Capítulo 27
Esa mañana Anne acompañó a la señora Thorpe a visitar a su hermana. Lady Acton no era tan encantadora como la señora Thorpe, pero le simpatizó por su agradable conversación. Estaba casada desde hacía muchos años con lord Acton y de su unión le habían nacido dos hijas, la mayor de ellas próxima a contraer matrimonio. Durante la visita, pudo conocer a las dos jóvenes: la mayor —Grace— era muy amable e hizo que Anne la acompañara a su habitación para enseñarle su ajuar de boda. La más joven —Viviane— poseía más carácter y era muy vivaz, tanto que su madre la reprendía con frecuencia, cuando decía algo fuera de lugar.
En una oportunidad, cuando las jóvenes estaban en la recámara de la mayor de las Acton, Viviane se dirigió a Anne, con bastante curiosidad:
—¿Qué edad tiene usted, Anne? —le preguntó sin rodeos—. ¿Tiene pensado casarse pronto?
Era muy alta, de cabello castaño y ojos grises. De las dos hermanas era la más hermosa, aunque el rostro de Grace evidenciaba una dulzura de la que carecía su hermana menor.
—¡Viviane! —le riñó Grace—. Perdónela, Anne, a veces puede ser bastante impertinente.
—No he dicho nada incorrecto —repuso Viviane—. Anne es libre de responder si le parece.
—Tengo veintiún años —respondió la aludida—, y no estoy prometida para casarme. Espero haber satisfecho su curiosidad.
Viviane sonrió.
—Me sorprende que, siendo tan bonita y a la vez tan conocida, no esté comprometida —comentó—, pero imagino que ese compromiso no tarde en llegar. A su edad no debería desperdiciar una buena propuesta…
—¡Viviane! —volvió a reprenderla Grace—. Mi hermana tiene especial predilección por las bodas. Desde que voy a casarme y la dejo sola en esta casa, se comporta de esta manera.
El comentario de Grace pretendía ser cortés, pero su hermana no lo tomó así, evidenciando el pésimo humor que tenía esa mañana.
—Lo que sucede es, Anne, que se suponía que yo me casara poco después de mi hermana, pero mi compromiso apenas duró unas semanas; Grace me recuerda todo el tiempo su enlace, cuando el mío por desdicha no se efectuará.
—¡Viviane! —exclamó Grace por tercera vez— ¿Por qué has dicho eso?
La aludida se encogió de hombros y miró a Anne.
—No es ningún secreto. La noticia ha corrido como pólvora encendida entre nuestros conocidos, no tardaría en descubrirlo también, si es que nuestra querida tía no se lo ha contado ya.
—Lo siento, no sabía nada… —se excusó Anne, incómoda.
—¿Ya ves? —le dijo Grace—. No todos hablan de ello. Deberías olvidarlo de una vez.
La expresión de Viviane Acton no era conciliadora, estaba muy molesta.
—¡Jamás lo olvidaré! —expresó—. Lo lamento, Anne. Ha sido un placer conocerla, pero tengo que retirarme.
La joven no tuvo tiempo de despedirse, pues Viviane desapareció de la habitación y no volvió a verla más. Grace se deshizo en disculpas, le explicó que su hermana estaba muy alterada pues, aunque ya había transcurrido más de un mes desde la ruptura del compromiso, no se había recuperado del bochorno y el dolor que la situación le causaba.
Anne recordaba esta escena de regreso a casa de los Thorpe. La dama no le había hecho ninguna historia relacionada con el fracaso del compromiso de la menor de sus sobrinas, así que Anne optó por no preguntar, aunque sentía mucha curiosidad por conocer qué había sucedido.
La señora Thorpe aludió que tenía jaqueca y se retiró a su habitación para descansar un poco. Anne permaneció en el salón leyendo un libro, para pasar el tiempo. Un rato después, el mayordomo de la casa le informó que había llegado una visita para ella y anunció el nombre: el Barón de Clifford. La joven se quedó pasmada al escuchar de quién se trataba, pero lo hizo pasar de inmediato.
La última vez que lo había visto había sido en el camino que llevaba hasta Clifford Manor. En esa ocasión, Charles se había comportado de una forma muy poco considerada con ella. No existía explicación que justificase la dureza de su trato, a pesar de que su abuelo no aprobara su matrimonio. Había desdeñado años de amor sincero, correspondencia y encuentros clandestinos. Deshizo las promesas que le había hecho y la había tratado como a una extraña. Anne no comprendía qué motivo lo había llevado hasta ella o cómo había descubierto que se hallaba en la morada de los señores Thorpe.
Charles llegó al salón con mucha expectación. Al ver a Anne, caminó aprisa hasta ella, esbozando una sonrisa. Anne se alegró de verlo, pero no pudo obviar la sensación de incomodidad que experimentó en su presencia, algo que resultaba nuevo para ella. No estaba nerviosa, a diferencia de su encuentro con Edward.
—¡Anne, me alegro tanto de saludarte! En cuanto supe que te encontrabas en esta dirección no demoré más en venir a verte.
Los jóvenes se sentaron, Anne de nuevo en el diván y Charles frente a ella. Él se dedicó a observar lo hermosa que estaba con su vestido de tarde. La echaba de menos, su cariño por ella siempre fue sincero y añoraba un futuro a su lado, mas no estaba seguro de poder recuperar su amor.
—También me alegra verle, señor Clifford —dijo ella y le pareció increíble la formalidad, cuando tantas veces le había llamado por su nombre en el prado de Essex—. Regresé hace unos días con los señores Thorpe, unos excelentes amigos que me distinguieron con su invitación y hospitalidad. Mi abuela se ha quedado en Ámsterdam y yo retornaré en el otoño.
—¿Piensan establecerse en Ámsterdam? —preguntó—. Llevan bastante tiempo en la ciudad y sé cuánto disfruta lady Lucille de los veranos en su casa de Essex.
Anne asintió.
—En la carta que le hice obvié mencionarle un acontecimiento que justifica la extensión de nuestra estadía, pues hay cuestiones que deben decirse personalmente. Mi tía Elizabeth está esperando un hijo. Debe salir de cuentas para finales de año, así que mi querida abuela y yo permaneceremos a su lado hasta por lo menos, Navidad o Año Nuevo.
—Entiendo —contestó él—, y la felicito. La señora van Lehmann debe estar muy alegre con esta noticia.
Anne asintió por segunda vez.
—He fijado mi residencia en Londres y trabajo como abogado —le explicó él—. Echo de menos la tranquilidad de Essex, pero después de la muerte de mi abuelo, me he visto compelido a asumir otras responsabilidades.
Ella entendió que se refería a las deudas, pero no dijo nada más. Aguardaba a que Charles dejara entrever la verdadera razón de su visita.
—Anne —le dijo de pronto, y se levantó de su asiento para colocarse a su lado en el diván—, sé que no tengo derecho a pedirte nada, pero me siento muy arrepentido por lo que hice. Te aseguro que, si por mí hubiese sido, me hubiera rehusado a los deseos de mi abuelo, pero él estaba muy enfermo. La situación financiera de la familia me hizo aceptar lo que él me proponía…
Anne lo escuchaba sin pronunciar palabra y Charles interpretó el silencio como algo positivo y continuó hablando:
—Mi queridísima Anne, no imaginas cuánto sufrí la última vez que nos encontramos —su voz reflejaba tristeza—, pero no tenía alternativa. De desobedecer a mi abuelo podía terminar con su vida y su salud estaba bastante resquebrajada, como para darle un disgusto. Me temo que él nunca entendió que yo amara a una Cavendish.
La joven lo miró a los ojos.
—¿Por qué me dices todo esto ahora? —le interrogó, dejando de lado la formalidad.
—Porque te amo —contestó—, te amo como cuando, con dieciséis años, te robé un beso por primera vez en la rosaleda de la duquesa. Pensé que podía seguir adelante después de nuestra separación, pero lo cierto es que no he dejado de pensar en ti.
Las palabras de Charles le parecían sinceras y aunque la había conmovido, no se despertó en ella ningún sentimiento del pasado.
—¿Cuál fue la verdadera causa de la ruptura de tu compromiso? —le interpeló.
Charles tragó en seco.
—Poco antes que mi abuelo falleciera la familia de mi prometida descubrió nuestro endeudamiento y dio por terminado el enlace —hizo una pausa y le tomó la mano—, pero te aseguro que yo mismo hubiese tomado esa decisión en algún momento. ¡Jamás hubiese consentido llegar al altar con una mujer que no fueses tú!
Anne se levantó de un salto del diván.
—La última vez que nos encontramos me dijiste con suma claridad que ibas a casarte. No me hagas creer que no fue ese el propósito que perseguiste con ese compromiso desde el comienzo.
—Quizás al principio fue así, Anne —reconoció—, pero luego comprendí que no podía casarme con alguien a quien apenas conocía, por cumplir los designios de un anciano. Por más que me plazca honrar la memoria de mi abuelo, no pienso hacerlo a costa de mi felicidad, y mi felicidad eres tú —dijo levantándose y colocándose a su lado.
—Lo siento —respondió Anne mirándolo con fijeza—, mi amor murió el día que caminé sola de regreso a mi hogar con el corazón destrozado. No me percaté en ese exacto momento, pero hoy tengo la certeza de que no existe nada más entre nosotros desde entonces.
—¡No puede ser cierto! —exclamó Charles consternado—. ¡Sé cuánto me amas, Anne! A no ser que digas esto por la penosa situación en la cual me encuentro. ¿Acaso es esa la causa de tu desprecio?
—Te pido que bajes la voz, pues no quisiera importunar a los señores Thorpe con una conversación tan íntima. Sobre tu recriminación, puedo decir que me parece absurda. Me conoces lo suficiente para saber que el dinero jamás hubiese sido un impedimento. Si el difunto barón, que en paz descanse, hubiese sido menos necio, quizás hubiese garantizado tu bienestar accediendo a tu verdadera elección. Te plegaste a sus intereses y te olvidaste de la promesa que nos unía y ese abandono terminó por destruir mi cariño.
—¡Anne! —Su tono denotaba desesperación—. ¡Me estás castigando sin percatarte de que en tus manos está la felicidad de los dos!
—Estaba en las tuyas, Charles —replicó con tristeza—, pero ya no tienes posibilidad de cambiar lo que sucedió.
—Si esa es tu última palabra, no tiene sentido que permanezca aquí. —Charles dio dos pasos para alejarse, hasta que ella lo detuvo con un gesto—. Me alegra haberte visto otra vez Anne, pero me pesan mucho tus palabras.
—Necesito hacerte una pregunta —le pidió.
—¿Cuál?
—¿Cómo sabías que estaba en Londres? ¿Quién te dijo mi paradero?
Charles sonrió al recordar su entrevista con lord Hay.
—Un caballero que al parecer conoces: lord Edward Hay.
Anne se quedó atónita.
—¿Lord Hay? —repitió incrédula— ¿Cómo pudo saber que nos conocíamos?
—No lo sé —contestó Charles encogiéndose de hombros—. Desde la primera vez que nos vimos, por mediación de lord Holland, te mencionó. Luego me explicó que habían coincidido en Ámsterdam y me arriesgaría a decir, por los términos en los que me ha hablado, que está enterado de nuestro compromiso.
—¡Imposible! —profirió Anne, aunque ya no le parecía tan descabellado.
Unos pasos la hicieron volverse para constatar que la señora Thorpe entraba al salón. En su rostro se veía un poco de extrañeza, pero fue amable con Charles.
—Me avisaron que tenías visita —dijo mientras se acercaba a la pareja—. No recuerdo haberlo visto antes, caballero, pero si es amigo de mi querida Anne, es bienvenido en nuestra casa.
—Ha venido a saludarme, señora Thorpe, pues no sabía que me encontraba de regreso. Es el Barón de Clifford, nos conocemos desde hace años pues también vive en Essex.
La señora Thorpe se acercó y lo saludó. Anne terminó de hacer las presentaciones, pero Charles ya se marchaba, así que no demoró en despedirse de las dos damas. Luego Anne se sentó con la señora Thorpe, que no había dicho ni una palabra más desde que el joven se hubo retirado. Anne la notó abstraída y creyó que no le había agradado que recibiese sin su conocimiento.
—Siento mucho si no pudo descansar como debía, señora Thorpe —se excusó—, espero que se haya aliviado de su jaqueca y que la visita del señor Clifford no le haya parecido inoportuna. No se lo comenté antes porque no le esperaba, creía que continuaba en Essex. Según parece, fue lord Hay quién le informó que me encontraba en la ciudad y tuvo a bien venir a presentar sus respetos.
La señora Thorpe le sonrió, pero su sonrisa no duró mucho tiempo.
—No me molesta que recibas a tus amigos, Anne —le aseguró—, pero en el caso específico del Barón de Clifford, tengo motivos para no desear su presencia. En ausencia de la duquesa debo velar por ti, así que perdóname si me tomo la libertad de aconsejarte que te alejes lo más posible de él.
—¡Pensé que no lo conocía, señora Thorpe! —exclamó Anne—. ¿Qué razones puede albergar para no desear su presencia?
—En efecto, nunca antes lo había visto y me parece que no se percató de quién soy. Si me permites, voy a relatarte lo que conozco acerca de él, para que puedas formarte una opinión al respecto.
La señora Thorpe se levantó y mandó a pedir el servicio del té. Luego volvió a tomar asiento en la butaca donde antes había estado Charles y comenzó a hablarle a Anne en tono confidencial:
—Lamento si lo que voy a relatarte puede alarmarte en algún sentido y por supuesto, apelo a tu discreción… —Anne volvió a asentir—. No conozco al señor Clifford, pero tengo referencias suyas a través de mi hermana, lady Acton, a la que conociste esta misma mañana. Pienso que el barón ignora el lazo que me une a la familia Acton, pues no me pareció preocupado cuando me presentaste. Tanto tiempo lejos de Londres, me ha apartado de mi familia y es lógico que no esté al corriente de este parentesco.
—No sabía que el señor Clifford conociese a los Acton —comentó la muchacha—. Me ha hablado de lord Holland y de lord Hay, pero no ha mencionado a su familia.
—Y dudo que lo haga, querida —respondió la señora—, pues hace unas semanas que no es bienvenido en su hogar. Verás, lord Acton, mi cuñado, conocía al abuelo del señor Clifford, el difunto barón. Esas relaciones permitieron que el joven cortejase a la más joven de mis sobrinas por un breve tiempo, con la intención de casarse con ella.
Anne no salía de su asombro. ¡Jamás hubiese imaginado que fuese Viviane la prometida de Charles! Por ella había sufrido tanto y, curiosamente, la había conocido en un momento en el que había dejado de importarle.
—Viviane me mencionó esta mañana que estaba prometida para casarse pero que su compromiso se rompió. Me pareció que el asunto le afecta bastante todavía —interrumpió Anne.
—Así es —reconoció la tía—, a la familia ese matrimonio nos pareció bastante precipitado, poco después de la boda de Grace, fijada con antelación. No obstante, los Acton accedieron a la unión hasta que descubrieron la razón por la cual el barón deseaba una boda con tanta prisa.
El mayordomo apareció con el té y la conversación se interrumpió por unos momentos. Luego se retiró y volvieron a quedarse a solas. Anne retomó la palabra mientras la señora Thorpe se servía una taza.
—Estoy al tanto de la penosa situación financiera que atraviesa el señor Clifford —añadió Anne—, en Ámsterdam se supo que el barón había muerto endeudado.
—El asunto se silenció lo más posible y los Acton ignoraron la situación del barón, hasta poco antes de su muerte. Le habían engañado haciéndole suponer que no atravesaban por ningún problema de esa naturaleza, por lo que lord Acton se disgustó bastante al descubrirlo.
—Lo entiendo hasta cierto punto —repuso Anne—, pero si Viviane estaba enamorada del señor Clifford y siendo este un hombre de bien y de excelente familia, ¿no era la decisión de concluir el compromiso demasiado radical? Entiendo que no desearan que su hija atravesara por penurias, pero el matrimonio pudo haberse pospuesto hasta que el señor Clifford tuviese una posición más sólida.
Anne trató de ser justa e imparcial en su criterio, obviando que Charles había sido su prometido y que lo había amado alguna vez. Por más que el matrimonio pudiese verse como un acuerdo económico, ella tendía siempre a valorar los sentimientos como clave para la felicidad.
—Querida Anne —comenzó la señora Thorpe colocando la taza de té sobre la mesa—, el barón ha hecho creer que el compromiso se rompió por la bancarrota que atraviesa, pero los señores Acton, aunque deseaban el bienestar de su hija, tomaron en consideración su deseo y su criterio. Lo cierto es que, cuando descubrieron la difícil situación financiera, tuvieron un fuerte disgusto con el joven Clifford, pero como deferencia hacia su abuelo, viejo amigo de la familia, no tomaron ninguna decisión apresurada, encontrándose tan enfermo el barón. Lo único que lord Acton propuso fue posponer la boda hasta que mejorara su situación, lo cual fue una decisión bastante atinada. Luego murió el barón, y lord Acton mantuvo sus condiciones… Pensaron que, al comienzo, el nuevo Barón de Clifford había aceptado, pues se trasladó a Londres para disminuir sus gastos, consiguió un puesto como abogado y arrendaría Clifford Manor, prometiendo que también seguiría los pasos de su padre en la política.
—No entiendo entonces qué sucedió —volvió a interrumpir Anne—. Los planteamientos de lord Acton me parecen muy sensatos. Cualquier padre preocupado hubiese pedido lo mismo. En cambio, la información que supo mi querida abuela en Ámsterdam, por una amiga, era que el compromiso se había roto por la escasez de dinero antes de la muerte del barón.
—Tienes razón —asintió la señora Thorpe—, el propio Charles dio esa explicación cuando el compromiso, en efecto, terminó por disolverse, mas no por los motivos que aludes ni en el momento que lo ha hecho ver. Permíteme continuar con la historia… —La señora Thorpe se acomodó en su asiento—. El barón, una vez que heredó a su abuelo, demostró que no estaba interesado en Viviane, más que en su dinero. Tampoco estaba dispuesto a seguir las condiciones de lord Acton, por más sensatas que fueran, pues contaba con ese matrimonio para poder satisfacer a sus acreedores. Las deudas son más grandes de lo que se suponen, Anne. Si él hubiese sido una persona honorable y querido con sinceridad a Viviane, hubiese esperado el tiempo prudencial para casarse con la mujer que amaba… En cambio, no fue así.
—Entonces el señor Clifford fue quien, urgido de casarse con otra mujer de dinero, rompió su compromiso con Viviane —meditó Anne.
—Tampoco —contestó la señora Thorpe con tristeza—, el asunto es más delicado aún y vuelvo a apelar a tu discreción. Unas semanas atrás, Grace descubrió que Viviane pretendía fugarse con el barón para burlar el criterio de sus padres. Él la había convencido de que contaba con los medios suficientes para casarse con ella y le hizo creer que las condiciones impuestas por sus padres eran meros pretextos para alejarla de él y, a la larga, terminar separándolos. Viviane fue ingenua, pues le contó el plan a su hermana, confiando en que sabría entender sus razones y ayudarla a huir. Grace, por supuesto, lo dijo de inmediato y fue así como el último enfrentamiento del barón con lord Acton conllevó a una ruptura definitiva. Mi cuñado no le perdona que haya sido tan deshonesto y poco honorable.
Anne se quedó atónita al escuchar la narración de la señora Thorpe, tan afectada estaba que no dijo nada por unos segundos. Jamás hubiese creído a Charles capaz de actuar de esa forma, debía estar muy desesperado para hacer algo así. Le resultaba irreconocible y su conducta había sido más que reprochable.
—Es por ello que el barón ha corrido la voz de que lord Acton rompió el compromiso por su difícil situación financiera, es una excusa más digna e incluso puede inspirar pena en ciertos círculos. Lord Acton no lo ha desmentido, sería un escándalo para un hombre como él admitir que su querida hija iba a fugarse con un hombre antes de su boda.
—¡Nunca pensé que el barón fuese capaz de hacer algo como esto! —dijo Anne al fin—. Querer un matrimonio por el dinero de la dama es una cosa, pero intentar perjudicar su nombre de esa manera, instándola a huir de su hogar, es imperdonable.
—Has dicho bien —le contestó la señora Thorpe—. Para Viviane ha sido muy difícil reconocer los errores del hombre que pensó que la amaba. Culpa a Grace por lo sucedido y envidia su próximo matrimonio, pensando en la dicha que pudo haber sido suya. Quizás ahora entiendas mejor su comportamiento de esta mañana, y por qué mi hermana ha tenido que pedirle en varias ocasiones que se moderara.
—Grace también se lo señaló en un par de ocasiones cuando subimos a mirar el ajuar de bodas —reconoció Anne—. Al principio pensé que se trataba de su carácter, pero al confesarme Viviane lo de su compromiso deshecho, comprendí que estaba muy triste.
—Llevará algo de tiempo hasta que logre recobrarse de esta decepción —aseguró la señora Thorpe—. Por fortuna los planes del barón fueron descubiertos a tiempo y no hubo nada que lamentar.
Anne no se había recuperado aún de lo dicho por la señora Thorpe. Había admirado a Charles desde niño y lo consideraba una persona cabal, incapaz de hacerle a una dama una proposición de esa naturaleza. En el tiempo que fueron prometidos, la había respetado, incluso cuando se encontraban en el prado a solas. En esas ocasiones habían compartido besos y se habían hecho las más bellas promesas, pero Charles nunca pidió más, mucho menos que huyera con él a pesar de conocer que tanto su abuelo como la duquesa se opondrían a su relación.
Estaba decepcionada de él. Tuvo oportunidad de haberse librado de aquella relación y no lo hizo, al contrario, intentó encontrar una vía para garantizar su matrimonio con Viviane. Su bancarrota no justificaba que perdiese la cabeza e ideara una solución tan descabellada. Charles también le había mentido: le había asegurado que el compromiso se había terminado por su situación financiera y fue incapaz de admitir su error, por muy difícil que hubiese sido decirle la verdad.
¿Habría ido a buscarla intentando encontrar en ella la respuesta a todos sus problemas? Por un momento pensó que era sincero al confesarle que la amaba, pero no podía confiar en él, después de lo que había escuchado. Si se le habían cerrado las puertas de la familia Acton, bien pudo haber acudido a ella como último recurso.
Charles no la merecía, pero se había dado cuenta a tiempo de que no lo amaba. Pudo haber sucumbido a sus palabras, pudo haberse dejado llevar por el hermoso recuerdo del pasado, pero algo muy fuerte la impulsaba hacia el futuro: Edward. Ahora veía con claridad la integridad del hombre que le había ofrecido su amor en Ámsterdam y por ello pedía que no fuese demasiado tarde para recuperarlo.
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