Capítulo VIII: Su sombra

—¿Qué hacías en ese lugar? —cuestiona Adam.

Estamos en mi apartamento y lo único que quiero hacer es descansar en mi cama, después de mi largo baño y mi improvisado vestuario de una camisa el doble de mi talla con una pantaletas. Me desplomo sobre la suave base. Las sábanas y todo el espacio me recuerdan que estoy libre. Unas horas antes pude haber muerto. Pude.

Y es por eso que estoy detestando la reacción de Adam en este preciso momento. ¿Preguntarme que hacía ahí? ¿Acaso no era obvio? Comprando algo. Estaba con mi amiga la cual por cierto se quedó en su apartamento de Brooklyn un poco atemorizada por lo que vivimos. Le ofrecí que se quedara conmigo en mi apartamento, pero se negó. Sé en cierta medida por qué. Ella sabía que debía confesarle a Adam sobre mi situación.

—¿Me lo vas a decir? —inquiere.

Miro al techo, exhalo como impulso para lo que diré. Un pequeño y afanado impulso, porque me temo que ahora algo dentro de mí está deseando no estar embarazada de él. Y eso está mal. Muy mal.

—Estaba acompañando a Brenda, porque iba a comprar una prueba de embarazo. —¡Bravo! ¡Bravo, London! ¿Acaso le mentiste? Sí, por supuesto que lo hiciste.  

Lo escucho avanzar unos pasos y sentarse en el borde la cama. No demora mucho para que sus manos se internen por debajo de mi blusa en una delicada caricia a mi abdomen. Cierro mis párpados. Y siento la culpa. Imagino que parte de mi supuesta "confesión" él deseaba que fuera yo quien compraba la prueba de embarazo. 

—Encargaré algo de cenar y llamaré a mis padres para informarle que todo está bien contigo. —dice, algo vacío. 

Abro mis ojos de inmediato para observar sus gestos y ver algo en ellos que digan qué ocurre, pero no cuento con que sus labios estén a centímetros de los listos para dar un beso lleno de devoción y amor. Los acepto. Vuelo a insertarme en la oscuridad. Una cautivadora. Mi deseo se enciende.  

—Adam —susurro, cuando sus labios se despegan de los míos.  

Los quiero de vuelta. Así que, arrastro mis manos por su espalda y las llevo a su cuello para guiarlo de vuelta a mí. Me vuelve a besar, pero no es tierno. Me mordisquea ligeramente mi labio inferior, y yo no me quedo atrás. Lo sigo. 

No puedo evitar mirarlo cuando con una mano guía mi cuerpo hacia más arriba de la cama. Su mirada solo se enfoca en mis labios. Sonríe. Debe estar viendo el rastro que está dejando sus toques de mordidas en mi labio. Su obra. Instantáneamente, abro mis piernas en aceptación a que su cuerpo encaje con el mío. Se ubica sobre mí. 

Su pelvis se inclina hacia delante. Aún con su pantalón en su lugar puedo sentir  su dura erección. Me excito. Aprieto internamente mis paredes vaginales. No puedo resistir el movimiento de empuje que hace él con sus caderas. Dejo de sostener su cuello para buscar los botones de su camiseta. Trato de desabotonar uno por uno, pero el deseo me mata que los dejo a medidas para ir directo a la cremallera de su pantalón. La deslizo.

Busco lo que quiero. Lo que es mío. Lo que deseo. Lo agarro con tal avidez que empuño para bombearlo. Gimo. Me resulta poderoso tener el control. Adam me mira a los ojos cuando decido hacerlo al mismo tiempo. Los dos nos miramos sombríos. Lo sé. No es necesario que él me lo diga o yo a él.

—Para —suelta Adam, pero el control que tengo sobre él me motiva a seguir.

Así que, lo guío.

Lo guío para que él sea quien esté sobre la cama y yo montada sobre cuerpo. Mi entrada, a pesar de mi pantaletas, reacciona a su maravilloso bulto que está casi fuera.  

—¡Quítatelas! —ordena, al llevar sus manos en los bordes de mi cintura de la ropa interior de talle alto.

Niego con mi cabeza. 

Me inclino hacia delante, deslizando mis manos sobre su pecho casi desnudo. Una estrategia sensual solo para llegar a su oído y susurrarle sugestivamente: 

—Hazlo tú. 

Regreso a mi posición de monta y sonrío. Él intenta bajármelas, pero lo deja al ver que no colaboro con moverme de mi sitio. Retiro sus manos a ambos costados de su cuerpo para levantarme. Estoy de pie en la cama y él se ve tan vulnerable debajo de mí. Llevo mis manos por debajo de mi camisa que hace la supuesta función de un vestido corto. Me retiro lentamente mi ropa interior, deslizándola con cautela provocando la desesperación de Adam.

—Vamos deja eso y ven. —Alzo sus manos hacia el frente. 

Una vez fuera la ropa interior, me acomodo para estar de vuelta montada sobre Adam. Pero ahora quiero algo más. Quiero jugar sucio. Quiero hacerlo venir sin que me penetre o hacerle sexo oral. Alzo mi camisa hasta mi pecho y le hago un nudo a un costado. Es necesario, porque quiero que me vea hacer lo que va a pasar después de eso. 

—Vamos introdúcelo en tu interior, amor. —Agoniza de placer con cada palabra.  

Alzo un poco mi cuerpo hacia arriba para que haya el espacio suficiente para que al sacar su erección de su cremallera no obstruya con mi plan. Lo hago. Tomo la base con ambas manos y la trato de doblar un poco hacia delante. Entonces, me bajo de apoco y empiezo a deslizar los otros  labios, aquellos que son su perdición, en todo la base de su miembro. 

—¿Qué haces? —pregunta, algo confundido. 

—Déjame hacerlo —digo, mientras miro hacia su encarnecido miembro. 

Lo masturbo. 

Lo masturbo con tal solo mi entrada de un movimiento de arriba hacia abajo por toda su base. Me excita. Me enloquece. Me desespero, porque quiero tenerlo dentro de mí. Pero hoy no. Voy a aguantar con tal de darme este placer.  

—London —dice, entre gemidos. 

Las ganas de él sometiéndome aumentan. No resisto. Retorcijarme en su erección está aumentando mi deseo de penetración.

—Espera —gimo. 

Me deslizo más. Lo caliente de su miembro me enloquece. No resisto. Me preparo para introducirme su miembro, pero él eyacula.  

Un desastre. 

Su pantalón se mancha de líquido seminal.  

Y yo con mis  ganas apagándose.

—Lo siento —me excuso, para hacerme a un lado, y él se pueda limpiar el desastre. 

—Déjame quitarme todo y continuamos. —Se sale de la cama, dirigiéndose al baño. 

Deshago el nudo de mi camisa. Escucho la llave de la ducha cuando me levanto y decido ir hacia el balcón. La vista es esplendorosa para ser un segundo piso cerca del Central Park. La oscuridad es tenue por las luces en cada edificación y pequeños puntos de seguridad por el lugar. El frío empieza a filtrarse por debajo de mi prenda. Recuerdo que no tengo ropa interior y la sensación de hacer pis me llena.  

Vuelvo mi última observación hacia el parque al otro lado de la calle. En una esquina está un carro de lujo estacionado con alguien observando hacia donde estoy. No es paranoia. Lo sé. A pesar de la oscuridad de los vidrios que ocultan su rostro puedo percatarme que me observa. Niego con la cabeza.

Deshago esa teoría conspirativa. Hoy terminará bien mi día. Me alejo del balcón y cierro los ventanales, deslizando las cortinas en el proceso. Adam sale del baño con una toalla sujeta a su cintura. Me quedo parada observándolo. En parte, observando lo que es mi vida ahora. Él es la suma de lo que tengo, pero esta semana alguien quién no debía sumarse a la ecuación me salvó la vida.

Random. 

—¿Voy abrir o vas tú? —Las palabras de Adam me sacan de mi estado nebuloso. 

—¿Qué? 

Me dirijo a la cama.

—Están tocando el timbre —comunica, mientras se seca su caballera con una toalla de tocado que ni me fijé que tenía.

No quiero ir a ver quién es. 

Se supone que él iba a ser un pedido a domicilio de comida. Que vaya él. 

—Ve tú. —Sonrío, sentándome en el borde de la cama.

Obedece.

Sale del cuarto.

—Random, Random... —murmuro, inquieta, porque es real. 

Él me salvó la vida por la misma cantidad que en el pasado nos unió. Debería de odiarlo por no regresar por mí. ¡Maldito! Debo olvidarte.  

—¡Debo! —Golpeo la cama. 

—¿Qué debes? —Interviene Adam. 

Miro hacia el frente. ¿Es una broma? Adam trae consigo un ramo de rosas blancas. Se supone que debería ser comida lo que traiga con él.

—¿Y la comida? —Mi estómago ruge. 

—Aún no hago el pedido. —Me mira serio—. ¿Y esto? —Mira hacia el ramo y saca una tarjeta negra la cual hace el gesto de leer—. Los chicos buenos también lastiman. 

—Los chicos también lastiman —replico la frase. 

—¿Quién es Palani? —Alzo una ceja. 

Me sobresalto.

Ese es el segundo nombre de Random.



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¡Bien! 

¡Lectora fiel!

Ahora puedo confesar lo que ha estado atrapando mi tiempo durante unos meses y que solo tú que has llegado hasta aquí te enterarás.

¡RANDOM saldrá en físico!

Tranquilas.

Será en Septiembre del 2019 bajo el sello de la Editorial Red Apple. 

Prometo terminar este libro al igual que unos más de la misma serie antes de que "Random" se despida de la plataforma. Además tengo nuevos proyectos que amarán y que van así con el contenido adulto, romance y tramas que las atraparán.


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