38. Infierno
Saltó por encima del cuerpecito infantil que estaba tirado en el suelo, boca abajo y las piernas en el aire, mientras el niño dibujaba en su papel algo parecido a un elefante. A su lado la pequeña rubia y dos coletas junto a su hermano gemelo, peleaban sobre si la mariposa debía llevar puntitos rosas y verdes o azules y rojos, tal vez era eso lo que le daba dolor de cabeza, Wonsik nunca esperó verse trabajando con niños, pero allí estaba. Le había cogido el gusto, pues el proporcionar lo que él nunca tuvo en su niñez lo llenaba de sobremanera.
Se acercó al niño que estaba sentado en la mesa, era zurdo y con su manita pintaba los ojos de un gato color naranja, el flequillo le caía oscuro sobre la frente, estaba tan concentrado que sacaba la lengua de manera adorable, exactamente igual que aquel que le había robado el corazón permanentemente. Nadie en el mundo sabía lo mucho que le hacía falta el modo en el que Taekwoon sonreía con cada una de sus caricias, era la segunda persona en su vida por la que daría lo que fuera por volver a ver, aunque fuera tan solo unos segundos.
Pero sabía perfectamente las consecuencias de su sacrificio, y aunque ahora tuviera una nueva vida sin su gatito, había días en los que lo echaba demasiado de menos. Tanto que había veces que tenía la tentación de llamarlo y contarle toda la verdad, un plan que organizó rápidamente para que Taekwoon no perdiera aquello por lo que tanto había luchado. Pero no podía, debía dejar que rehiciera su vida sin él, que encontrara a alguien que lo hiciera feliz y no lo metiera en líos que perjudicarían en su día a día.
El reloj dio las seis de la tarde, podía dar su última clase por terminada, así que avisó a los pequeños de que recogieran sus cosas y fueran con los familiares que los venían a buscar.
- Enseñad los dibujos en casa, seguro que los colgarán en un lugar de vuestra casa para que todo el mundo los pueda ver. – Dijo con la vista de todos aquellos ojitos posadas en él.
Todos respondieron a coro que lo harían y se despidieron entre juegos y risas infantiles, luego Wonsik ayudó a su pequeño Taekwoon a colocar los colores en su sitio.
- Esto es para usted. – susurró el niño mientras le entregaba la hoja de papel, abrió los ojos sorprendido. – Una vez dijo que le gustaban los gatos.
- Sí. – Afirmó.- Gracias.
Recibió una sonrisa por su parte, y salió corriendo hacía su madre que lo esperaba en la puerta, la saludó con una cordial reverencia, y se despidieron con la mano. Volvió a mirar el dibujo, le hizo gracia que fuera tan parecido al que él dibujó una vez. Suspiró triste, era increíble que no hubiera un solo día en el que algo o alguien le recordara a él.
Escuchó como picaban con tres golpes en la puerta ya abierta, giró la cabeza y vio a su padre. Parecía mentira el modo en que aquel hombre había hecho un cambio radical, tanto físico como interiormente. En su mirada no veía el odio con el que lo obsequiaba de pequeño, si no aquella que siempre quiso ver, una de orgullo y a la vez tranquilidad. Se acercó a él con pasos cortos y observó por encima el folio que le había dado el niño.
- Es muy bonito. – Wonsik sonrió y afirmó con un sonido en su garganta.
Notó caricias de ánimo en su espalda, desde que su padre lo ayudó con el plan ideado hacía ya dos meses, había creado el vínculo familiar que siempre quiso, hasta tal punto que ese hombre conocía sus sentimientos a todas horas. Como en el de ese instante, donde el único lugar donde quería estar era en brazos de su gatito.
- Deberías ir a buscarlo.
- No. – Se negó rápidamente a sí mismo.
- Él también te buscaba a ti.
- Créeme no le hace falta encontrarme.- Suspiró. -Vivirá mejor sin mí.
- ¿Y qué vas a hacer? ¿Seguir yendo a su trabajo, a vagar por alrededor? ¿Qué bien te hace eso, Wonsik?
Se quedó sin palabras ante tanta pregunta que no era capaz de responder, tal vez no le hacía ningún bien ir al edificio de la revista casi todos los días, pero era el único modo que tenía para sentirlo cerca, aunque nunca lo había visto.
- Sacrificaste tu identidad por él. – Continuó su padre. – Ahora vives bien, la gente sigue pensando que Ravi está encarcelado, no tienes que esconderte. ¿Qué mal le puede hacer eso? Todo lo que montamos en la comisaría... el esfuerzo que pusimos para que todo saliera bien... ¿No crees que te mereces una recompensa?
- Pero él...
- Estoy seguro que él también te echa de menos.
Se quedó pensativo mientras miles de ideas venían a su mente, eso era lo que más deseaba.
....
Esperó hasta el día siguiente para volver a la revista, pero esta vez con otras intenciones, no vagaría a su alrededor ni hablaría a la ventana donde supuestamente daba el escritorio de Taekwoon; esta vez la valentía que tenía cuando pintaba en las calles apareció de repente y la capacidad de poder entrar al edificio apareció, respiró profundo antes de pisar siquiera la calle que lo llevaba a su gatito. Miró a través del cristal, no había nadie debido a que aún era temprano, al menos en la recepción, así que giró su cabeza hasta la entrada de la cafetería, si su nueva vida iba a comenzar, también necesitaría a su mejor amigo.
Sonrió al ver las luces encendidas, ya se estaba imaginando la cara de sorpresa de Hyuk cuando lo viera aparecer. Sabía que recibiría una reprimenda por su parte, pues era la primera vez que no contaba con él para un nuevo plan de Ravi, pero tenía claro que lo perdonaría, siempre solía hacerlo. Miró por encima el comedor aún vacío, no entró porque no vio a nadie así que se esperó hasta que una silueta apareció por una de las puertas del interior. Pero lo que le sorprendió es que no fuera una, sino dos, y sonrió al ver de quien se trataba la segunda.
No quiso interrumpir, su Hyukkie estaba demasiado entretenido con los labios de Hongbin, y éste a la vez muy pendiente de no dejar ningún poco de aire entre ellos. Sintió una alegría inmensa al ver que su mejor amigo le había hecho caso. Todo parecía ir sobre ruedas y si seguía de aquel modo, esa misma noche podría disfrutar de Taekwoon. Se relamió, nunca había tenido tantas ganas de que oscureciera. Wonsik decidió dejar a los tortolitos en paz, para luego hacer su entrada triunfal, así que caminó hasta el callejón que tan bien conocía.
Le gustó ver que su frase seguía intacta, pasó los dedos por la rugosa pared, nadie sabía lo verdadera que eran esas palabras, su pelinegro le daba todo el color que faltaba a su vida, de principio a fin. Llegó hasta los puntos suspensivos, las gafas colocadas en uno de ellos le daban el toque personal, le gustó demasiado. Miró debajo al ver algo negro, y frunció el ceño, alguien se había atrevido a escribir algo debajo, pero el corazón lo único que hizo fue latir mucho más rápido cuando lo leyó. Estaba pintado a rotulador negro, y reconocería su letra en cualquier parte.
Y para mí, tú siempre lo has sido.
Sonrió como hacía tiempo, como si fuera él el que se lo acabara de susurrar en el oído, y la fuerza que le faltaba para ser un poco más egoísta, apareció como arte de magia. No le faltó tiempo para volver, le sabía muy mal aparecer en mitad de un momento íntimo de Hyuk, pero necesitaba ver a Taekwoon en cuanto antes. Por suerte, su amigo esta vez estaba solo, atendiendo a los primeros clientes que habían llegado, entró como si nada por la puerta y se sentó en el taburete de la barra, como un consumidor más.
- Un café con canela, por favor. – Dijo sonriente.
Pero Hyuk parecía tan metido en su trabajo, que lo único que hizo fue gritar un sí sin mirarlo siquiera. Wonsik apoyó su cabeza en su mano derecha, y con la otra repiqueteó los dedos contra el mármol. Al ver que tardaba y seguía sin percatarse de su presencia, comenzó a girar en el taburete, cual niño pequeño, notó que la gente lo miraba, pero como siempre, le daba igual. Ya había un par de señoras mayores que lo revisaron de arriba abajo, como si una camiseta de manga corta verde fosforito y ojos de rana, junto con un pantalón de rayas grises y negras no fuera algo normal.
- Aquí tienes, son dos mil quinient-. – Su voz lo despistó de sus vueltas y volvió en sí, el menor se lo quedó mirando.
- ¡Hola Hyukkie! – Puso el tono más infantil que tenía y levantó una mano.
- Wonsik... - Le hizo gracia ver que se restregaba los ojos, como si no se creyera lo que estaba viendo. Luego su expresión pasó de repente a la de enfado, y le giró la cara. – Eres idiota.
Hyuk siguió con sus tareas como si nada, aunque claramente se le notaba que se estaba conteniendo el gritarle. Saltó del taburete, y como ya había hecho otras veces, se metió detrás de la barra. Comenzó a seguirlo, obstruyéndole el paso y sintió que si sus ojos tuvieran rayos láser él ya estaría fulminado.
- ¡Sal de aquí! – Se asustó por su voz alta, así que levantó las manos, como si se rindiera o pidiera perdón.
- ¿No me has echado de menos? – Se atrevió a decir.
- ¡Ni un poco! – Y un trapo mojado y con olor a café apareció en su cabeza.
- Vamos Hyukkie... - Ahora puso morritos, mientras utilizaba el trozo de tela como protección.
El menor soltó un bufido fuerte, se dio cuenta de que los clientes miraban toda la escena entre extrañados y atónitos, colocó la infusión al hombre que esperaba su turno y se acercó a Wonsik, decidió mirarle de manera cómica, y lo tranquilizó que su amigo también lo hiciera pero más disimulado.
- Espera a que termine mi turno y hablamos. – Asintió muy rápido.
- ¡Vale! ¡De mientras iré a buscar a Taekwoon!
Y se giró rápidamente, se sentía entusiasmado, quería saltar y bailar. Tenía muchas ganas de ver la cara de su gatito cuando apareciera en su escritorio. En su cabeza comenzó a repetirse todo lo que iba a decirle, desde que era su persona importante hasta lo mucho que lo quería.
- ¡Wonsik! – Paró en seco al escuchar a Hyuk de nuevo. – Él no...
- Taekwoon ya no trabaja aquí. – Y esa frase la oyó de otra voz para nada conocida, muy al contrario del rostro serio de la que procedía y esperaba al otro lado de la barra. Lo había visto en fotos, así que sabía perfectamente de quien se trataba. – Así que ya puedes buscar a otro a quien fastidiarle la vida.
Hakyeon miró a Hyuk y le pidió un café, Wonsik solo pudo ponerse a su lado, necesitaba explicaciones, eso no debía de haber pasado. Fue a abrir la boca para preguntar, pero el moreno lo interrumpió.
- ¿Sabes? Me arrepiento tanto de haberle insistido en que no se negara a tus juegos... Al principio estaba encantado de que mi mejor amigo encontrara a alguien con quien estar... pero por tu culpa se ha ido. – Aquello le sentó como un jarro de agua fría cayendo sobre su cabeza, no podía ser verdad.
- Pero las cosas no tendrían que ser así, yo... -
- Tú, solo le has arruinado lo que había construido. – Sentenció.
Tal vez era la primera vez que se quedaba sin nada que decir, había pasado de estar en absoluta felicidad a sentirse por los suelos. Vio a Hakyeon tomar de un solo trago el líquido negro, y dedicarle una última mirada antes de marcharse, completamente serio. Pero Wonsik no se iba a dar por vencido, así que corrió detrás de él y lo agarró del brazo.
- ¿Dónde está? – Alcanzó a pronunciar.
- ¿Crees que te lo voy a decir? – Hizo una falsa carcajada.
- Por favor. – Suplicó como nunca antes, el moreno lo miró a los ojos.- ¿Dónde está? – Repitió.
- En su infierno personal.
Acto seguido Hakyeon se zafó de su agarre y siguió su camino, no le volvió a insistir porque sabía que recibiría una respuesta negativa, y comenzó a deshacerse en pedazos por dentro. Ese no era el plan, Taekwoon debía ser feliz, estar en su puesto de trabajo con su portátil y corrigiendo alguna entrevista, con sus gafas rojas y su pelo cayendo sobre la frente, tan concentrado que ni siquiera se percataría de lo que había a su alrededor... y no en su casa, con su madre, porque Wonsik sabía perfectamente cuál era el lugar que su gatito consideraba como su "infierno personal".
.....
Odiaba el tren, ya lo dijo en su momento, pero en esa situación era el medio de transporte más rápido. También era el lugar donde Taekwoon le contó su historia mientras iban cogidos de las manos, no podía creer que hubiera vuelto. El solo imaginar cómo lo estaba tratando su madre ya le hervía la sangre, le daban ganas de ir a la cabina principal del tren para aumentar la velocidad, y llegar a Busán cuanto antes.
Tal vez debía haber hecho caso a Hyuk y haberse quedado, pero no iba a permitir que su gatito sufriera. Estaba dispuesto a que lo rechazara, a que no quisiera volver a verlo, y sabía que le dolería, pero lo soportaría con tal de sacarlo de esa casa. Tenía un plan para entrar en ella, no tenía ni idea de cómo iba a funcionar, ya pensaría la forma de rescatarlo, como si de un cuento de los que le contaba su abuela se tratara, pero de lo que estaba seguro era que lo volvería a ver, y eso ya le daba fuerzas suficientes.
Entre nervios y la musiquita del niño con una consola portátil a su lado, no logró pegar ojo en las seis horas que duró el trayecto. Gracias a Hyuk y contactos de su padre, Wonsik tenía en su teléfono todo lo necesario para llegar a Taekwoon, desde el mapa hacia su casa, hasta un contrato falso para poder trabajar como jardinero en ella.
En su vida nunca había tocado una planta, de hecho no tenía ni idea de cómo cuidar una, pero ese era el único modo que se le ocurrió después de una larga discusión con su amigo y su padre. Sabía que era una locura, pero cosas peores había hecho, como el sobornar a quien fuera necesario para no ir a la cárcel y hacer pensar a todos que sí que lo estaba.
El taxi lo dejó en la misma puerta de la mansión de los Jung, era mucho más grande que la de la hermana de Taekwoon, y por supuesto más lujosa, le entraron ganas de vomitar, seguía odiando el ambiente de riqueza y superioridad. Picó al único timbre que encontró, y una voz fría le informó que había una puerta de empleados en la parte trasera, rodó los ojos, por supuesto no iba a entrar por la principal.
Rodeó la casa durante bastante rato hasta dar con ella, y de nuevo tocó el botón para que alguien le abriera. Esperó poco tiempo, luego una mujer entrada en años lo recibió con una sonrisa, parecía amable.
- ¿Eres Wonsik? – Le sorprendió que supiera su nombre tan rápido, asintió atónito. – Te estaba esperando, pasa. – La señora dejó la puerta abierta y se adentró.
La siguió hasta una sala de estar, un lugar bastante humilde en comparación como se veía la mansión por fuera, así que supuso que la zona de personal era aquella. Observó la habitación con lentitud hasta que la mujer habló de nuevo.
- Soy Yangmi, el ama de llaves, me encargo de dirigir a los empleados que trabajan en la casa. – Le ofreció su mano como saludo e hizo una reverencia a la que Wonsik respondió. – Eres igual que en las fotos.
- ¿Qué?
No entendía nada, y menos cuando la mujer le volvió a dedicar otra sonrisa.
❤👨🏻🎨👨🏻💻❤
Aquí esta Wonsikkie😍 pronto explicaré más su historia con su padre^^
Esta semana solo teneis esta actu😔 es festivo estos días en mi pais, y por lo tanto me toca trabajar el doble! Espero escribir reencuentro pronto, tengo muchas ganas😊
Besitos😘😘
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