8: Tu secreto te garantizará

Renart

Me subo al borde de la pileta, luego ayudo a Severin para que salga del agua también. Su gesto es una mezcla de susto por no saber nadar, odio por ser yo quien la auxilió y vergüenza porque somos el centro de atención de los presentes. Increíble que pueda haber tantas expresiones en una sola cara.

Para no volver a caer, se mantiene agarrada a mi brazo. Lo que me satisface, pues la fachada funciona muy bien. La visita a la mansión de Norman ha sido todo un éxito.

―¿Ya me puedo ir? ―murmura Severin.

―No lo creo, te gusta mucho mi brazo.

―Me gusta no andar fingiendo estupideces ―refunfuña.

―Y a mí me encanta tu bikini violeta.

Rueda los ojos, luego se aleja un poco, pero no se lo permito. La agarro de su hombro, entonces, la vuelvo a acercar.

―Aleja tu cuerpo mojado de mí ―se queja, aun así, no se aparta. Nuestras pieles se siguen rozando, pues yo continúo sin remera―. ¿No existe una mejor opción que yo? Deberías reconsiderarlo.

Mantengo el abrazo.

―¿Tan baja autoestima tienes? Hasta Norman piensa que eres bonita. Deberías darte más puntos a ti misma ―copio su tono bajo.

―¿Eso fue un halago?

―Pues sí, mi novia debe tener mucha confianza. Esas palabras no pueden existir en esta relación.

Bufa.

―¿Qué relación? Además, me refería a que seguro encuentras una novia más adecuada para ti, una que esté encantada contigo. Muchas te aman, no hay necesidad de incluirme en ese grupo.

―Creo que ya tuvimos esta conversación, tú lo haces más creíble que cualquier otra. Sin contar que tu secreto me da garantías. Tengo un seguro por si acaso, ¿recuerdas?

Miro que los presentes intentan oír nuestra conversación, pero no se aproximan tanto, como para no quedar mal. El sonido de otros opaca nuestra charla, así que todavía me preocupa menos. Aunque sí es cierto que estos intercambios de palabras, deberían ser en lugares más privados.

―¿Vamos a comer? ―consulto, ya que no me respondió.

―¿Quieres decir que me tengo que ir contigo? ―se queja.

Me carcajeo.

―Sí. ―Me levanto, entonces le ofrezco mi mano.

Acepta de mala gana el gesto, así que la ayudo a pararse. Luego de que nos vamos a cambiar, Severin sube a mi coche y el chófer nos lleva a una cafetería. Elegimos una mesa, y al fin nos sentamos.

―¿Puedes decirme por qué estoy aquí? ―consulta la chica, mientras observa el menú―. En este sitio no hay nadie que nos pueda...

Alzo el dedo índice, así que se calla. Encuentro una camarita debajo de la mesa, entonces queda estupefacta. La desactivo, acto seguido, decido explicarle.

―Mis padres saben qué lugares visito de manera frecuente, no podemos hablar a la ligera en espacios así.

―¿A tus padres también les mientes? ―pregunta, impactada.

―Todavía no, te presentaré formalmente después.

―¿Es por ellos esto?

―No ―digo a secas.

―¿Una prometida loca?

Me río.

―Muy cliché.

―¿Tienes algún trastorno? ―Sigue intentando adivinar.

―Ojalá.

―¿Te gusta torturarme?

―No veo que estés sufriendo.

Golpea la mesa.

―¡Renart...!

―Qué agresiva ―la interrumpo al reírme otra vez―. Escucha, vinimos aquí, porque querías hablar, soy todo oídos. ―Le sonrío.

Enarca una ceja.

―¿Disculpa?

―Debemos dejar de hablar de nuestros secretos en público, un día nos van a escuchar.

―Es tu problema, no el mío. ―Bufa―. Tú me metiste en esto.

Tomo su mano y entrelazo nuestros dedos.

―Estamos juntos en esto, darling.

―Eso es muy vergonzoso y no necesitas hacerlo ―dice incómoda.

―De hecho, no sabemos si hay más cámaras o si algún fan ha estado dando vueltas a nuestro alrededor.

―Entiendo.

―Debemos pasar más tiempo juntos ―agrego―. ¿Por qué no vienes a dormir? Echaré a Norman.

―No, gracias.

Me aproximo a su cara.

―Te lo perdonaré por ahora, pero mañana sí tienes que venir.

―No quiero, soy la única que mantiene mi casa, así que debo regresar.

―Te enviaré gente a limpiar.

―No.

―Sí.

―¡Qué no! ―Presiona los dientes.

Suelto su mano y cruzo mis brazos.

―No está en discusión. Eso arreglará el problema de que no puedas venir a mi dormitorio, ¿verdad?

―¿Para qué quieres que vaya?

―Nadie va a creer que estoy esperando hasta el matrimonio. Muchas chicas han entrado a mi cuarto, así que es imperativo que tengas que estar ahí. Varias veces Norman se ha ido para que yo tuviera fiesta, el imbécil empieza a sospechar.

―¿Qué pasó? ―Usa un tono de burla―. ¿Andas con abstinencia?

―Ah, mira, tienes sentido del humor, ¿quién lo diría? ―expreso, relajado, sin responder a su provocación, entonces sonrío―. Me sirve.

Rueda los ojos.

―Como sea, no iré a tu habitación.

―Lo harás o publicaré tu apellido en todo lugar que encuentre ―amenazo, luego mi gesto es más amigable―. No te preocupes, solo vamos a dormir, a menos que...

―¡No termines la frase! ―me interrumpe, alterada―. ¡Bien, mañana iré a tu cuarto!

―Excelente, te enviaré el equipo de limpieza a tu casa esta misma noche si es necesario.

―¡No quiero nada tuyo!

Presiono un botón en el celular.

―Ya está hecho.

―¡¿Por qué eres tan rápido?! ―se queja.

Hago una gran sonrisa.

―Soy muy bueno en lo que hago.

Terminamos la cita en la cafetería, entonces mi chófer deja a la chica en su casa. Luego me lleva a mí a los dormitorios de la universidad. Llego hasta mi cuarto, así que visualizo a Norman allí. Al igual que yo, prefiere estar aquí, en vez de estar en la casa de sus padres. Quizás por eso somos amigos.

―Deja de dormir y ordena este desastre. ―Lo pateo, así que se cae de la cama―. ¿Eres imbécil? No puedes estar un día sin mí, te hubieras quedado en tu mansión y tu fiestita.

―¡No es lo mismo sin ti, amor! ―dramatiza, quedándose en el suelo y poniendo la mano en su frente, exagerando―. ¿Y la acosadora que nos separa?

―Ya levántate, imbécil, y ordena esta porquería.

Decide pararse y me abraza, así que lo empujo.

―Eres tan arisco, miau. ―Mueve la mano como un gatito.

―Te voy a patear tan fuerte, que desearás no haberme tocado.

Bufa.

―Ya, en serio, ¿y la acosadora? Qué raro que no estén dándose duro en este momento en esa cama. ―Señala mi colchón.

―Viene mañana, por eso te pido que ordenes.

―¿Puedo grabar? ―pregunta, sin escrúpulos.

―No.

―Pero si una vez me dejaste con...

―No ―repito.

―¡Pero...!

―Eso no va a pasar ―dictamino.

―¡No seas aburrido!

―No es un trío, Normie ―enfatizo.

―Aguafiestas. ―Hace puchero.

―Ya cállate y ponte a limpiar.

―No soy tu mucamo.

―Tú ensuciaste.

―Touché, pero, si me lo pides por favor.

Ruedo los ojos.

―Por favor, limpia esta mugre.

―¡Ay, sí!

―No me abraces ―le advierto cuando intenta hacerlo.

―Solo no me enojo, porque eres muy guapo.

―Lo que sea. ―Me voy a mi cama, me acuesto, entonces me pongo a revisar mi celular.

Miro las fotos con Severin, las cuales le obligué a sacarnos, antes de venir aquí, entonces subo algunas a las redes, las que me parecen más bonitas. Me quedo observando una en particular, en la que le hice tomársela sola, la pongo en mi fondo de pantalla. Costó, pero logré que su gesto pareciera natural.

Debo ser el mejor fotógrafo del mundo o ella es una buena modelo. Agrando la imagen, entonces sonrío. En realidad, no se lo puede negar, sí, es bastante hermosa. No me sorprende, tengo entendido que su madre fue una supermodelo, es evidente que su hija tendría una buena genética. Ahora esa mujer está en la banca rota, esa familia es un desastre.

Veremos si puedo hacer que Severin no lo sea. 

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