I.

El crudo invierno azotaba la ciudad, con sus terribles ventiscas y tormentas que parecían no querer cesar.

El cielo lloraba, como si sintiera el dolor de una gran pérdida y tuviera la necesidad de desahogarse.

—¿Qué haces ahí, cariño? —la voz suave de su esposa lo hizo apartar la vista del largo ventanal, volteando su rostro para encontrarla sonriendo y con una taza de café recién preparado entre sus delicadas manos.

—Solo... —sonrió melancólico, mientras avanzaba hasta la mujer que años atrás había desposado— Me gusta ver como llueve, es todo.

—Lo sé —ella le entregó la taza humeante y él la recibió gustoso, inhalando y embriagándose con ese exquisito olor a café de grano tostado y recién preparado.

—Gracias, tesoro.

Ella ensanchó su dulce sonrisa, mirando hacia el exterior cuando el sonido de un auto estacionándose frente a la casa captó su atención.

—Oh, creo que ya llegaron.

—Creo que sí —llevó sus gruesos labios a la taza para dar el primer sorbo, arrugando el entrecejo cuando la punta de su lengua se quemó.

—Iré a recibirlos —ella se alejó sin siquiera esperar una respuesta, dirigiéndose a la puerta principal mientras su esposo caminaba a paso lento hasta la sala de estar.

Y es que los años habían pasado, llevándose consigo la vitalidad de su juventud.

Atrás había quedado ese precioso y sedoso cabello azabache, siendo reemplazado por uno color ceniza. La perfecta y cremosa piel que lo acompañó en sus años de primavera, ahora lucía un poco seca y arrugada. Del físico curvilíneo y tonificado, solo quedaba uno delgado con huesos delicados.

Los cambios eran visibles en él, mas no se avergonzaba, porque aceptaba que era el ciclo natural de la vida.

—¡Abuelo! —la voz chillona de su nieto menor logró provocarle un pitido en sus desgastados oídos, haciéndolo sobresaltarse y atragantarse con su café.

—Hola, pequeño —tosió, luego le sonrió con cariño, dejando la taza en la mesita de centro para poder envolverlo entre sus brazos.

—Te extrañé, abuelo —el niño se acurrucó entre sus brazos, sacándole una risita baja ante tal muestra de cariño.

Kim Taehyung era un niño de nueve años, tan encantador como lo era su madre.

—Taetae, ya deja al abuelo —Eunji, su nieta mayor, llegó a la sala mientras se quitaba el grueso abrigo que llevaba puesto y lo dejaba colgado en el perchero de madera— Hola, abuelo —saludó con una encantadora sonrisa sobre sus gruesos labios.

—Hola, cariño —respondió él, aún con Taehyung entre sus brazos.

Eunji se acercó, sentándose al lado de su abuelo para besar su mejilla y recibir algún tipo de cariño.

—¿Cómo estás, abuelo? Te extrañé estos días —ella puchereó.

—Estoy bien y también los extrañé mucho.

—¡Hoy nos quedaremos aquí! —Taehyung vociferó con emoción, viendo como su hermana rodaba los ojos ante tanto escándalo— ¡Y así no nos extrañaremos más!

—Papá —Hwan apareció, interrumpiendo a su hijo, temblando aun cuando llevaba capas de ropa para mantener su cuerpo caliente.

—Suegro —saludó Namjoon; su yerno, con una pequeña reverencia y esa sonrisa que dejaba a la vista un par de hoyuelos en sus mejillas.

—Hey —intentó levantarse, pero sus oxidados huesos se lo impidieron.

Hwan abandonó el calor de la mano de su esposo, acercándose y dejando un sonoro beso en la mejilla de su padre.

—¿Cómo estás, papá?

—Ahora que están aquí, estoy bien.

—¿Tienen hambre? —Nayeon finalmente apareció en la sala, frotando sus manos luego de haber asegurado la reja de afuera— Preparé un exquisito pastel de fresas y necesito voluntarios para acabarlo...

—¡Yo quiero, yo quiero! —Taehyung chilló feliz, alejándose finalmente de los brazos de su abuelo para ir con su abuela.

—Vale. Vamos a la cocina y les sirvo algo caliente para que entibien sus cuerpos —tomó la mano de su nieto menor y avanzó con él hacia la cocina, siendo seguido de inmediato por Eunji y Namjoon.

—¿Vienes, papá? —Hwan se detuvo cuando vio que su padre se había puesto de pie, pero no iba en la misma dirección que todos.

—Oh no, cariño —negó con su mano— Ya sabes que no me gustan mucho los pasteles y tengo un montón de cajas por revisar en el ático.

—Vale, pero si necesitas ayuda, no dudes en pedirla.

—Lo sé, no te preocupes.

La casa era grande, demasiado para una vieja pareja que vivía sola. Tenía dos plantas y un pequeño ático que estaba lleno de cajas con cosas que ni ellos mismos recordaban.



***


—¿Abuelo? —Taehyung asomó su cabeza, sin atreverse a subir si el ático se encontraba completamente solo.

—¿Qué pasó, pequeño?

Taehyung sonrió aliviado, subiendo con cuidado los últimos peldaños de la escalera hasta que pisó el suelo de madera, avanzando con emoción hacia donde se encontraba su abuelo.

—¿Qué haces aquí? —la curiosidad en él era notoria y resultaba ser bastante encantadora.

—La abuela quiere que tire a la basura todo lo que no sirve.

—Oh. Mhm... ¿Puedo ayudarte? —se sentó sobre los cojines que estaban en el piso, imitando la misma postura que su abuelo.

—Claro que puedes.

Taehyung tomó una caja, revisándola y encontrándose con documentos que no lograba entender. Claramente eran basura.

Estuvieron así por un largo rato, mientras Taehyung le contaba cómo le había ido en la escuela y todo lo que había hecho durante toda la semana que no se habían visto. También le contó con diversión como su papá había regañado a su hermana por ocultar un examen donde había reprobado.

—Oh... —dijo de repente, logrando que su abuelo se inclinara y mirara hacia el interior de la caja— ¿E-es la abuela?

—Es la abuela —le confirmó él, y el pequeño se sonrojó ante la vergüenza.

Nayeon lucía un precioso bikini de la época, dejando a la vista las perfectas curvas de su juventud.

—¿N-no es basura, verdad? —apartó la vista de la vieja fotografía, extendiéndosela a su abuelo, quien se rió entre dientes a causa de la genuina reacción de su nieto.

—Por supuesto que no es basura —la tomó y la dejó en la caja donde guardaba todo lo que era importante.

—¿Cómo conociste a la abuela, abuelo? —la curiosidad jamás menguaba en el pequeño, siento esta una de sus mayores cualidades.

—Uhm... —fingió pensarlo, como si alguna vez hubiera olvidado el dolor de las cicatrices que el pasado dejó en su alma.

—¿Y? —insistió ansioso.

—Bueno, la conocí cuando no la estaba pasando bien... —terminó por decir— Cuando estaba en el peor momento de mi vida, ella apareció y me rescató.

—¿Se enamoraron así como amor a primera vista?

—No —sonrió, volviendo a mirar la fotografía que yacía en el interior de la caja.

—¿Entonces no amas a la abuela? —parpadeó preocupado mientras fruncía sus perfiladas cejas.

La mano de su abuelo revolvió sus cabellos castaños antes de hablar.

—Por supuesto que la amo, pero no me enamoré a primera vista. Fue un proceso en donde yo tuve que sanar y aceptar la ayuda que ella me estaba brindando, para salir victorioso del pozo en el que había caído.

—¡No estoy entendiendo nada, abuelo! —se quejó, sonando desilusionado al no escuchar una romántica historia de amor como lo era la de sus padres.

—Cuando seas grande, lo entenderás.

—Ya lo soy, tengo nueve —cruzó sus brazos sobre su pecho.

—Lo que digas, cariño —sonrió, negando con su cabeza mientras alcanzaba otra caja.

Siguieron hurgando hasta que Taehyung encontró un viejo álbum de fotos, uno donde solo aparecía Nayeon con un gran vientre abultado y rodeada por antiguas amistades.

—¡No puede ser! —sus ojos brillaron ante la emoción de su nuevo hallazgo. Ojeó el álbum, percatandose rápidamente que en ninguna fotografía salía su abuelo— Nunca había visto fotos de la abuela embarazada... ¿Por qué no apareces junto a la abuela, abuelo?

—Solo... —buscó las palabras apropiadas, odiándose por la mentira que le diría a su pequeño nieto. Pero no podía revelarle que realmente no compartían el mismo lazo sanguíneo, que solo había ocupado el lugar del hombre que las abandonó cuando Hwan apenas se formaba en el vientre de Nayeon— Se había ido de vacaciones junto a unos amigos antes de que naciera Hwan, cariño.

—Ya veo... —Taehyung creyó ciegamente la mentira de su abuelo.

—Ajá, ahora dame eso —extendió su mano para recibir el álbum y así poder guardarlo.

Taehyung pasó los siguientes veinte minutos hablando sobre temas que su abuelo no lograba comprender del todo, hasta que una pequeña y corroída caja de madera captó toda su atención.

—Abuelo, ¿que guardas en esta caja tan fea y vieja?

—¿En cual? —se acercó a paso lento, luego de haber metido unas cosas en las bolsas negras de basura.

—Esta —le respondió sin mirarlo, apretando el pequeño seguro oxidado que la mantiene cerrada.

La caja se abrió, revelando lo poco y nada que ocultaba en su interior.

Era una vieja fotografía.

—No me lo creo... —Teahyung murmuró, acercando la fotografía a su rostro— ¡Eres tú, abuelo!

El abuelo no respondió. Demasiado abrumado con las emociones que recorrieron su sistema al ver, después de tantos años, aquel único recuerdo que le quedaba de él.

—Eras demasiado guapo, ¿crees que yo también lo sea de adulto?

Se obligó a tragar el nudo en su garganta para poder hablar y no asustar a su nieto.

—Ya eres precioso, cariño.

—Eso dices porque eres mi abuelo y te da pena, igual que mamá. Por cierto, ¿quién es él?

—Él...

Taehyung volteó la fotografía, leyendo en voz alta y con dificultad al no entender bien la caligrafía de quien sea que lo haya escrito.

"Eres mi mundo entero, Jimin, pero sé que no habrá un nosotros en el futuro, porque tomaremos caminos totalmente diferentes, pero quiero que sepas que, pese a nuestras decisiones, jamás te dejaré de amar. Mi amor por ti nunca morirá.

Te ama ahora y siempre, Jeon Jungkook."

—¡Taetae, papá dice que bajes! —el grito de Eunji los asustó a ambos, pero fue Taehyung el único que soltó una risita divertida ante su propia reacción.

—¡Ya voy! —gritó de vuelta, escuchando como su hermana refunfuñaba y se alejaba— Iré abajo a ver qué quiere papá y luego vuelvo, ¿vale?

Dejó la fotografía de vuelta en la caja, sin prestar mayor atención al mensaje de amor que acababa de leer.

—¿Abuelo? —preguntó cuando no obtuvo respuesta alguna, observando con preocupación a su abuelo— ¿Estás bien, abuelo?

Miró a su nieto en silencio, obligándose a salir de su transe cuando no encontró el destello de inocencia y felicidad en los luceros del pequeño que estaba frente a él.

Carraspeando su garganta repentinamente seca, se obligó a sonreír.

—Estoy bien, cariño —mintió— Ve donde tu padre y luego vuelves, ¿sí?

—¿Seguro que estás bien?

—Seguro.

—Vale, ya vengo.

Taehyung le dio un abrazo y dejó un casto beso en una de sus mejillas antes de alejarse y bajar las escaleras.

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