Capítulo 1: Natsu y el Hinamatsuri

Anna miraba a través de la ventana, emocionada al ver lo que hacía Ayami; llevando comida, dulces y regalos, hacia el patio trasero. ¡Preparaba una fiesta! Anna no sabía para quién. Por los moños rosados, el ambiente femenino y el hecho, de que ni Don Papi o Jerall la estuvieran ayudando, supuso que era el cumpleaños de una mujer. ¿Una de sus hijas? ¿Alguna amiga en particular, a la que quisiera mucho, como para hacerle un festejo tan bonito? ¡Le carcomía la curiosidad!

— Eso se ve tan divertido...

En momentos así, lamentaba ser un fantasma y no poder unirse al festín, que se veía delicioso. La mesa estaba llena de golosinas, pasteles, aperitivos; y en medio de todo, se hallaba un gran pavo, el relleno de pan y una olla gigante con puré de papa. ¡En verdad lamentaba no ser capaz de comer! Y si aspiraba la esencia de los alimentos, no sabría a nada para los invitados; tampoco deseaba arruinarles su reunión.

<< Yume puede traerme un plato, ¿cierto? >> Pensó, dirigiendo sus ojos hacia la cama, donde su ''casera'' continuaba durmiendo.

— Yume, son las diez, ¿no deberías estar despierta?
— Estoy despierta —contestó, espantando a Anna—. Sólo finjo que duermo, para que mamá, no venga a molestarme. Hoy es el Hinamatsuri. El día de las niñas. Cada año, nos obliga a ponernos kimono y comer dulces, que según las creencias, sirven para que las hijas estén sanas durante todo el año. Hishimochi, así se llama. Tiene una forma de rombo y tres colores diferentes; el rosa que simboliza a las flores de ciruelo, el blanco que es la pureza de la nieve y el verde, que no tiene un significado en específico, se cree que mejora la sangre de quien lo coma. También sacan ése altar raro con las muñecas extrañas, representan a la Corte Imperial de la era Heian y si las dejan mucho tiempo afuera; las chicas de la casa no conseguirán esposo.

Anna, sufrió un pequeño colapso mental, ante la cantidad de información recibida; tardando un poco en procesar todos los datos.

— Lo entiendo —dijo la mujer fantasma, después de cinco minutos.
— Perfecto. ¿Qué clima hace hoy?
— Soleado. No hace frío. Aún falta tiempo para que termine el invierno, sin embargo, las nevadas no se extendieron más allá de San Valentín.
— Eso es bueno —Yume se levantó de un salto, colocándose las pantuflas—. Hoy es un buen día para salir a pasear.

Jerall abrió la puerta, pasando sin ser invitado.

— Deberías pedir permiso, cuando entras al cuarto de una dama; podría estar haciendo cosas femeninas.
— Eres mi prima —dijo Jerall—. No una dama.
— ¿Eso significa que no tengo posibilidades contigo? —Ella suspiró, fingiendo decepción ante el ''rechazo''. — Empezaba a ilusionarme...
— Me alegra que recuperaras tu humor —le puso la mano sobre el hombro—. Tu madre dice, que te saque de aquí, porque entiende que nos quieras ser parte de su fiesta éste año. Será permisiva sólo ésta vez. Así que, mi lady, ¿a dónde la llevo?

***

— Mírate, tan limpio y puntual, te conviertes en un hombrecito...

Dimaria jugaba con el cabello de Natsu, revolviéndoselo en todas las direcciones posibles, como si pudiera despeinarlo más. Lo increíble sería hacer que se le aplacaran las greñas. Natsu, comiendo un pan tostado, se aguantaba las ganas de picarle las costillas y hacerle sentir el verdadero terror; enfrente de su padre, nunca de los nunca, tocaría a Dimaria. No estaba seguro, si él sospechaba algo, pero no valía la pena arriesgarse a sembrar las primeras semillas de intriga.

— ¿Te ríes de mí, mami? —el tono burlón, sumado a ése ''mami'', provocaron un enojo gigante en la rubia.
— ¡¿Qué me dijiste, enano morboso?! —Gritó, escandalizada. — ¡Yo no soy tu mami, si hubieras salido de mis partes privadas, serías rubio! ¡Y bonito!
— Oye —Igneel le llamó la atención, dándole golpecitos a la mesa con su dedo índice, a lo que Dimaria volteó la cabeza hacia él—, mi hijo no es una belleza, pero no digas que es feo... Es... Exótico. Más por su cabello.
— Se parece a su madre, ¿no?
— No, Zeref es como su madre, Natsu es —buscó la palabra adecuada, entre cientos y cientos de ellas—... Digamos que, de mí, sacó lo importante. En cualquier caso, Natsu, ¿no tienes que irte ya? Fue mi jefa quien te invitó a su casa, no le hagas un desaire o puede tomarla contra mí.
— Sí —respondió Natsu, quitando el culo de la silla—. Nos vemos después. Lucy ya debe estar allá, se fue temprano con Levy.

El chico de cabello rosado, salió de la cocina e Igneel, no respiró tranquilo, hasta escuchar la puerta cerrarse. Dimaria, volvió a sentarse a la mesa, quedando frente a su ''querido esposo''. Subió las manos en la madera, jugando con sus dedos; moviéndolos al mismo tiempo.

— No te gusta hablar de tu esposa —comentó, hablando al aire—. Me pregunto si crees que vas a ofenderme con ello.
— No se trata de ti, Mari —Igneel se llevó la mano a la frente—. Natsu no tiene recuerdos de ella. Y nunca me ha preguntado por quién fue.
— ¿Acaso está...?
— No, vive —adivinó lo que diría—. Está viva.
— ¿Te abandonó?
— Algo así.
— ¿Te hace sentir triste?
— No te duele perder, lo que nunca fue tuyo, Mari.

Igneel sonrió, con un deje de tristeza, dejándola sola en la cocina. El silencio reinó por toda la habitación. Y una gran duda, una inmensa semilla, se sembró en el cerebro de Dimaria. Una única pregunta, apareció en su mente: ¿Qué significan esas palabras tan confusas?

***

El patio de la casa Miyamoto, parecía un jardín encantado; en el que sólo faltaban hadas dando brincos y volando alrededor de las invitadas. Ume, se veía preciosa, en el kimono naranja con una faja amarilla y el diseño de peces. Don Papi no se cansó de tomarle fotografías al lado de las muñecas. Lucy, Levy, Erza, Mira, Wendy, Cana, Juvia, Kagura y Minerva; llegaron puntuales.

Ayami, les sirvió pastelitos hishimochi, que comieron junto al té negro. A Ume no le gustaban, pero Wendy y Erza, comieron más de tres. Se respiraba un ambiente jovial y pacífico, que no fue turbado, con el arribo de Natsu. La señora de la casa, una buena anfitriona y una excelente persona, le ofreció los mismos postres que a las niñas. Natsu preguntó si estaba bien que él los comiera porque era un hombre. ''No creo que te salga una vagina por hacerlo'' fue la respuesta de la señora. Ella tenía razón.

A los bocadillos, le siguieron una serie de juegos, para nada tradicionales; tales como ''ponle la cola al burro'', el torneo de quien puede caminar más lejos, mientras equilibra un huevo en una cuchara de plástico; la gallinita ciega y el juego de las sillas giratorias, donde bailas cuando la música suena y te sientas, peleando por un lugar, cuando la canción se detiene.

Natsu perdió, luego de que Erza lo empujara con la cadera, quedándose con la última silla disponible; convirtiéndose en la ganadora. Ayami, lo ayudó a ponerse de pie, susurrándole que necesitaba hablar en privado con él. Ambos fueron dentro de la casa y la puerta corrediza, se cerró.

— Natsu...
— ¿Sí?
— Nunca te agradecí —Ayami se paseaba por la sala, caminando lento y deteniéndose de vez en cuando, a mover los objetos sobre los muebles—. Nunca te di las gracias por detener a mi hija de saltar. Salvaste a Yume. Y yo no he sido capaz ni de decirte un ''muchas gracias''. Estoy en deuda contigo. Para siempre. Si hay algo que necesites o quieras, sea lo que sea, te lo daré.

Él lo pensó un poco.

— Yo no lo hice para recibir algo —dijo—. Lo hice porque...
— Lo sé —interrumpió Ayami—, pero yo te lo ofrezco. Quiero dártelo. Pide lo que sea, al menos para hacerme sentir mejor.
— En ése caso, hay algo que quiero saber. Verá, cuando yo era niño, mi padre me dijo que mi madre me llamó ''Natsu'', porque nací el día que inicia el verano. Desde entonces, le he preguntado a mis amigos, el porqué de sus nombres. La verdad es que pocos me pueden responder a ello. Quiero saber, por qué eligió esos nombres, para sus hijas. Con eso estaremos a mano.

Ella detuvo su caminata, sentándose en el sofá para una persona. Cruzó las piernas y cerró los ojos.

— Cuando me embaracé por primera vez —dejó salir una voz clara y alta—, apenas era una jovencita de veintidós años; que no sabía absolutamente nada sobre bebés. Lo único que entendía, en aquel entonces, era que algo crecía dentro de mí y que debía protegerlo. Me puse paranoica, no quería levantarme de la cama, pensando que el más mínimo movimiento le haría daño a mi hijo. Por mi locura, empecé a tener horribles pesadillas, que siempre comenzaban en un campo de flores; en que caían pétalos de cerezo, a pesar de que no había ningún árbol de esos por ahí. Escuchaba a un bebé llorar y después, iniciaba una tormenta horrible, que provocaba más llantos. Siempre me despertaba inundada de sudor.

Cambió su postura. Las piernas juntas y las manos sobre las rodillas.

— Se lo comenté a mi esposo, él me dijo que la próxima vez, me olvidara de todo lo que sucediera a mi alrededor y me concentrara en encontrar al bebé llorón. Así lo hice. De alguna manera, logré recordar sus palabras y busqué entre el campo de flores. Nunca hallé nada al principio. A medida, que pasaban los meses y mi vientre crecía, las pesadillas se volvieron insoportables. El campo de flores, era atacado por monstruos, lo reducían a cenizas; el mar se tragaba toda la tierra y en una ocasión, la primera vez que vi al bebé, fue porque llegó una mujer y lo sacó de entre las plantas; como si hubiera estado ahí siempre.

Con la mano derecha, Ayami se talló el ojo izquierdo.

— Ella, una mujer de cabello rojizo y ojos verdes, se llevó al bebé que estaba buscando. Esa fue la última vez que tuve el sueño en meses. Cuando llegó el momento de parir, me desmayé por el dolor y me vi, de nuevo, en el campo. Ya no había ningún llanto, pero todo lo demás continuaba igual. Esperaba a que todo se volviera una pesadilla, pero... En cambio...

La voz de Ayami, se quebró ligeramente.

— Escuché una voz, que me dijo ''Hola''... Miré hacia el campo de las flores, entre los petalos de cerezo, vi a una niña jugar con ellos... Supe que era mi hija. Y que, no sé cómo lo hizo, pero escapó de la mujer de ojos verdes. Cuando me desperté, escuché los mismos gritos, que daba el bebé de mis sueños. Y por eso, es que decidí llamarla así, era mi sueño. No importa que suene como una locura, sé que Yume, era esa niña del campo.

Natsu buscó con su mirada, dando con la caja de pañuelos. Sacó uno y se lo entregó a la mujer.

— Gracias...
— Podemos parar si quiere.
— No, no, está bien —se limpió los ojos, respirando profundo—. Dije que te daría lo que pidieras y eso pienso hacer, siempre y cuando no sea algo indecoroso. Probablemente, tú y mis hijas, piensan que Ume se llama así por hacer la gracia de que los hermanos tengan nombres parecidos; aunque eso sólo ocurra cuando nacen juntos. Tendría sentido, ¿no? Si le contara a Ume, una historia fantástica como la que te acabo de contar a ti, no me creería a pesar de que es verdad. Ume es ése tipo de persona. No cree en nada que no pueda ver. Tal vez es por eso, que la historia de su nombre, es mucho más sencilla... ¿Sabes que son las Ume? Las flores del ciruelo. De pequeña, viví en un pueblo, donde no disfrutábamos de ver las flores del cerezo; ya que muchos todavía nos guiábamos por el calendario lunar. Las flores de ciruelo, florecen semanas antes que las del cerezo, en invierno. Hay que tener fortaleza para hacer algo como eso. Ellas representan la fortaleza ante las adversidades. Sin importar, que tan duro y frío sea el invierno, ellas siempre salen para regalarlos su belleza. Quería que mi segunda hija, fuera muy fuerte y nunca se dejara vencer por nadie. Cuando nació, no lloró por mucho tiempo luego de recibir la nalgada, empuñaba las manos y hacía pucheros; pero no lloraba. Era como si le diera vergüenza. O como si esperara que no la viéramos para poder hacerlo tranquilamente. La situación no ha cambiado mucho.

Imitando lo que Ayami hiciera, Natsu le extendió la mano y esperó a que ella la tomara, alzándola sin ningún esfuerzo.

— Ahora mismo, los ciruelos tienen flores, ¿verdad? —Preguntó, soltándole. — Deberíamos ir todos a verlos. Suena como algo que no debería perderme. 

***

¡Hola gente! Sé que dije que publicaría hasta el 14, pero sentí ganas de escribir (Sólo tenía mi borrador del primer capítulo), así que aquí lo tienen: El primer capítulo. ¡Muchas gracias por habernos seguido en la otra historia! ¡Espero esto les haya gustado y vean el mensaje subliminal en la portada de la historia! 

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