Capítulo 40: Fiesta para dos
Desde el punto de vista de Don Papi, la escena frente a sus ojos, parecía sacada de una película para adolescentes. El ''galán de barrio'' y la princesa, bailando un vals juntos; sin que las clases sociales, los padres estrictos o el qué dirán, interfirieran en una muestra de amor tan pura e inocente. << Sí, sí, todo muy bonito —pensó, rodando los ojos—, pero: ¿Dónde está Igneel? ¡Pase dos semanas enseñándole! ¡No me va a hacer quedar mal ahora! ¡Trae tu culo acá y saca a bailar a tu esposa, pinche joto! >>
— ¿Estás maldiciendo mentalmente? —Preguntó Ayami, en su clásico tono cortés y suave.
— ¡Para nada! —Contestó Don Papi, rápido. Le temía a su esposa. Como todo hombre inteligente.
— Más te vale... ¡Ah, mira, ahí vienen!
Igneel y Naomi, caminaban hacia la pista de baile, sin mirar a nadie; porque les daba algo de vergüenza. Don Papi le hizo señas al profesor de música, quien de inmediato se sentó en el piano, que se colocó previamente junto a la piscina; a una distancia adecuada, no muy cerca de la gente y tampoco muy lejos, a fin de que pudieran escuchar claramente la música. La fiesta se quedó en silencio. Ren comenzó a tocar, una suave pieza musical, que él recordaba bajo el nombre de ''Snow Fairy''; pero no lograba acordarse dónde la oyó y cuándo, aun así, tenía la certeza de que era especial. Muy especial.
Igneel, nervioso, miraba hacia abajo en todo momento; evitando pisar a Naomi. En su mente, imaginaba todas las lecciones pasadas, e incluso trataba de ''reproducir'' esa canción que su amigo siempre ponía; que se llamaba ''tiempo de vals''. Ella, sabiendo el esfuerzo y el sacrificio de su esposo, sólo sonreía; sin prestarle atención a nada más que a él. Era ese mundo, de enamorados, donde no existe nada más que la otra persona; cuando no ves figuras o personas, todo el ambiente es difuso y el único sonido audible, es tu propio corazón; acelerándose al estar junto a tu persona amada. << Gracias, Igneel >> pensó, sintiendo una enorme paz interna.
Probablemente, las únicas personas que comprendían a los esposos, eran Natsu y Lucy; que se hallaban metidos en el mismo mundo. Sin notar nada, a nadie; ni siquiera a la luna y las estrellas. En su interior, Lucy experimentaba su mayor deseo, el ser la única mujer para Natsu; un secreto a voces, que las otras chicas, preferían ignorar. Y que, Lucy, prefería mantener en silencio. Todo fuera por no provocar un drama y que aparecieran rupturas en la amistad de ellas.
Por un momento, Lucy cerró los ojos, sabiendo que en el momento que los abriera; su tiempo a solas con Natsu, terminaría. Nada dura para siempre, es por eso, que debemos apreciar nuestros momentos felices y disfrutar al máximo de ellos. Levantando sus párpados, tan lento que parecían no moverse, notó algo extraño: Ya no había música y la mano de Natsu, ya no la sentía en su cintura.
— ¿Natsu? —Pronunció en voz alta, sin recibir una respuesta. Abrió los ojos de golpe, dando varios pasos hacia atrás, pues se encontraba en una zona llena de niebla. Esa, definitivamente, no era la fiesta.— Natsu... ¿Dónde estás?... ¿Acaso me quedé dormida? ¿Estoy soñando? ¿He soñado todo este día?
— Son demasiadas preguntas, ¿no crees?
Frente a ella, se materializó un hombre igual a Natsu, con pequeñas diferencias: Un cabello más largo, aspecto más salvaje y cierta aura maligna a su alrededor, como si fuera perceptible. Era Natsu, pero, a la vez no lo era.
— ¿Quién eres? —Cuestionó con miedo, alejándose del sujeto.
— Eso no importa —E.N.D sonrió, satisfecho ante su reacción—. Tengo una pregunta para ti: ¿Quieres ser la única para Natsu? ¿Ese es tu deseo más profundo, Lucy?
— ¿Mi deseo más profundo? —Repitió las palabras del ente, quedándose con la mente fija en ello.— Es... Es...
E.N.D levantó su rostro, alzándolo por el mentón, viendo directamente a los ojos de Lucy.
— Sólo tienes que pedirlo y lo haré realidad —le dijo, sonriendo de la misma manera en que lo haría el verdadero Natsu—. Si ese es tu deseo, lo haré realidad para ti. Pídelo.
***
— Lucy, ¿te encuentras bien?
— ¿Ah, qué?
De pronto, la niebla había desparecido y estaba de nuevo en la fiesta, siendo observaba por todos.
— Lucy, ¿qué te pasó? —Preocupada, Naomi se acercó a su sobrina, tocándole la frente.— No tienes fiebre. ¿Te sientes mareada, cansada o con sueño?
— No, no —negó con la cabeza, moviéndola rápidamente—. Estoy muy bien, no se preocupen por mí, lo lamento.
— Lucy, vayamos a que descanses —Natsu la cargó, llevándosela dentro de la casa. Las miradas de las chicas, se fueron tras la espalda del rosado, clavándole un puñal con cada ojo. ¿Se estaba olvidando de ellas? ¿No se le pasó, por su cabecita hueca, que alguna quería bailar también? ¿O sólo le interesaba Lucy?
<< No soy plato de segunda mesa >> pensó Ume, levántandose de su asiento. No seguiría al pendiente de la rubia, después de todo, no la consideraba como una amiga; sólo una conocida. Alguien con quien estaba relacionada, a través de Natsu y nada más. No existía una relación de amistad entre ambas y al paso que iban, nunca se daría una; porque esa preferencia de Natsu, causaba ciertos rocecillos. Y aunque las otras no lo demostraran tan abiertamente, era obvio, que se sintieron dejadas de lado y quisieran golpearlo con un palo.
— Iré con mi madre —dijo Erza, yendose por ahí.
— Juvia necesita usar el sanitario, permiso —se excusó, marchándose a paso rápido.
— Voy a ver qué hace Ume-chan —Wendy se fue con la cabeza agachada, como perrito regañado.
— Idiota —susurró Jenny, volteándose para comerse una rebanada de pastel.
— Salió igual que su hermano —Mavis, de puro coraje, dobló la cuchara que tenía en la mano—: No puede poner atención a más de una cosa a la vez.
Lentamente, todas se separaron, terminando temprano con sus celebraciones. Yume, miró a Sayla y le sonrió, pero no logró sacar el gesto de la mujer con cuernos. Ella también estaba desanimada.
— No creo que haya sido aproposito —dijo Yume a la demonio, ya que estaban solas, no le importaba si la veían hablar sola el resto de los invitados—. Él está preocupado por Lucy, como lo estaría por cualquiera de nosotras, no es nada personal.
— Él la prefiere a ella —Sayla suspiró, resignada—. Lucy, sin importar el mundo que sea, es la favorita de Natsu. Y de E.N.D también. Al final, si tiene que elegir a una, seguramente la preferirá. No podemos competir contra Lucy. No podemos.
***
— Si quisiera arruinar esto...
En la azotea de la casa, E.N.D veía la fiesta, con una cara de aburrimiento extrema.
— ¿Los quemaría a todos o solo a la mitad? —Se preguntó, sonriendo ligeramente, pensando en cómo terminaría las vidas de todas esas personas. Si quisiera, lo habría hecho antes, de una forma mucho más grotesca; sólo divagaba y decía cosas extrañas, sin una verdadera intención de hacerles daño, por falta de interés en sus simples vidas humanas.
<< ¿Cuándo me amargué tanto? >> Se preguntó, lanzando un suspiro al aire. Se recargó en el borde del techo, cerrando los ojos, hasta que escuchó un ruido a su lado y vio un plato con comida junto a él; sostenido por una mano de dedos delgados.
— ¿Qué es esto? —Cuestionó, dudando de las buenas intenciones, que pudiera tener un gesto como ese; viniendo de tal persona.
— Comida —dijo Yume.
— No necesito comer. No soy humano.
— Vi a Sayla cortando pastel, pensé que...
E.N.D tiró el plato al suelo, desparramándose los alimentos. Yume volteó la cabeza, fingiendo no haberlo visto, por no querer hacer un coraje. Su sentido común, le recomendó dejar de ser una buena persona, ignorar a ese grosero y no volver a hablarle; a menos que hiciera algo que ameritara gritarle un ''hijo de tu puta madre''.
— ¿Por qué tú puedes verme y Lucy no? —Él apretó el puño, golpeando el concreto. — Tanto tiempo aquí, he intentado comunicarme con ella, pero es imposible... Lucy no puede verme y apenas escucha mi voz. Esta vez conseguí entrar en su mente, pero ella piensa que alucina. ¿Por qué tiene que ser de ese modo? Qué mierda de vida. La única mujer que me interesa, no sabe que existo.
Yume, experimentando lo que conocemos como ''lástima'' o ''compasión'', se acercó al etherias y le puso la mano en la espalda; intentando amortiguar un poco su frustración. No tardó ni cinco segundos, en quitar su palma, viéndola roja por el calor intenso en el cuerpo de E.N.D; quien casi le provocó una quemadura de segundo grado. Ardía, mucho, era como haber puesto su piel contra una plancha de cocina y quedar poco hecha la carne.
— Fue divertido, meterme con Juvia o acosar a tu hermana pequeña en el bosque, pero no significa nada para mí hacerlo. Es como quitarle un pelo al gato. No resuelve nada. No afecta a nadie. No hace que Lucy venga a regañarme. En cambio, estás tú, queriéndote hacer la santa conmigo; como si eso te hiciera parecerte a ella. Si sigues imitando a Lucy, voy a acabar contigo, así que para ahora mismo o lo que caerá al piso ahora, será tu cabeza.
— ¿Me estás amenazando?
— Sí. ¿Eres estúpida?
— Bueno, no te quedes sólo con palabras, córtame la cabeza si tienes los huevos para hacerlo. Anda, no me moveré, hazlo.
Yume dio dos pasos atrás y se quedó quieta, esperando. E.N.D gruñó y le pasó por un lado, sin atacarla y sin cumplir la amenaza de antes.
— No tengo tiempo para tus tonterías —refunfuñó él.
— Entonces —Yume le agarró la mano, impidiendo que siguiera caminando—, ¿quieres contarme cómo llegaste a este punto de amargura? Tengo mucho tiempo.
***
¡Y bueno! ¡Es todo por ahora! Espero les haya gustado.
¡Ya van cuarenta capítulos! Sinceramente, tengo la intención o la idea, de llegar a 100 capítulos de la historia.
No tengo demasiado qué comentar, así que: ¡Nos vemos en el próximo capítulo! ¡No se olviden de puntuar y comentar!
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