Confesión
¡57, 58, 59 y 60!
—¡Agh!— la japonesa cae al suelo mientras suelta varios quejidos; tenía que recuperar su condición si quería impresionar a sus padres.
—Respira.—indicó su entrenador.
Hoy era el cuarto entrenamiento en la semana y sus piernas se sentían a desfallecer; que decepción dirían sus padres. Aún soltando quejidos debido al dolor en su abdomen, se fue moviendo con precaución hasta quedar sentada.
—No me lo tienes que decir. —comentó con una clara decepción en su voz—Me quedé en los 60 segundos de plancha.
Resopló cansada y sudorosa; necesitaba poner más esfuerzo si quería mejorar. Su plan era ponerse de pie pero podía percibir un claro indicio de dolor en sus pantorrillas y la región femoral posterior en ambas piernas.
—No te presionas Kagami.—Jean ofreció su grande mano callosa a la japonesa; sonriente como siempre—Podrías desmayarte o lastimarte.
La chica aceptó derrotada la mano, poniéndose finalmente de pie a duras penas.
—Lo sé. —respondió.
Soltó un quejido al intentar apoyar su peso en una pierna; necesitaba encontrar la manera de eliminar esas molestias.
—Supongo que eso es todo por hoy.— comentó con una sonrisa traviesa.
—Kagami.— reprochó con una voz autoritaria.
Resopló al ver que aún quedaba algo por hacer antes de ir a darse una buena ducha. Se había vuelto un poco holgazana estos últimos meses, ¡pero no era su culpa! Adrien Agreste había puesto su mundo de cabeza, en muchos aspectos.
Pero sabía que la situación quedaría en cero después de todo, ella no era nadie impresionante o cautivante, siempre estando tras bambalinas.
—¡Tres vueltas a la orden! — Obedeció de mala gana e inicio a correr.
—¡Ya me tengo que retirar! —gritó— Es el turno de otra persona y tengo que dirigirme a mi otro trabajo.
La japonesa asintió a lo lejos y se despidió alzando la mano, agitándola levemente como gesto de despedida. Jean sonrió antes de despedirse con el mismo gesto y partió en búsqueda de sus cosas.
En cuanto a Kagami, ella continuó corriendo. Ignoraba lo que pasaba a su alrededor, estaba más concentrada en la falta de aire que tenía y la cantidad de metros que le faltaban por recorrer.
A duras penas logró terminar las tres vueltas, arrastrando sus piernas que se sentían más pesadas que de costumbre. Jadeando, caminó adolorida hacia la banca donde estaba su mochila roja. Maldijo por lo bajo al haber puesto sus cosas en el lugar más alejado, teniendo que caminar más para poder sentarse.
—Por este tipo de cosas estás estancada. —se reprochó a sí misma—Piensa más Kagami.
Soltó un sonoro quejido cuando pudo sentarse, aunque al segundo pudo sentir molestia en sus músculos. Salió un segundo quejido, más ruidoso que el anterior. Hoy no se veía como un buen día, cualquiera diría que empezó con el pie izquierdo.
Retuvo la respiración un par de segundos antes de exhalar. Ya que estaba más calmada, buscó dentro de la mochila su teléfono celular para poder llamar a su abuelo quien vendría por ella.
En cuanto desbloqueó su celular, la imagen publicada por Adrien Agreste acaparó la pantalla.
—¡A-Adrien! —dijo nerviosa a la vez que el teléfono se le resbalaba de las manos– ¡Vuelve aquí!
De seguro se veía ridícula, intentando detener la danza del aparato que se deslizaba como mantequilla.
—¡Te tengo!—exclamó victoriosa.
Suspiró y observó la pantalla, encontrándose nuevamente con la imagen de su ...amigo. Con nostalgia y tristeza, miró al modelo sonriente junto a otra chica.
Una chica excepcional y cautivante.
Esta misteriosa chica por fin había revelado su identidad, tratándose de Marinette quien había hecho varios trabajos famosos bajo el seudónimo de Ladybug. Tan joven y con una enorme fortuna que ella misma generó con su creatividad y astucia.
La chica había empezado escribiendo historias en una plataforma en internet, acaparando la atención en poco tiempo de muchas personas, incluidas editoriales. No pasó mucho tiempo para que se publicaran sus libros aún bajo ese seudónimo; también inició a crear otro tipo de contenido.
A sus primeros libros en papel, le siguieron historias ilustradas en la plataforma de YouTube que también se hicieron tendencia. Pero Ladybug no dejaría de sorprendernos con su ingenio. El siguiente paso fue una exitosa marca de ropa junto a su inicio en la industria musical. Sin duda alguna, ella era alguien imposible de ignorar, alguien que difícilmente no estaría bajo los reflectores.
Pocos minutos con ella eran suficientes para que le dedicaras toda tu atención, en verdad era carismática y hermosa. En cambio ella, sólo una mancha gris en el universo que carecía de ese brillo para atraer la atención de las personas.
Desvío la mirada aun triste; desde que Marinette y Adrien se conocieron, su amistad se había ido destruyendo.
"Quizás" tenía un crush por el rubio pero aunque quisiera llegar a algo más, la azabache saldría con algo ingenioso que cautivaría por completo al modelo.
Si bien, veía muy lejos su deseo de estar en una relación amorosa con Adrien, aún podía recuperar su amistad. Sonrió determinada y buscó entre sus contactos, específicamente en favoritos, el nombre del chico.
Sin titubear marcó impaciente, esperando a que contestara.
Sonó un alargado bip.
Esto ya le parecía una mala idea.
Sonó el siguiente bip.
Los nervios empezaron a jugar con ella, tensando su cuerpo además de aumentar el sudor. Sus mejillas estaban rojas de tan solo pensar en escuchar su voz.
Bip.
Rogaba a cualquier divinidad existente para que Adrien no contestará; no sentía tener la fuerza necesaria para enfrentarlo.
Bip.
—¡No puedo hacerlo!— despegó el celular de su oreja; estaba a punto de colgar.
¡Hola! ¡Ya sabes que hacer cuando escuches el bip!
Bip.
¿Y ahora que digo?, pensó la asiática sin ideas. Se puso de pie para dirigirse a la barra de la cafetería donde pediría una bebida fría. Mientras decía incoherencias, buscó con la mirada cualquier cosa que le diera una idea.
—Este... —dijo alargando la última vocal—Hola Adrien.
En la caja estaba una chica morena contando el dinero sin prestarle atención a Kagami quien intentaba formular alguna frase.
—¿Hace t-tiempo que no hablamos, no? —¡Obviamente no habían hablado por varias semanas! Esa fue una pregunta estúpida.
—¿Puedo ofrecerte algo? —preguntó indiferente la morena.
— U-Un smoothie de taro yogurt. —pidió nerviosa despegando un poco el celular de ella.
La contraria aceptó sin decir palabra alguna e inmediatamente se puso a trabajar.
—Quería salir con alguien este fin de semana y se me ocurrió invitarte. —Tiraba de la manga de su sudadera, queriendo mantenerse enfocada para decir correctamente las frases—Extraño mucho tu compañía, bigotes. —bromeó.
Suspiró aún nerviosa, buscando la fuerza para continuar hablando y evitar hacer el ridículo.
—Desde que fuimos a esa fiesta muy fancy—bromeó por segunda vez—, nos hemos-
Bip.
Su tiempo se había acabado pero poco le importó a Kagami quien sentía la necesidad de liberar esas palabras atoradas en su garganta.
—Nos hemos distanciado. — finalizó su frase—Incluso me atrevo a decir que parece que ignoras todo lo relacionado conmigo. —dijo un poco indignada— Hasta noté que en nuestras últimas salidas parecía aburrirte mi compañía. — sentía lágrimas asomarse pero cerró con fuerza sus ojos, impidiendo que salieran.
En su mente, se formó la imagen de Adrien haciendo una mueca cada que le dirigía la palabra en aquella salida que tuvieron a la feria.
—Pero cuando estabas con Marinette, parecías encantado. —habló con tristeza— Sé que no soy alguien muy interesante a comparación de ella pero al menos tú parecías pensar que lo era.
Se mordió el labio unos segundos, aun estaba formulando las frases a pesar de que Adrien nunca las escucharía.
—Toda mi vida pensé que yo era una mancha gris, alguien monótona sin nada alucinante que aportar al mundo o a las personas. —estaba ilusionada al recordar el momento que le siguió cuando le confesó aquello al rubio—Pero tú me hiciste ver que en mi monotonía, había algo cautivante que jamás me contaste. Dijiste que sería tu secreto.— rió
La morena se acercó con su pedido a la caja, listo para irse.
—Extraño tu compañía. Extraño que me hagas sentir especial.
Cerró los ojos mientras un sabor amargo le llegaba. Sentía mucha nostalgia al pensar en él; también un poco de culpa por depender de esa manera pero no podía evitarlo. Adrien consiguió sacarla de esa monotonía abrumadora en su vida pero sólo funcionaba cuando estaban juntos.
— Te quiero, Adrien.
Se despegó con lentitud el celular de su oreja y al mismo tiempo sentía un gran paso caer, liberándola un poco. Suspiró antes de mirar a la morena.
—Son dos euros.
Kagami pagó con una evidente nostalgia en su rostro, añoraba volver a pasar buenos momentos junto a Adrien.
Una vez que pagó, se retiró de la cafetería para llamar a su abuelo y esperar a que llegara. El día de hoy tenía mucho que hacer, aunque no quisiera estar presente en esas reuniones tan tensas que organizaba su familia.
Al menos había aceptado ella misma la situación; la confesión le había resultado liberadora.
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