2._Dios
Después de unos minutos él la soltó y la muchacha quedó de rodillas a sus pies todavía digiriendo las palabras del dios. No abrió los ojos en ningún momento. De haberlo hecho creía las consecuencias serían terribles para ella. Las viejas leyendas decían que quien mirase a los dioses o demonios a la cara perecerian de una forma horrible, sin embargo, la borrosa imagen en el agua del semblante de la deidad persiguió a Loto detrás de sus párpados.
-¿No sería mejor que fueras con los de las ramas?- le consulto con un tono dócil, tras ponerse de pie- Ellos están en lo alto. Arriba, besados por la luz del sol, más cerca de las moradas divinas y sus sacerdotes poseen conocimiento y estancias para tu agrado, señor...
El dios miró hacia arriba un momento. Loto se quedó parada ahí esperando oír alguna respuesta.
-¿Has estado ahí alguna vez?- le pregunto al bajar su mirada a ella.
-No. Nadie de las raíces sube a los troncos o a las ramas. No está permitido- respondió Loto levantando su rostro hacia las frondosas ramas de los árboles. Un poco de luz de sol le dió en la cara gracias al viento que agitaba los árboles.
El dios puso las manos en su espalda y caminó lentamente en torno a ella. A todas luces Loto era una guerrera. Y una bastante hábil, pues a pesar de estar dormida fue capaz de evadir un ataque suyo. Paso lo mismo cuando intento darle una patada desde atrás. La mujer se giro y bloqueo el golpe con su brazo sano. Aquella acción, el dios, la llevó a cabo con el mínimo de sus fuerzas y estaba destinada solo a poner a prueba a la mujer.
-Abre los ojos- le ordenó al apartar de ella su pierna.
-¡No! Los...
-Estas a mi servicio ahora. Con los ojos cerrados solo me estarás haciendo perder el tiempo- manifestó él al ver hacia el pantano- Abre los ojos te he dicho.
Loto titubeó un instante, pero si el dios se lo estaba ordenando tampoco podía negarse. Abrió los ojos lentamente y observó a la criatura parada delante de ella con la curiosidad de un niño. Era tan evidente su inocencia respecto a él que al dios le causó cierta gracia la expresión de aquella mujer de cuerpo tan fuerte, aspecto poderoso, pero con ojos de infante deslumbra. Cada especie tenía sus ideas respecto a los dioses. No era raro que en algunos mundos los adorasen o tuvieran alguna imagen un tanto desvirtuada de ellos. Pero la reacción de un mortal ante un dios siempre era igual.
-Ven a mi aldea. El chamán te dará la bienvenida y mi gente te recibirá dichosa- le dijo Loto después de que él hiciera un ademán para sugerir avanzar.
Loto se metió en el pantano para alcanzar una raíz que estaba demasiado lejos para llegar a ella de un salto. El dios la vio correr por las aguas para tomar el impulso necesario y conseguir subir a esas retorcidas sendas de madera cubiertas de musgo. Aquel dios llegó allí casi como si hubiera volado. Loto lo miró con cierto asombro, pero entiendo que para él sería sencillo seguirla, la mujer se echo a correr tan rápido como podía. No porque estuviera buscando presumir, sino porque así era como ella y toda su gente acostumbraba a desplazarse por el pantano.
El dios no la seguía. Iba justo a su lado saltando entre las raíces con un impulso mínimo. Loto en cambio tenía que esforzarse bastante, pues su cuerpo estaba lastimando. Sin embargo, su orgullo de guerrera no le permitía dar señales de flaqueza. Después de unas dos horas de marcha silenciosa, Loto abrió la boca para señalar un montón de árboles apretados adelante en el agua.
-Alli hay un atajo- dijo- Solo debe contener la respiración. Las corrientes del pantano nos ayudan a navegar y a bucear de manera segura y rápida. Pero sino quieres mojarte, podemos seguir corriendo por un par de horas más.
El dios la miró como si ella lo hubiera intentado ofender, mas no hizo comentarios y aceptó ir por el atajo. Entre los árboles había un sumidero que se tragaba el agua del pantano. Loto se colgó de una de las ramas que se doblaba por encima del agujero y brinco en el de cabeza después de decir:
-Dejate llevar por la corriente hasta que veas luz. Luego sal hacia el este.
El dios la siguió unos segundos después. Abajo la visibilidad era nula. Solo había oscuridad y la fuerza de la corriente lo abrazo por unos cuarenta segundos. Cuando vio luz distinguió La silueta de Loto y fue tras ella para salir a la superficie. Nadaron entre unos largos y gruesos tallos sobre los cuales habían unas hojas de un metro de diámetro, sobre una de las cuales Loto subió para recuperar el aliento. El dios salió del agua con la misma ligereza y elegancia con la que estuvo corriendo junto a ella. Se quedó de pie sobre otra de esas hojas. Frente a él, a unos doscientos metros, estaba la aldea de la muchacha. Avanzaron hacia allá saltando sobre aquellas hojas.
Las casas eran en realidad tiendas tejidas con musgos y otras plantas del pantano. Colgaban de las raíces como nidos de pájaros sobre el agua. Entre ellas habían decenas se puentes de cuerda que conducían a una plataforma circular donde los aldeanos estaban reunidos, celebrando a la ganadora de la cacería y la próxima líder del lugar. Loto la reconoció de inmediato. Era la mujer de cabello corto que la golpeó en la carrera. Junto a ella estaba el chamán. Un sujeto alto, delgado cubierto de musgo y hojas, con un tocado blanco. Su cara estaba pintada lo que escondió un poco su expresión de asombro.
La exclamación del chamán despertó un murmullo de confusión, pero cuando algunos voltearon enseguida se lanzaron al suelo de rodillas. El anciano solo se cubrió los ojos con la mano mientras los demás terminaban de hincarse. Incrédulo en chamán avanzó hacia los recién llegados haciendo la misma pregunta que hizo Loto al conocer al dios y él contestó exactamente las mismas palabras, pero con un tono menos oscuro, casi burlon.
El chamán no lo miraba a los ojos. Su encorvada postura le permitía tener la cabeza gacha y la mirada en el suelo. El viejo le reclamo a Loto su osadía de permanecer de pie junto a la deidad, pero él le dijo que ella tenía permitido hacerlo, pues le había encomendado una misión.
-¿Una misión a Loto?- preguntó el chamán con incredulidad.
-Así es- afirmó el dios caminando entre los aldeanos, viéndolos con desdén- Ella tiene que convencerme de no destruir esta especie- le dijo al volterarse a él.
La explicación para tal decisión fue la misma que recibió la mujer. No hubieron datos nuevos de ningún tipo. El chamán que sabía más de dioses y demonios que la muchacha, observó la estampa de la criatura con atención. Su figura no le era ajena.
-Esa es una misión muy importante para Loto- señaló el viejo- Pero me temo que ella no está capacitada para algo así. Achira puede cumplir ese deber mucho mejor. Achira es...
-Yo escogí a Loto- exclamó el dios.
-Sí, sin embargo...
Las palabras del chamán se cortaron con una demostración del poder de aquella criatura. El viejo solo vio un destello de luz púrpura, después uno de los árboles se hizo arena negra que cayó al agua del pantano dejando un hueco en el cielo de ramas y hojas. La luz del sol entro brillante, dorada y poderosa. Los aldeanos no pudieron resistirse a observarla, pero tuvieron que cubrir sus ojos con las manos. Ellos no estaban habituados a ese tipo de cosas. Jamás habían visto la luz del sol de esa forma.
Loto quedó obnubilada con aquella cascada dorada brillante que caía del cielo. De una fracción de cielo azul como algunas flores del pantano. El temor se apoderó de todos los aldeanos, pero ella se quedó contemplando aquella escena como víctima de una epifanía. Todos sus pensamientos se apagaron, mientras sus sentidos se agitaban con el fresco viento que entraba por la abertura entre los árboles del pantano. Por un momento se olvidó del dios. Cuando lo recordó, lo miró con asombro. Es que la luz que envolvió aquella porción de terreno, brindo a todo un aura mágica, divina.
-La mujer llamada Loto es quien tiene hasta la próxima luna llena para convencerme de no aniquilar su especie- reitero el dios- Permanecere aquí hasta entonces. Mi asistente llegará pronto y él se encargará de construir para mí un sitio donde descansar.
-Como usted desee, señor- contestó el chamán viendo de reojo a Achira que a su vez no le quitaba los ojos de encima a Loto- Mientras tanto puede quedarse en mi tienda. Es amplia, cómoda y tibia.
-Me parece bien, pero antes dime, anciano ¿Qué estaban celebrando?- le preguntó con cierta curiosidad.
El chamán le explicó respecto a la cacería para designar al líder de la aldea. Achira, la mujer de cabello corto, había logrado abatir al ciervo azul por lo que en la siguiente luna llena ella sería urgida con la sangre del animal en la ceremonia de sucesión. El dios miró a la mujer que al sentirse observada bajo la cabeza.
-¿Dónde está tu tienda?- le preguntó el dios ignorando gran parte de la historia.
El chamán lo guío hasta el lugar, pero antes le hizo una seña a un muchacho para que atendiera a Loto. La mujer estaba herida y requería que la curasen.
-¿Por qué ese dios te escogió a tí? - le pregunto el chico que era una cabeza más alto que ella y tenía marcas azules en todo el cuerpo.
-No lo sé. Él solo apareció ante mí- contestó la mujer y siguió al muchacho.
El dios observó a la mujer hasta que desapareció de su vista. Él nunca lo diría, pero llevaba tiempo monitoreando ese mundo con ayuda de su ángel. Una vez su etapa de observación terminó decidió buscar a alguien y se encontró con Loto a quien vigiló durante la prueba. El dios vio cuando Achira la atacó y fue gracias a él que aquel animal huyo abandonandola sin devorarla.
-Señor... ¿Puedo conocer su nombre?- le preguntó el chamán.
-Geen- contestó de manera algo seca y viendo con algo de desprecio las frutas que habían en un cesto, junto a la silla de musgo en la que se sentó en aquella tienda.
-Geen- repitió el chamán con espantoso asombro- Geen el dios de la destrucción. No puede ser- pensó y dando una disculpa rápida se retiró encargando su atención a uno de sus aprendices.
Caminando tan rápido como sus piernas se lo permitan, el viejo, avanzó entre esos estrechos puentes colgantes que unían las tiendas. Buscaba a Achira que estaba limpiandose las marcas ceremoniales en su cuerpo. Él la observó, dudo en acercarse y finalmente optó por no hacerlo saltando hacia las grandes hojas sobre el agua. A ratos viendo hacia atrás para vigilar que no lo estuvieran siguiendo. Pese a su avanzada edad se movía con bastante agilidad. Después de una media hora llegó a un árbol cuya corteza estaba cubierta de musgo y una enorme enredadera que escondía una escalera tallada en la madera húmeda. Los escalones se torsian hacia la cima desapareciendo en la espesura de la vegetación.
Loto estaba terminando de cambiarse en su tienda. Sus heridas habían sido atendidas y solo le quedaba atar su largo cabello cuando un estruendo la hizo salir corriendo con una lanza en su mano. Al principio creyó que el dios había destruido otra cosa, pero pronto descubrió que el ruido se debió a la llegada un escuadrón de hombres con armaduras de color verde como las hojas. Portaban lanzas con una chispa azul en el extremo superior y tenían capas blancas que parecían alas. Los demás aldeanos murmuraban que ellos habían bajado del cielo.
-Somos centinelas de las ciudades en las ramas. Hace unas horas uno de los árboles se desintegró sin razón aparente- hablo el líder del grupo- Queremos que nos entreguen al responsable de esto. Si lo hacen prometemos no lastimar a los demás.
Geen se asomó desde el interior de la tienda del chamán a ver que estaba pensando. Mordió una fruta, pero la escupió enseguida. Su sabor era ácido y amargo. No le gustó nada. No tenía intenciones de mostrarse. No pronto. En lugar de eso se quedó observando que pasaba. Muchos veían a la mujer llamada Achira, pero fue Loto quien avanzó hacia ellos para decirles:
-¿Y cómo se supone que un aldeano fue capaz de destruir uno de los árboles? ¿Con una lanza como está o con piedras y flechas?
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