Epílogo
El avión ya casi llegaba a su destino, el rubio miraba cuidadosamente al nipón, en verdad lo amaba, pensaba en eso cuando de pronto un pensamiento se cruzó por su mente "¿ y si también lo pierdo a él ?", no era muy descabellado llegar a tener esa clase de pensamientos, cuando se ha sufrido tanto como el caballero de los hielos, él había perdido a su madre, a su maestro y a su mejor amigo, ¿acaso la vida tenía algo contra él?, esperaba que no fuera así y, que al menos lo dejara llevar una feliz vida junto a su amado, sonrió ante el pensamiento, eso era, él lucharía por el amor que le profesaba a aquel ángel, nadie nunca los separaría, todo por SU Shun.
Mientras tanto, el peliverde, dormía tranquilo, al saber que ahí, justo a su lado, se encontraba Hyoga, SU Hyoga, el cual no se apartaría sin importar nada.
Cuando el vuelo hubo arribado a su destino, el rubio acercó su rostro delicadamente al del contrario y depositó en sus labios un cálido beso cargado de amor.
El otro al sentir una leve presión en sus labios terminó por despertar. El encontrarse así, siendo besado, cuál cuento de hadas, le hizo olvidar todo a su alrededor y solo concentrarse en él, había gente que los miraba con desagrado, sin duda la había, también había una mayoría en el avión que no les ponía atención o les daba igual y, aunque eran pocos, había gente feliz de verlos besarse, probablemente se habrían avergonzado en algún momento de su vida de que se les viera juntos, pero que más daba en ese momento, el estar junto al ser amado da poder, da valentía y llena el pecho de una sensación placentera, un calor agradable encarga y de pronto las personas enamoradas se sienten capaces de todo si está ahí su razón de vivir.
Sin embargo, tuvieron que separarse debido a la falta de aire, el ruso buscó con la mirada al japonés éste estaba evadiendo su mirada algo avergonzado, pues aunque amaba muchísimo al ruso, todavía no se acostumbraba del todo a muestras de afecto en público.
El mayor sonrió, ante la vista de su hermoso niño sonrojado, sin embargo tenían, al igual que los demás pasajeros, que salir del avión.
-Shun- le llamó el rubio- Es seguro que tendrás frío y no deseo en lo más mínimo que te resfríes, así que por favor, ponte esto.- Al tiempo de decir esto, le entregó su chamarra.
-¿Pero y tú?- Lo miró algo curioso y preocupado, ante lo cual, el ruso solo rió.
-Yo, vamos, después de tanto tiempo viviendo aquí, el frío ya no me afecta.- Lo miró amablemente.
-En ese caso está bien- Tomó la chamarra entre sus blancas manos y se la puso, logrando así, sacarle una sonrisa de ternura al caballero de cisne.
-Así está mejor, cariño- dijo mientras lo admiraba.- En serio a veces pienso que me topé con un ángel, uno peliverde cuyas esmeraldas son los mejores luceros que jamás haya visto y, cuya bondad infinita y misericordia por todo el mundo me hace dudar si en realidad es un caballero de Athena, si en relidad es un humano, si no es un pequeño y tierno Ángel y si puedo tomarlo para mí.
Al escuchar eso, el menor se sonrojó furtivamente y, algo avergonzado le propinó un pequeño golpe en el hombro a el contrario.
-Uy, eso duele, pequeño ángel.- le comentó con una sonrisa mirándolo con una ternura que en su vida solo había dedicado a dos personas, su madre, por quien sentía un amor muy fuerte, como la progenitora que era, y por Shun, como su amor de siempre, quien le había entregado su corazón y por quién daría la vida sin dudarlo.- Y más cuando yo te dije solo la verdad, mi verdad.- el ruso se relamió los labios mirándolo con un poco de lascivia mezclada con amor y, ni lento ni perezoso se apoderó de los labios del menor. - Hace un poco te dí mi chamarra para quitarte el frío pero en este momento el que quiere dejar de tener este hielo que cubre, no mi cuerpo, mi corazón, soy yo y solo hay una cura, tú.-Le sonrió y besó su frente.
-Hyoga, es muy injusto eso que dices.- el de Andrómeda le dio un lindo puchero y le dijo.- No solo yo soy la cura de tus males, tú también eres la medicina de los míos, eres un dulce jarabe que hace que mis días y mis noches sean más alegres, supongo que, me he vuelto adicto a esta medicina, pero no es mi culpa que mi luz, el Sol que alumbra mis mañanas sea tan perfecto, ¿o sí?- contra todo pronóstico, fue esta vez el de las cadenas el que se acercó al rubio estampando sus labios contra los del ruso y recibiendo un notable sonrojo de parte de este.
-¿Así que debajo de esa inocencia eres un poeta?- le preguntó acariciando los largos y verdes cabellos.
-Eso debería de decirlo yo.- le sonrió.-Por cierto Hyoga, ¿cuál es la verdadera razón por la que venimos?.- Un sepulcral silencio reinó entre ambos, solo siendo opacado por los sonidos de la gente a su alrededor.-¿Fue por tu madre?- preguntó Shun angustiado posando su mano en los hombros del caballero de los Hielos.
-No, Shun, esta vez no, aunque perderla fue un golpe muy duro para mí; hace tiempo que comprendí que para ser feliz se tiene que dejar de lado los viejos fantasmas del pasado y, en este momento lo único que deseo sobre todas las cosas es ser feliz a tu lado y, pensamientos de melancolía como ese me lo impedían, por lo que he decidido dejarlos ir, la quise mucho, cuanto la quise, sin embargo ella no volverá y sé que donde quiera que se encuentre ella desearía que su hijo fuera felíz y así lo será si tiene a su ángel a su lado.- sonrió tristemente y luego tomando una bocanada de aire dijo.- Pero hay algo que quería recoger.
- Enserio, ¿qué es?- preguntó con curiosidad el de mirada esmeraldina.
-Pronto lo verás- dijo con una media sonrisa mientras lo tomaba de la mano y se dirigían hacia la que alguna vez fue el hogar de Hyoga, una pequeña choza que era parte de uno de los suburbios más conocidos de ese pequeño lugar, en el que casi todos se conocían entre ellos.
Tomó una llave y abrió la puerta con cuidado, dejando que su querido niño entrará primero.
-Es impresionante- dijo absorto en toda la casa y el ambiente de calidez de esta, con su mirada fija en unas pequeñas imágenes de Hyoga de niño y su mamá.
-Tendremos mucho tiempo para verlo todo- comentó el ruso sonriendo.- Sin embargo necesito ir por algo, no tardo.- dicho esto dejó al lindo peliverde en la estancia mirando las fotos.
En ellas Hyoga se veía tan feliz, pensó llevando sus largos y delgados dedos a las imágenes, estaba tan concentrado que no notó cuando volvió el Cisne.
-Shun-dijo a sus espaldas.- Cierra tus ojos y abre tus manos.
El menor amaba los sorpresas por lo que lo hizo sin rechistar y, en sus manos fue puesto un pequeño objeto cuyo peso era casi nulo.
-Puedes abrirlos.- obedientemente el menor lo hizo y en sus manos vio un pequeño colguije en forma de corazón el cual al abrirlo decía:
"Для моего самого особенного человека, которому я отдаю свое сердце"
(Para mí persona más especial y a quien entregó mi corazón.)
-Después de que mi padre murió esto fue lo único que le quedó a mi madre de él, ella solía decir que el Amor en las tierras frías es algo que no se da muy seguido por lo tanto debemos de cuidarlo. Ella me lo entregó un día y me dijo que se lo diera a quien mi corazón me lo dictará y ese eres tú.- le sonrió tiernamente.
-Pero Hyoga esto es muy preciado para tí- replicó el nipón.
-Tú eres lo más preciado para mí.- y dándole un beso le demostró todo el amor que le tenía.
Ellos no necesitaban un final feliz, simplemente serían felices si se tenían el uno al otro.
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Y así Minna-san es como finaliza la historia, sé que me perdí durante mucho tiempo y enserio lo lamento, que puedo decir a pesar de todo les agradezco infinitamente todo el apoyo que le brindaron a esta historia, mismo que me inspiró a cerrar esta historia que hacía un tiempo dejé inconclusa, les agradezco que a pesar del tiempo que tardaba en actualizar ustedes seguían pendientes y espero muy pronto poder empezar otras historias, en fin les agradezco por haberse tomado el tiempo de leer mi historia ^^.
Sakura7u7o7 fuera
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