Capítulo XXXVII: Miedos

No podría ser más feliz.

Soy yo.

Estoy aquí por arriesgarme. Estoy aquí con su camisa como vestimenta. Estoy aquí, porque ahora no puedo pensar en otro lugar dónde más estar a gusto que no sea su lado.

—¿Ves la nieve? —comenta Random, detrás de mí con sus brazos entrelazos por delante de mi cintura, sujetos ahí, aferrados, haciéndome sentir que tengo su protección.

La luz del día se abre paso entre el vidrio empañado de la única ventana en la cual contemplamos tal hermosa vista.

—Cautiva —digo, extasiada.

—Cae al mismo ritmo en que mis sentimientos van cayendo desahuciados por ti. —susurra, dejando un rastro cálido de besos sobre la piel desnuda de mi cuello que enciende mis alarmas y corrompe la serenidad de la vista como el eminente roce de nuestros cuerpos.

Volteo hacia él, haciendo maniobras para no deshacer su agarre. Deslizo mis manos en sus hombros para ser consciente de su torso desnudo. Y así frente a él, estoy dispuesta a confesarle cuánto lo amo a pesar de que nada de este amor es correcto ante los demás, pero para mí es perfecto. Es lo justo. Es como debe ser. Es lo necesario para mantenerlo o mejorarlo, pero no para arruinarlo. Sin embargo, él me sorprende.

Sonríe.

Sus brazos se van deslizando hacia tomar mis dos manos. Sus ojos no despegan la mirada de los míos. Es inevitable no emocionarme. Es inevitable no sonreír y al mismo tiempo querer llorar. Se empieza a bajar de a poco hasta quedar de rodillas.

—London, ¿quieres casarte conmigo? —Me mira expectante ante mi notorio silencio, y es así como añade: —No tengo el anillo en este instante, pero prometo que lo tendrás. —Roza mis manos con un fugaz beso—. Es aquí, es ahora, es en este preciso instante en que lo quiero todo contigo. No quiero dejar pasar más tiempo para saber que la mujer que amo está dispuesta a caminar por el laberinto de la vida de mi mano, porque la protegeré y la haré feliz a pesar de no ser perfecto. Quiero ver su jodida sonrisa cautivar mis días, tardes y noches. ¿Aceptas? ¿Aceptas a este hombre imperfecto dispuesto a ser perfecto por ti?

Intento decir algo. Siento un nudo en la garganta. Mi corazón se abriga con una creciente manta de emociones que lo impulsa a desear estar fuera de mi pecho y mostrarle a este hombre cómo está latiendo locamente por él.

—Sí —digo, finalmente.

Y todo pasa de prisa.

Él sonríe.

Yo sonrío.

Se levanta entusiasmado y me abraza, terminando por elevarme con su agarre y dándome volteretas por el aire que se acaban como lo hace la felicidad.

Sí.

Así es.

La felicidad se esfuma.

Me inundo de miedo y terror. No es solo por el sonido de la puerta siendo tumbada, sino también es el hecho de que ahora estoy detrás de Random como una niña escondiéndose de los monstruos, aferrando a su espalda. Me da miedo la persona quien está apuntando en dirección a nosotros con un arma y con una expresión colérica genuina en su rostro.

—¡Entrégamela! —exige Adam, a viva voz.

Y sí, aquí estoy ahora como una cobarde. Estoy escondiéndome del monstruo. De él. De Adam.

Aunque desgraciadamente a ese monstruo lo acompaña dos más. Dos hombres corpulentos con pintas de matones vestidos de traje. Portan armas, pero las mantienen abajo predispuestos a tomar una posición de disparo si su jefe se los pide.

—¡Jamás! —exclama Random, tratando de bloquear con su cuerpo el mío para que no esté a la vista de Adam.

El monstruo avanza unos pasos.

Estoy temblando. Sé que Random trata de mantenerse inmutable ante la situación, pero ambos estamos conscientes de que estamos en desventaja.

—Bien —suelta Adam.

Y para nuestra desgracia, nuestra desventaja acaba de ser nítidamente notoria.

Mis manos ya no hacen contacto con la espalda de Random... ahora están cubriendo mis oídos. Un disparo. Sí, un disparo hacia el techo es lo que hace que retroceda un poco más y Random baje su guardia.

—¿Puedes oír el sonido de la gloria? —indica Adam, con malicia, dejando detrás de esas palabras el rastro de su carcajada en el espacio.

Mi corazón quiere salir disparado de mi pecho. La sensación me ahoga. Y una remota decisión aclarándose en mi mente se empieza a ser presente. Debo aceptar mi destino. Debo hacerlo por el bien de Random. Igual si no lo hago, ambos perderemos. Entonces es aquí, en este punto, donde prefiero perder sola.

—Me voy contigo —digo, agarrando todas las fuerzas que hay en mí para ponerme derecha y relajarme. Hacer ver esto para él como su momento ganador. Solo así bajará la guardia. Intento creer que solo así también no hará nada en contra de Random.

Y lo hace.

Baja su arma.

—¿Qué dices, London? —Su voz se eleva en un tono vacilante. Suficiente para acentuar que él está ganando—. Repítelo.

Veo a Random inmóvil.

No tengo que ver sus ojos para saber que lo estoy lastimando. Yo también me estoy matando por dentro, Random.

Doy un paso hacia el costado.

Un paso para que aquel ruido haga entender a Random sobre mi decisión. Lo hago por él. Si no hago esto, él podría estar muerto en un par de minutos.

—Me voy contigo, Adam.

Pero antes de que pueda ser capaz de dar más pasos y pasar de Random para ir Adam....

Él interviene.

Me salva.

O tal vez nos hunde a los dos.

—¡No! —La mano de Random sujeta mi brazo derecho con firmeza y voltea a mirarme.

Sus ojos fijos en mí. Dispuestos a todo, menos a perderme. Lo sé. No es necesario que hable. Su mirada me lo dice todo. ¿Y si este sitio es nuestro final? Morir a su lado defendiendo lo nuestro se vuelve para mi mente una novela trágica de amor, pero para mi corazón es el acto más sublime de decirnos adiós.

—¡No! ¡Tú eres mía, London! —Basta escuchar la voz del monstruo para que el silencio en la habitación sea roto. Basta el ruido de un gatillo siendo halado y una bala siendo liberada para que también el silencio sea roto. Basta ver caer a Random hacia atrás y llevándome con su mano hacia él para que sin dudas el silencio sea roto.

Aunque es mi grito el que escucho más claro que nada.

—¡No! —Es mi grito de dolor.

Son mis lágrimas las que no me dejan ver con claridad la ubicación de la herida. Mis manos tiemblan, intentando buscar el daño.

—Ven, conmigo. —Esa voz. Esa voz está muy cerca de mí. Esa voz toma forma en brazos, arrastrándome lejos de Random.

Lucho por zafarme.

Es inútil.

Otros brazos más fuertes bloquean mi resistencia, levantándome del piso y cargándome en un hombro. Miro por última vez el cuerpo de Random. No sé si es mi visión afectándome o en realidad lo veo intentar recuperarse, porque ahora estoy fuera de la habitación donde no hace mucho tenía una sonrisa.

Solo un parpadeo.

Solo uno basta.

Solo uno para que una funda de tela negra cubra mi cabeza.

—¡Random! —grito, desgarrada por dentro.



__________________________________________________

Sí, aquí en adelante tendrán que ser fuertes para lo que viene. Bueno, tal vez, exagero. 

Pensaba en dar todos los capítulos de golpe, pero mejor hoy subo dos y mañana los siguientes así tienen tiempo para procesar todo esto.  


Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top