Capítulo 38

La siguiente semana es otro idilio de amor.

Darren y yo disfrutamos de nuestro tiempo juntos y nos permitimos compartir más con nuestras familias.

El trabajo, la fundación y la universidad están funcionando perfectamente.

El miércoles, la perra de Daisy regresó a clases, pero hasta el momento no me he cruzado con ella. Sé que ha estado intentando contactar a Darren, pero él se niega a aceptarla.

Hoy es viernes, de nuevo, y es al final de la temporada. Todos estamos en el gimnasio a la espera del juego final, Darren ha estado mortalmente tranquilo toda la semana con respecto al día de hoy.

Noto las miradas en mí, de parte de Daisy y sus secuaces, tonta y re tonta, así como del resto de las estúpidas animadoras, me miran y se ríen, como si mi cara fuera un chiste.

Perras.

Desde que la vi, he tenido esta sensación de que algo malo va a suceder, su mirada de triunfo y sus sonrisas me dicen que algo está cocinándose, y la única beneficiada será ella. Sólo espero que no se atreva a humillarme en público, porque la mataré.

Los jugadores arriban a la cancha y son recibidos con aplausos y vítores. Darren escanea el gimnasio y me ubica, se dirige hacia mí con la más hermosa sonrisa. Por el rabillo del ojo veo como Daisy y su grupo se congelan al ver lo que se ha convertido en nuestra rutina durante los últimos partidos.

—Hola nena. Te extrañé —dice Darren y besa mis labios con ternura.

—También te extrañé y te amo —Sonrío y beso, con un poco más de pasión y abandono, a mi chico. Esto es un claro y alto "jódete perra" para Daisy.

—¡Guau! Cariño —susurra Darren, sorprendido por mi arrebato—. Espero que sigas con el mismo entusiasmo una vez que termine el partido y estemos solos.

—Así será. —Le sonrío y le permite reunirse con sus amigos.

Volteo mi cara para ver a Daisy pálida y furiosa, sus ojos se estrechan hacia mí y articula "disfruta mientras puedas". Se recompone y regresa con sus amigas riendo y brincando.

—No me gusta esa chica, algo está tramando —murmura Donna.

—Lo sé, tengo ese presentimiento —respondo.

—Debemos cuidarte la espalda T, esa chica es un demonio —agrega Tay, mirando con desconfianza donde Daisy y sus amias ríen a carcajadas.

El partido inicia y Darren es implacable junto al resto del equipo. El otro también es bueno, lo que no les deja una victoria tan fácil.

Daisy trata de acercarse a Darren en cada oportunidad que tiene, pero mi chico la desestima. En cada entretiempo se acerca a mí por un beso, y yo feliz le doy lo que pide. A pocos minutos de terminar, el juego está parejo, hasta que unos minutos antes Dani anota tres puntos y nos da la victoria.

El gimnasio estalla en gritos, los chicos celebran, abrazo a Tay y a Donna, Mark besa a su chica, Cipriano a la suya, Dani busca a Brenda y Darren corre a mis brazos.

Nos besamos y celebramos.

La multitud trata de acercarse a nosotros, pero estamos aferrados a muerte.

—Felicidades Darren —dice una chillona voz a nuestras espaldas. Nos separamos y la enfrentamos.

Daisy y su grupito de amigas, logró llegar a nosotros. Mi cuerpo se tensa y tengo que contener las ganas de golpearla.

—Gracias Daisy —murmura Darren

—Nuestro hijo debe estar muy orgulloso de ti —dice, mirando a Darren con inocencia fingida.

—¿Qué? —exclamo, sintiendo el frío calar a hasta mis huesos.

Darren sólo parpadea hacia Daisy, procesando todavía lo que ha dicho.

La estúpida perra tiene el descaro de reír junto a sus amigas. Toca su vientre y levanta sus falsos ojos con lágrimas de cocodrilo hacia Darren.

—Si es una niña se llamará Alicia. Como ella, cariño —sonríe.

—Maldita —grito—. Esto es demasiado bajo para ti. —Observo como el color ha abandonado el rostro de Darren, varias personas alrededor se han volteado para presenciar lo que sucede.

¿Por qué carajos siempre tiene que ser publica mi humillación?

—¿Bajo para mí? —Se ríe con desprecio—. Mira quién habla, la puta que separa a un hijo de su padre. Tu madre te enseñó bien.

—Cállate —gruño y me abalanzo sobre ella, golpeo su mejilla.

Intento darle otro golpe, pero las manos de Darren me detienen. Por fin reacciono.

—¿Acabas de golpearme? ¡Esta perra acaba de golpearme! —grita y las personas a mi alrededor tratan de abalanzarse sobre mí—. No tienes el más mínimo respeto por una mujer en estado. Sé que quieres robarme a mi novio, pero ahora tratas de lastimar a mi bebé.

—No estás embaraza, puta —grito, llena de ira

—Cálmate, Celeste —Tay llega a mi lado.

—Lo estoy, estoy esperando un bebé del chico con el cual voy a casarme. Darren cariño, ya tu aventura con esta chica terminó, ahora seremos una familia —dice y trata de acercarse a él, la detiene.

—No me toques Daisy. —Suena molesto, pero también se ve jodidamente asustado.

Oh por favor...

—Pero cariño...

—No me llames así. No tienes derecho y no menciones a mi hermana —la interrumpe Darren. Daisy me mira con odio puro.

—Maldita sucia, basura. ¿Te sientes mal porque tu padre no quiso nada de ti y ahora tratas de arrebatarle a mi hijo el suyo? ¡Eres un monstro!

La multitud empieza a rugir, palabras como "puta" "lagarta" "perra" y otras son dirigidas hacia mí.

Darren trata de protegerme ubicándose delante de mí.

—Ni siquiera estoy seguro que sea mío, Daisy. —Darren enfrenta a Daisy, mirándola con ferviente odio—. Hace meses que no estamos juntos ¿Cómo podrías estar segura?

La chica retrocede como si hubiera sido abofeteada nuevamente.

Yo proceso lentamente lo que Darren dijo.

El hecho de que ella y Darren no intimaran desde hace meses me deja sorprendida.

—¿Qué... —tartamudea—, ¿Qué estás diciendo? ¿Estás diciendo que soy una puta que no sabe quién es el padre de su hijo? Tú eres mi novio, por supuesto que es tuyo.

—Era tu novio —corrige Darren—, y cuando lo era, eso no te detuvo para acostarte con otros.

Un grito ahogado se escapa de su boca. Más lagrimas de cocodrilo escapan de sus ojos. Los ojos de la multitud se dirigen a ella, esperando que niegue o confirme lo que Darren está diciendo. Aunque puedo ver como muchos disfrutan de su humillación.

—No puedes decir eso, no puedes. Es tuyo, este bebé es tuyo. —Saca un palito blanco de su sostén deportivo y lo enseña—. Mira es positivo.

—Ah no ser que tengas cuatro meses de embarazo y escondes muy bien tu vientre, no creo que sea mío —dice Darren, cruzándose de brazos.

¿Cuatro meses? Hace cuatro meses que él y ella no...

Nosotros nos conocemos hace tres.

Donna se ríe y enfrenta a Daisy—: La próxima vez que quieras joder a alguien, planea muy bien los detalles. Esto tiene la palabra fraude escrita por todos lados.

Daisy le gruñe, pero se concentra nuevamente en Darren.

—Mi periodo nunca ha menguado es por eso que no lo sabía, sólo hasta la semana pasada empecé a dudar. Tú sabes muy bien —Señala a Darren—, que las últimas semanas no me he sentido bien. Este bebé es tuyo. Yo siempre me he cuidado con... con los otros. —La última parte es susurrada. Sabe que acaba de admitir lo perra que es.

—Y conmigo también. —Darren suspira exasperado—. Daisy será mejor que te retires de mi vista ahora mismo —ordena—. No voy a tolerar que vengas aquí, humilles a mi novia e inventes que estas esperando un bebé y te atrevas a llamarlo con el nombre de mi hermanita. —Darren descruza sus brazos y se enfrenta a Daisy de forma amenazadora—. Aléjate de mí. No lo repetiré una vez más. Si es cierto que estas embarazada ¡Que Dios tenga misericordia de ese bebé! Busca al verdadero padre, y déjanos en paz.

—Pero... pero Darren —solloza. Grandes lágrimas caen de sus ojos. Si no la conocieras bien, pensarías que es una pobre chica siendo menospreciada. Pero todos sabemos quién es Daisy Brook—. Me las pagarán, y muy caro —amenaza mirándonos a todos. Se recompone, cuadra sus hombros y con todo el orgullo que aún tiene, sale del gimnasio.

—Lo siento, ahora nos ha arruinado la celebración —digo, abrazo a mi novio por la cintura, tratando de darle consuelo.

—No bebé, ella no ha arruinado nada.

Asiento y trato de pensar que su amenaza es sólo una patada de ahogado.

La multitud olvida el encuentro y se emociona por el título, la ceremonia de premiación inicia y espero con mis amigos a que mi súper novio regrese a mi lado.

Esa noche celebramos en el restaurante de Fabio sólo amigos y familia, mi madre y los padres de Darren se reunieron con nosotros ahí. Gracias al cielo, nadie comento el encuentro con Daisy.

Pasamos una noche agradable, divertida e íntima. El vínculo entre Darren y yo se afianzó aun más al ver a nuestras familias juntas.

Y, a pesar de que en ese momento todo se sentía correcto, en mi mente seguía reproduciéndose la voz de Daisy y su amenaza.

Hoy hemos hecho pereza toda la mañana en la cama de Darren, mi chico quería intimidad, así que me pidió que condujera a su departamento anoche.

Aunque ha tratado de esconderlo, sé que Darren se encuentra preocupado y molesto por Daisy.

Yo no me siento muy tranquila, tampoco.

Ya es pasadas las dos de la tarde y me estoy preparando para ir hasta mi apartamento por algo de ropa, y ciertas cosas que necesito. Darren se encuentra donde sus padres ayudando a Vicky con unos muebles.

Tomo las llaves de mi auto y bajo hacia el estacionamiento del edificio. Saludo a Stan, el guarda de vigilancia, y continúo mi camino. Estoy en las puertas del edificio, cuando diviso a Daisy tratando de ingresar. La ira se apodera de mí y decido bajar para dejarle en claro unas cuantas cosas.

—¿Qué haces aquí Daisy? —pregunto mientras me acerco a ella—. Te dejamos claro que no queremos nada que ver contigo.

—Mira perra, Darren es mío y es el padre de mi bebé, así que apartarte de una buena vez y búscate otro pez gordo para hincarle el diente —dice. con tanta tranquilidad y sin la histeria de siempre, que me asusta.

Generalmente ella es todo gritos y show. Hoy no.

Resoplo y me rio con incredulidad.

—Vas a seguir fingiendo que ese bebé es de Darren, por favor. Deja de ser tan patética, toma algo de tu dignidad y vete sin hacer más el ridículo.

—¡Tú no puedes decirme que debo hacer! Todo estaba bien hasta que apareciste ¡maldita basura! —grita, regresa a su estado natural. Se acerca y arroja su bolso hacia mí.

—¿Qué está pasando aquí? —Stan ha dejado su puesto de trabajo para asegurarse que todo esté bien aquí afuera—. ¿Señorita Celeste?

—Nada Stan, no te preocupes. La señora aquí ya se iba al igual que yo —miro a la perra y siseo—: Déjanos en paz Daisy, te lo advierto.

—¿Qué vas a hacer? —pregunta con descaro.

—Nada, simplemente creo que el destino es justo. Y lo que sembramos eso mismo cosechamos. Darren aún cree que eres una buena persona —bufo—. Yo lo dudo. Pero si hay algo de esperanza de que puedas tener un poco de humanidad en ti, vete, déjanos y se feliz con tu hijo.

—No voy a dejarlo, Darren es mío... —No la sigo escuchando, camino hasta mi auto y subo para seguir con mis planes—. Me escuchas perra, eres una basura, jamás obtendrás lo que quieres, maldita puta, degenerada. —Ignoro a Daisy y arranco el coche.

Avanzo unos cuantos metros cuando, sin previo aviso, Daisy se cruza en medio, trato de frenar para no golpearla, pero es demasiado tarde, con un golpe seco, la derrumbo al suelo, me paralizo cuando veo desaparecer su cabeza debajo de mi auto.

Sé que no está muerta, el golpe no es mortal, pero escucho sus quejidos y me entra un terrible temor.

¡Mierda acabo de arrollarla! El frente de mi auto ha golpeado su estómago.

¡¿Su estómago?!

Oh señor Jesucristo...

Bajo apresuradamente de mi coche para encontrar a Daisy, acurrucada en el suelo llorando y tratando de devolver a su cuerpo, la sangre que se derrama por sus piernas.

Jesús...

—Daisy —susurro, horrorizada.

—¡Celeste, ayúdame por favor! —Sus ojos están llenos de pánico, lágrimas se derraman por sus mejillas. Observo, por el rabillo de mi ojo, a Stan correr hacia nosotros, otras personas en la calle se acercan—. No lo puedo perder... Oh Dios, bebé, quédate conmigo..., —solloza y sigue manchando sus manos con sangre en un intento de detenerla.

—Daisy. Lo siento... mucho. Oh Dios Mío, ¿por qué te metiste así? —exclamo, estoy histérica y aterrorizada—. ¡Alguien llame a una ambulancia! ¡Por favor! —grito. Me arrodillo a nivel de los ojos de Daisy—. Cálmate por favor. Oh Jesucristo ¿qué hemos hecho?

—Celeste por favor, es mi bebé no puedo perderlo... —Sus sollozos son lastimeros, llenos de terror, nunca la había visto de esta manera, era cierto entonces lo de su bebé, pero con tanta sangre no sé si el bebé siga existiendo—. Por favor, por favor, por favor...

Sigue pidiéndome ayuda, no sé exactamente qué debo hacer.

Intento moverla, pero unas personas que ya están ahí con nosotras me dicen que no lo haga, Stan me informa que una ambulancia y la policía ya vienen hacia acá.

Intento abrazarla, sé que me ha hecho daño, pero este momento es tan crudo, su terror, pánico y dolor son tan evidentes que mi corazón se encoje por ella. Sigue repitiendo una y otra vez que no puede perderlo, mientras yo le digo que todo estará bien y que la ayuda viene pronto.

—Duele, duele mucho. Dios no por favor —grita. No me doy cuenta que también estoy llorando, hasta que siento mi cara húmeda cuando trato de cubrir un sollozo.

A lo lejos, el sonido de las sirenas se escucha, en uno minutos varios paramédicos se acercan, libero a Daisy para que puedan atenderla, pero se aferra a mí.

—No me dejes, no me dejes por favor... tengo miedo, Celeste. Mi bebé está muriendo y yo... yo voy a morir con él.

—No te voy a dejar —digo. Miro al paramédico que asiente, la levantan del suelo en una camilla y la suben a una ambulancia mientras canalizan sus venas e intentan tomar sus signos vitales.

—Papá me matará, el jamás se ha interesado por mí. Cuando se entere que estuve embarazada me matará. Ya no tengo nada porque luchar —llora.

—No digas eso Daisy, aún no sabemos nada. Además, tus padres estarán preocupados por ti.

—Ellos no me quieren —sigue llorando—. Si tuviera su sangre tal vez. Pero no la tengo —Mi frente se arruga en confusión—. Soy adoptada. ¡Oh Dios duele!... Mi bebé, Celeste. Mi bebé.

—Lo siento tanto —lloro—. Lo siento.

Sólo puedo repetir esto una y otra vez. Hay demasiada sangre, su rostro está tan blanco.

-—Está perdiendo mucha sangre. ¿Cuánto falta para llegar? —pregunto a una paramédico mientras que el otro trata de mantener consciente a Daisy.

—Llegaremos en diez —responde el conductor

—¿Cómo te llamas? —Le pregunta el paramédico a Daisy—. ¿Recuerdas lo que pasó?

—Da... Soy Daisy. Yo... —jadea y se desmaya.

—Su ritmo cardiaco ha disminuido...

Escucho como los paramédicos siguen diciendo cosas, pero mi cerebro se desconecta y sólo absorbe el cuerpo inmóvil de Daisy y la candidata de sangre en sus manos y las mías. La sangre de su bebé.

Llegamos al hospital y Daisy tiene un respirador manual en su boca, los paramédicos corren hacia la sala de urgencias mientras yo camino como autómata hacia la sala de espera. Unos minutos después, dos agentes de policía ingresan a la sala y se acercan.

—¿Es usted la dueña del auto que arrolló a la señora Daisy Brook? —preguntan.

Parpadeo hacia ellos, confundida y en completo shock.

En ese momento un hombre alto y canoso junto a una mujer más menuda, de cabello negro ingresa a la sala. El señor pregunta en recepción y la enfermera le dice algo apuntando hacia nosotros. Su rostro lleno de ira se voltea hacia mí y camina amenazadoramente

—¿Así que eres tú la bastarda que trato de asesinar a mi hija? —jadeo ante la rudeza de este hombre. Uno de los agentes contiene al padre de Daisy, pero la señora que, adivino es su madre, se abre paso y me abofetea.

¡Auch! Para ser pequeña tiene la mano muy pesada.

—¡Basura! Maldita puta. Debimos acabar contigo cuando Daisy lo pidió. Ahora ella está ahí sufriendo y tú aquí, descarada.

Ahora entiendo porque Daisy es así, que horribles personas tiene por padres.

—Señores debo pedirles por favor que se controlen, la señorita Ventura sólo es una sospechosa más no la culpable aún.

—¿Sospechosa? —susurro en pánico.

—Señorita, un testigo del incidente mencionó que usted arrolló a la señorita Brooks justo después de que ambas discutieron. —Me informa uno de los oficiales.

—¿Cómo dice? —jadeo. Esto debe ser una maldita broma—. Pero si fue ella quien se arrojó cuando yo iba saliendo del edificio.

—¿Qué estás diciendo? ¿Qué fue mi hija la que se atravesó para ser arrollada? —chilla el padre de Daisy—. Que descaro de mujer por Dios, ¡Aléjenla de mi vista! Que se pudra en una celda —ordena.

—¿Niega usted haber discutido con la señorita Brooks? —pregunta el otro agente.

—No, nosotras sí discutimos. Pero yo terminé con ella y abordé mi auto, luego ella estaba ahí en medio y no logré detenerme a tiempo.

—¡Pero qué infamia! ¿Van a permitir que siga mintiendo o van a llevársela para que responda por casi asesinar a mi hija?

—Señor —llama el segundo agente, tratando de clamar la situación—. Aun no está claro si fue un intento de homicidio o un accidente, su hija está viva, hasta donde sabemos, así que no hay motivo para llevarnos a la señorita Ventura sin que su hija despierte y aclare esto.

Un médico atraviesa las puertas de la sala y pregunta por los familiares de Daisy. Sus padres se acercan al médico para recibir noticias sobre ella.

¡Dios por favor que este bien!

Mientras ellos van hacia el médico una figura familiar atraviesa las puertas de entrada.

—¿Celeste? —Darren corre hacía mí en pánico. Me mira de arriba abajo, el miedo y el terror inundando sus ojos.

Mis ojos de deslizan por mi cuerpo para captar lo que él vio y causó esa expresión.

Llevo mis manos a mi boca cuando veo mis ropas cubiertas de sangre. Sangre de bebé.

Sollozo.

—Nena ¿Estás bien? —Me abraza y me derrumbo en él—. Cariño háblame, estas matándome aquí.

—Estoy bien —grazno. Darren limpia mis mejillas—. Lo siento tanto Darren.

—¿Por qué lo sientes cariño?

—¡Asesina! —Me sobresalto cuando el padre de Brooks se dirige hacia mí con una mirada de muerte y gritando—: ¡Eres una perra asesina!

—Señor Owen será mejor que se calme y respete a mi novia —advierte Darren, ubicándose frente a mí y protegiéndome de la ira de este hombre.

—¿Ahora estas de lado de la basura que acaba de asesinar a tu hijo? A nuestro nieto —dice la madre de Daisy rompiendo a llorar, su llanto es tan falso que Darren y yo nos encojemos ante el horrible sonido.

—¿De qué demonios están hablando? —pregunta, mi novio, confundido.

—Aquí la "señorita" —dice el padre de Daisy con desprecio—, arrolló a mi hija y mato a su bebé.

Si no hubiera usado el mismo tono despectivo con bebé, así como con señorita, de verdad creería que está muy triste y desolado.

—¿Cómo? —sisea Darren.

—Señorita, debe acompañarnos —dice uno de los oficiales mientras se acercan a mí.

—Ya era hora de que la arrestaran. Basura como esta debe ir a su lugar —expresa la mamá de Daisy.

—¿Qué demonios estás haciendo? —gruñe Darren, cuando los oficiales tratan de apartarme y conducirme a la salida.

—Debemos llevar a la señorita Ventura a la estación para responder por el incidente con la señora Daisy Brook y sobre la pérdida de su bebé.

Observó el rostro de Darren y veo como la sorpresa, la culpa y la duda se asientan en él.

—¿Bebé? ¿Era cierto? —pregunta con la voz rota.

—Sí —susurro—. No fue mi culpa.

—Dile eso al juez, asesina —grita la madre de Daisy.

—Será mejor que dejes de insultarla, Carmen o no respondo —La señora se hace la ofendida mientras Darren aparta a los oficiales—. Yo la llevaré, ustedes mantengan sus manos fuera de ella. Vamos, nena.

Trata de ser suave conmigo, pero sé que está a punto de estallar.

Justo cuando estamos a punto de abordar el auto de Darren, Vicky y Thomas llegan junto a mis amigos.

—¿Mamá? —pregunto a Bruno

—Está en camino —responde.

—¿Qué pasó? —pregunta Vicky, abrazada a Thomas.

—Los padres de Daisy están acusando a Celeste. Vamos a la estación para aclarar todo. Llama a Harrison.

Por el rostro de Thomas sé que no está nada fácil, llamar a Harrison significa que estoy en problemas.

—Vamos contigo, cariño, cálmate. —Vicky me abraza y me doy cuenta que estoy temblando—. Todo estará bien.

Ella tampoco lo cree, mis amigos deciden acompañarnos, pero les pido que alguien se quede para saber cómo esta Daisy.

—¿Estás loca? Esa mujer es la que te tiene en estos líos ¿quieres que alguien cuide de ella? —chilla Donna.

—Ustedes no entienden, fue un accidente...

—Yo me quedo —ofrece Connor.

—Gracias.

Asiente y le doy una pequeña sonrisa que no siento. Abordo el auto de Darren para ser conducida a la estación.

Unos veinte minutos después estoy de nuevo sentada en la sala de interrogatorios con el agente Walker y Jiménez.

—¿Podría por favor decirnos nuevamente lo que sucedió?

Suspiro. —Estaba saliendo de casa de mi novio, de pronto Daisy llegó, bajé del auto para decirle que nos dejará en paz, discutimos algunas cosas, luego subí a mi auto y ella se atravesó cuando arranqué.

—¿Eso es todo lo que sucedió? —puja Walker.

—¡Les he dicho que sí! —exploto. He contado lo mismo más de seis veces y aún siguen interrogándome—. Daisy ha jodido nuestras vidas por mucho tiempo, la noche anterior trató de manipularnos, pero no lo consiguió así que fue hoy para volver a hacernos daño —exclamo, frustrada y asustada—. Bajé de mi auto, le dije que nos dejará en paz y como empezó a gritarme que era una basura decidí seguir mi camino. No la vi cuando arranqué el auto, se supone que ella debía ir en la acera no en la maldita carretera.

—Cálmese, señorita Ventura.

—¿Qué me calme? Les he dicho la verdad y aún sigo aquí sentada siendo juzgada por ustedes.

—Nosotros no somos quien la juzgaremos —dice Jiménez—. En caso de que esto vaya a juicio, claro.

—Idiota —murmuro.

—¿Perdón? —El rostro del regordete Jiménez se ha puesto rojo de la ira

—Lo que escuchó.

—Jiménez... —reprende su compañero.

Justo cuando el oficial enojado está a punto de decirme algo, un hombre vagamente familiar ingresa por la puerta. Fulmina con la mirada donde mis manos se encuentran esposadas como si fuera un criminal y luego a los dos agentes.

—No creo que sea necesario que retengan de esa manera a la señorita —acusa. Su voz es fuerte y segura.

—¿Usted quién es? ¿Quién le dio permiso de entrar aquí? —pregunta groseramente el agente Jiménez. En ese momento otro hombre, idéntico al primero, ingresa también

—Mi nombre es Kyle y él es mi gemelo Jeremy Jones. Somos los hermanos y abogados de nuestra hermana Celeste Ventura.

Santa mierda... mi familia está aquí.

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