| I |

Mis padres, tutores y maestros siempre aludieron a que tenía una mente maestra, porque era capaz de no estudiar y aprobar un examen, con una alta nota, por el simple hecho de comprender el contenido la primera vez que lo veía.

Mi memoria es impresionante, por eso puedo decirles con certeza que ese día -diecisiete de abril, hace diez años- caía una lluvia alucinante de pétalos de cerezo por todas las calles de la ciudad, y el olor a primavera, polen y pasto inundaba mis fosas nasales en un embriagante aroma.

En la escuela no era de destacarme; tenía notas promedio y ninguna persona que podría llamar confiadamente mi amiga. Pero estaba bien, era tímida, pero mis compañeros eran amables, quizás no lo suficiente como para llegar a interesarse un poco más en mí, pero, al yo no acercarme tampoco, lo tomaba con una extraña relación recíproca, se estaba bien por parte de ambos lados.

No es que no me interesara la idea de compartir con alguien gustos, anécdotas, chistes y situaciones especiales...pero tampoco era de las personas que se esforzaban mucho por lo que deseaban; simplemente, lo tomaba como que si no llegaba no era para mí, ya aparecería.

Mientras no tuviera malas notas en mi boletín de finales de semestre papá estaría conforme; mientras fuera capaz de integrarme al grupo, cuando mis maestros lo precisaran, ellos estarían conformes; mientras fuera femenina, ordenada y educada mamá estaría conforme, y si pasaba los fines de semana en el patio trasero jugando con mi pequeña hermana podría ver su enorme sonrisa siempre.

Todo funcionaba, y no esperaba más de nada.

Y así, precisamente, suponía que sería aquel nuevo año de cuarto grado, y fue cuando todo dio un giro de ciento ochenta grados...

-¡Soy Uzumaki Naruto-ttebayo!

El chico se presentó a gran voz delante de todos. Parpadee varias veces al contemplarlo, era extraño ver a un chico así, al menos para mí y para mi curso completo.

Uzumaki Naruto, un rubio de ojos tan azules como el cielo, tres marcas como bigotes de gato en cada mejilla y la energía de veinticinco cachorros Golden Retriever cuando era hora de comer; tenía cierta tendencia a ser escandaloso para todo lo que hacía.

Casi siempre, cuando el salón se sumía en esos silencios serenos de estudio y pequeños murmullos, me gustaba cerrar los ojos y distraerme en mis pensamientos o, simplemente, garabatear cosas en las ultimas hojas de mi cuaderno. Aquellos pequeños momentos de paz, que tanto solía disfrutar, terminaron siendo interrumpidos siempre por algún ensordecedor grito del rubio, haciéndome rebotar de mi asiento y provocando que yo, y todos los ojos habidos en mi salón, se dirigieran al moreno en una mirada no muy amable.

Y así era siempre; Naruto era alborotado y el salón le dedicaba esa mirada reprobatoria que no lograba para nada acallarlo. Me sorprendía lo ausente que parecía a su juicio, él sonreía siempre, como si no se diera cuenta de su alrededor y viviera en su propia burbuja de escandalosidad.

No era una persona grosera, de hecho, era bastante amable; no dudaba en ofrecer su ayuda a algún compañero que, viera, la necesitara. Varias veces me levantó uno que otro lápiz que se me había caído del pupitre, o cuando le pedían algún favor él no le decía que no a nada, en eso los demás le estaban agradecidos.

Y luego de un accidentado inicio de año llegamos a un acuerdo silencioso donde nos pudimos acostumbrar a Naruto, el salón volvió a su extraña armonía y yo podía volver a mis desvaríos relajantes, ahora, ya siendo inmune a cualquier ocurrencia del rubio. El grupo entero aprendió a tolerarlo y llegó a tomarle una especie de lazo afectivo, no muy relevante, pero ya no lo despreciaban, era equilibrado.

Sí, Naruto se adaptó al grupo, aunque no se llevaba muy bien con los profesores, ni con el estudio en general. Se habían vuelto rutinarias las discusiones con los maestros por intentar que prestara atención y éste alegando que no entendía nada porque era aburrido.

Pero, como si de un efecto dominó se tratase, uno a uno, como nosotros, los profesores aprendieron a lidiar con las arrancadas del chico haciendo uso de toda su paciencia como educadores.

El Uzumaki parecía doblegar a todos con su anclada sonrisa y testaruda actitud...a todos, menos a la profesora de ciencias.

Senju Tsunade, la más estricta y aterradora profesora de todos los tiempos; nadie se atrevía a respirar en su presencia. Contaba la leyenda que si te atrevías a contestarle usaría tu cuerpo como el experimento de disección de los de sexto. Otros, decían que era capaz de golpearte tan fuerte que tu cara se deformaría irreparablemente, y las más alocadas aseguraban que ella había sido una torturadora que cumplió su condena en prisión y ahora se dedica a enseñar...

Fuera cual fuera la verdadera, nadie se atrevía a descubrirla. Por eso, por más injusta, dictatorial y mal llevada que podía ser, se hacía con el respeto todos...de todos menos, claro, de Naruto.

-¡No puede ponerme una mala nota por no estarla mirando-ttebayo!

-Estabas distraído y eso es una completa insurrección para mí -mientras ella escribía con parsimonia la nota en el cuaderno del rubio los nervios de Naruto crispaban a modo de tic en su pie derecho, estaba alterado, muy alterado.

-¡Sólo me distraje un segundo!

-No acepto distraídos en mi clase. Ahora, ¡fuera del salón!

-¿Qué! ¡esto es injusto! ¡Ni crea que le haré caso, vieja!

En ese segundo todo mundo perdió la respiración. Si se sabía algo sobre Tsunade Senju es que irremediablemente, nunca, ¡jamás! Puedes tocar con ella el tema de su edad...

-¿Cómo...hablaste, niño insolente? -la profesora giró su rostro lentamente hasta clavar una densa mirada castaña en los desafiantes zafiros del suicida rubio. La tensión era latente, tanto que podía cortarse con un delgado alfiler.

-Vi-e-ja.

Lo último que recuerdo es a un Naruto siendo arrastrado de las orejas fuera del salón a los gritos por la maestra. Nunca supimos que pasó con él; ella volvió a los quince minutos y el temor de que lo haya asesinado, o enviado por paquete a una reserva de leones hambrientos de niños maleducados en África, se hizo latente en nuestros corazones. Pudimos respirar aliviados cuando vimos aparecer a Naruto tres días después por la puerta del salón con la misma radiante sonrisa. Y aunque nunca nos quiso decir que pasó, sí nos explicó que ahora estaba obligado a tratarla con respeto o "esta vez no tendría compasión".

Los meses siguieron pasando y el otoño se hizo presente con la blanca escarcha del cielo que no llegaba a pintar el suelo, pero sí hacia que las hojas de los árboles se apresuraran a desprenderse de sus ramas y caer muertas a tierra.

Era un día martes como cualquier otro y me tocaba la limpieza del salón, por lo que todos mis compañeros ya se habían ido y yo era la única que quedaba ordenando.

Me gustaban los días que me tocaba limpiar; tenía un momento de tranquilidad en el cual podía meditar mientras hacía algo que todos necesitaban, era perfecto.

Cuando hube terminado con todas las tareas comencé con el laborioso trabajo de abrigarme antes de salir; una bufanda amarilla, un tapado lila y guantes bordó. Caminé tranquilamente hacia la salida por los pasillos casi desolados de la escuela, las clases habían terminado hace una media hora y, ciertamente, daba algo de miedo estar allí en ese momento.

Tenía en mis manos un vaso de agua sucia que alguien olvidó botar luego de la clase de arte. Caminaba bastante distraída cuando, de la nada, una puerta se abrió frente a mi obligándome, sin querer, a derramar el líquido que tenía sobre la persona que abrió la puerta.

-¿¡Pero qué haces, niña tonta?! -el chico se veía mucho más grande que yo, y estaba enfadado, muy enfadado, ¿y cómo no estarlo? Si lo mojé por entero.

-L-lo, lo siento, no fue mi intensión, y-yo...-ya de por sí no era buena para manejar mi habla, y en una situación así todavía peor.

-¡Lo hiciste a propósito? -él gritaba, y yo solía inhibirme ante aquellas situaciones, por lo que me era muy difícil reaccionar.

-¡N-no, claro que no! Es, es que no te vi...

-¿Qué no me viste! -él se calló al parecer percatarse de algo, frunció sus cejas para, lentamente, formar una bellaca sonrisa en su rostro-. Oh, claro, pero si eres una niña ciega.

-Y-yo no...

-¡Con razón tus ojos son tan feos!

Quería llorar de impotencia y rabia. Si algo detesté toda mi vida fueron las constantes burlas y comentarios hacía mis particulares ojos blancos. Papá decía que debía sentirme orgullosa, que eran nuestra marca distintiva que nos hacía resaltar como los Hyuga que somos, únicos. Pero a mí no me lo parecía, sí resaltaba, pero no como él me lo coloreaba.

-¡Mis ojos no tienen nada que...!

-¡Mírame, estoy aquí! ¿Acaso no me ves, niña ciega? -él se movía de un lado a otro mientras su descarada risa taladraba mis oídos.

-¡Eres un...! -levante mi mano como mero gesto impulsivo, pero él se percató y fue más rápido a lo que fuera que yo iba a hacer; tomó mi muñeca y la apretó con fuerza, sus ojos ya no mostraban diversión, sino mucho enojo. El miedo me invadió en ese momento y ya las lágrimas de asomaban por mis parpados.

Él acercó su rostro al mío y sólo pude cerrar mis ojos ante lo impotente que me sentía en esa situación, no era capaz de ya nada más y en esos momentos es cuando me daba cuenta que el conformarme no era suficiente para mí...

-¡Oye grandulón, suéltala-ttebayo! -esa inconfundible voz hizo que abriera mis ojos con rapidez justo a tiempo para ver como el rostro que estaba a unos centímetros del mío era alejado bruscamente por un empujón. Al percatarme de la situación sólo fui consciente de la espalda de Naruto delante de mí.

-¡¿Y tú quién eres, enano?!

El rubio colocó un brazo protectoramente delante de mí mientras que con el otro se señalaba con el dedo pulgar y su típica media sonrisa confianzuda.

-¡Yo soy Uzumaki Naruto!

-¡Pues no te metas donde no te llaman, Narutonto!

-¡Ja! Pareces un bebote de mamá con esos insultos.

-Retira tus palabras enano -en una larga zancada se acercó hasta el Uzumaki para chocar sus frentes intentando intimidarlo con su evidente diferencia de alturas, mas el rubio no se amedrentaba ni un ápice.

-Yo, nunca retrocedo a mis palabras.

Todo pasó tan rápido que ni siquiera me di cuenta; Naruto se abalanzó sobre ese chico y con mucho enojo comenzó a lanzarle golpes que el otro sujeto le devolvía. Yo sólo podía permanecer parada allí, torpe e incapaz de hacer algo. Suspiré aliviada cuando un profesor apareció, por fin, y los separó. Luego de un infructuoso pequeño interrogatorio sobre que ocurrió los llevó a ambos hacía la oficina del director. Lo último que pude ver fue la misma espalda de Naruto perdiéndose por el pasillo.

Al día siguiente Naruto no apareció por el colegio, y al siguiente tampoco, y no fue sino hasta el tercer día donde me pude acercar a él para agradecerle por lo que hizo y disculparme por causarle tantos problemas, odiaba sentirme una carga. Él sólo me sonrió en respuesta con un alegre "no te preocupes".

Podría decir que aquel fue mi primer acercamiento con el rubio. Luego de eso no sucedió nada más interesante. El festival de otoño ya había pasado y no encontrábamos en pleno invierno.

Ese lluvioso día la profesora Tsunade estaba más estricta de lo normal y ya cinco chicos se llevaban una nota en su cuaderno por cualquier tontería absurda que deliraba la maestra en su contra. Era totalmente injusto, pero no podíamos hacer nada.

Naruto estaba al borde de una catarsis nerviosa, y todos sabíamos el porqué; Era obvio adivinar que la profesora estaba provocándolo:

«Naruto, pasa al frente».

«Naruto, no muerdas el lápiz».

«Naruto, siéntate derecho».

«Lee el capítulo dos».

«Respuesta incorrecta».

«Habla más fuerte».

Todo eso resultaba un cumulo insufrible para la poca paciencia del chico. Tenía estrictamente prohibido reaccionar; según el dictado en su sanción no podía ocasionar más "descontroles" que afecten la armonía de sus compañeros y la clase en general. Lo que significaba que un arrebato más de su parte y podían hasta llegar a expulsarlo, y eso era lo que motivaba tanto a la rubia.

Por unos segundos, la clase se sumió en un silencio bastante pesado, Tsunade se encontraba sentada en su escritorio recargando sobre él sus codos y con sus manos entrelazadas sobre sus labios. Mientras cada uno estaba concentrado en su cuaderno, terminando los ejercicios del día, ella observaba minuciosamente con ojos mordaces y ninguno se atrevía a levantar la mirada.

Justo cuando ese silencioso momento se estaba volviendo algo digerible, Tsunade arrastró su silla hacía atrás y se paró delante del pizarrón, lo que, como respuesta, provocó que todos dejáramos nuestros lápices y le prestáramos total atención.

-Como tarea para la próxima semana, deberán leer el capítulo tres, cuatro y cinco del libro, y responder todas y cada una de las preguntas, me las entregarán en la primera instancia de la clase...-se pausó unos segundos pasando su mirada por todos nosotros, deleitándose con nuestras innegables expresiones de desacuerdo e indignación-. Y más les vale entregar algo formidable, porque de este trabajo dependerá el sesenta por ciento de su calificación anual -mientras una aguda sonrisa se dibujaba en sus labios todo el curso abrió los ojos desorbitantes ante tales palabras, de manera sutil nos dedicamos miradas de asombro entre nosotros, ¡era totalmente injusto! Y cuando pensamos que no podía ser ya más perversa, todos fuimos testigos de cómo sus ojos se clavaron en el rubio-. Y Naruto, tú, aparte, deberás escribir un ensayo y exponerlo delante de todos, porque es claro que necesitarás toda la ayuda posible para aprobar el año, sí es que puedes...

El Uzumaki dejó caer ligeramente su mandíbula mientras apretaba los puños en un gesto total de impotencia. Notaba como toda la rabia y el odio que sentía hacía esa maliciosa mujer brotaban de sus ojos como chispas centellantes, indicio de un abrasador fuego capas de consumirlo todo. Temí por ello, si Naruto hacía algo Tsunade cumpliría su cometido; un castigo más y podía ser su fin.

Ella lo presionaba con la mirada; retadora, desdeñosa y muy persuasiva. Él, sólo respiraba fuerte, viendo, desde mi lugar, como su pecho subía y bajaba alterado. En el momento en que clavó sus enormes ojos azules en los castaños suyos el tiempo se detuvo para todos; Naruto, podía hacer algo...

Para alivió de todos, la maestra giró sobre sus talones justo a tiempo y fue a pararse frente al pizarrón para limpiarlo. El momento tenso había terminado y podíamos respirar tranquilos...o al menos eso creíamos, hasta el instante en que una esfera de papel arrugado golpeó la ventana, rebotando en la pizarra mientras se escuchaba el ruido de sillas corriéndose bruscamente.

Tsunade giró ceñuda, todo sucedió en un segundo que le podía costar el alma a cualquiera, y ese cualquiera tenia marcas de gato y su última vida en juego. No sabíamos que hacer, teníamos nuestras miradas clavadas en ella porque si las enfocábamos en él claramente lo delataríamos. Aunque claro, no era necesaria tal hazaña al saber de antemano que la mujer lo culparía a como dé lugar, era lo que estaba esperando y, como todos, sabía que había sido su culpa.

Naruto tenía expresión de pánico con sus ojos bien abiertos, como de alguien que sabe que ha cometido el más grande error de su vida sólo por un impulso. En realidad, pudo haber sido peor: el rubio, de la rabia -justificada, pero, en fin-, arrugó su hoja descargándose con ella, creo que no fue realmente consciente cuando enfocó a la maestra y le apuntó con ella, de no haber sido por uno de nuestros compañeros que estaba junto a él, el cual se paró pronto y alcanzó a manotear su brazo para desviar el tiro, la cosa hubiese estado peor...

Tsunade entrecerró más sus ojos y Naruto tragó duro.

-¿Quién arrojó eso? -pronunció pausado, sin perder esa parsimonia que la caracterizaba. Por un minuto completo nadie se animó a contestar, no seríamos capaces de delatarlo-. Volveré a preguntar, ¿quién fue? -pasó su vista por todos quienes, como respuesta, sólo le rehuíamos inclinando nuestros rostros. Volvió a fijar sus ojos en su único objetivo-. Naruto -sus hombros se tensaron al oír su nombre y levantó el rostro totalmente atemorizado-, ¿me vas a decir que no fuiste tú? ¿En verdad crees que soy tan ingenua? -imitamos el gesto del rubio al abrir los ojos de forma exagerada, una suave sonrisa se dibujó en sus labios y él volvió a apretar sus puños; era esto lo que ella buscaba.

-Y-yo...

El Uzumaki balbuceaba, algo extremadamente raro en él. Se notaba que estaba conteniéndose, lo más probable es que, si abría la boca, era capaz de insultarla en todos los colores posibles, por eso no se atrevía a hacer ninguna estupidez...otra más.

-Anda, si fuiste tú, se valiente y admítelo. ¿Quieres que castigue a alguien más por tu culpa?

Naruto soltó un jadeo, algo que él jamás permitiría sería que otra persona sufra consecuencias por su culpa, no se lo perdonaría jamás. Y todos lo sabíamos; él era buen compañero, era un buen amigo. Cuando alguno de nosotros tuvo problemas el rubio aparecía en el momento intentando ayudar, y sí, quizás era molesto, ruidoso e inoportuno; pero era agradable y también gracioso. Desde que llegó cambió el sobrio ambiente del grupo por uno más alegre; chicos que jamás se miraron desde el primer grado ahora se saludaba en las mañanas, risas en conjunto, sonrisas cómplices, ayuda con la tarea...si dejábamos que se fuera, si no lo ayudábamos en este momento en que él nos necesitaba todos sus logros con nosotros no habría servido para nada, y nosotros nos convertiríamos en irremediables traidores. Naruto nos cambió, él una vez me salvó y ahora era mi turno de ser como él y defender lo que creo.

Con un resignado suspiro el Uzumaki aflojó sus puños derrotado, y levantó una firme mirada para admitir su culpabilidad con ese orgullo que lo caracterizaba, pero no iba a permitir eso, al menos no yo.

-Yo...

-¡Fui yo profesora! -Me levanté de mi lugar estrepitosamente y alcé la voz. Sentí como todos los ojos en la habitación se posaron en mí sorprendidos, y era entendible, viniendo de mi...pero no me amedrentaría, no renunciaría a mi palabra-. Yo, fui quien arrojó esa bola de papel...

Intentaba ser fuerte, tenía que ser fuerte, si me permitía flaquear todo se derrumbaría. Nunca había mentido, mucho menos a un profesor, nunca había desafiado la autoridad, y nunca, jamás había levantado la voz en público...me sentía extrañamente bien.

-Hyuga... ¿Tú? -Tsunade levantó una ceja en mi dirección, no había considerado el hecho de que, claramente, no me creería ni una palabra. Pero ya estaba aquí y no podía echarme para atrás. La mirada de Naruto estaba muy clavada en mí y no distaba de la sorpresa que acarreaban también las demás expresiones de mis compañeros.

-Sí, yo. Por eso, le pido que no culpe a Naruto, aceptaré mi castigo correspondiente.

-Hinata...-oí apenas susurrar a Naruto y algunos otros compañeros que comenzaban a intercambiar miradas. Un murmullo comenzó a llenar el lugar y la profesora no lo soportó mucho.

-¡Silencio! -Elevó su voz más alto de lo que alguna vez la escuché, dirigió sus ojos a mí y en ese momento todo mi interior tembló-. Hinata, sí sabes las consecuencias de tus hechos, ¿no? -comprendí su mensaje, entendía que ella sabía que lo estaba encubriendo, pero también tenía que entender que no me rendiría tan fácilmente, ya no.

-Sí.

-Entonces...

Estaba preparada para sus palabras, para su castigo para el regaño de mi padre, lo que viniera lo afrontaría. Pero en ese momento vi como Naruto abría la boca y dejé de respirar. ¡No debía decir nada! De seguro no podía soportar el hecho de que yo recibiera la sanción, pero era algo que yo había decidido, era mi propia elección.

-¡Yo lo hice profesora!

Giré bruscamente mi mirada a la persona que ahora estaba igual de parada que yo y con una mirada igual de determinada, no era Naruto, era otra compañera.

-¡No, fui yo!

-¡Mentira, fue mi culpa!

-¡Yo arrojé el papel!

Uno a uno cada miembro del salón se levantó para inculparse. Las miradas de Naruto, Tsunade y mía viajaban a cada chico que se levantaba a lo largo del lugar alzando la voz, tomando la responsabilidad del acto.

Mi corazón dio un brinco irreconocible, en ese momento no me sentí sola y estoy segura de que Naruto tampoco, sabía que sus sentimientos y acciones había llegado a cada corazón de nuestros compañeros como al mío, por eso, no lo abandonaríamos ahora que él nos necesitaba.

Tsunade hervía en rabia, debía ser la primera vez en todos sus años de educadora que todo un salón se le revelabs, un golpe duro para su orgullo.

-¡Sí profesora, fui yo! Mire -Uno de nuestros compañeros arrojó una bola de papel en un intento por respaldar sus palabras, lo que contagió al resto.

-¡No, mire: fui yo!

-¡No, así lo hice yo!

De un segundo a otro el salón se había convertido en un campo de guerra de bolas de papel, hasta yo me había unido, y jamás reímos tanto como aquella vez mientras Tsunade intentaba, inútilmente, detener ese caos.

Ese día nos castigaron a todos, pero fue curioso porque, desde entonces, nos unimos más. Naruto me agradeció por lo que hice y nos volvimos buenos amigos, así como también con más chicos del salón.

Esos últimos meses de cuarto grado mis días en la escuela fueron los mejores, todo era agradable, todo era perfecto, y aún más cuando Naruto alegraba nuestros días. Era divertido tener su compañía, y la disfruté todo lo que restaba del año.

Descubrí una parte de mí que no creía que tenía: podía reír, podía hablar abiertamente con otra persona o con varias, no tenía miedo a decir lo que pensaba y siempre buscaba más y más; ya el conformarme no era suficiente.

El último día de clases nos tomamos una foto grupal, la cual atesoro con mucho aprecio.

Al año siguiente, lamentablemente, Naruto se había cambiado de escuela. Nos pusimos bastante tristes, pero procuramos en mantenernos tan unidos como él nos había enseñado a ser.

Desde entonces no vi al rubio por mucho tiempo, y así pasaron los años y yo seguí practicando lo que él me había enseñado; sin darme cuenta tomé su filosofía de vida como mía propia y llegué a la preparatoria siendo una Hinata totalmente diferente a la que comenzó esta historia.

Como dije, no volví a ver a Naruto, por lo que, sin querer realmente, con el tiempo me olvidé de él; para mí ya sólo era un bonito recuerdo de la infancia.

Pero como les mencioné, el destino no tenía eso pensado para mí, y ese año; con la edad de dieciséis y ya en mi primero de preparatoria, ¿quién pensaría que me volvería a encorar con mi rubio favorito?

.

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¡Buenas!

Acá les traigo este primer capítulo que da inicio a esta historia.

¿qué les apreció?

La verdad, pensaba hacerlo más corto pero, en fin, quedó así.

Espero lo hayan disfrutado ¡y muchas gracias a los que decidieron darle una oportunidad a esta historia!

No tengo más que agregar así que por ahora me despido.

¡Bye, bye!

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