19: Tu amigo te aconsejará
Renart
Era evidente que ella me pediría algo como esto, pero nunca pensé que sería una tortura para mí. El beneficio de Severin es que al menos una vez a la semana no nos veamos. Obviamente, me voy a cobrar este dolor tan gratuito que me ha dado. No puedo creer que sea para tanto. Aunque mi cerebro no lo comprende, ya que solo quiere ordenarles a mis piernas para ir a buscarla.
No debo estar enamorado, seguro estoy obsesionado.
En mi hoja hay escrito un montón de veces su nombre, y encima sigo escribiendo, mi mano no se detiene. Tendría que estar prestándole atención al pizarrón, pero no logro hacerlo.
¿Por qué mierda no me pidió algo material? Hasta le compraba la luna si me lo solicitaba. ¿Cómo es que no aprovechó para sacarme información? Es obvio que no se la hubiera dado, pero al menos pudo haberlo intentado, en vez de privarme de su hermosa presencia.
Me estoy volviendo loco.
Enrollo un quinto papel y lo tiro, le da a un compañero, entonces todas las miradas se dirigen a mí. Dos de mis amigos se me acercan, uno preocupado y el otro bromeando.
―Te ves mal ―dice Ronin.
―Es que no ve a la novia ―expresa Stan.
Sonrío de manera amigable, aunque por dentro estoy gruñendo lleno de odio, hasta quiero asesinar a alguien, cualquier persona estaría bien para mí.
―¿Tanto se me nota? ―Río―. Qué vergüenza.
―Ve a buscarla, el profesor no se ha dado cuenta.
―Yo creo que ni se enfadará, él también es fan de Renart.
―Gracias, chicos, pero no puedo. ―Suspiro―. Estamos intentando darnos un poco de espacio, para que no se deteriore la relación.
―Eso es lo que aspiro en una pareja ―declara Ronin―. Hay que tener tiempo para uno mismo también.
―O quizás solo se pelearon ―acota Stan y cuando frunzo el ceño, intenta arreglarlo―. Aunque eso no pasa con ustedes, son perfectos.
No le contesto, quedándome pensativo. Cuando me levanto, se sobresaltan y retroceden al verme avanzar, saliendo del aula. Murmuran, pero ni los escucho. Necesito alejarme de esa gente, no estoy para opiniones de terceros.
Llego al patio y visualizo a Norman, tiene alguna clase extra de gimnasia. Nunca me tomé el tiempo de preguntarle por qué se metió a esta. También ejercito, pero me anoté en una cátedra diferente a la de él. Cuando me inscribí, pensé que lo haría conmigo, sin embargo, terminó en esta clase y no a la que voy yo. Es curioso, pues creía que me seguía a todas partes.
Mi amigo me visualiza, entonces comienza a correr en mi dirección y se detiene en un derrape al llegar hasta mí.
―¡Hey! ―saluda.
―Normie ―digo sin expresión en el rostro.
―Creí que estabas en clase.
―Sí, pero Ronin y Stan me molestaban, así que me fui.
Alza el puño.
―Les voy a pegar ―declara en alto.
―Sabes que puedo hacerlo yo, ¿cierto? ―Enarco una ceja.
Se carcajea y pone una mano en la cintura.
―El gran Renart Nowell no necesita a nadie, él es el rey.
―Sí ―murmuro.
―No te ves bien ―opina.
Gruño.
―Si vas a decir lo mismo que Ronin, te pego un puñetazo ―advierto.
Vuelve a reír.
―Yo solo digo lo que noto, pero puedes intentar pegarme, no lo lograrás ―expresa con altanería―. Tú no eres el único que está en la élite de Florealis.
―Igual todos me aman más que a ti ―exclamo con arrogancia y sonrío―. Eso nunca va a cambiar.
―No me vas a decir qué te pasa, ¿cierto? ―Enarca una ceja―. ¿Tiene que ver con tu secreto? El que nunca me has querido contar.
Bufo.
―Cállate, no es nada de eso. ―Hago una pausa―. Bueno, más o menos, en realidad, es por culpa de Severin.
―¡¿Me vas a contar algo?! ―declara, emocionado.
―¿Qué? ―Ruedo los ojos―. ¡No!
―Sé que no te fías de nadie, pero puedes confiar en mí ―aclara.
Necesito sentirme libre, necesito...
Miro hacia un costado, pensativo.
―La otra vez, Severin me aclaró que estoy muy solo, y creo que tiene razón. ―Me cruzo de brazos―. Aunque eso no hará que deje de sentirme de esa forma, al menos pude oírlo en voz alta, lo que no me atrevía a decir.
Se forma un silencio, pero no lo miro, tarda un poco en responder.
―Quizás te sientas así, pero no lo estás. A pesar de que no le crea nada, la tienes a ella y, obviamente, también estoy aquí.
Presiono el puño.
―Eso es mentira ―murmuro.
―¡Claro que sí, yo...!
Alzo la vista a mirarlo y se calla, entonces revelo.
―Severin no es mi novia, estamos fingiendo.
Queda un poco en shock.
―Es por ese secreto, ¿verdad? Tiene que serlo. ―Hace una pausa―. Aunque, en realidad, sí que lo sospechaba, casi les creo.
Me río.
―No podía engañarte, era muy raro. ―Mantengo la sonrisa por un momento, pero luego la deshago―. Y se vuelve peor, porque ahora me gusta de verdad.
―¡Nah! ―expresa, incrédulo, pero como no cambio el gesto, insiste―. Es broma, ¿cierto?
―Claro que no.
Se revuelve el cabello.
―¡¡Recuperé a mi amigo de juergas en cinco segundos y ya lo volví a perder!! ―se lamenta―. ¡¿Quieres matarme?!
―¡¡Concéntrate!! ―lo reprendo y frena todos sus movimientos―. ¿Cómo va a ser mentira si por su culpa te estoy contando todo esto? ¿No te das cuenta de todo el cambio que ha hecho en mi cabeza? ¡¡Es un desastre!!
―Definitivamente, has sido hechizado.
―¡¿Y qué hago?! ―expreso con desesperación.
―No sé, en las novelas, cuando el chico se enamora de la chica, dice que se la va a follar para sacársela de la cabeza, pensando que solo era una calentura, y termina más enamorado que antes, así que no lo hagas.
―¡¡Esto no es una obra de Wattpad, Norman, esto es serio!!
―Entonces ríndete a sus pies y fin del asunto. ―Bufa.
―Ya lo hice. ―Refunfuño.
―¡¿Entonces cuál es el problema?! ―Alza los brazos.
―¡¡Qué no le gusto!!
―Ah, era eso. ―Baja las manos―. Bueno, es fácil de arreglar.
―¿Cómo? ―Enarco una ceja.
―Renart, por favor, eres el rey de esta universidad, ya sabes qué hacer.
―Cierto. ―Levanto el puño.
Tengo que usar mi mejor versión de hombre encantador para conquistar a Severin. Soy el maldito amo de esta institución, soy el dios de los corazones, soy...
―No lo sé. ―Me doy cuenta―. Severin no es como las otras.
Enarca una ceja.
―¿Única y detergente? ―Norman parece asqueado.
Me carcajeo.
―Me refiero a que las mismas técnicas no funcionan, necesito otras.
―¡Claro que funcionan! Solo necesitas ser más encantador y... ―Sonríe, maliciosamente―. Descubrir qué le gusta, empezando por Stevenson.
―¿Wyler Stevenson? ―declaro, desconcertado―. ¿Stevy?
―Ella lo ama ―se burla en tono cantarín.
Gruño y presiono el puño.
―No me lo recuerdes, ya me había olvidado de ese estúpido.
Acabo de conocer los celos y no me gustan nada.
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