Capítulo 14: Natsu y el parque
— ¿Exploración urbana?
Natsu observó a Erza.
— Sí —dijo la pelirroja, mostrándole algunos videos en su celular—. Es algo muy divertido. No tenemos que ir de noche, está bien si lo hacemos durante el día, Hobara, el lugar en el que está el parque queda a cuatro horas en auto... Mi madre nos puede llevar. ¿Vamos? No me digas que no te dan ganas de ir.
No se trataba de ganas, sino de valor. Natsu no permitiría que dudaran de su hombría. No quedaría mal frente a una de sus chicas. Se arremangó bien los testículos, juntando todo el valor posible, y dijo:
— Claro, vamos.
Aquí, nos damos cuenta, de la cantidad de pendejadas que los hombres, son capaces de hacer con tal de impresionar.
— ¿El lugar tiene alguna historia? —Preguntó Natsu.
— Sí, se dice que el dueño de ''Takakonuma Greenland'', un empresario llamado ''Makoto''; tenía el sueño de abrir un parque de diversiones, pero no tenía el dinero —relató Erza, recordando lo que había leído en internet—. Entonces, para lograrlo, hizo un pacto con el demonio ''Amanojaku''. A cambio de su hija, Amanojaku, le daría el dinero para erguir el parque. El día de la inauguración, la hija del hombre, desapareció y el lugar no pudo estar abierto más que dos meses. Posteriormente, Makoto murió, la causa no estuvo clara nunca. Un parque sin dueño, no muchas atracciones, pero algunas que podían funcionar; fue comprado por otro empresario y permaneció abierto por trece años. Sin embargo, volvió a cerrar en 1996; se dice que durante ese tiempo, murieron seis personas y muchas más resultaron heridas. Hay una historia en particular, sobre un muchacho, que se lanzó desde lo alto de la montaña rusa. Sus amigos no lo entendieron. Dijeron que siempre había sido un sujeto normal, alegre. No encontraron ningún motivo por el que lo hiciera. Se dice que el parque está maldito. Que es el espíritu de la hija del antiguo dueño, la que causa todas las tragedias, pues se ha convertido en un espíritu vengativo.
En la cocina, Irene cortaba unas fresas para su helado, preguntándose en qué momento dijo que los llevaría. Bueno, hacía mucho que no actualizaba sus fotos de Facebook, seguro que encontraría un buen lugar para tomarse una buena foto de perfil.
Eran las diez de la mañana. Natsu sólo había dormido tres horas. Le esperaba un largo día.
***
El bosque engullía el parque, las atracciones llenas de óxido; daban un aspecto por demás siniestro, sumado al factor de la niebla, permanentemente presente, no ayudaba en nada a disipar el miedo de Natsu. Erza, en cambio, no dejaba de tomar fotografías y observar el lugar con los ojos brillantes; haciendo gestos de admiración. Irene, la madre y adulta responsable en el viaje, se sentó en una banca podrida a jugar con su celular. A los dos minutos, se empezó a quejar, de que no había señal en su celular y sus datos no funcionaban; no podía revisar Facebook y tampoco subir selfies de su viaje.
Erza lo agarró de la mano, llevándolo junto a ella, para recorrer el parque. Lo primero que vieron, fue el camino hacia la gran montaña rusa:
— Majestuoso —dijo Erza, tomando una fotografía.
— Tenebroso —susurró Natsu.
— Alto —Irene, tras no poder conectarse a internet, decidió seguirlos—. ¿Nos subimos a caminar por ahí o creen que se caiga?
— Vamos —Erza asintió—. Sacaré buenas fotos desde ahí.
<< Mierda >> pensó Natsu, sintiendo como se le apretaban las nalgas. ¿En qué pensaban esas dos mujeres? No las podía dejar ir solas, pero tampoco deseaba subir allá, era muy peligroso; otro buen motivo para no abandonarlas. Fuera lo que fuera, hicieran lo que hicieran, ahí estaría atrás; cuidando que nada les sucediera. Que no les saliera un loco o el fantasma de la hija de Makoto. << Esa es una tontería, Natsu, los fantasmas no... >> calló inmediatamente a la voz de su cabeza, mostrándole una imagen y un recuerdo de Anna Heartfilia, el fantasma que habían visto en carne propia. Y otro de la niña de ojos negros. A la que habían sufrido en carne propia.
Subieron a traves de esos escalones, que se encuentran al lado de los rieles, teniendo el cuidado suficiente para no caerse. Una caída desde esa altura, bastaría para matarlos. Extrañamente, el juego no crujía, como si estuviera nuevo. ¿No debía rechinar un poco? Eso era muy raro. Algo le daba mala espina a Natsu.
La segunda foto de Erza, era igual de tétrica que la primera:
Al bajar, aprovechó para inmortalizar otras:
El sol salía y se ocultaba. La densa niebla, por momentos, cedía y permitía el paso de la luz; pero no por mucho tiempo. Natsu seguía sintiendo escalofríos. Erza dijo que se encaminaran a la rueda de la fortuna.
El carrusel no resultó tranquilizante.
<< A Ume le encantaría estar aquí >> pensó Natsu, mirando el sitio. Al fondo, cerca de lo que habría sido un puesto de comida, alcanzó a ver una cabeza con cabello negro y una cara muy pálida, en exceso; como una hoja de papel. Los espiaba. Y al darse cuenta, que era observada por Natsu, se escondió rápidamente.
— Creo que deberíamos irnos —Natsu tomó la muñeca de Erza—. Ya tomaste las fotos, ¿cierto? Ya no hay nada más que hacer aquí, tengo hambre.
— Es cierto, Erza —secundó Irene—. Vayamos a buscar helado.
— ¡¿Eh?! Bueno, está bien...
Erza suspiró, resignada.
Salieron del parque, notando que a medida que se alejaban de él, la niebla desaparecía.
***
Ah, la leyenda del parque Takakonuma Greenland, de verdad se cuenta en Japón. La pueden buscar por ustedes mismos si desean, además, si buscan en google maps no encontrarán absolutamente nada del parque; ni un rastro. Actualmente, no se sabe si el parque sigue en pie o ha sido derrumbado, pero en el fanfic sigue ahí.
¡Muchas gracias por leer! ¡Nos vemos en el próximo capítulo! ¡Espero les haya gustado!
Y si gustan, pueden pasarse por mi nueva historia: Lust Festival. La estaré actualizando cada que se me ocurra qué cosa nueva escribir.
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