Capítulo 5
—Dime nuevamente ¿Por qué en nombre de todos los orgasmos en el mundo debemos levantarnos un domingo a las seis de la mañana?
—Porque, mi querida Taylor, hoy es el día de las exhibiciones de la Aeronáutica Civil y debemos ir a recrear nuestros hermosos ojos con todos esos hombres musculosos. —argumenta Donna, halando las cobijas de Taylor. Mi amiga no es nada madrugadora.
—No me interesa, no quiero ir. —refunfuña halando su lado y tratando de regresar a su cama.
—Claro que iras, te dejaré conducir mi auto —Me rio ante la expresión de Tay. Donna ha dado en el clavo.
—¡Eso no es justo!—grita indignada, en medio de sus sabanas—. ¡No metas a Stanley en esto!
—Tú veras... —murmura Donna y se encoje de hombros. Suelta la cobija y se sienta junto a mí.
—Perra, eres una maldita manipuladora. Vas a dejarme conducir el auto de ida y regreso... ¡a la velocidad que me dé la gana! —Tay sale volando hacia el baño.
Donna termina de vestirse en nuestro cuarto, lleva un jean negro con una camisa por encima de su ombligo y botas de combate. Aplico mis cremas y loción de cuerpo de coco, uso mis jeans favoritos —ajustados con unos agujeros en la rodillas— una blusa de tiras blanca con encaje en el busto y mis converse verdes. Como sé que más tarde hará frío, decido llevar mi cazadora café.
—Estoy lista —Mi boca se abre totalmente, cuando veo que significa el "estoy lista" de Tay. Creo que caí en 1950, lleva un short y top a juego de flores rojas y blancas, con unos enormes lentes rojos y una pañoleta en su cabeza. Sus labios son de un fuerte rojo y lleva tacones altos rojos.
—Tay no creo que... —Empiezo, pero soy interrumpida por su asesina mirada.
—Cállate T, te lo he dicho mil veces, primero muerta que sencilla.
—Está bien... después no te quejes. —Ahogo un suspiro y camino fuera de la habitación.
Bruno quien también nos acompañara está esperando en la entrada a los dormitorios.
—Caray chica, eres un peligro para esos pobres hombres hoy. ¿Estás de ataque o de infarto?
—Las dos —responde Tay sonriendo y es la verdad, o será atacada por los hombres o les dará un infarto.
—Chica, compadezco al hombre que se atreva a acercarse a tu cueva —bromea nuestro amigo.
—Prometo no arañar hoy —murmura con una sonrisa traviesa.
—Bien. Celeste preciosa, toma —Me entrega un café calientito.
—Oh mi baby, que hermoso, gracias cariño. —Tomo la bebida y sonrío como lela.
—Uhmm no me agradezcas a mí, en realidad el café es de parte de otra persona. —Ahora es él quien sonríe con traverusa.
—¿Uh? ¿De quién? —No se me ocurre nadie.
—Bueno, cuando iba pasando por el café Ginna me llamó, al parecer alguien, probablemente tu jugador de baloncesto, pagó por tu café por el resto del mes... y también, ordenó que te fuera entregado siempre, no importa donde estés. Así que aquí lo tienes querida.
—¿Me estas jodiendo? —grito.
—Cariño, así no fuera gay, no jodería contigo eres como mi hermana y eso del incesto no va conmigo.
—No seas imbécil —gruño—, sabes a que me refiero.
—No, no es broma. Darren Barker te está invitando tu café por los próximos veintiocho días, y no creas, paga bien.
—Te lo dije, ese chico va por tus dulces.
—Tiene novia, Donna.
—¿Y qué? Daisy es una perra, T
—Pero es su novia Tay, no voy a ir allí.
—Vale. Tal vez tu no, pero he oído que Darren es intenso y persistente, fresita —Bruno aprieta mis mejillas, jadeo y lo empujo—. Ese chico quiere algo de ti, y se lo darás tarde o temprano, él es irresistible.
—Vámonos —espeto. Darren puede ser un adonis, dios griego, el mismísimo Grey en persona, pero no seré la otra de nadie.
Viajamos las siguientes dos horas en el Corvette rojo de Donna hacia el aeródromo donde se llevará a cabo la exhibición en conmemoración a los pilotos caídos hace treinta años. No soy amante de los uniformes pero será divertido.
—¡Jodidos uniformes verdes! ¿Quién ordenó pollo? Yo pido esa hermosa y deliciosa presa de allá —Bruno señala a un piloto que está preparándose para abordar, se ve realmente sexy en su uniforme.
—Yo a ese, lo baño en miel y yumi yumi.... —remata Tay.
—Yo sólo abriría su cremallera y dejaría que me folle con su overol —escupo el agua de mi boca.
—Por Dios Donna, hay niños —Volteo para mirar a una madre tapando los oídos de su hija de unos trece años, la chiquilla divertida por nosotros. La madre quiere asesinarnos.
—¿Qué? —pregunta con fingida inocencia Donna—, está bien usaría condón. —señala a la niña—. Siempre con condón ¿vale?
—Que groseros —refunfuña la madre y se va arrastrando a su hija mientras ella, se despide con su mano.
—¡Recuérdalo chica... sin condón ni pio! —grita Bruno viéndolas huir.
Ruedo en el piso de la risa cuando la cara de la señora se torna aún más roja y escucho los jadeos a nuestro alrededor.
—Señoritas —Un hermoso chico de ojos verdes, en uniforme de aviación y súper alto se acerca a nosotros—. Me gustaría saber si alguna de ustedes estaría de acuerdo en volar con alguno de nosotros —Señala a otros pilotos.
Dios, todos están buenotes ¿Con que mierda los alimentan?
—¿De verdad? —Me escucho preguntar con emoción.
—Sí, es parte del show. Algunos espectadores podrán participar con nosotros. Tenemos serias medidas de seguridad.
—Yo —grita emocionada, Taylor.
—Yo —Salta, Donna.
—Tómame —murmura Bruno.
El chico piloto sonríe, veo en su uniforme que su apellido es Hernández.
—En realidad, somos cuatro así que pueden ir todos. ¿Tú vendrías conmigo? Es seguro lo prometo —Se dirige hacia mí, flipo internamente.
—Claro —¿Volar con un hermoso piloto sacado de una revista de porno femenina? ¿Qué dicen ovarios?
¡Demonios SI!
Acompañamos a Hernández hacia una de las estaciones donde nos ayudan con uniformes y cascos. No sin antes checar nuestros signos vitales.
—Soy Julián Hernández —Me tiende la mano y sonríe.
—Celeste Ventura.
—Celeste... lindo. Volaremos alrededor del domo que ves allí, haremos unas cuentas piruetas en el aire y luego aterrizaremos en esa pista de allí ¿Estás de acuerdo?
—¡SI! —grito como una niña a la cual invitan al carrusel por primera vez.
Me sonríe tiernamente. —Vamos cariño.
Subo a su aeroplano, en realidad es un F/A-18D, estoy supremamente emocionada.
—Realizaremos algo que se llama aeromodelismo, vuelo estilo libre, llevaré esta belleza hasta allá, haremos una vuelta y regresaremos mostrando la velocidad de este bebé.
—Genial.
La sensación de volar en uno de estos inmensos aparatos es increíble, la cabina está llena de pantallas y botones que no tengo ni idea. Pronto despegamos, es algo así como el vacío de un elevador pero más intenso y la velocidad de esta cosa es impresionante. Escuchamos las instrucciones de los hombres en la torre de control. Mi corazón se acelera, así que grito dentro de la cabina, noto la espalda de Julián sacudirse por la risa.
—¡Esto es malditamente genial! —grito.
—Cuide su boca señorita, nos están escuchando allá abajo —Puedo sentir la sonrisa en su voz, aun a través del comunicador.
—¡Lo siento esto es increíbleeeee! Todo se ve tan pequeño... mira ese edificio de allá cabe en mi mano. —Julián ríe.
Llegamos al domo y en una maniobra que no logro ver, Julián voltea la nave y estamos dando vueltas, veo el cielo y luego el suelo en un minuto.
—¡Oh mi jodido Cristo!... Ups lo siento señores de la torre —Escucho algunas risas y veo como Julián vuelve a sacudirse.
Regresamos a tierra, quito mi casco. Julián me ayuda a bajar y no puedo evitar abrazarlo.
—Gracias. Muchas, muchas gracias. Esto ha sido increíble. —Julián sonríe y veo por encima de su hombro a Bruno que está verde, Donna está besando por todo el rostro al piloto y Tay está en brazos de otro. Mis amigos son tremendos.
—Fue un placer para mí. Gracias por confiar que te mantendría segura.
—Fue fantástico, gracias nuevamente. —Estoy a punto de caminar hacia mis amigos cuando Julián me detiene.
—Señorita eh... uh ¿Le importaría regalarme su número?
¿Qué?
—Me gustaría llamarla y si lo permite ¿Salir algún día? —Se ve un poco nervioso lo cual me confunde, son sexys pilotos, hombre... son un imán para las chicas ¿Estará actuando?
—Está bien —Le escribo mi número en una de sus libretas y me despido. Asegura que me llamará.
Caminamos hacia mis amigos, Bruno se encuentra sentado tomando agua que le brinda el piloto al cual acompañó, Suarez, se ve preocupado.
—Lo siento mucho, no pensé que me darían tantas nauseas. Pero fue jodidamente bueno.
—Creo que debería recostarse un rato. —Suarez se inclina a nivel de los ojos de Bruno y sé que mi amigo está disfrutando esto.
—¿Te sientes bien cariño? —Abrazo a B.
—Si princesa, creo que no debí desayunar huevos.
Taylor y el teniente Marshall se encuentran en una conversación-coqueteo, Donna observa las fotografías que el teniente Phillips tomo desde la altura.
—Impresionante ¿Puedo quedarme con una? —pregunta con esperanza.
—Claro. —Le entrega una de las fotografías—. Esta será para mi hijo. Siempre me pide le guarde una.
—Gracias.
Cuando Bruno se recupera, es hora de continuar viendo el espectáculo. Algunos otros aeroplanos vuelan y realizan un increíble show. Los tenientes no vuelven a ser vistos hasta la hora del almuerzo, cuando salen en ropa de civil cada uno. Una hermosa mujer y un pequeño de siete años corren hacia el teniente Phillips. Marshall, Suarez y Hernández se dirigen hacia nosotros.
—¿Cómo te encuentras?
—Estoy bien teniente. —Bruno usa su voz de seducción.
—Dime Antonio —le da una sonrisa igual de sensual. Pero que cosas, el Bruno tiene una suerte.
—¿Aun está emocionada señorita? —Hernández se para a mi lado. Está usando unos jeans gastados, las mismas botas de su uniforme y una camiseta verde.
—¿Por qué me dice señorita? Acabo de poner mi vida literalmente en sus manos, debería llamar Celeste o T si lo prefiere.
Sonríe. —De acuerdo ¿Puedo sentarme a su lado Celeste?
—Claro Julián.
Marshall en realidad se llama Christopher Marshall, es norteamericano y lleva aquí cuatro años de sus treinta. Julián y Antonio son locales, Julián tiene veintinueve años y Antonio treinta y dos. Todos son pilotos de la base aérea y ahora se encuentran en el programa de entrenamiento para nuevos reclutas. Pasamos el resto de la feria con ellos, quienes nos explican todo sobre los aeroplanos, historia etc. Al regreso, Taylor, Bruno y yo tenemos números y citas para después. Donna no estuvo interesada en conectar... y chicos no le faltaron.
Al llegar a nuestro bloque, desempacamos las cosas, es increíble que no me encuentre cansada aún. Subimos la escalera y llegamos hasta nuestros respectivos dormitorios que están uno frente al otro. Emerson, la compañera de cuarto gruñona de Donna nos recibe.
—Oye tú, un chico vino y dejo esto para ti —Me entrega una nota—. La próxima vez le aclaras a tus conquistas que no soy tu mensajero y que esta puerta no dice servicio de entrega ¿Estamos?
—Vale Emerson, lo siento —Vaya, esta chica nunca perderá su tarjeta V si sigue así.
—Que amargada eres... jamás tendrás sexo —Ven, Taylor cree lo mismo.
—Eso no les importa —Azota la puerta cuando nos deja.
—Creo que dormiré otra vez con ustedes. No quiero asesinarla.
—No hay problema Donna.
—¿Qué dice T? —pregunta con mucha curiosidad, más de la necesaria, Taylor.
Espero hayas disfrutado tu café...
Vine por ti, no te encontré
Llámame... al menos debes darme las gracias
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