Capítulo 41: Pequeños detalles

Acostar a Lucy, esperar a que se durmiera y hacer guardia; llevaba más tiempo del que Natsu pensó. Sin mucho que hacer, se puso a mirar las fotos de su galería, encontrando las que se tomó con Wendy en la convención de gatuna; junto a ''Grumpy Cat''. Más adelante, estaban las imágenes de ''Takakonuma Greenland'', el parque de diversiones, supuestamente maldito, que visitó con Erza. << Fue muy divertido, ambos días >> pensó, moviendo la fotografía con su dedo, intentando encontrar algo raro en la imagen; sin que viera nada.

— Oh-oh —exclamó, abriendo la boca. La siguiente imagen, era de Cana en ropa interior, que fue enviada unos días atrás; mientras conversaban en la madrugada y la conversación dio un giro cachondo.

<< La vida no empieza, ni termina con Lucy >> le dijo la voz en su cabeza, en un tono de reproche muy grande. Ahí, Natsu se dio cuenta, que se fue de la fiesta sin decir nada e ignoró completamente a las chicas; no le habría costado nada, decir algo como ''Vuelvo enseguida'' o ''Regreso pronto''. Ellas... ¿Se habrían enojado mucho? Pensaba en eso y le daba algo de miedo, porque las conocía de mal humor a todas, así que empezaba a temer por su hombría. Cortárselo, cocinarlo y servirlo como desayuno; sería demasiado sencillo para las damas, en especial si tenían la ayuda de Erza y Mirajane.

— Ah, tengo que disculparme —susurró, rascándose la nuca. Vio a Lucy por un momento, se levantó y salió, de regreso hacia el patio de la casa.

Por un lado estaba Erza, en una mesa con su madre. Al otro lado, se encontraba Mirajane junto a Yukino; hablando. Cerca de la piscina, Mavis y Zeref evitaban mirarse, teniendo a Dimaria en medio como barrera. Sayla, metía su dedo en el betún del pastel, lamiéndolo con demasiado gusto. Cana, junto a Don Papi, bebían tequila; ante la atenta mirada de Ayami-san, que actuaba como una madre para su esposo. Juvia, Ume y Wendy, jugaban con un balón que tenía dibujada una estrella; algún día, cuando Juvia tuviera hijos, sería una madre estupenda; de las que no se cansan por más que hagan cosas por sus hijos.

— Qué lindas, ¿cierto?
— ¿Ah?

Natsu giró la cabeza, encontrando a Lucoa, su jefa. El vestido que llevaba puesto, pegado al cuerpo y con un gran escote en V, de color verde; la hacía ver como una celebridad. Estaba hermosa, sí. Y era imposible que los ojos del muchacho, no fueran directamente a los pechos de la Madame, porque gritaban: ''Mírame, aquí, justo aquí''. Él sólo seguía órdenes.

— No pareces muy contento —dijo Lucoa, tocando el rostro de su empleado; haciéndole cosquillas—. ¿Pasa algo? ¿No estás feliz de que tus padres se casaran hoy? Pensé que...
— ¡Estoy feliz! —Afirmó, moviendo rápidamente su cabeza, asintiendo. — Es sólo que, pues, hice algo malo y ahora no sé cómo arreglarlo. Creo que una simple disculpa no bastará.
— Cuéntame más, te escucho.

Lucoa pasó su brazo por los hombros de Natsu, llevándoselo a una mesa; donde pudieran hablar tranquilos.

***

— Intégrate, Meredy —dijo Ultear, dándole empujoncitos.
— No quiero —contestó la niña rosada, agarrándose del brazo de su madre adoptiva—. Quiero estar contigo. No conozco a nadie.
— De eso se trata integrarse: Conocer gente y hacer amigos.

Meredy movió la cabeza, buscando a alguien, quien fuera para pegársele y fingir que convivía. A lo lejos, vio a una mujer y dos niñas jugando a la pelota, supuso que entraban en su rango de edad y se dirigió hacia ellas; esperando que le dejaran unirse y no tuviera que hablarles, sólo lanzar el balón. Estaban cerca de la piscina, casi en el borde, si alguna daba más de tres pasos hacia atrás; caería dentro del agua y seguramente lloraría. O haría un berrinche.

Como cualquier madre, Ultear se preocupaba por su hijita, de que no tuviera ningún amigo y sabía —según los libros de pedagogía—, que eso puede traer consecuencias para el futuro. No quería que Meredy se convirtiera, en algo como Ted Bundy, o Charles Manson. ¡O peor aún: Una líder sectaria! No le alcanzaban los dedos, para contar la cantidad inmensa, de personas así que cometieron grandes crímenes contra sus adeptos. Bastaba con recordar a ''El templo del pueblo'' o ''La puerta al cielo''.

<< ¡Eso, muy bien! ¡Habla! >> Ultear, en su cabeza, animaba a su hija; sin querer hacer mucho escándalo, ya que eso la desanimaría de intentar algo. Meredy se acercó al grupito e intercambió unas cuantas palabras, logrando que la dejaran jugar con ellas. Sin quererlo, Meredy tiró el balón hacia la piscina, quedando flotando sobre el agua. La chica mayor, logró rescatar el juguete, usando una red de mariposas que no sabían de dónde sacó.

— ¡Listo! —Juvia lanzó la bola hacia arriba, Wendy dio un brinco y le pegó al caucho, estrellándolo contra la mesa de bocadillos. — ¡Dos puntos! ¡Bien hecho, Wendy!
— ¡Ah! ¡Lo siento! —Se disculpó, corriendo a acomodar la comida en los platos.
— Es muy torpe —dijo Meredy.
— Más de lo que debería —comentó Ume—. Soy Ume, por cierto.
— Meredy.
— Cabello azul claro es Juvia, coletas laterales es Wendy.

***

Caminando sobre la arena, descalzo y con muchas cosas en la cabeza, Natsu mantenía su cabeza abajo. ''Antes de hacer cualquier cosa, despeja tu mente y relájate'' dijo Lucoa; enviándolo hacia la playa. Él se arrepintió de pensar mal sobre la Madame. Creyó que aprovecharía la oportunidad, para hacerle cosas pervertidas, como todo el tiempo; pero Lucoa era mucho más que una simple ninfómana, depravada y amante de los adolescentes.

Se detuvo en la orilla, dejando que el agua le mojara los pies, notando que había una segunda sombra ahí. Levantó la vista, suponiendo que la persona sería Sayla, quien aparecía y se esfumaba a voluntad.

Pero no era Sayla.

Era otra mujer, mucho más madura, de cabello azul agua; con la cara descubierta y un semblante de paz en el rostro. Se veía como un ángel.

— Qué hermoso se ve el cielo —habló ella, sonriendo—. Lleno de estrellas. Tú eres Natsu, ¿verdad?
— ¿Cómo sabe mi nombre? —Quiso saber, alejándose un paso. ¿Era una persona como Sayla? ¿O era mejor llamarla un ''ser''?
— Lucy habla mucho de ti. Más de lo que piensas —la mujer azul, lo miró directamente a los ojos—. Cuida de Lucy, te necesitará. ¿Puedes llevarme a verla, por favor?

Él asintió rápidamente, haciendo señas de que lo siguiera. Yendo de regreso a la casa, entraron por la puerta trasera, evitando a los invitados y a sus padres; que le preguntarían sobre por qué dejaba entrar a desconocidos. ¿O no era una desconocida? Si estaba ahí y conocía a Lucy, entonces, debía ser una invitada como los demás, ¿verdad? No había otra explicación lógica.

Guiándola hacia la habitación, donde dejó a Lucy, abrió la puerta y permitió que la mujer entrara ahí. Se quedó fuera, parado en el marco, mirándolas sin perder detalle. La desconocida, besó la frente de Lucy y susurró unas palabras, que no fueron comprensibles para Natsu y de alguna forma, imaginó que era mejor no saberlas. Ya que fueron dedicadas a Lucy, no a él. Cerró los ojos, meditando sobre la procedencia de la fémina, sobre quién podría ser.

— ¡Acuario! —La voz de Lucy, gritando, lo sacó de sus divagaciones. Dentro del cuarto no quedaba nadie. Más que ellos dos. — Ah... Estaba segura, que ella estaba aquí...

<< ¿A dónde se fue? >> Se preguntó Natsu, sintiendo un escalofrío en la espalda; que le recorrió desde la nuca, hasta el coxis. ¿Acababa de pasar por una experiencia paranormal? ¿De nuevo? Ya debería estar acostumbrado, pero no importaba las veces que sucediera, seguía provocándole ñañaras.

03 de Junio, 07:04 AM.
Bahía de Tokio.

— ¡Pásenla bien!
— ¡Diviértanse!
— ¡No hagan más hermanitos!

Despidiendo a sus padres, Natsu y Zeref, movían los brazos. Naomi, desde el barandal del crucero, les mostraba su puño ante el último comentario. ¡Ella quería hijos! ¡Mientras pudiera tenerlos! Aun le quedaba un año de fertilidad, así que si se daba la oportunidad, la tomaría...

— ¡Disfruten! —Lucy, sonriendo y agitando el brazo, se veía de mejor humor ahora. Las chicas del harén, movían banderitas rojas, como si fueran porristas o algo así. El enojo aun no se pasaba, pero no significaba, que fueran groseras con los recién casados. Natsu era un punto aparte. Todavía no le dirigían la palabra y no lo harían en un par de días.

Lentamente, el crucero comenzó a avanzar, hasta perderse en la lejanía. El viaje duraría dos semanas, de todo pagado, por Don Papi; obviamente.

Lucy, alejándose lentamente del grupo, atendiendo a la vibración de su celular. Era un mensaje de su madre, donde le pedía, que la llamara en cuanto tuviera tiempo porque necesitaba decirle algo. Al marcar el número, atendieron inmediatamente y con una voz afligida, Layla dijo:

— Lucy, querida... Acuario no lo logró... 

*** 

¡Eso es todo por ahora! Bueno, se acabó la boda, no hubo mucho drama... Pero bueno, empieza el arco de Lucy, veremos un ambiente diferente y Natsu irá al extranjero. ¡Muchas gracias por leer! ¡Nos vemos en el próximo capítulo! 

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