21.
Hola. Por favor, si están disfrutando de la historia, no olviden dejar una estrellita y un comentario, por más cortito que sea. Me gustaría que esta historia siga creciendo en la plataforma, pero necesito de la colaboración de ustedes para que suceda. Se los pido de corazón. ¡Muchas gracias! ♥
Había algo mágico sobre enamorarse de forma inesperada. Le encantaba pensar que un millón de factores tuvieron que colisionar para que ellos dos se conocieran aquella noche lluviosa en la Biblioteca Café. ¿De qué otra forma podría haber sido? En un futuro inmediato, Clara jamás habría pisado un estudio jurídico ni rondado por lugares donde pudiera cruzarlo. Luca no tenía la costumbre de ir a bares después de una jornada de trabajo, rompió su rutina la noche que su estado de ánimo se vio saturado tras la discusión que cambió su vida. Todo se impuso para que ellos pudieran encontrarse. Verse el uno al otro. Abrirle la puerta a la posibilidad de existir juntos. Y así fue como, de repente, Clara dejó de soñar con historias de amores ficticias para vivir una propia.
—¿Te confieso algo? —murmuró la chica. Tenía el teléfono pegado a la oreja.
—Uhm, ¿de qué se trata? Me da un poco de miedo.
—Eh, ¿por qué?
—Eres bastante impredecible. Y de hecho eso me gusta muchísimo.
—Entonces lo que tengo para decir te gustará —susurró. Tuvo que bajar el tono de voz cuando emprendió a subir las escaleras. La mayoría de sus familiares estaban en sus habitaciones, durmiendo o a punto de hacerlo.
—Veamos. ¿Qué es? —preguntó—. Espera, ¿por qué susurras?
—En casa todos duermen. ¿Te lo digo o no?
—Sí, por favor.
—Me encantó verte actuar como abogado —reveló—. Fue sexy.
Luca extendió una sonrisa amplia. Clara lo notó incluso a través del teléfono.
—¿Sexy?
—Ajá. Lo primero que pensé fue que quería comerte a besos.
—¿Clara? —Esteban apareció en la mitad del pasillo—. ¿Con quién mierda hablas?
—Oh, eres tú— se llevó una mano al corazón—. Casi muero del susto.
De inmediato, apartó el teléfono. Sin dudas, arruinó el clima de romanticismo en el que se sumergía cuando se trataba de Luca. Su hermano tenía aires de grandeza. Se consideraba como el jefe de la casa, siempre involucrado en la vida del resto, tratando de ejercer control. Ese poder, de algún modo, se lo había cedido su padre. El hombre, de cincuenta y dos años, se había relajado ante la necesidad de vigilar a toda su familia. Estaba involucrado en otras cuestiones de trabajo y religión por lo tanto Esteban, era su mano derecha.
—¿Qué haces? Estabas hablando con alguien. Es ese tipo, ¿no? El que vino a buscarte el otro día.
Ella suspiró agotada. Solo quería ir a la cama en paz.
—Agradezco tu preocupación, ¿sabes? Pero son mis asuntos. No te debo ninguna explicación.
Su hermano negó conservando una sonrisa irónica.
—Mientras estés bajo este techo, sí. Nos debes una explicación a todos.
—Buenas noches —se limitó a responder. Pasó de él con indiferencia y se metió a su habitación.
Todavía tenía los puños apretados cuando se sentó al borde de la cama para quitarse las zapatillas. Una vez que se puso cómoda, sacó el celular y envió un par de mensajes a Luca. Le dijo que todo estaba bien, que solo había sido un malentendido con su hermano y que se iría a descansar.
Luca lo comprendió, sin embargo, alcanzó a escuchar una pequeña parte de la conversación. No le había gustado nada la forma en que su hermano le habló, cómo cuestionó a la chica en un tono pasivo-agresivo que lo delataba incluso a la distancia. No estaba seguro sobre el ambiente en qué ella vivía. No conocía a su familia, excepto a través de las anécdotas que Clara contaba de vez en cuando. Al principio le habían parecido una familia convencional con problemas y complicaciones como cualquier otra. Probablemente lo eran. Sin embargo, Esteban le daba mala espina. Tenía un mal presentimiento con respecto a él.
『♡』•『♡』•『♡』
—La clase en el taller fue fantástica —comentó Clara repleta de entusiasmo. Los ojos le brillaban—. Debatimos sobre la vida de Jane Austen y cómo distintos hechos que le ocurrieron, influyeron en sus historias. ¿Algo curioso? Todas sus novelas hablan de amor e incluso tienen un final feliz, pero ella apenas lo conoció. Creo que es un poco triste —siguió; luego le dio un sorbo al café que tenía sobre el escritorio.
—Supongo que Jane Austen estaba demasiado ocupada creando historias que marcarían un antes y un después en la literatura. ¿O no fue así?
—Tiene mucho sentido —coincidió pensativa—. También me quedé un rato más hablando con Paula, la profesora. Me dijo que los libros son lo mío.
—Lo son —él también compartió la moción.
—Me habló de la carrera de bibliotecaria. Dice que aún estoy a tiempo de estudiar. Que ella podría ayudarme el próximo año con el ingreso —lo dijo un tanto avergonzada. A veces tenía la sensación de haberse quedado atrás. La mayoría de sus compañeros de instituto avanzaron. Pronto recibirían títulos universitarios importantes, incluso algunos ya los tenían—. Sé que suena un poco tonto...
—No. En absoluto —Luca despegó de la mirada de la computadora, olvidando por completo el asunto de la demanda—. ¿Quién dice cuando puedes hacer algo o no? Si es lo que te hace feliz, adelante. No tienes nada que perder.
Ella asintió, tomó el consejo. Le daba muchísima importancia a las palabras de Luca; él se había convertido en su persona de máxima confianza, lo admiraba por su dedicación, pasión y sabiduría.
—Realmente lo quiero —aseguró. Desde que Paula se lo sugirió, no había podido pensar en nada más. Aunque le agradaba, no podía quedarse para siempre en la Biblioteca Café. Se veía en la necesidad de avanzar—. Solo tendré que organizarme un poco. Ya sabés. Mi familia no es un gran apoyo —sonrió con desesperanza y bajó la mirada.
Luca se impulsó hacia atrás, despegándose del escritorio y deslizándose sobre las ruedas de la silla. Le hizo un gesto, pidiéndole que se acercara. Clara dejó el café, fue hacia él y acabó sentada en su regazo. De inmediato, le rodeó el cuello.
—¿Sabés qué?
—¿Qué?
—Me tienes a mí. ¿Quieres estudiar? Perfecto. Haremos todo lo posible para que suceda. ¿Entendido? —Clara sonrió con ganas. Él encontró sus labios y los unió a los suyos con un beso—. Me tendrás siempre, pase lo que pase —prometió.
—¿Sabés otra cosa? —interrumpió ella entre sonrisas.
—¿Qué?
—Eres un consentidor serial —acusó—. Me das absolutamente todo lo que quiero.
—Bueno, tendrás que acostumbrarte porque lo seguiré haciendo.
Las manos de Luca se aferraron con intensidad a la cintura femenina. Apretó ligeramente su piel y eso la impulsó a besarlo nuevamente. Lo hizo deseando que aquellos besos sucedieran a menudo. Deseando que visitarlo en su lugar de trabajo se volviera una eterna tradición. Deseando que el hueco entre sus brazos se convirtiera en su hogar definitivo. Dejó sus labios e impaciente, pasó a su cuello mientras jugaba con los primeros botones de su camisa. Luca emitió un jadeo y tiró la cabeza hacia un lado, permitiendo que la acción se volviera aún más profunda.
—Disculpen, lo siento. No vi nada —Federico entró en apuros cuando, tras abrir la puerta, los encontró en aquella situación. Clara se separó al instante, aunque se mantuvo sobre él—. Ya sé. Soy un idiota.
Luca le dirigió una mirada asesina.
—Evidentemente sobre pedir permiso antes de entrar no sabés nada, eh.
—Bueno, estoy acostumbrado a que siempre estamos solos.
—¿Qué necesitabas?
—Dejarte unos papeles —finalmente se acercó y depositó el papeleo sobre el escritorio—. Ah, no te olvides que mañana es mi cumpleaños. También estás invitada, Clara. No sé si ya están en la etapa que asisten a eventos juntos pero...
—Suficiente, Federico. ¿Puedes salir?
—Oh, sí. Perdón. Sigan con lo suyo —murmuró conteniendo una risa. Instantes después, se retiró y cerró la puerta.
En ese preciso momento, Clara y Luca empezaron a reír en complicidad. Él le acomodó el cabello a través de caricias, mientras intentaba tranquilizarse porque definitivamente, la oficina no era el lugar más propicio para expresar su amor. De hecho, quería cuidar a Clara. Eso implicaba proporcionarle espacios seguros y resguardar su intimidad. Ella, en cambió, se quedó dando vueltas en la invitación que Federico le había hecho. Fue gracioso, pero había un punto ahí. ¿Estaban en esa etapa de salir juntos o aún tenían que conservar el secreto? Decidió omitir el tema. No quería presionarlo. Sin embargo, él lo tocó.
—Lo gracioso es que si había olvidado su fiesta de cumpleaños —confesó—. Es mañana por la noche. ¿Quieres venir? —propuso con naturalidad—. ¿Te gustaría?
—¿Me estás invitando porque él lo mencionó?
—No —afirmó—. Te estoy invitando porque a mí sí me gustaría mucho que estés ahí. Pero no estás obligada, Clara. Si crees que es demasiado rápido, está bien. Lo respeto.
—Está bien. Tu conociste a mis amigos. Quiero conocer a los tuyos —aceptó con entusiasmo—. Solo me da un poco de nervios, ya sabes, no encajar.
—Ey, estarás conmigo. Si en algún momento quieres salir ahí, lo haremos. ¿De acuerdo?
Clara asintió emocionada e inquieta, en partes iguales. A su lado se sentía respaldada y segura, estaba entusiasmada por conocer otro lado de su mundo, sin embargo, la incertidumbre le causaba cierta preocupación. No podía evitar pensar en los prejuicios que, de algún modo u otro, siempre caerían sobre ellos.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top