Capítulo 31
Tras la boda de Grace Acton con el señor Morton, a la que Anne asistió, faltaban apenas unos días para que el matrimonio Thorpe partiera de regreso a Ámsterdam. Anne enviaría una carta con ellos, explicándole a la duquesa que había aceptado la invitación de los Hay para el verano. Los Thorpe marcharían para Holanda poco después que ellos para Hay Park.
Anne estaba emocionada de pasar las próximas semanas en compañía de Edward. Cada vez le resultaba más difícil disimular su amor por él, tanto que la señora Thorpe comentó en una oportunidad que ellos harían una hermosa pareja. La joven se ruborizó y no contestó, así que la señora Thorpe se quedó complacida con el resultado de su apreciación. Lord Hay era un caballero excelente y Anne no podría hacer mejor enlace que con él. Quizás la duquesa también lo imaginase y propiciase, desde la distancia, su acercamiento.
Georgie estaba deseosa también de viajar, pero ese año tuvo el presentimiento de no querer alejarse de su madre. No la había encontrado bien en los últimos días; hacía tiempo que no volvía en sí y eso la tenía angustiada. Edward le prometió que irían a visitarla a Londres, pues la distancia no era mucha y podrían acercarse siempre que lo desearan. La tía Julie permanecería en Hay House con ella y contaría con la ayuda de Gregory que se hallaría en la ciudad.
La tarde antes de partir, Anne permaneció en la casa supervisando que Blanche recogiese todo su equipaje para el viaje. Los señores Thorpe habían salido a despedirse de unos amigos. Anne esperaba que Edward apareciese de un momento a otro. En los últimos días esos encuentros representaban el mejor momento de su día. Él le sorprendía cada vez más, era amable, considerado y le deslumbraba con su inteligencia. No quedaban rastros del hombre malhumorado que había conocido, el amor poseía un poder transformador que no dejaba de impresionarla.
El aviso de una visita la hizo bajar al salón sin preguntar de quién se trataba, pensando que sería Edward, lo que resultaba muy habitual. Su sonrisa se desvaneció cuando en su lugar halló a Charles aguardando por ella. Por un momento se sintió nerviosa al encontrarse con él. Lo notaba más delgado y demacrado, algo alarmante en una persona que siempre rebozó juventud y buena salud. Cuando la miró, se percató del dolor que lo consumía y sintió pena. No le satisfacía encontrarlo tan abatido, pero poco podía hacer por él en realidad.
La joven lo saludó y lo invitó a sentarse, aunque en su mente martillaban las palabras de advertencia de la señora Thorpe. Por suerte la dama no se encontraba allí.
—Anne, deseaba mucho verte —le confesó—. La última vez no reaccioné de la mejor manera, pero te he echado mucho de menos. Supe por lord Holland que te marcharás mañana con la familia Hay a su residencia en el campo y la noticia me tomó por sorpresa, pensé que permanecerías en Londres por más tiempo.
—Me es imposible —contestó ella—, he disfrutado de la hospitalidad de los señores Thorpe, pero ellos parten de regreso a Ámsterdam en unos días y yo decidí aceptar la amable invitación de lord Hay. El señor Thorpe es el embajador británico en Ámsterdam y sus responsabilidades no admitían que se distanciara por más tiempo de ellas. Disfrutó de una licencia por un par de semanas, pues la señora Thorpe deseaba mucho acudir a la boda de su sobrina, la señorita Acton.
Al escuchar este nombre Charles palideció. Anne realizó la mención de forma deliberada, pues no podía negar que le molestaba su conducta y que le hubiese mentido sobre las circunstancias en las que se deshizo su compromiso.
—Ya veo —dijo él—. He tenido noticias de ese enlace.
—Espero entiendas por qué a la señora Thorpe no le satisface tu presencia en esta casa. En la última ocasión tuvo a bien explicarme sus motivos.
—Anne, te aseguro que no son ciertas esas objeciones en contra mía —respondió él mirándola a los ojos—. Podría explicarte con detenimiento la falsedad de cuanto se me imputa, pero me niego a probar ante ti mi conducta. Si alguien puede dar fe de mi honorabilidad eres tú... ¿Me equivoco acaso? —Anne permaneció en silencio—. La verdad es que mis deudas me han tildado de prometido indeseable. Pesa más mi falta de liquidez, que mi valor como persona. Los Acton se escudan en excusas u ofensas inexistentes para ocultar el real motivo de la ruptura.
Anne no sabía qué responder… Confiaba en las palabras de la señora Thorpe, pero había amado a Charles y una parte de su alma quería creer en él.
—De cualquier manera —continuó él—, me siento aliviado de no haberme casado con la señorita Acton, no hubiese sido feliz con una mujer a la cual no amaba y me avergüenzo de haber sido débil con mi difunto abuelo. El afecto o la simpatía no sustituyen a un amor profundo cuando este ya se tiene… Lo único que no puedo aceptar es que los Acton me desacrediten ante ti, a través de la señora Thorpe. Puedo ser pobre y no tener mucho que ofrecer, pero jamás ser indigno de ti.
Anne se sintió conmovida al escucharle. Quería confiar en su inocencia, lo había amado mucho, pero tampoco le parecía bien dudar del criterio de la señora Thorpe.
—Lo siento, Charles. La vez anterior cuando nos encontramos, fui sincera respecto a mis sentimientos, que ya no son los mismos. No puedo alentarte de ninguna forma, solo pedirte que me comprendas y que no insistas más.
—Me pides lo imposible —replicó tomándole una mano—, no voy a desistir de ti. No imaginas cuánto lamento mi pasado comportamiento. Estaba afectado por la enfermedad de mi abuelo y el déficit tan grande que enfrentábamos, por lo que no comprendí bien lo que estaba haciendo. No fue mi intención hacerte sufrir… Eres la única mujer a la que he amado de verdad.
Las palabras del barón volvieron a parecerle muy ciertas. Estaba nervioso, le sudaban las manos y en pocas ocasiones lo había visto tan poco dueño de sí mismo. A pesar de ello, retiró su mano de las suyas.
—Perdóname, Charles —le dijo con voz ronca—, quizás estas eran las palabras que precisaba escuchar unos meses atrás para no perder la cordura, pero me faltaron cuando más las necesitaba. Hoy llegan demasiado tarde…
—Hablas de una manera como si tu corazón ya estuviese ocupado —reflexionó él, mientras la miraba a los ojos—. ¿Es eso, Anne? ¿Acaso amas a alguien más?
La pregunta quedó flotando en el aire. Anne temía decirle la verdad y aunque se hallaba en un trance difícil, no tuvo oportunidad de responder. El ama de llaves interrumpió para anunciar a lord Hay, que ya se encontraba justo al lado de la señora. Anne había dejado instrucciones para que llevaran a Edward al salón en cuanto llegase; sus visitas eran diarias, así que ya se había vuelto una costumbre.
Edward estaba sorprendido y a la vez molesto por encontrarse al barón. Anne y él se levantaron para saludarle, pero no podía evitar observarlos alternativamente. Ella estaba sonrojada y él bastante agitado. Al parecer había interrumpido un diálogo bastante íntimo.
—Lord Hay —se apresuró a decir Charles, mientras le tendía la mano—, me alegra mucho saludarle.
Edward se la estrechó y los tres volvieron a sentarse, fingiendo una normalidad que había sido quebrantada por su interrupción.
—He venido a despedirme de la señorita Cavendish —explicó Charles—, supe que será su huésped en Hay Park este verano.
Edward asintió.
—La invitación estaba hecha desde hace mucho tiempo, pero la señorita Cavendish no se decidió hasta hace muy poco.
Anne comprendió que se estaba refiriendo a una decisión más importante aún. Elegir Hay Park equivalía a elegirlo a él.
—Les deseo entonces que pasen un buen verano. Espero saludarle a su regreso a Londres, lord Hay. Lamento que tenga que retirarme, pero cuando usted llegó ya me encontraba de salida.
Charles se levantó y Edward y Anne lo imitaron.
—Acostumbro a visitar a la señorita Anne en las tardes —contestó—, pero nunca había coincidido con usted. Aprovecho la oportunidad para despedirme y desearle también un feliz verano.
Charles comprendió enseguida, por el tono de Edward y la expresión tensa de Anne, lo que aquello significaba: lord Hay debía ser el hombre que se interponía en su afán de reconquistarla. El barón controló sus emociones y se despidió de la pareja. Sus últimas palabras fueron para ella:
—Anne —murmuró con dulzura—, muchas gracias por escucharme. Hasta pronto.
Edward no podía negar su irritación una vez que se hubo marchado. La había llamado por su nombre de pila y le disgustaba sobremanera escuchar que el antiguo prometido se sintiese con el derecho de decirle “Anne”. Además, el “hasta pronto” podía indicar un próximo encuentro, pese a que se marcharían para Hay Park. Quizás el barón pretendiera continuar cortejándola. ¿Qué otro motivo justificaba aquel agradecimiento por haberle escuchado?
Anne estaba preocupada al ver la ofuscación de Edward y acudió a él, tendiéndole ambas manos, pero él no se las estrechó. La joven intentó restarle importancia al asunto.
—No ha significado nada este encuentro —le aseguró—. El barón sabe muy bien que mi futuro ya no le pertenece. Ha sido una simple visita de cortesía.
—Ha sido más que eso, Anne —le interrumpió con voz grave—, y lo sabes tan bien como yo. No insultes mi inteligencia aduciendo algo que dista mucho del verdadero propósito de su visita.
Anne se quedó en silencio, sin saber qué responder.
—¿Me equivoco? —insistió.
—¿Qué quieres decir?
La pregunta de ella terminó por exasperarlo.
—¿No ha venido el barón con el objetivo de redimirse ante ti?
—Lo que debería importarte son mis intenciones, no las suyas.
Pocas veces Anne le había visto tan descontrolado. Estaba celoso y lo entendía hasta cierto punto, pero su falta de confianza le hería.
—Anne, tu respuesta evasiva es expresión de sus verdaderas intenciones —replicó airado—. ¿Podrás ser sincera y confirmarme de una vez si ha venido o no a intentar recuperarte?
—El barón asegura que aún alberga poderosos sentimientos por mí, pero me encargué de explicarle que ya los míos no le pertenecen.
Ella pensó que su respuesta le aliviaría, pero el disgusto aumentó.
—¡Me lo temía! —exclamó—. Está tan desesperado que lucha por buscar una alternativa a su difícil situación…
Esta vez Anne se molestó al escucharle hablar de aquella manera, como si fuese una “alternativa” y Charles no pudiese tener sentimientos por ella. Lo había escuchado, lo había entendido en cada palabra que le había dicho con el corazón, ¿cómo era posible que detrás de aquel discurso se escondiera un frío cálculo?
—Creí lo que me dijo —le espetó—. Es franco en cuanto a lo que siente y a la equivocación que cometió, lo cual no altera en lo más mínimo el amor que ya yo siento por ti.
Edward estaba tan ofendido por la primera parte de sus palabras, que no pudo detenerse a meditar lo último que decía.
—¡Parece que lo conoces demasiado bien! —agregó, con una mezcla de pesar y disgusto—. ¡Y parece agradarte que el barón aún te ame! Tu sentir nubla tu juicio, Anne y te hace desestimar lo que evidencian los hechos. Si el barón te hubiese amado en realidad, como hoy quiere hacerte ver, es probable que estuviesen ya casados y que yo te hubiese conocido, quizás, en otras circunstancias.
La lógica de este último argumento afectó a Anne.
—El difunto barón no quería que…
—¡Está en bancarrota! —prorrumpió Edward—. Está tan desesperado que le pidió a una dama como la señorita Acton, que huyese con él.
—Estoy enterada de ese asunto por la señora Thorpe —reconoció—, pero el barón niega que…
Edward se enfureció ante la defensa que Anne le estaba haciendo y tampoco le permitió que terminara la frase.
—¡No puedo creer que esto esté sucediendo! —profirió, con una voz tan atronadora que hizo temer a Anne que el ama de llaves llegara en cualquier momento—. El barón no tiene ni un penique, está al borde de perderlo todo. ¿Sabes que Clifford Manor está a la venta? —Esto Anne no lo sabía, pero se asombró al escucharlo—. Un hombre que se ve precisado a vender su hogar es capaz de hacer cualquier cosa, incluso fingirse arrepentido y confesar un amor que ya no siente. ¡No puedo entender cómo defiendes a alguien así!
Anne se quedó en silencio, percatándose de que no era sensato razonar con él. Quería decirle que deseaba confiar en Charles, tanto en su carácter como en su sentimiento, aunque ella ya no lo amara. No tenía dudas de querer a Edward, pero él no podía comprender que su amor por él pudiese subsistir paralelamente a la confianza que le profesaba a Charles.
—No he sabido expresarme bien —admitió—. He preferido darle el beneficio de la duda y no pensar que miente. No obstante, no me has escuchado, durante la conversación he tratado de decirte cuánto te amo, a pesar de lo que pueda alegar el barón en su defensa y de que yo decida creerle o no.
Edward no se fiaba mucho de aquellas palabras, luego de haberle escuchado hablar de confianza a un hombre que no la merecía. Después del rechazo en el invernadero, luego de un beso apasionado, Edward sabía que Anne podía dejarse vencer por el pasado.
—Aquella vez, en el invernadero —le recordó—, ¿por qué me apartaste? En la víspera descubrí lo que un beso mío despertaba en ti… Al día siguiente, aunque sucumbiste a un nuevo beso, me alejaste con una excusa. ¿Por qué? —le preguntó—. ¿Por qué me rechazaste esa tarde?
Anne bajó la mirada, recordando cómo Charles había ganado la batalla en esa ocasión. Comprendió que Edward se merecía la verdad y que no se conformaría con menos.
—Supe esa mañana, por una carta que recibió mi abuela, que el Barón de Clifford había muerto y que Charles no se había casado. Supuse erróneamente que había roto su compromiso por volver conmigo y me creí en el deber de darle una oportunidad.
Las palabras de ella le dolieron en lo más profundo de su ser. Edward suspiró, pese a que ya lo había imaginado.
—Pienso que deberías meditar bien cuáles son tus verdaderos sentimientos, Anne, antes de comprometerte con otra persona —dijo al fin, con una calma que era tan abrumadora como un comentario exaltado—. Tu relación con el barón no parece resuelta y tienes más dudas de las que te gustaría admitir ante mí.
—¡No tengo ninguna duda! ¡Te amo mucho, Edward! —exclamó.
Él quería creer en eso, pero estaba demasiado confundido por lo que le había escuchado decir.
—Debo marcharme —le contestó, sin aceptar su abrazo—. Reflexiona esta noche si mañana deseas ir a Hay Park con nosotros. Siéntete libre de aceptar o de rechazar la invitación y de regresar a Ámsterdam con los Thorpe, si así lo estimas. Mañana pasaremos a recogerte, pero si eliges no acompañarnos, lo entenderé.
Anne no tuvo tiempo de decir nada más, pues Edward se marchó enseguida. No tenía ninguna duda de lo que haría al día siguiente, pudo haberle respondido en ese exacto momento, pero era preferible hablarle cuando los ánimos estuviesen menos exaltados. Confiaba en que una vez en Hay Park pudiese hacerle entender, sin duda alguna, cuanto significaba para ella.
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