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TU SONRISA DE REGALIZ - CAPÍTULO XVIII
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Disclaimer: Naruto y sus personajes no me pertenecen.
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—¿Y no crees que estás...exagerando un poco?
—No lo sé, ¿lo hago? —me retorcí las manos con ansiedad e Ino no pudo evitar poner los ojos en blanco.
Era miércoles de partido de baloncesto, faltaban dos días para el fatídico sábado donde el mundo explotaría sin que siquiera termine mis estudios básicos, y yo estaba que trepaba por las paredes.
Está bien, quizás Ino tenga razón y siii esté exagerando un poco. Pero me sentía una inútil por no saber encontrar una solución efectiva a todo esto.
Mi amiga puso sus manos en mi espalda y me empujó fuera de los baños de la escuela.
—Sal de aquí que el partido va a comenzar y no puedes tú, como capitana del equipo, no aparecer.
Exhalé y traté de serenarme, estaba siendo ridícula y ya era demasiado humillante tener que ser a la que Ino haga entrar en razón cuando normalmente es al revés.
Como todos los miércoles de temporada el equipo de baloncesto tenía partido y las porristas teníamos que ir a animar. El viernes tenemos que participar en otro, pero no recuerdo de qué deporte se trataba porque los nervios y el miedo por lo del sábado me tenían la cabeza revolucionada. Sólo era muy consciente de que el domingo había partido de fútbol porque, obvio, estaba Naruto, pero en esta ocasión era diferente; me daba miedo no saber cómo sería ese partido de domingo luego de lo que ocurra el día anterior. De sólo pensar eso temblaba como una banana en una jaula repleta de monos. ¿Ven? Ya ni analogías buenas se me ocurrían.
Cuando llegamos al gimnasio Ino golpeó suavemente mi hombro en un intento de darme ánimo y se dirigió a las gradas para sentarse con nuestros demás amigos. Yo seguí mi camino hasta mi equipo, que ya algunas se encontraba animando al público, e ignoré la mirada ceñuda en el rostro de Shion cuando me acomodé en mi lugar.
El partido pasó bastante entretenido, con los vitores del público y el emocionante ir y venir de puntos entre ambos equipos. Cuando estaba por comenzar el último cuarto me animé a levantar la mirada hacia las gradas y busqué donde estaba sentados mis amigos. Sonreí al encontrarlos.
Ninguno de ellos estaba en el equipo, y aunque seguro tendría uno que otro amigo dentro de él, la razón principal por la que venían a verlos era para poder disfrutarlos juntos, además de que sabían que yo no podía faltar. Aunque no éramos lo únicos, en la semana del espíritu escolar prácticamente toda la escuela venía a animar al equipo fuera cual fuera la actividad. El martes pasado tuvieron que mover la competición de ajedrez de la biblioteca al gimnasio porque ya no cabía ni un alma ahí dentro, y no era realmente sencillo mantener a tanta gente en silencio en un espacio tan reducido, sobre todos a los ignorantes que había llevado cornetas.
Kiba estaba intentando entablar conversación con una chica que estaba sentada en la grada de arriba detrás de Ino, pareciera que lo estaba haciendo desde hace rato porque veía la mirada irritada de mi amiga desde aquí por estar aguantando los empujones de Kiba junto a ella y sus gritos sobre su oído. Supe distinguir el momento en que su paciencia rebalsó antes de que lo tomara por cuello de su camisa y lo aventara contra el suelo. Junto a ellos Naruto, Tenten y Chouji tenía cada uno una bandeja de nachos en su regazo y los dos primeros discutían animadamente sobre algo. Y a un lado de Chouji, como no podía ser de otra manera, Shikamaru descansaba sobre su asiento con los ojos cerrados. Me alegré también de ver a Sakura sentada debajo de ellos pero no había rastro en todo el gimnasio de Sasuke Uchiha, ya era bien sabido que no le gustaban los espectáculos públicos.
Me concentré en mis amigos de nuevo, en Naruto. No quería perder lo que tenía, lo que teníamos. Lo apreciaba mucho. Si mi mayor miedo se hiciese realidad y él terminara molestándose conmigo, ¿cómo afectaría eso a mis amigos? Sé que yo estaría destrozada, pero no quería ponerlos a todos en una encrucijada sobre «de qué lado tendría que ponerse».
En el momento en que mis pensamientos se tornaron con un tinte oscuro que llegaba a teñir mi expresión, Naruto posó sus ojos en mí, congelándolo todo. Me observó impertérrito unos segundos, hasta que la comisura derecha de sus labios se elevó con suavidad para ser seguida por la izquierda con más avidez; me guiño un ojo, con esa mirada pícara como si supiera un secreto jugoso. Inmediatamente mi estómago se revolvió y le sonreí de vuelta, porque hacerlo era condenadamente fácil.
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—¿Me permite el enorme placer de escoltarla hasta su morada, mi preciosa dama?
Ya casi estaba completamente oscuro cuando el partido acabó y la gente comenzó a irse poco a poco. La mayoría de los estudiantes se fueron a la fiesta que organizaba en su casa el capitán del equipo de baloncesto. Pero era jueves y a mí no se me tenía permitido salir hasta tan tarde en día de semana, lo cual me venía bien como excusa para no asistir, porque realmente estaba agotada. Entre el estrés mental que yo misma me infligía y el agotamiento por el partido no quedaba ni una gota de energía en mi cuerpo.
Naruto me esperó en la puerta de entrada para irnos juntos a mi casa, Kiba y los demás hacía rato se habían despedido para ir a la fiesta.
Me le acerqué rápidamente, sin importarme el parecer desesperada por estar junto a él, ¿por qué ocultaría algo que era tan evidentemente cierto? Me puse a su lado y, sonriente, estiró su mano para tomar la mía antes de comenzar a caminar.
Aún no había oscurecido del todo, pero las luces de las farolas ya estaban encendidas, dando un aire cálido a la noche de primavera que se desenvolvía a nuestro alrededor. El largo recorrido bajo los árboles de cerezo que flaqueaban el camino estaba bañado en pétalos que habían caído hacía ya varios días, y si prestaba atención podía oír a los grillos chirriar a la lejanía.
—No te pega tanto el papel de caballero encantador, ¿sabes? —me burlé entornando mis ojos con una mueca.
—¿Ah, no? ¿Y qué tal el de chico malo? —di un respingo cuando inclinó su rostro hacía mí y sus labios acariciaron mi oreja haciéndome estremecer—. Oye, nena, que tal si te subo a mi Harley y nos vamos a recorrer la ciudad.
Lo empujé suavemente mientras él soltaba una carcajada y yo me debatía si tragarme mi vergüenza y pedirle que se volviera acercar.
—No lo creo.
—¿Estás rechazando al chico malo más malo de toda la escuela? Tienes agallas, niña.
—¡No eres un chico malo! —Me reí por la voz gruesa y ridícula que intentaba impostar.
—¿Te gustaría que lo fuera? —soltó mi mano para rodear mi cintura, pegándome a él, al tiempo que sus labios volvían a descender a través de mi cabello hasta mi oreja. El estremecimiento ante su calidez natural fue inevitable—. Puedo ser tu chico malo.
—No —intenté reír para que mi voz no sonara tan estrangulada por lo que me provocaba su cercanía. Levanté mi rostro para posar un suave beso en su mejilla al mismo tiempo que volvía a sostener su mano en la mía—. Me gusta que seas mi Naruto.
Naruto sonrió antes de besar mi frente, mi mejilla y mis labios con ternura.
—Qué bueno que no seas de esas novias caprichosas. ¿De dónde iba a sacar una Harley, cariño?
Se me revolvió el estómago ante su apelativo cariñoso pero sólo pude sonreír como respuesta. Con las mejillas muy arreboladas.
Sentir su mano, grande y cálida, envolviendo la mía; nuestros hombros rozándose a cada paso y oír el sonido de su respiración era tan acogedor, tan pero tan cálido que haría cualquier cosa por mantener ese momento congelado para siempre; porque quería estar para siempre así, junto a él, envuelta en su calidez y en la seguridad que me proporcionaba el tenerlo conmigo.
Y sólo de tener ese pensamiento pasé inmediatamente a uno donde lo perdía todo. Dónde ese calor se desaparecía de repente y el frío me envolvía, gélido; en su mano soltando la mía poco a poco y desvaneciéndose, junto con toda su figura, en una densa oscuridad.
No quería perderlo, no quería perder lo que teníamos porque estaba muy segura de que no podría soportarlo. Tenía miedo, tenía mucho miedo y era horrible. El miedo es irrefrenable y te hace creer aún en las cosas más absurdas, pero yo no podía dejar de imaginarme un mundo donde Naruto se enteraba de mi mentira —o, más bien, falta de verdad— y comenzaba a verme con otros ojos, comenzaba a alejarse de mí...Quizás para Ino era algo irracional, pero el terror que me producía ese pensamiento era insoportable.
No me había dado cuenta cuando fue que nos detuvimos casi frente a mi casa, ni en qué momento había apretado su mano tan fuerte que Naruto me miraba con curiosa preocupación.
Sabía que me había preguntado que me pasaba con esa mirada, pero estaba segura de que si habría mi boca en ese momento nada más saldrían de ahí sollozos ahogados. Lo único que fui capaz de hacer fue acercarme a él, sin siquiera ocurrírseme soltar su mano, y enterrar mi rostro en su cálido pecho. Naruto no tardó en envolverme en sus brazos con firmeza, sabía que no entendía exactamente lo que me pasaba, pero no me cabía la menor duda de que se daba cuenta que estaba asustada.
Me sentía como una niña y una parte de mi mente me reprendía por actuar casi como una loca frente a él poniéndome de repente tan triste. Pero su cercanía me reconfortaba, y aunque no supiera lo que me pasaba tenía la habilidad de hacerme sentir segura y protegida; como una muda promesa de que todo estaría bien. Y yo quería aferrarme a eso con todas mis fuerzas.
—No te mentí antes cuando dije que sería lo que tú quisieras, Hinata —Su suave susurro acarició con su aliento mi oreja, provocándome un estremecimiento que me confortó aún más—. Puedo ser tu chico malo, tu príncipe azul, tu amigo, tu consejero o un simple oidor de todo lo que pase por esa cabecita tuya —Besó mi cabello y yo logré volver a sentir un atisbo de sonrisa tirando en mis labios—. Sólo no me dejes fuera, lo quiero todo de ti.
Y yo quería todo con él.
Elevé mi rostro hasta que sus ojos azules se enredaron con los míos y no fui capaz de impedir que se me humedecieran un poco, estaba haciendo un esfuerzo enorme por contenerme.
—No me dejes —supliqué, tan pero tan bajito que por un segundo creí que no me había alcanzado a oír—. Nunca.
Naruto me contempló, serio, impertérrito, varios segundos; hasta que, suavemente, una minúscula sonrisa fue avanzando por la comisura izquierda de sus labios hasta acabar en un tierno y delicado beso en los míos. Se separó apenas tan poco que cuando volvió a hablar sentía sus labios aun rozando los míos y nuestros alientos mezclándose.
—Nunca te dejaré. Siempre estaremos juntos —volvió a unir nuestros labios y sentí como se le formaba otra sonrisa—. Es una promesa 'ttebayo.
Ese sábado por la mañana me desperté con un solo pensamiento en la cabeza: Ser sincera ante Naruto.
Luego de nuestra conversación del miércoles a la noche y esa promesa tan profundamente importante que nos hicimos, no me cabía duda de que todo el amor que yo sentía por él era tan intenso como el que él tenía por mí.
Y eso era todo lo que necesitaba para inundarme de confianza, me aferraría a esa promesa con todas mis fuerzas y confiaría en él con todo mi corazón. Si yo quería mantener esa promesa y que lo nuestro fuese para siempre, debía comenzar por desechar mis miedos y comenzar a confiar en Naruto y en sus palabras.
El viernes por la noche le mandé un mensaje avisándole que el sábado tendría algo que hacer, por lo que no podría verlo en la tarde. Esperé su respuesta con mucha ansiedad y expectación; esperaba que él me respondiera de la misma forma, dando a entender que tampoco podría pasar el día conmigo por algo que tenía que hacer, o que simplemente me dijera que iría a una reunión de excompañeros. Pero no fue nada de eso, sólo dijo que no me preocupara y que podríamos vernos en la noche. Me extrañó, y me sentí algo decepcionada porque no me lo haya dicho, aunque sea de manera indirecta.
El autobús me dejó justo en frente del parque de nuestro antiguo colegio, donde, una mañana, todo el curso de tercer grado había salido con carta en mano y la maestra llevaba una pala y una caja que entre todos nos habíamos encargado de decorar.
Comprobé la hora en el reloj de mi muñeca y, a pesar de haber llegado con diez minutos de antelación, podía ver a lo lejos que prácticamente todos ya habían llegado.
Antes de avanzar un paso me puse a escrutar cada uno de los rostros allí reunidos, reconocí a unos varios que a pesar de haber crecido sus rostros aún conservaban esos rasgos de niños que no iba a olvidar. Pero no había rastro aún de Naruto, por lo que, no lo voy a negar, algo aliviada de tener que posponer un poco lo inevitable, me acerqué a ellos.
La primera en girar y reconocerme fue Matsuri.
—¡Hinata! —Me sorprendí cuando me abrazó pero no tardé en devolverle el gesto. Recordaba que Matsuri eran tan callada como yo, pero tan responsable que siempre se encargaba de comunicarnos a todos los mensajes de los profesores y de organizar las salidas—. ¡Me alegra que vinieras! Ven, saluda a todos.
Me pasé unos buenos cinco o diez minutos saludando a mis antiguos compañeros, todos estaban con una enorme sonrisa, rebosantes de ansiedad y felicidad como yo. Era algo bien loco reencontrarte con gente que compartiste mucho luego de muchos años, y más aun sabiendo que de por medio hay escritos de nuestros mini yo de hace diez años. Ni siquiera me acuerdo que fue lo que puse en esa carta y me moría por releerla.
Pasaron unos quince minutos más hasta que Matsuri alzó la voz para que todos le prestáramos atención.
—¡Bueno! Creo que ya estamos todos o no vendrá nadie más, así que comencemos a desenterrar esa caja.
Dos chicos que sostenían las palas desde que llegué se pusieron manos a la obra u comenzaron a excavar en ese mismo lugar que hace diez años la maestra había elegido para que no lo olvidásemos: debajo del enorme sauce, mirando hacia la estatua de un cerezo gigante.
A su alrededor los murmullos de expectación de mis excompañeros los rodeaban pero yo estaba más pendiente de otra cosa. Me acerqué a Matsuri y la tomé del brazo para hablarle bajo a su oreja.
—¿No deberíamos esperar a Naruto? Él aún no ha llegado.
—¿Naruto? —Matsuri me miró con el entrecejo ligeramente fruncido y luego negó suavemente con la cabeza—. Él no vendrá, me escribió anoche para avisármelo.
Parpadeé, aturdida y la miré como si estuviera loca.
—¿Qué?
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¡Hello!
Uff, no publicaba hace...siglos.
Me disculparía, pero, a pesar de que me siento mal por todo lo que tuvieron que esperar, no es que lo hiciera con maldad, sino que la universidad me absorbió, ya saben.
De todas maneras a esta historia sólo le queda un bello capítulo y luego de eso me dedico a publicar mi otra nueva historia "Demasiado buena para mí" También NaruHina, cortita y super fluff; así que si quieren pasarse a chusmearla son bienvenidos.
En fin, creo que este capi me quedó bastante romántico y no recuerdo que esa haya sido su idea inicial, pero me gustó bastante el resultado final jaja
¿Por qué Naruto no habrá ido? ¿Qué se les ocurre que pasará en el capítulo final?
Desde ya les digo que, como en toda esta narración, no esperen un super dramón en el final con explosiones, zombies y un personaje muerto...Será un lindo cierre para esta linda historia de esta aún más linda pareja.
Desde ya les agradezco su paciencia, la verdad no tenía pensado terminar el capitulo hoy y publicarlo, pero acá estamos jaja
Saludos gentesitas y nos vemos en el final.
¡Bye, bye!
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