Más allá de la mente
Esa carpeta, esa maldita carpeta que se reía en su cara, la que era prueba de su incompetencia. No solo de él, sino de la Ley; debía estar por algún lado o quizá no hayan notado un detalle importantes los estúpidos policías y detectives que pasaron por el caso. Ahora el se haría cargo de encontrarlo, si eso significaba el tener que usar todos sus recursos lo haría sin dudar.
Miró a un lado posando sus ojos en una antigua foto: Gloxinia y él en su casa del lago. Se veían tan felices juntos, lo eran pero el término por arruinar todo; se había querido disculpar con el menor por todo el dolor que le causó sin embargo sus palabras y acciones eran lo contrario a lo que tenía en mente, lo había vuelto a lastimar. Dejaba siempre que sus impulsos le ganaran sobre la razón, que sus emociones más negativas salieran a flote. El pelirrojo no tenía la culpa de nada, él no tuvo nada que ver con lo que pasó.
No tuvo nada que ver con la desapareción de su hermano.
Repasaba las imágenes de esa noche, en esa fiesta donde el pequeño Mael se había ido a dormir antes por el sueño, ¿Quién diría que sería la última vez que vería al pequeño? Su mente lo atormentó con los recuerdos que vivió en esos bellos tiempos, las veces en que le decía hermano con tanto cariño, sus sonrisas...
- ¿Sigues con esa carpeta? Deberías ya descansar, ¿No ves como esto te está matando? Trata de tomarte un tiempo para tí- le dijo Sariel con una expresión de preocupación- Se que no te crees el cuentito de qué al final ese era el cuerpo pero
- ¡No vuelvas a decir algo así, no te atrevas!... No quiero que digas eso... Yo sé... Yo sé que está aquí... Esperando a que vaya por él- se sentó en la silla con lágrimas en los ojos y su mano tapando su rostro.- Daría lo que fuera por volverlo a ver
- Todos extrañamos a Mael pero te estás dañando a tí mismo, él no quisiera eso, mírate y mira como dañas a los demás. Sabes que Tarmiel y yo te apoyaremos en lo que sea pero por favor solo trata de buscar ayuda. Nos duele verte tan mal, piénsalo ¿Si?- salió de la sala dejando solo a un Ludociel confundido.
.
.
.
.
- Me alegra que hayas progresado Gloxinia, trata poco a poco ir saliendo con esas personas a las que tanto confías. Seguiremos hablando en la siguiente cita. Ten un lindo día- le despidió la psicóloga del hospital.
Salió de esa sala mejor de lo que había entrado, sentía las ganas de pasear un poco. Fue a ver a su hermana quien se encontraba escuchando impresionada las experiencias de Rou y sus interminables viajes por el país.
-Y no te imaginas cuánto tiempo estuvimos tratando de averiguar si al final la famosa pomada mágica servía- de su hermana salió una pequeña risita ante el comentario.
- Veo que te diviertes mucho Gerhead, ¿Como sigues?-
-Bastante bien a decir verdad, los doctores dicen que voy de maravilla en la recuperación y Rou puede confirmarlo- su mirada fulminó por un momento a Rou, seguía sin aceptar que él estuviera en ese lugar pero al menos se había hecho cargo de lo que causó y no huyó como muchos lo hubieran hecho. Eso se lo agradecía profundamente-
-Eso me alegra hermanita, pensé que no estaría mal salir a tomar algo de aire libre ¿Qué opinas?-
- ¿Puede venir Rou? Me encantaria- los malditos ojos de cachorro de su hermana, su mayor debilidad-
- C-Claro, mientras más mejor, ¿No es lo que dicen?- Se sentía nervioso, por alguna razón fuera de su resentimiento estaba nervioso por la idea de salir con el hombre... O, era eso, miedo.
Iban por el patio del mismo hospital algo alejado de Rou pero tratando de disimular su incomodidad ante su presencia. Parte de su mente le decía que estaba a salvó por los guardias y todos los testigos presentes, pero por otro lado recordaba los horribles momentos que pasó con Ludociel. Ahora todo cambió de panorama, todas las personas lo veían: algunos con asco, otros hasta lujuria o hasta con horror. Se estaba volviendo loco, siempre que pensaba en ese hombre el miedo volvía totalmente a él.
Es ese momento alzó la vista por casualidad y ahí encontró a Estarossa acercándose con su típica sonrisa despreocupada que calmó sus nervios.
- ¡Hey Gloxinia, ¿Cómo está el paseo? Hola Gerhead y tipo que no conozco, que lindo verlos- en su mano izquierda llevaba una caja de color pastel y un moño de dónde salía un delicioso olor.
- Estarossa- le habló con un armonioso tono de calma y una sonrisa que representaba un gracias que hizo latir un poco el corazón del más alto- ¿Y eso que te paseas por aquí? ¿Que es eso que traer? ¿Es para nosotros?
- Wow, una pregunta a la vez hadita. Solamente pasaba por aquí para visitarte, ¿Estás mejor?-
-He estado avanzando bastante según la psicóloga, gracias por preguntar-
- Que bueno, por cierto, lo que te traje es una tarta de frutas con una capa de chocolate, o algo así- dijo mientras se sobaba la nuca.
-Huele delicioso, ¿Dónde lo compraste?- los cuatro fueron a una pequeña mesa para disfrutar el postre- Vaya, si está muy buena.
-Dime dónde compraste esto que es lo mejor que he probado- dijo Gerhead, mientras Rou asentía con la cabeza dándole la razón.
-Me alegro que les guste, Zeldris es muy estricto con su dieta como para probar todos mis postres- se metió un pedazo a la boca ignorando las distintas miradas de asombro.- He estado llendo a más clases de cocina, es mejor que estar todo el día haciendo cosas de una tonta lista.
- Deberías dedicarte a esto, aunque sea medio tiempo, tienes un gran talento amigo. Tengo un socio dueño de su propio restaurante, está buscando alguien que le ayude, puedo darte la dirección- Rou le escribió en un papel la dirección del lugar, Estarossa se veía bastante interesado con la oportunidad.
Tras unas horas de convivir entre todos, quitar la tensión al ambiente, Estarossa se marchó hacía su hogar. La gran mansión siempre le parecía de lo más solitaria, era mucho para tan solo tres que ni siquiera pasaban la mayoría de su tiempo dentro de la estructura; su padre siempre trabajaba y Zeldris estaba de un lado a otro sin cesar, solo eran el y las paredes.
Bajó sin muchas ganas de si quiera cambiarse para dormir, se adentro a la fría sala paseándose de nuevo por los largos pasillos, ¿Había comentado que nunca le gustó el tapiz? De niño solo recuerda el miedo que sentía al tener que pasar por esos lugares sólo, terminaba buscando a sus hermanos para hacerlo. Eso hasta que lo obligaron a dejar ese temor.
- Z-Zeldris, ¿E-Estas o-ocupad-ocupado?...- Un pequeño niño de cabellos plateados se posó en el marco de la puerta con una expresión de timidez y, miedo.
- ¿Qué quieres? Estoy haciendo tarea.- le respondió de manera fría denotando su estrés.
- E-Es que p-pa... Él me llamó y-y ocupó... A-ayuda- el azabache volteo a ver al menor con una cara que terminó por asustarlo más.
- Mira Estarossa, en algún momento no vamos a estar y tendrás que hacerlo tú solo. Deberías empezar.- se volvió a sus libros mientras su hermanito se marchaba.
- M-Me-Meliodas, yo te quería p-preguntar...- Su hermano ya se habia puesto a su lado mirándolo desde arriba.
- Quieres que te acompañe, ya Zeldris te dijo que no estaremos siempre para acompañarte. Pero vamos.- caminaban de forma tranquila por todos esos pasillos oscuros y fríos.- Nunca entendí porque te da miedo pasar por aquí, no hay nada que te haga dañó.
-S-Siento que algo va a p-pa-pasarme si voy solo.- le dijo mientras se acercaba más a él.
Faltando solamente unos pocos metros el mayor se detuvo en seco.- ¿Qué pasá M-Me-Meliodas?
- Hay que quitarte la tartamudez... Quiero que avances desde aquí tu sólo.- el terror se puso en los pequeños ojitos de Estarossa, trató de tomar la mano del contrario buscando protección
-P-Pero... No, po-por favor.- Meliodas lo soltó de la mano y se alejó a pasos rápidos al otro lado del pasillo.
- Sabes que nuestro padre se enojará si no te apresuradas, así que hazlo.-
Miró a su hermano y trató de dar por lo menos diez pasos frente a la mirada de su hermano pero sentía que las paredes se cerraban encima de él haciendo su respiración agitada, sin darse cuenta corrió hacia dentro de la oficina y buscó refugio en su padre. Al subir la mirada vio la penetrante mirada del nombre, de reojo observaba Meliodas subiendo las escaleras.
- Mi pequeño hijo, ¿Qué te sucede? Estás pálido. Siéntate y hablemos.-
Sacaba una tarta de frutos rojos recién hecha del horno, era la favorita de su padre sin duda, casi de forma inconsciente. Lo dejo en la mesa observando con curiosidad, no sabía porque; oyó la puerta abrirse y al pensar que era Zeldris fue a recibirle, llevándose la sorpresa de que no era él.
- Hijo, que bueno es verte hoy. Terminé un contrato con la empresa que te comenté, al fin los hice recapacitar de su elección.- Un hombre de aspecto impotente con los años encima se quitaba el gran sacó que portaba.- ¿Eso es una tarta de frutos rojos? Huele bastante bien hijo.
- Oh, gracias, toma cuanto quieras por favor padre. No sabía que estarías en casa hoy padre.- Se sentó junto a su padre en la larga mesa viendo cómo disfrutaba el postre.- Es nuevo que llegues temprano
- Bueno, para mí igual, voy a descansar una hora y luego me voy al estudio. Por cierto Estarossa, hay un regalo en el jardín solo para ti pequeño. Me voy, se feliz.- Apenas su padre salió de su campo de visión corrió al patio observando sorprendido a un pequeño cachorro de color blanco, con manchas cafés en el lomo y el ojo.
Lo cargó como si fuese de la porcelana más fina, su padre había hecho muchas veces eso, darle regalos sin que fuese una fecha especial o algo. No entendía por qué, había visto la diferencia de trató frente a sus hermanos que lo hacía sentir mal muchas veces, la vez que le pregunto al hombre mayor el solo le respondió: "Porque eres el más pequeño y débil, ellos son más grandes." él se decía que era debido a su madre. Le habían dicho que murió tristemente después de un accidente que le dejó mal a los dos donde solo ella falleció, intentaba llenar un vacío.
Veía al perrito más detenidamente buscando el nombre perfecto, tras varios minutos uno le llegó a la mente que le pareció el más adecuado.
- Te llamaré... Mael-
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top