07.

A veces solía causarle miedo quedarse hasta tarde a solas en la Biblioteca Café. Era un lugar amplio. Había recovecos ocultos entre las estanterías y algunos muebles eran tan viejos que chirriaban durante la noche, despertando sonidos espeluznantes en medio del arduo silencio.

Sin embargo, esa noche marcó la diferencia.

Colocó en el altavoz un listado de canciones ochentosas. Lentas. Bailables. De todo tipo. Luca se quedó con ella. Se comprometió en cada tarea, restando un montón de trabajo pesado. Rieron mientras ella le enseñaba a cargar los trastes en una bandeja, a caminar sin perder el equilibrio. Se pusieron de acuerdo para lavar, durante un rato, Clara empezó aseando y Luca, se encargó de secar. Luego cambiaron los roles. Entre medio, se arrojaron gotas de agua y se divirtieron con la espuma del jabón líquido. Y él la hizo girar cuando sonó una canción bailable en el altoparlantes, esa capaz de causar a cualquiera ganas de ponerse de pie y moverse un poco.

Una vez que el recinto quedó impecable, Clara sirvió dos cervezas y calentó sandwiches en el microondas. Los dos estaban hambrientos y agotados, así que era una forma de premiar todo el esfuerzo que habían hecho. En otra ocasión, Clara no habría probado un bocado. Se habría dado prisa por dejar el lugar cuanto antes.

Bebió un sorbo de cerveza, sentada con las piernas flexionadas. Luca, que se sentó con la silla al revés, apoyando los brazos sobre el respaldo, la observó. Algunos rizos escapaban del moño alto que llevaba atado. Rizos que enmarcaban su rostro angelical, haciéndola ver aún más preciosa de lo que era.

—Es mucho trabajo para ti sola. ¿No te parece? —Luca continuó la conversación.

Clara se encogió de hombros.

—Sí. Lo sé. Pero no es un trabajo tan malo. La paga es medianamente buena, estoy rodeada de libros, además... ya estoy acostumbrada. De momento es lo mejor que pude conseguir.

—Si pudieras elegir, ¿de qué te gustaría trabajar?

—Me encantaría ser bibliotecaria —contestó sin dudarlo—. Justamente, lo que más me gusta de estar aquí es cuando la gente viene y pide algún libro. Es la mejor parte.

—¿Sabes donde encontrar cada libro? —preguntó impresionado.

Ella asintió.

—Por allí están las novelas de romance histórico. En la estantería que le sigue, toda clase de poemarios. Detrás, novelas de ficción. Fantasía. Y no olvidemos las de romance contemporáneo. Son de las más buscadas.

—Esas son tus favoritas, ¿no?

—¿Cómo lo sabías? —aludió con entusiasmo.

—Te iluminaste por completo cuando las mencionaste —reveló—. ¿Y por qué el romance?

—Me parece la clase de magia que existe en el mundo real. El amor —largó. De inmediato sintió algo de pena por sonar tan cursi, pero él la escuchaba de un modo tan atento y serio, que no se sintió juzgada—. Creo que es increíble cuando dos personas se conocen y simplemente... conectan. Así. Sin más. Y luego está la forma en que se complementan para enfrentar los problemas. Siempre he pensado que debe ser aliviador poder recurrir a los brazos de alguien cuando estás triste. O pensar en esa persona cuando te pasa algo demasiado bueno y lo único que quieres es correr a contárselo.

—¿Te enamoraste alguna vez?

—¿De alguien real? —bromeó, luego río por lo bajo. Ella se entendía. Se había enamorado de demasiados personajes ficticios—. Del modo en que lo describí, no. ¿Tú?

—Puede ser. Tuve algunas relaciones serias.

—¿Y? ¿Es así como lo describí?

Luca apretó una sonrisa y balanceó la cabeza hacia los lados.

—A veces las conexiones se pueden forzar. Me refiero a que es algo que puedes construir. No siempre sucede de un día a otro, aunque eso no quiere decir que no pase. Y lo de complementarse para enfrentar los problemas... Bueno, no es tan sencillo. La comunicación es la clave, pero depende de muchos factores. Justamente es lo que suele complicarse y ahí es cuando todo se desmorona.

Clara hizo una mueca exagerada. Apretó los dientes como si le hubieran roto el corazón.

—Acabas de destrozar todos mis sueños con un golpe de realidad —acusó en un tono fingido.

—Qué a mí no me haya pasado, no significa que a ti no vaya a pasarte.

—No lo sé. Tú eres el que tiene experiencia aquí.

—Espera, Clara. No quiero que pienses que intentaba restar valor a tus ideas, tampoco es mi intención desilusionarte —prometió—. Al contrario. Sí tengo que darte mi opinión, creo que sí te va a pasar. Eres maravillosa. Te lo digo de verdad. Vas a ver que en algún momento llegará alguien que te ame y te cuide como lo mereces.

—¿Tú crees?

—Sí, lo creo. Así que nunca pierdas ese optimismo, ¿eh? —él la contempló con ternura.

Clara tenía cierta inocencia que extrañamente el mundo aún no le había arrebatado. Entonces, deseó poder cuidarla. Mantenerla apartada de cualquier cosa que pudiera hacerle daño. Al mismo tiempo, aquella soñadora idea del amor, instaló una semilla de esperanza en su interior. Apenas la podía percibir, pero ahí estaba. Quizá la experiencia no le garantizaba absolutamente nada;entre las personas que habían pasado por su vida, simplemente no se hallaba la indicada.

Quizá se trataba de encontrarla.

Tal vez, ya lo había hecho. 

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