Hasta que apareciste con ese tipo el otro día en la fiesta...
Alana era bastante curiosa con respecto a su estado civil. Siempre le había parecido extraño que Clara no se fijara en ningún chico o que no tuviera ligues de una noche. Creía que había algo raro en ella, un oscuro secreto u otra cosa fuera de lo común.
—Ah, sí. Su nombre es Luca. Salgo con él —afirmó.
—¿Y cómo es? Cuéntanos algo —preguntó curiosa—. ¿Siempre te gustaron los hombres más grandes?
Tragó saliva pero se mantuvo centrada. Alana proporcionó un golpe directo, pero Clara sabía cómo escudarse.
—No, la verdad que no —respondió—. Luca es la mejor coincidencia que he tenido en toda mi vida. La primera vez que estuvimos juntos... Fue increíble —reconoció sonrojada—. Sabía exactamente qué hacer, no tuve que decirle nada —solo no pares, pensó—. Es atento y considerado. Siempre me da seguridad —agregó con dulzura.
Si los largos períodos de soledad y el vacío de la espera que experimentó a lo largo de sus veintidós años fue lo que la llevó hasta Luca, entonces lo repetiría todo otra vez.
—Wow. Estás como en el cielo.
—Es probable —reconoció—. Oh, ahí está. Puntual como de costumbre. Tengo que dejarlas.
Clara sonrió con orgullo. Se despidió de las chicas y avanzó hacia el exterior. Luca, que había aparcado el auto, la esperó apoyado sobre un lateral del capó. Ella corrió directo hacia él, se hundió entre sus brazos que esperaban ansiosos por recibirla y luego, lo besó en puntas de pie.
Encantada de ser suya.
『♡』•『♡』•『♡』
—¿Y esto qué es? —preguntó Luca mientras observaba los productos que de pronto ocupaban parte de su toilet.
—Es un iluminador —respondió Clara a punto de utilizarlo.
Él intentó focalizar la atención en la variedad de maquillajes que no logró distinguir, mientras prendía los botones de la camisa blanca que había elegido para esa ocasión. Clara, en cambio, tuvo un pequeño percance. Se vistió con el top y la falda larga que la hacía lucir como una verdadera princesa pero recordó que aún no se había maquillado, entonces decidió quitarse la ropa por temor a mancharse. Sí. Cometió ese error en varias ocasiones del pasado, no iba a permitir que sucediera nuevamente.
—¿Y se usa para...?
Clara rió.
—Iluminar las facciones, tonto —bromeó—. Así, mira —sin previo aviso, la chica se aproximó y rozó el filo de la nariz con aquella barra brillosa.
—Ey, ¿qué me hiciste? —Luca buscó el reflejo en el espejo, esquivando a Clara que atinó a repetir la acción—. No está tan mal, eh. Demasiado brillo, quizá si lo esfumas un poco... —bromeó.
—Ven aquí —ella tiró de su cuello; su cuerpo semi desnudo frente a Luca se impuso como una tentación inevitable. Él no pudo evitar mirar. Rodeó su cintura. Deseó quitar las únicas dos prendas que llevaba—. Te quitaré esto —un pulgar le rozó la nariz. De puntillas, alcanzó a besarlo y lo repitió varias veces—. Tú puedes quitarme la ropa —lo provocó.
—Clara...
—¿Qué?
—Tenemos que irnos en menos de media hora.
—¿Y? Eso es más que suficiente —lo animó. No tuvo que rogar demasiado.
Luca no se resistió. Además, tenía una adicción por conceder cada uno de sus deseos. De inmediato, llevó las manos hacia los ganchos del sostén y lo desprendió. Ella, ansiosa, desabotonó su camisa tratando de no averiar ningún botón. Él se ocupó del resto. Clara se dejó hacer. Solo tuvo que cerrar los ojos y dejarse llevar de forma instintiva. Por momentos, temía no ser suficiente. Temía que su escasa experiencia le jugara en contra pero al final nada de eso ocurría. Luca era capaz de guiarla, lo suficientemente paciente para enseñarle hacia dónde tenía que ir. Lo suficientemente atento para tranquilizarla y ocuparse, por completo, de su placer primero. Enloquecía al verla disfrutar de lo que él hacía, oírla gemir su nombre una y otra vez, pidiéndole más. Al comprobar cómo su cuerpo respondía, sensible y ansioso, a cada uno de sus toques. Al verla satisfecha y sonriente entre sus brazos, al final, cuando se apoyaba en su pecho y se perdía en los latidos de su corazón.
『♡』•『♡』•『♡』
—Es que fue tu culpa —reclamó Clara, poniéndose las sandalias dentro del vehículo.
—Tú me lo pediste. Dijiste que teníamos tiempo —aclaró.
—¡Y tú me dijiste que sí!
—Ya hablamos de esto, ¿recuerdas?
—Lo sé. Eres un consentidor serial —bromeó—. Mío.
Cariñosa, se extendió hasta dejarle un beso en la mejilla.
—¿Vas a dejarme conducir? O no llegaremos nunca.
—No. Sí. Tienes razón. No te tocaré más hasta que lleguemos —prometió portando una mirada angelical. Desde su asiento, le lanzó un beso.
Luca, de perfil y con las manos colocadas alrededor del manubrio, se veía irresistible. Ella no podía dejar de repasar lo bien que se veía en ese traje informal, tampoco podía evitar pensar en lo mucho que deseaba la vuelta a casa porque allí podría apartar el saco y desprender los botones uno a uno, todo otra vez. Contempló a través de la ventana el exterior y sonrió, su estómago gritaba mariposas de colores y sus ojos desprendían chispas de felicidad.
Aquellos momentos simples la hacían sentirse increíblemente afortunada.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top