3._Superficie


El líder de los centinelas se adelantó a sus compañeros para mirar a los ojos a Loto y reclamarle su insolencia. Lejos de intimidarse, la mujer, se mantuvo firme en su postura. Algo que pareció ofender al hombre que dejándose llevar por la ira del momento, la atacó usando su lanza cuyo extremo superior pareció cargarse con algún tipo de estática que de haber tocado a la mujer le hubiera hecho bastante daño.

Loto todo lo que hizo fue esquivarlo. Las alas de la armadura del centinela se enredaron en las cuerdas, pues este las abrió un poco intentando no perder el balance al ser eludido. Acabó cayendo al agua del pantano y haciendo reír a los aldeanos, pues a todos les resultó un tipo muy torpe. Las carcajadas ocasionaron que los demás hombres armados tomaron una actitud agresiva y los compañeros de Loto entraron en actitud de combate.

-Arrestenla- exclamó el líder al salir volando del pantano con algas y lentejas de agua en su cabello- Faltó el respeto a un real centinela.

-Deberías arrestar a las sogas, que se atoraron en tu armadura, que fueron las que te humillaron- le dijo una voz ronca de entre la multitud.

-¿Quien dijo eso?- exclamó el líder.

Los aldeanos se arrojaron al suelo de rodillas. Solo Loto quedó de pie casi de frente a una criatura, para los centinelas, extraña.

El líder observó a esa criatura con bastante atención. No recordaba haber visto nunca un ser semejante. Por supuesto insistió en tratar de averiguar quién o qué era, pero él no parecía interesado en dar respuesta a sus preguntas. Furioso el líder de los centinelas ordenó, con un ademán, retuvieran a Loto para intimidar a esa criatura que parecía tener con los aldeanos algún tipo de relación. La mujer no se resistió. No pareció tampoco preocupada por su suerte. En lugar de eso parecía estar pendiente de que era lo que ese ser iba a hacer.

Sin que esa sonrisa medio sarcástica se le borrará del rostro, Geen arrojó hacia el líder del grupo las semillas de la fruta que había probado antes. El impacto fue semejante a un balazo. La armadura fue agrietada y acabó por colapsar haciendo que aquel hombre cayera a las aguas otra vez. Sus siguientes blancos fueron los sujetos que tenían a Loto, pero estos dejaron a la mujer para arrojarse sobre él. Fue un intento inútil. Ni siquiera fueron capaces de ver que les ocurrió. De pronto solo estaban en el pantano. El líder del grupo había regresado a la plataforma a tiempo para ver como el más atrevido de sus hombres terminaba por volverse un montón de arena negra que se deslizó hacia las verdes aguas debajo de ellos.

-Fuiste tú- exclamó el hombre con asombro- Tú hiciste desaparecer el árbol- agregó a media voz.

-Y sí lo hice ¿Qué?- exclamó el dios caminando hacia él para tomarlo por lo que quedaba de armadura y levantarlo tanto como su brazo podía alzarse- ¿Quién es este sujeto, mujer?- le preguntó a Loto.

La muchacha quedó un poco confundida ante la pregunta.

-Él es uno de las ramas. Rara vez vienen a las raíces y nunca es por algo bueno- contestó finalmente.

-¿Qué eres tú?- preguntó el sujeto con una voz entrecortada.

-Él es un dios- le dijo Loto- Un dios destructor- agregó con gravedad.

-Eso es imposible. El dios de la destrucción es solo un mito. No existe- exclamó el pobre tipo y esas fueron las últimas palabras que pronunció en su vida.

Loto se mostró bastante sorprendida de que el dios acabará con ese hombre. Antes lo hizo con uno que lo atacó, pero no estaba en posición de defenderse. Sin duda el dios de la destrucción era un ser terrible e inmisericorde, de quién había que cuidarse. Los demás soldados abrieron vuelo y huyeron hacia los ramas de los árboles. Geen no acabó con ellos. Volvió sobre sus pasos hasta quedar de pie frente a Loto quien pese a tener permiso de verlo a los ojos, prefería no hacerlo.

El dios paso por su lado para mirar a los demás aldeanos todavía postrados. Levantó un poco la mirada hacia las copas de los árboles y permaneció así un buen rato.

-Sí entiendo bien, tú jamás has estado allá arriba- dijo en voz baja, pero todavía con bastante autoridad- ¿Jamás has sentido curiosidad por ver lo que hay ahí?

-Cuando era niña- confesó con cierta timidez.

Geen notó que los demás aldeanos oían todo lo que estaba diciendo y no es que tuvieran la intención de hacerlo, pero le resultó desagradable. Rápido se giro a Loto, la tomó por la cintura y la cargo bajo el brazo para elevarse hacia las ramas. La mujer apenas dio un pequeño gritó que se apagó tan rápido como Geen la dejó caer sobre una de las hojas del árbol sobre la aldea.

-Ellos estaba arriba con la luz del sol y ustedes abajo en un pantano pestilente ¿Crees que eso es justo?- le cuestinó Geen.

-Ese es el orden de las cosas- le dijo la mujer- Así es como los diose...

La frase se interrumpió en ese momento. Es que delante de ella tenía a un dios. No tuvo mucho tiempo para asimilar su nueva idea, debido a que una saeta de luz descendió del cielo y cayó sobre la hoja que pasaban, sacándolos a ambos de balance. Como Loto tenía un brazo lastimado, tuvo problemas para sujetarse y evitar deslizarse hacia el vacío. Cuando sus pies llegaron al borde una fuerza invisible freno su caída. La muchacha vio a su costado a una mujer pequeña y regordeta, de cabello blanco y piel color azul. Tenía unos bonitos ojos violeta. Le sonrió mientras movía un báculo hacia atrás arrastrándola a una zona segura de la inestable superficie.

Loto se quedó sentada como un Buda, un poco más atrás de Geen quien se olvidó de ella, para hablar con la recién llegada. El dios le reclamo su tardanza y la mujer se disculpó por ello de forma muy serena y educada.

-Tuve que sortear unos contratiempos. Espero no haya tenido demasiadas dificultades en este pequeño planeta- agregó la mujer inclinando la cabeza a un costado, para ver a Loto- ¿Quién es la dama?

-Su nombre es Loto y es quien tiene que convencerme de no destruir este planeta. Es una guerrera de la gente de las raíces - le contestó el dios.

-Así veo...- murmuró la simpática criatura que recorrió la figura de Loto de pies a cabeza sin perderse detalle, pero de forma rápida y muy bien disimulada- Mi nombre es Martinu, encantada de conocerte Loto.

La mujer se había puesto de pie. Pero no estaba segura de que contestar. Se limitó a inclinar la cabeza como Martinu lo hizo.

-Estabamos camino a la ciudadela- le dijo Geen- Si no encuentro un sitio cómodo ahí tendrás que construirme uno.

-Por supuesto- contestó el ángel y levantó su cetro para formar una burbuja entorno a los tres y subir hasta lo más alto de los árboles.

Loto miró, bajo sus pies, el pantano ir quedando muy, muy abajo. Estaba flotando. Antes creyó que el dios había volado, pero en ese momento estaban todos flotando. Era mágico. Era algo que ni siquiera creyó posible. Mientras iban subiendo, la luz del sol les fue bañando y para ella que no estaba acostumbrada a tanta luminosidad, permanecer con los ojos abiertos le fue un poco complicado. Cuando se atrevió a levantar la mirada, tuvo que hacerlo al amparo de sus brazos cruzados sobre su rostro.

Pronto quedaron ante una ciudad construida en madera, hojas, musgo y demás material del bosque, pero con una arquitectura tan exquisita que los edificios parecían estar hechos de un material más noble. Esculturas, fuentes, arcos y todas las estructuras eran besadas por la luz del sol y por un aire fresco, puro, perfumado. Loto quedó boquiabierta ante tanta magnificencia. Por poco acaba dando un paso en falso y cayendo al pantano. Su presencia inmediatamente llamó la atención de todos. Y es que esa gente llevaba delicados atuendos de colores agradables. Ella parecía una salvaje.

Geen miró a la mujer de reojo. Era obvio que se sentía un poco avergonzada, pero no bajó la mirada ni permitió que los ojos de desprecio y repudio de esa gente la amedrentara.

-Es como otro mundo- murmuró Loto.

-Parece una civilización bastante avanzada- comentó Martinu.

Geen no hizo comentarios y comenzó a caminar hacia el más grande de los edificios sin ninguna razón aparente. Loto fue tras él. Algunos hombres volteaban a verla, pues su cuerpo casi al descubierto llamaba demasiado la atención allí. Otros murmuraban a su paso y algunos parecían estarse comunicando con alguien más por medio de un dispositivo en sus orejas. Al dios nada de eso parecía importarle. Loto en cambio quería acaparar todo con una mirada. Hasta la más pequeña cosa cautivaba su atención. El juguete de una niña por ejemplo, la dejó varios pasos atrás de la deidad. Era una estructura con forma de pirámide que flotaba dando giros para proyectar colores muy bonitos. Habían llegado a lo que podría haberse definido como una plaza. Había algunas atracciones allí que terminaron por atrapar Loto. 

Geen observó a la mujer y se dejó caer sobre un bloque de madera blanca que no era precisamente una silla, pero que a él le sirvió como tal.

-El Supremo Kamisama me dijo que es en las raíces dónde están los mejores guerreros de este planeta- hablo Martinu- Pueden llegar a ser muy fuertes en combate cuerpo a cuerpo y los más hábiles puedes llegar a desarrollar una habilidad que ellos denominan "percepción". Un talento que les permite detectar cualquier acercamiento peligroso. Lo que les da una enorme ventaja en batalla.

-Así que por eso esa mujer pudo evadir el ataque de ki que le lance- exclamó Geen.

-Es posible que haya desarrollado la habilidad sin darse cuenta y al no tener la instrucción pertinente, no ha podido pulirla- aclaro el ángel que veía a la mujer con cierta simpatía. Loto parecía una niña- ¿En qué está pensando, señor Geen?

-No estoy planeando nada si es lo que crees- le dijo el dios- Solo estaba aburrido y decidí jugar un poco.

-¿Jugar?- repitió Martinu viéndolo con una expresión un tanto ladina.

-Que molesta eres - exclamó Geen sin esconder su fastidio- Sabes que detesto la falta de ambición en quienes pretenden tener una cuota de poder. Esa mujer quería ser la líder de la aldea y yo solo le estoy mostrando que ese puesto vale nada...

La ángel lo miró satisfecha, pero todavía con suspicacia.

-Este universo es uno de los mejores, pero no el mejor ¿Acaso se siente frustrado?

-¿Y eso que tiene que ver?- exclamó molesto.

Martinu se medio encogió de hombros y volvió su atención a Loto que estaba jugando con unas esferas traslúcidas semejantes a burbujas. La insistencia de esa extraña mujer en verla, logró hacer que la muchacha voltear al dios que la estaba viendo también, pero con algo de impaciencia. Iba a ir hacia él, sin embargo, la presencia de un escuadrón de centinelas la obligó a detenerse. El grupo descendió como una bandada de cuervos en torno a la mujer que recibió una simple orden:

-Tirate al suelo.

Era inútil tratar de resistirse. Ellos eran más, estaban armados y ella había quebrantado las reglas. No se tiró el suelo, pero extendió los brazos hacia delante en señal de rendición. Aquello consiguió que los centinelas bajarán la guardia, algo que Loto aprovechó para echarse a correr hacia donde había llegado. Con extraordinaria agilidad eludió los proyectiles que los guardias le arrojaron con sus lanzas y al llegar al borde de la plataforma que sostenía la ciudad, simplemente saltó al vacío para sorpresa del dios y el ángel, que también estaban siendo rodeados por los hombres con armadura.

Loto no actuó de manera temeraria. Ella recordaba la cantidad de ramas que había en esa zona. Cayó varios metros antes de tocar madera, volviendo a saltar desde ahí entre las hojas, para acabar escondiéndose entre ellas. Eran tan grandes que podían sostener a cuatro personas antes de doblarse.

Geen se identificó como lo que era. Demostrarlo no fue difícil, pero no tenía intenciones de quedarse ahí. Su interés estaba en el pantano y en la mujer que se quedó meditando en todo lo que vio y en las intenciones que realmente tenía ese dios.

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