Capítulo 26: Muerte

02 de Mayo, 04:54 PM.
Hospital de Tokio, sala de reuniones.

Revisiones médicas, tanto físicas como mentales, marearon a Naomi. Y a los médicos. Que no se explicaban, cómo rayos, ella se había despertado tan de repente. Su cuerpo estaba bien, todos sus órganos funcionaban perfectamente, los reflejos estaban bien y la única lesión visible en el exterior era un chichón en la cabeza. No existían hemorragias o heridas internas. Naomi estaba completamente bien.

— ¿Qué hacemos? —Preguntó un médico al resto de los compañeros.
— Supongo que dejarla ir —respondió otro—. No hay nada malo en ella, absolutamente nada está fuera de lugar. Así que no hay caso en que siga aquí.

Ninguno de los presentes, quiso usar la palabra ''milagro'', ya que iba contra lo estudiado en la universidad. La mujer estaba bien y listo.

— ¿Y la jovencita que estaba en la misma habitación?
— Ella sigue igual.

No todo podía ser bueno, generalmente, no hay dos buenas noticias el mismo día. Sólo quedaba esperar a la mañana y que, por cosas del destino, se diera otra situación inesperada y alegre. Que pasara algo favorable de nuevo.

Uno a uno, los doctores salieron de la sala de juntas, en silencio.

***

— ¿Puedes caminar bien?
— Sí, sí. Sólo estuve dormida unos días, no años, Igneel.

Naomi iba agarrada de su brazo, caminando por el pasillo del hospital, hacia la sala de espera; para que conociera a las personas que vivían alrededor de sus hijos.

— ¿Entonces te casaste? —Preguntó Naomi.
— Sí, pero fue un plan para conseguir algo en el trabajo, nada más —explicó—. Ella y yo no tenemos nada de intimidad. Ni siquiera nos besamos.
— Hombre, qué aburrido —soltó ella, riéndose—. ¿No estaba buena o qué? Debiste aprovechar, al menos darle un manoseo por las noches.
— ¿Tú lo hubieras hecho?
— Tal vez...

Ume dormía sentada en un sillón individual, Wendy y Acnologia jugaban turista mundial, junto a Lucy y Zeref; la loli de coletas les estaba ganando a los tres. Natsu hablaba con Lucy, el profesor Ren le daba agua a Rina y Dimaria mandaba mensajes con su nuevo celular dorado, su color favorito. Se preguntó mentalmente, si cuando Naomi la viera, la golpearía por atreverse a ser la ''madre'' de sus hijos. << Nah, seguramente me golpeará si se entera que me metí con su hijo menor de edad >> dijo en su cabeza, dándose la razón a sí misma.

— Ah, hola...

Naomi levantó la mano, sonriendo y saludando a todos. Ume abrió los ojos y vio a la mujer, enderezándose en el asiento. ¿Quién era? La recordaba vagamente, como si la hubiese visto en alguna otra parte, apenas por algunos segundos. Los suficientes para que su cara resultara familiar. << Se parece a Zeref >> concluyó, asumiendo que por eso le parecía conocida, porque su cara era la misma de Zeref.

Presentaciones, saludos y palabras intercambiadas. Naomi se presentó como la madre de Natsu y Zeref, asegurando que no golpearía a Dimaria por volverse la madrastra, para que dejara de fingir que escribía en el teléfono. El ambiente más relajado, hizo que Ume se sintiera incómoda y tras disculparse, dijo que iba al baño. Se metió en uno de los cubículos, sentándose con los pantalones puestos; recargando la cabeza en la pared. Se preguntó cuántos microbios llenaban su cabello. No se molestó en darle demasiadas vueltas. Imaginó a sus propias bacterias combatiendo, alejando a los agentes externos; bacterias y gérmenes dándose de madrazos en su cuero cabelludo, hasta que quedará uno sólo vivo y transmitiera la historia de la guerra a las nuevas generaciones.

— ¿Ume-chan?

La voz de Naomi, interrumpió la batalla.

— Está ocupado —dijo Ume.
— No quiero usar el inodoro —contestó la madre—. ¿Puedo hablar contigo?
— Ya estamos hablando...
— No tienes que preocuparte por tu hermana, Ume-chan, ella despertará pronto. Me dijo cómo debía hacerlo, así que seguramente ella también lo hará.
— Yume es de las personas que le da consejos a todo el mundo y nunca los aplica consigo misma. Es así de tonta.
— ¿La quieres mucho, verdad? Ella también te quiere. Recordará eso y volverá para estar contigo. Estoy completamente segura.

Los ojos de Ume se humedecieron, obligándola a doblar el cuello hacia atrás; evitando que salieran lágrimas. No quería llorar. No lloraría.

***

— Ya está atardeciendo...

Yume observaba el cielo, tiñéndose lentamente de naranja, un color cálido y bonito; como las hojas del otoño que tanto le gustaban. Se recargó en un gran roble, dejándose caer lentamente al suelo; resignándose a que, seguramente, no volvería a salir del prado. De alguna manera retorcida, le pareció correcto, ya que podría explorar e ir a Magnolia. Vería a Rina, ella aparecería en algún momento y pasarían tiempo juntas, teniendo toda clase de aventuras fuera de lo normal. No sonaba tan mal.

— Pero es injusto para los demás —habló consigo misma, suspirando—. Mamá y papá se preocuparán mucho, Ume se sentirá culpable... Pero...

Abrazó a sus rodillas, analizando la situación desde un punto de vista externo e interno; quedando siempre con la duda de qué era correcto y qué no lo era. ¿Debía pensar en lo mejor para sí misma o lo mejor para los demás? Y de ahí surgía la pregunta más importante de todas las que se pudiera hacer: ¿Qué es, exactamente, lo mejor? ¿Cómo lo sabes? ¿Cómo puedes elegir algo, si no sabes, si te arrepentirás después?

. Yume, acostada en el suelo, pensó que sería la última vez que vería las flores abiertas; si no recordaba mal, la vez que estuvo inconsciente en el hospital a los siete años, durante las dos semanas de interna, en su subconsciente siempre fue de noche. ¿Nunca despertaría? ¿Viviría en una noche eterna hasta que le llegara la hora?

— Quisiera que las cosas fueran diferentes —dijo para sí misma, dejando salir unas cuantas lágrimas—. Quisiera olvidarme para siempre de Rina. Pero no puedo. Quisiera no haber hecho ese trato y poder acercarme a Natsu... Quisiera... Quisiera ser otra persona...

Escuchó un trueno fuerte y un movimiento siniestro, hizo estremecer la tierra. Yume se levantó de inmediato y corrió lejos de los árboles, buscando un lugar para esconderse y permanecer segura. Miró a su alrededor. El cielo, la tierra, todo... Todo se rompía como si se tratara de un espejo. Su subconsciente se destrozaba y daba espacio a una inmensa oscuridad, más fuerte que la propia noche. << ¿Estoy muriendo? >> Se preguntó, cayendo de rodillas al piso. ¿En verdad pasaba? ¿En verdad moriría así? No...

— ¡No! —Gritó, agarrándose la cabeza. — ¡Tengo miedo! ¡No estoy preparada para esto! ¡Por favor, alguien sálveme! ¡Por favor!

El suelo bajo su cuerpo, se desmoronó en fragmentos...

***

El corazón de Yume, comenzó a latir tan fuerte, que pensaron estaría al borde del infarto. Ren llamó a los doctores, que entraron corriendo a revisar. Rina quiso acercarse pero no se lo permitieron y tuvo que detener a Natsu, que intentaba la misma tontería. ¿En qué serviría ir al lado de Yume? No eran doctores, no ayudarían en nada.

El ruido de la máquina, de la nada, se volvió normal. Los latidos regresaron a un nivel estable, espantando a los médicos, quienes no se atrevieron a tocarla. Yume reaccionó. Primero abrió los ojos de golpe y se quitó la mascarilla de oxígeno, arrancándosela de la cara. Respiró con normalidad.

— ¡Yume!

Quitando a los estorbos del medio, en un impulso desde lo más profundo de su corazón, Rina abrazó a su ''hija''; acunándola como si fuera una bebé. Llorando de alegría, la miró fijamente, diciendo:

— Yume, estás bien... Qué alegría...

La chica, sonriendo de forma nerviosa, exclamó:

— ¿Quién eres tú?... 

*** 


Chan, chan, chan... ¡Es todo por hoy! ¡Nos vemos en el siguiente capítulo! Gracias por leer
 

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