Capítulo 37: La antesala

02 de Junio, 07:00 AM.
Casa Dragneel.

Incapaces de seguir durmiendo, los hombres Dragneel, se reunieron en la cocina. ¿Qué hicieron? Comer salchichas directo del empaque, sumergiéndolas en un tarro de mostaza; que ya estaba pronto a pasarse de la fecha. Anteriormente, cuando tenían terribles problemas económicos, habían probado toda clase de alimentos caducados; sólo para no tener que tirarlos a la basura. Esa horrible costumbre, se terminó, el día que los tres acabaron en el hospital; intoxicados por un pollo que llevaba cuatro meses en el refrigerador.

Por aquel entonces, Natsu era demasiado pequeño para trabajar, así que Zeref tuvo que sacrificarse; buscando un empleo de medio tiempo y no tardó mucho en encontrar uno, que le permitió dividirse la responsabilidad de casa, universidad y vida laboral. Por la mañana trabajaba, en la tarde tocaba estudiar y en la noche, cuidar a su hermanito. Sabiéndose hacer un horario, no sufrió ninguna dificultad.

Zeref, comenzó a trabajar en una librería, de aspecto hogareño y que dejaba leer libremente a sus visitantes; otorgándoles sofás cómodos para descansar. Sus labores, consistían en acomodar los textos, bajar pesadas cajas y entregar anuncios sobre el lugar, a quienes pasaran frente al negocio. Siendo que, gracias a su aspecto atractivo y personalidad amable, la tienda se llenó de jovencitas; que buscaban verlo a él y compraban libros, para intentar hacerse las interesantes frente a él. Zeref reía internamente, pero las atendía con toda la cortesía que le exigía su puesto.

<< En ese lugar, conocí a Mavis >> pensó Zeref, mordiendo otra salchicha, bañada en mostaza.

Fue una maña de invierno, fría y nublada, Zeref encendía la calefacción de la librería y se calentaba las manos; pensando en el examen de matemáticas que tendría en unas horas. El sonido de la campanita en la entrada, lo sacó de sus cavilaciones.

''Bienvenido'' dijo Zeref, a quien fuera que hubiese llegado a la tienda.
''Gracias'' contestó una voz femenina ''Estoy buscando un libro infantil, llamado: El viaje de las hadas, ¿lo tendrán aquí?''

El chico volteó lentamente, encontrando a una pequeña rubia de cabello largo, que usaba un vestido azul y un grueso abrigo sobre su cuerpo, mallas y un gorrito con un pompón en la parte de arriba. Ella le sonreía, de manera radiante, como si su sonrisa iluminara más que cualquier fuente de luz; más que el propio sol y las estrellas súper masivas del universo.

Fue un amor a primera vista.

Tras cruzar un par de palabras y que Zeref, pasara dos meses buscando el libro, consiguió invitarla a una cita que salió exitosa. A partir de entonces, se frecuentaron muchas veces más, hasta que Mavis le pidió que fueran pareja. Zeref no tardó en dar el sí, lo hizo de inmediato, ni siquiera la dejó terminar la declaración de amor. ¡Por supuesto que lo quería! ¡Lo quiso desde el primer momento en que la vio! Y nada, ni nadie, los haría separarse nunca... O eso creyó...

Los inicios de su matrimonio, fueron dulces y llenos de pasión, que parecía no tener fin. Salían todas las noches, caminaban tomados de la mano y se demostraban su afecto en público, sin que nada los avergonzara. Los problemas, iniciaron cuando Zeref fue ascendido en su trabajo, lo que le dio más dinero y más responsabilidades; pasando mucho tiempo en la oficina y descuidando a su esposa, sin ninguna mala intención, sólo queriendo darle lo mejor. Zeref no trabajaba para sí mismo, lo hacía todo por Mavis.

— Hijo...
— Zeref, estás llorando...

Natsu e Igneel, observaban a su familiar, atónitos. Lo habían observado llorar antes, siempre sabiendo la razón y ahora, sólo podían sospechar los motivos.

— ¿Ah? —Pronunció Zeref, tocándose la cara. Sintió las lágrimas, corriéndole por las mejillas. — Ah, no... No se preocupen... No pasa nada. Estoy bien. Sólo me puse a recordar algunas cosas, que ya no tienen importancia. Ninguna.

Zeref sonrió, limpiándose los ojos.

— Hay una boda pronto —dijo, levantándose de la mesa—. No tenemos tiempo que perder. Mamá espera. No quieren verla enojada, créanme que no.

02 de Junio, 07:33 AM.
Casa de la playa.

La primera en despertarse, Ayami, se puso a buscar la hoja con que jugaron el ritual; encontrando nada más que cenizas sobre la mesa. Sin pensarlo dos veces, tomó el polvo negro y lo lanzó por la ventana, antes de que alguien lo viera. El resto de las mujeres, continuaban durmiendo en el suelo, profundamente; como si estuvieran desmayadas. << Ella mencionó a Natsu, la escuché >> pensó Ayami, recordando lo ocurrido la noche anterior, intentando hallarle una explicación lógica; a algo que parecía sacado de una historia de internet; de esas que escribe gente que no tiene nada mejor que hacer.

Se sentó en el marco de la ventana, imaginando las distintas posibilidades, cada cual más disparata que la anterior; dando como resultado, una conclusión final insatisfactoria: Natsu estaba metido en un lío sobrenatural.

Sin quererlo, sonrió levemente, pues con ese tema se sentía en contacto con su infancia. Sus primeros años, su adolescencia y temprana adultez, las pasó en un templo a las afueras de Tokio; donde su madre fungía como sacerdotisa. A diario, cuatro o cinco personas, llegaban para recibir ayuda y quitarse, lo que ellos pensaban, era una maldición. Realmente, la madre de Ayami, no era una persona creyente en la espiritualidad ni nada; pero sus rituales hacían que la gente se tranquilizara y traía buenas donaciones al templo. Parte de ello, pagó la educación universitaria de Ayami, así que ella no se quejó en ningún momento; ni siquiera cuando la obligaron a convertirse en una ''miko''.

Las ''miko'' son sirvientas de los templos Shinto, disfrutan de una alta posición social y en su mayoría, proceden de la familia de los sacerdotes.

Ayami aprendió las danzas ceremoniales, cómo asistir a los monjes en las ceremonias de matrimonio, los rituales más básicos, los distintos usos de amuletos y cómo crearlos; además del arte de la adivinación. Por supuesto, ella tampoco creía demasiado en esas cosas, pero tras el nacimiento de sus hijas y los sueños extraños antes de los mismos, se convenció a sí misma de que en verdad poseía esa clase de habilidades. Pudo tratarse de una coincidencia, e incluso barajeaba esa posibilidad cada tanto tiempo, sin embargo, con el paso del tiempo las visiones eran mucho más exactas.

<< Debería intentarlo ahora >> se dijo a sí misma, cerrando los ojos. Se concentró en la boda, dejando que las imágenes fluyeran en su cabeza, libres. Vio un cielo nublado, a Naomi gritando encolerizada y a una mujer de cabello azul, a la que no conocía, hablando con Natsu.

— Interesante —susurró, frunciendo el ceño—. Así que, eso sucederá, pobre Naomi-san. Incluso si no hay una sola nube ahora mismo, las habrá más adelante.

Anna, aun acostada, escuchaba las palabras de Ayami; dudando entre si hablarle o no. ¿Era grosero oírla? ¿Se metería en un problema por ello? Quería preguntarle, de qué estaba hablando...

— Sé que estás despierta, Anna-san —dijo Ayami.
— ¿Cómo lo supiste? —Preguntó Anna.
— Estás moviendo el pie...
— Ah, claro. Hago eso sin darme cuenta.

La dueña de la casa, caminó hacia su invitada, sentándose en posición seiza — postura típica japonesa, que adoptan las mujeres al sentarse sobre sus piernas— al lado de ella. Le pasó la mano por la frente, acariciándole como si fuera una niña pequeña, que necesitaba una pequeña charla con su madre en ese mismo momento.

— Ayami-san, tú tampoco eres normal, ¿cierto?
— Cierto —respondió, sin sonar ofendida—. Soy una persona que, cualquier escéptico, diría que está loca.
— ¿Podías verme en tu hogar, después de la operación de Natsu? ¿O escucharme?
— Sólo sentía tu presencia —la mano de Ayami, pasó a la mejilla de Anna, apretándola ligeramente; haciéndola sonreír por las ligeras cosquillas en su piel—. Y quiero que sepas, que si no usé mis habilidades, para ver lo que pasaría con Yume; fue porque algo lo impidió. Bloqueó todos los futuros posibles. Así que, supongo que algo más grande que la tierra misma, estuvo involucrado en ese bloqueo.

Anna asintió levemente.

— Pero todo resultó bien —Anna sonrió.
— Casi todo —contestó Ayami—. Hace poco, me puse a ver el futuro de Natsu y no me gustó lo que vi... Levántate, te haré el desayuno y hablaremos sobre ello.

02 de Junio, 04:33 PM.
Casa Miyamoto.

E.N.D abrió los ojos.

Continuaba sobre la cama de Yume, arropado por una cobija rosada, que olía a flores. Echó un vistazo por la habitación, encontrando a la dueña con Lucy, ambas lucían preocupadas y la Heartfilia parecía a punto de romper en llanto; Yume le susurraba algo, que E.N.D no alcanzaba a oír completamente, sólo alcanzó a distinguir un ''Estoy contigo''. Se abrazaron y Lucy sonrió, quitándose las lágrimas, hizo una pequeña reverencia a Yume y seguramente le dio las gracias; él lo adivinó por la forma en que movió la boca. Lucy tomó una toalla de la cama y un trapo azul, que se llevó consigo al salir del cuarto.

— ¿Qué ha pasado? —Preguntó E.N.D, incorporándose en la cama.
— Lucy está triste —dijo Yume, dándole la espalda.
— Sí, eso se nota, pero quiero saber el motivo.

Yume se tocó el brazo, moviendo los ojos a los lados, pensando en el derecho a la privacidad de Lucy.

— Su nana está enferma y no puede ir a verla —terminó ignorando los derechos, pues E.N.D no tendría a nadie con quien compartir dicha información—. Está internada en el hospital, aun no saben exactamente qué le sucede, siguen a la espera de los resultados. Lucy teme que sea más grave de lo que ya parece serlo.
— ¿Lucy está sufriendo por eso?
— Es obvio que sí.

E.N.D volvió a acostarse, momento en que Yume volteó a verlo y se molestó, ante la aparente indiferencia del sujeto hacia el sufrimiento de Lucy. Cuando estaba a punto de gritarle, que era un hijo de acá y de allá, él habló:

— Pide un deseo.
— ¿Eh? —Yume olvidó las groserías, sacudiendo la cabeza a los lados. — ¿Puedes curarla?
— No me he recuperado del todo —explicó—, así que no puedo curarla al cien por ciento, además de que existe la posibilidad de que su destino esté cerrado. Pero, ahora mismo, puedo ayudarla a mejorar y lo demás dependerá de los doctores; independientemente de lo que tenga, sólo tienes que pedirlo y se hará. Quiero ayudar a Lucy. Lo hago por ella, que quede muy claro, no es por ti.

***

— ¡Maldito Natsu! ¡¿Cómo se atrevió?!

Ume caminaba por su habitación, aventando todo lo que tenía enfrente, encabronada. Dentro, viendo como destruía todo a su paso, Kagura, Minerva, Acnologia, Wendy y Hisui; se apartaban del camino para no ser empujados.

— ¿Por qué mi reina está enojada? —Preguntó Hisui.
— Natsu le dio helados con laxante —dijo Acnologia, atrapando un peluche que Ume le lanzó a la cara—. Y no sabe cómo vengarse de él.

La puerta del baño privado de Ume, se abrió y Juvia asomó su cabeza desde adentro, sonriendo feliz; con el cabello mojado y por lo que se alcanzaba a ver, apenas perceptible, no llevaba nada abajo.

— Ume-chan, ¿puedes darle una toalla a Juvia, por favor? No hay aquí dentro —Pidió, de manera amable.

<< Interesante >> pensó Acnologia.
<< Qué pechotes >> Wendy se tapó los ojos.
<< ¿Intentas ser mi rival, chica azul? >> Hisui arrugó la nariz.
<< ¿Cuándo se hicieron amigas? >> Se preguntó Kagura.

— Esta chica es parte del harén de Natsu, ¿verdad, Ume? —Minerva la observó, de pie a cabeza. — No se ve como la gran cosa, aun así, es linda. Kagura, debemos unirnos a ese harén, urgentemente. Si Erza es parte de él, es mi oportunidad, de demostrarle que soy mejor en todos los sentidos. Incluso que soy mejor mujer que ella.

Kagura enrojeció, fue rápidamente hacia Minerva, la agarró por la ropa y la estrelló en la pared.

— ¡¿Estás demente?! —Gritó Kagura, sudando por la vergüenza y el poco pudor de Minerva. — ¡¿Cómo que vamos a unirnos a un harén?! ¡¿Sabes lo que hacen en esas cosas?! ¡Ume, dile lo que hacen! ¡Díselo!
— Cogen —dijo Ume, como si no fuera nada—. A veces con el tipo, a veces entre ellas...
— ¿Entre ellas?

Kagura entró en trance, imaginándose a sí misma, desnuda al lado de Erza; luego de que ambas hubieran...

— Tenemos que unirnos —afirmó, empuñando la mano.
— Me parece bien —Ume calmó sus nervios, pasándole la toalla a Juvia—. Aquí tienes.
— Gracias, Ume-chan —Juvia volvió dentro del baño.
— ¿De verdad te parece bien? —Preguntó Acnologia.
— Por supuesto —Ume asintió—. Entre más aliadas tenga dentro del harén, mayor control para mí. Es algo obvio. Ahora, se me ocurren un par de cosas, que podemos hacerle a Natsu... Kagura, Minerva, ¿cuento con ustedes?

Ambas le miraron, sonrientes.

— ¡Cuenta con nosotras!

***

— Aprovecha, hijo, no creo que se repita...

Don Papi, se burlaba de su sobrino, que veía a Erza en un vestido corto de color rojo; mientras se arreglaba frente al espejo de la sala. Yume, invitó a todas las amigas de Natsu, a que se arreglaran juntas en su casa y de ahí se fueran a la boda. Todas aceptaron y Cana, en cuanto llegó, lo primero que hizo fue ir al mini bar y dar su sabia opinión sobre los licores presentes; pidiendo un traguito de cada uno.

Traguito... Media botella, nada más.

— ¿Qué crees que estoy haciendo, tío?
— Se te está parando —bromeó.
— ¡¿Eh?! —Jerall se cubrió la entrepierna.

Don Papi soltó una carcajada, pegándole en la espalda, casi sacándole los pulmones por la boca.

— Bueno, hay que ir por Igneel y sus hijos, toma las llaves del auto y...
— ¡Estamos aquí!

Igneel entró junto a sus hijos, los tres agitados y bañados en sudor; Happy iba sobre la cabeza de Natsu, bien agarrado de él, por miedo a caerse y ser olvidado.

— ¡Rápido, hay que vestirme! —Igneel se desvistió en plena sala, justo cuando Erza volteó.

A ella se le salió un silbido de admiración.

— Natsu, te pareces a tu padre —dijo, dando a entender, que ya se lo había visto. 

*** 


Ya llevaba tiempo queriendo actualizar y no podía, primero por falta de tiempo y luego por falta de inspiración. Espero les haya gustado, un capítulo de dos mil y algo de palabras, ya viene la boda de Igneel y Naomi. ¡Nos vemos en el próximo capítulo! ¡Gracias por leer!

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