Capítulo 27

El martes fue lento, lento en las clases y lento en el trabajo. Pensar en Darren y en su beso tampoco ayuda mucho y menos el que estuviera enviándome mensajes todo el día, preguntando cómo estaba o qué estaba haciendo.

Darren: ¿Estás pensando en mí? 

Dios, pero ¿qué come, que adivina?

Yo: Nop, estoy demasiado ocupada trabajando como para perder el tiempo contigo.

Darren: ¡Auch! Eso duele, has herido mi corazón. Y yo aquí pensando en ti, en tu boca y en las muchas cosas que quiero hacerle...

Cristo Resucitado

Yo: Darren...

Darren: ¿A qué hora terminas tu turno?

Yo: Salgo en una hora

Darren: perfecto, en media hora estoy ahí. ¿Tienes un abrigo?

Yo: ¿¿?? Sí tengo uno. ¿Por qué vienes?

Darren: Quiero que me acompañes a un lugar. Nos vemos.

¿Quiere que lo acompañe a un lugar?

—Celeste la mesa seis ya terminó.

—Lo siento Cecci, estaba un poco distraída.

—Ya lo creo piccolo.

Me dirijo hacia la mesa seis para cerrar la cuenta y limpiarla, la pareja de ancianos me sonríe y veo sus manos juntas y aferradas a la otra, son tan tiernos que me provoca apretarles los cachetes a ambos. Son clientes regulares, Cecci dice que llevan casados más de cuarenta años, sus hijos se marcharon, pero ellos siguen en su idilio de amor. Además, dejan buena propina.

—Lamento mucho la tardanza ¿Desean algo más?

—Muchas gracias, hermosa jovencita. Nos encantaría algo de postre, pero debemos controlar nuestro nivel de azúcar. La vejez no llega sola —dice el tierno señor, con una linda sonrisa.

—Ah no se preocupe, tenemos unos deliciosos postres con endulzante natural. Traen una pequeña cantidad y es recomendable para las personas diabéticas. Son deliciosos —menciono. Voy hasta el mostrador y tomo dos magdalenas. Las empaco en su respectiva bolsa y se las entrego—. Son cortesía de la casa.

—¡Oh, pero qué maravilla! Es usted un encanto. —La señora me sonríe y toca mi mano con la suya—. Que buen corazón tienes.

—Ustedes son unos buenos clientes, hay que consentirlos de vez en cuando —digo, correspondiendo la sonrisa.

—Cuánta razón tienes muchacha —está de acuerdo el señor.

—Si desean algo más me lo hacen saber por favor.

Mientras asienten con sus cabezas y devoran mis magdalenas reviso mis otras mesas y atiendo a mis otros clientes.

—Estoy rendida —dice Tay mientras cerramos y despedimos a nuestros últimos clientes.

—Ha sido un día lento. —Levanto una ceja. No tuvimos mucho ajetreo hoy.

—Lo sé T, esos son los peores. Me cansan mucho más. Prefiero el correteo y el lugar ruidoso.

—Sí, te entiendo —Tomo la propina de la mesa de la pareja adulta y... —¡Mierda!

—¿Pasa algo?

Asiento con mi cabeza mientras miro la pila de billetes que dejaron.

—Eso es mucho más de lo que puedo recibir.

—¡Carajo! —exclama Tay, observando con asombro la más que generosa propina—. Pero ¿qué fue lo que les diste? Debieron estar muy complacidos para dar semejante propina

Vuelvo a asentir y recojo el trozo de servilleta que estaba junto a los billetes y que tiene garabateado un "Gracias por los ricos dulces".

Sonrío al recordar la emoción de ambos por probar algo de mis delicias.

—Voy a repartir esto contigo —le informo a Tay.

—¡Oh no! Es tu propina por tu trabajo. Aquí... —Palmea su bolsillo—, están las mías.

—Tay esto es demasiado. Puedo compartirlo contigo.

—He dicho que no.

Estoy a punto de discutir con ella, pero Darren entra apresurado al restaurante

—Conejita ya vamos tarde —dice. Lo miro, luce increíble en su camisa azul y esos jeans oscuros. Al verlo, sólo pude recordar ese increíble beso.

—¿A dónde van ustedes? —pregunta Tay por mí.

—Necesito su ayuda con un... proyecto —responde Darren, vagamente.

—¿Proyecto? —pregunto confundida. No teníamos ningún trabajo pendiente.

—Sí, ahora toma tu abrigo y conduce tu hermoso trasero a mi auto.

—¿No vienes con nosotros Celeste? —Cipriano llega hasta Tay, la abraza por la cintura besando su sien. Son tan lindos.

—Hola hombre —saluda Darren a Cipriano—. Yo la llevaré a casa. No se preocupen.

Cipriano estrecha lo ojos en dirección a Darren.

—Espero que la cuides. En dos ocasiones ha sido lastimada por tu culpa.

Darren y yo nos estremecemos al recordar los dos incidentes.

—Tienes razón y no sabes cómo lamento eso. Pero, lo último que quiero es causarle daño. Cuidaré de ella con mi vida.

Ambos chicos se sostienen en una dura mirada, después de unos minutos donde Tay y yo nos removemos incomodas, Darren y Cipri se dan un saludo de cabeza y lo dejan estar.

—¿A dónde vamos? —pregunto mientras subo al auto de Darren.

—Necesito que me ayudes ¿Qué tal te fue con tus clases de baile?

—Bien —respondo confundida—. ¿Qué tiene que ver eso con tu proyecto?

—Ya lo verás —sonríe mientas acelera su auto hacia la avenida principal.

Unos quince minutos después, en un corto camino donde pregunté a dónde íbamos sin respuesta de Darren, por fin supe a dónde demonios nos dirigíamos

Darren aparca el auto frente a la entrada de una casa de aspecto vieja con un vistoso letrero que decía "FUNCANCER Fundación contra el Cáncer Infantil"

—¿Una fundación? —Miro a Darren descolocada y confundida.

—Sí, yo... —Un deje de inseguridad se desprende de él—. Mejor entremos, nos están esperando.

—¿Nosotros?

—Sí, yo... bueno, les hablé de ti.

—¿Podrías explicarme por favor?

Estaba a punto de responder cuando un hombre de mediana edad se acerca a nuestro auto

—¡Darren! Gracias al cielo que llegaste, están realmente impacientes.

—Garrick, lo siento. Celeste tuvo turno largo esta tarde —dice Darren. El hombre, que acabo de descubrir se llama Garrick, dirige sus ojos grises hacia mí.

—Celeste —dice mi nombre con alivio—. Gracias al cielo que lograste venir, las chicas han estado preguntando toda la tarde por ti.

—¿Por mí? Pero... —Me volteo para observar a Darren con una mirada cuestionadora.

—Vamos.

Salimos del auto y Garrick nos acompaña hasta la entrada. El edificio se ve un poco viejo por fuera, pero por dentro las instalaciones son muy modernas, la pintura color crema y los adornos la hacen parecer un hogar. Somos direccionados hacia una pequeña sala donde se encuentran varios muebles, estanterías y una pequeña recepción vacía.

—Austin ha estado un poco indispuesto, sin embargo, cuando le confirmamos que vendrías hoy, no ha dejado de mirar por la ventana. Está con el resto de los chicos en la cancha. —Dirige sus primeras palabras a Darren, luego se vuelve hacia mí—. Las chicas están también ahí, no tenemos un buen sistema de audio, pero espero que nuestro pequeño equipo de sonido funcione.

—¿Las chicas? —Vuelvo a mirar a Darren para que me aclare qué está pasando. Sólo me sonríe.

—Sí. —Garrick vuelve a hablarme—. Bueno, Ronda tuvo quimio esta mañana y no se encuentra muy animada...

—Garrick. —Una joven de aproximadamente mi edad, con el cabello azul y varios tatuajes en su cuerpo se acerca nosotros—. Los baños del segundo piso están fuera de servicio. Parece que es otra broma de los chicos.

—Cristo, estos chicos van a acabar conmigo un día de estos —Se vuelve para seguir a la chica, que nos sonríe cálidamente, murmurando otras cosas sobre los chicos y la edad de la eterna rebeldía.

Darren se ríe entre dientes. Lo miro y me cruzo de brazos.

—Explícate —exijo.

—Es justo —dice. Coloca su mano en mi espalda y me conduce hacia la parte trasera del edificio. La piel donde su mano reposa se siente caliente, tan correcta.

Unos cuantos pasos y llegamos a una cancha donde varios chicos y chicas se encuentran esperando por nosotros.

—Esta fundación alberga niños con diferentes diagnósticos de cáncer, muchos de ellos son huérfanos y abandonados por el sistema. Yo... —Las mejillas de Darren se encuentran sonrosadas. No lo puedo creer, es lindo—. Bueno, Garrick es el hermano menor de mi madre, él es el fundador de este lugar y yo entreno a los chicos en baloncesto. Es una de las pocas diversiones que tienen fuera de sus habitaciones.

Mi corazón se conmueve viendo este lado tan humano de este hermoso chico. Observo a los niños esperando ansiosos por nosotros, el mayor no debe pasar los quince años.

—Estos chicos no tienen familia, y han sido castigados con una horrible enfermedad que los consume cada día. —Continúa hablando, haciendo que mi corazón duela—. Muy pocas personas vienen a ayudar aquí. Deben refugiarse en libros y los aparatos electrónicos que tiene. Sin embargo, la recreación está ausente. No contamos con voluntarios para ello.

—Ya veo —Observo a los niños que nos miran a ambos muy expectantes. Lucen exactamente como cualquier otro niño, excepto por sus cabezas rapadas y su piel un poco más pálida de lo normal.

—Vengo todos los días que tengo libre para "entrenar" a los chicos, son geniales. —Sonríe con orgullo—. Austin es realmente bueno —dice con una sonrisa—. Las chicas han estado un poco molestas, no tienen un deporte o pasatiempo para ellas. Yo le sugerí a Garrick que... bueno ya que tu ayer mencionaste que le dabas clases de baile a Marco... —suspira—, le dije que tú podrías ayudar a las chicas. Ellas realmente están emocionadas por ello.

Y lo están. Es imposible no detectar sus enormes sonrisas y los pequeños saltitos que dan.

—Lamento abordarte de esta manera, debí consultarlo contigo. Pero simplemente salió esta mañana mientras hablaba con mi madre y... ya ves. Me comprometí en tu nombre. —Darren me observa con cuidado esperando mi reacción.

Le devuelvo la mirada y sonrío, lo dejo de pie y me dirijo a las chicas.

—¡Hola chicas! —grito a las chicas. Sonrío ampliamente cuando llego a ellas y las veo zumbar de alegría.

Al unísono todas responden

—¡Hola señorita Celeste!

—Oh, veo que ya saben mi nombre.

Una de las chicas con un hermoso gorro purpura se levanta de las bancas y dirige la conversación

—Sí, Vicky y Garrick nos hablaron esta tarde de ti. Hemos estado esperándote, tenemos algunas canciones programadas, pero haremos lo que nos digas —dice. Todo el grupo asiente con enormes ojos y sonrisas

—¡Vaya! Me encanta su entusiasmo —apremio. Les sonrío y zumbo un poco con ellas—. Vale, ustedes saben mi nombre, pero yo no sé el suyo. ¿Qué les parece si nos conocemos un poco y luego empezamos a revisar esas canciones?

De nuevo, todo el grupo de chicas gritan un "sí" lleno de entusiasmo y alegría. Me doy vuelta para ver a Darren con los chicos mirándonos con una sonrisa, le guiño un ojo y me concentro en mi nuevo grupo de baile.

—Bien, comenzaré yo —Me siento al medio de todas—. Me llamo Celeste Ventura, tengo veinte años, amo bailar, cocinar, y leer.

—¿Estudias? —Otra chica pregunta.

—Sí.

—¿Con Darren? —La chica del gorro purpura pregunta y el resto del grupo suspira.

—Veo que tiene sus admiradoras. Pero sí, estudiamos en la misma universidad, distintas carreras.

—Cuando crezca quiero casarme con un chico como él —menciona la misma chica.

—Es el único que no ve nuestra enfermedad, nos trata como a princesas. Por eso queremos un novio como él —dice otra chica. Sus palabras me conmueven y regreso mi mirada hacia el príncipe azul de estas chicas, está concentrado en una conversación con los chicos, preparándolos para el entrenamiento. Sintiendo nuestra mirada, sus ojos nos encuentran, sonríe y nos guiña un ojo. Todas suspiramos.

—Bueno entonces ¿Quién sigue? —La chica del gorro purpura levanta su mano, asiento para que continúe.

—Soy Karla, tengo diez años y padezco leucemia —Mi corazón se rompe. Diez años y ya con una enfermedad así—. No tengo padres, pero si muchos amigos. —Mira a su alrededor y sonríe—. Me gusta bailar como tú y también leer. Vicky me compró la trilogía Divergente para mi cumpleaños y la estoy terminando. No sé cocinar.

Mi corazón duele al saber que esta pequeña se encuentra sola, afrontando esta dura situación. Cuando pienso en mi madre duele aún más.

—Qué bien. También me gusta esa trilogía, especialmente Tobías. —Levanto mis cejas y las chicas se sonrojan mientras asienten.

—Mi nombre es Tamara, tengo doce años. Yo tengo cáncer de estómago. Mi mamá trabaja de interna para sostenerme a mí y mi hermano Joaquín. La veo los fines de semana. Me gusta cantar y la comida. También me gusta tu cabello —dice tímidamente.

—Gracias, tú tienes unos ojos preciosos. —Me gustaría decir que tiene un cabello hermoso, pero sería mentir. Prácticamente está todo caído y débil.

Dios, ¿cómo podemos ser tan ingratos con la vida?

—Soy Xiomara, mis amigos me dicen Xiomi. Tengo quince años y padezco leucemia. No sé nada de mis padres, me gusta leer y escribir. Quiero ser escritora y tener una familia —dice otra de las niñas. Su rostro está pálido y círculos morados rodean sus bellos ojos.

Mi corazón y mi alma necesitaran mucho amor una vez salga de aquí. Ver a estos chicos frente a estas situaciones tan duras me duele en lo más profundo.

Dios, perdóname por ser tan desagradecida con tu infinita misericordia hacia mí.

Por favor, permíteme ser un instrumento tuyo, para ayudar y apoyar a estás chicas.

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