24
Si no estas dispuesto a luchar por lo que quieres, entonces no lo mereces.
Los días siguientes a nuestra confrontación en el hospital fueron una mezcla de emociones y recuerdos. Yoongi parecía haber tomado una resolución inquebrantable: ganarse mi corazón de nuevo, sin importar cuánto tiempo o esfuerzo le llevara. Aunque intentaba mantener mi distancia, no podía negar que sus gestos me emocionaban, incluso si trataba de rechazarlos al principio.
Al salir de mi apartamento, encuentro un ramo de rosas frescas en la puerta. No hay tarjeta, pero sé quién las ha enviado. El aroma dulce de las rosas llena el aire mientras las recojo. Mis dedos rozan los pétalos suavemente, y durante un instante, permito que una pequeña sonrisa se dibuje en mi rostro. Pero rápidamente la borro, recordándome a mí mismo que no puedo ceder tan fácilmente.
Llevo el ramo adentro y lo dejo en la mesa del comedor, decidido a no dejarlas allí. Sin embargo, una hora después, mientras salgo de casa, las coloco en un jarrón con agua.
—No se merecen marchitarse solo porque estoy enfadado con él —me digo a mí mismo, tratando de justificar mi acción.
Al llegar al hospital, trato de concentrarme en mi trabajo, pero mis pensamientos vuelven a Yoongi y a las rosas.
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Al regresar a casa después de una agotadora guardia, encuentro a Yoongi esperando en la entrada de mi edificio. Lleva una chaqueta de cuero y sostiene una pequeña caja en sus manos. Mi primer instinto es ignorarlo y seguir caminando, pero algo en su mirada me detiene.
—Jimin, pensé que te gustaría algo dulce después de un día largo —dice, ofreciéndome la caja con una sonrisa tímida.
Dentro hay una selección de mis pasteles favoritos. Mi estómago ruge en respuesta, recordándome que no he comido en horas. Agradecido, pero sin querer mostrarlo demasiado, acepto el regalo con una leve sonrisa.
—Gracias, Yoongi —digo, tratando de mantener mi voz neutral—. Pero no creas que soy tan fácil.
Él ríe suavemente, su risa resonando como una melodía familiar.
—Lo sé, Jimin. Solo quiero hacerte sonreír... ¿Y las rosas de esta mañana? ¿Te han gustado?
—Son lindas —respondo, tratando de sonar indiferente, aunque siento una calidez en el corazón al ver que se preocupa por mí.
—Me alegra escuchar eso —dice, sus ojos brillando con una ternura que me desarma.
Miro la caja de pasteles y luego a él. Sus ojos me observan con una mezcla de esperanza y determinación.
—Yoongi, prefiero los de chocolate.—repito, aunque mi voz suena menos segura esta vez.
—No, no lo creo —responde suavemente—. Siempre has preferido los pastelitos de fresa, los de chocolate son muy empalagosos para ti.
Odio que recuerde ese tipo de cosas.
—Siempre terminabas comiéndote mis pastelitos de fresa porque los de chocolate eran demasiado. —Recordó, sus palabras son sinceras, y por un momento, permito que esa sinceridad me alcance. Abro la caja y saco un pastel, tomando un bocado. Los ojos de Yoongi se iluminan al verme disfrutar.
—Está delicioso —admito, sin poder evitarlo.
—Me alegra que te guste —responde, su sonrisa cálida.
Nos quedamos en silencio un momento, disfrutando de la compañía mutua. Yoongi da un paso más cerca, pero mantiene una respetuosa distancia.
—Sabes, siempre me ha encantado verte disfrutar de los pasteles —dice con una voz suave—. Hay algo tan puro en tu expresión, una felicidad que me recuerda por qué te amo.
Siento un rubor subiendo por mis mejillas y bajo la mirada.
—No me halagues, Yoongi. No funciona así —murmuro, pero hay una nota de afecto en mi voz que no puedo ocultar.
—No es un halago, Jimin. Es la verdad —responde él, con una seriedad que me desconcierta.
Levanto la mirada y veo sus ojos fijos en los míos, llenos de una determinación que no había visto antes.
—Gracias por el pastel —digo, tratando de cambiar de tema y esconder mis sentimientos—. Pero necesito descansar.
—Por supuesto —responde, dando un paso atrás—. Te veré mañana, entonces.
Antes de que pueda responder, se inclina y besa mi mejilla, su toque es suave y cálido. Me quedo paralizado, sin saber cómo reaccionar.
—Buenas noches, Jimin —murmura, con una sonrisa.
—Buenas noches, Yoongi —respondo, mi voz apenas un susurro.
Lo observo alejarse y, por un momento, deseo que se hubiera quedado, que lo nuestro pueda volver a funcionar.
Entro en mi apartamento y cierro la puerta detrás de mí. Esa noche, devoro los pasteles mientras pienso en él, en nosotros, y en todo lo que hemos vivido. A pesar de mis esfuerzos por mantenerme distante, no puedo evitar sentir que tal vez, solo tal vez, hay una posibilidad de que podamos encontrar el camino de regreso el uno al otro.
•••••••♥️••••••
Al salir del hospital justo al final del turno, le veo apoyado en su carro, esperándome con una sonrisa que ilumina su rostro. Sin mediar palabra, me hace señas para que suba al coche. Confundido pero intrigado, subo al asiento del copiloto.
—¿A dónde vamos? —pregunto, esperando alguna pista.
Él solo sonríe, arrancando el coche sin responder. Durante todo el trayecto, intento sacarle información, pero se limita a negar con la cabeza, disfrutando de mi curiosidad.
—Vamos, Yoongi, dime. ¿Qué estás planeando? —insisto, medio en broma, medio en serio.
Pero él solo ríe, manteniendo el misterio. Mi mente empieza a divagar, incluso pensando que tal vez me está llevando a un motel para pasar la noche juntos. La idea se desvanece tan pronto como reconozco el vecindario y finalmente veo nuestro destino. Mi corazón da un vuelco cuando me doy cuenta de dónde estamos.
—Mi restaurante favorito... —murmuro, sorprendido. Bueno, el que solía ser mi restaurante favorito.
Yoongi estaciona y baja del coche, corriendo a abrir mi puerta. Me siento un poco tonto por haber pensado que podríamos terminar en un motel, pero la sorpresa y la emoción llenan mi pecho.
Entramos al restaurante y nos conducen a una mesa en una esquina tranquila. Me siento y noto que Yoongi no ha dejado de sonreír ni un segundo.
—¿Por qué todo este misterio? —le pregunto, aunque ya sé la respuesta.
—Quería sorprenderte —dice, con esa ternura en su voz que hace que mi corazón se derrita un poco más.
Empezamos a hablar sobre mi día, y no puedo evitar contarle sobre el nuevo paciente, un niño de siete años llamado Soobin, que está esperando un trasplante de corazón. Mientras hablo, siento que mis ojos se llenan de lágrimas.
—Es tan pequeño, Yoongi. Su valentía es increíble. Solo deseo poder hacer más para ayudarlo —digo, luchando por mantener la compostura.
Yoongi me escucha con atención, sus ojos fijos en los míos, asintiendo con comprensión.
—Eres increíble, Jimin. Tan inteligente y hermoso cuando hablas de tu trabajo —dice suavemente.
Sus palabras me sorprenden, y por un momento, no sé qué decir. Siento el calor subiendo a mis mejillas.
—Gracias —murmuro, mirando a mis manos—. Solo quiero hacer mi trabajo lo mejor que puedo.
—Y lo haces, Jimin. Lo haces muy bien —responde Yoongi, tomando mi mano sobre la mesa.
Nos quedamos en silencio por un momento, disfrutando de la conexión. La comida llega, y aunque los platos son deliciosos, lo mejor de la noche es la conversación y la compañía. Yoongi sigue halagándome, no solo con palabras, sino con su atención y cuidado.
—Estoy realmente feliz de estar aquí contigo, Jimin —dice Yoongi, mientras toma un sorbo de su vino—. He extrañado estos momentos.
—Yo también —admito, sin poder evitarlo.
Nos quedamos un rato más, hablando y riendo, recordando viejos tiempos y creando nuevos recuerdos. Al final de la noche, mientras salimos del restaurante, siento que tal vez, solo tal vez, Yoongi realmente está empezando a conquistarme de nuevo. Y aunque aún queda mucho camino por recorrer, no puedo negar que sus esfuerzos están comenzando a derretir el hielo alrededor de mi corazón.
Después de todo han pasado años y YoonGi parece haber madurado, ambos éramos muy jovenes.
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Es temprano en la mañana y estoy en el hospital, cuidando de Soobin, han pasado ya 2 meses desde que esta en el hospital, la preocupación por su estado no me deja mucho espacio para pensar en otra cosa. Estoy tan concentrado en ajustar sus medicamentos y monitorear sus signos vitales que apenas noto el tiempo pasar.
De repente, escucho un leve golpe en la puerta de la habitación. Miro hacia arriba y ahí está Yoongi, sosteniendo una bolsa de papel en una mano y una bandeja en la otra. Su presencia es inesperada, pero no del todo sorprendente.
—Buenos días, Jimin —dice suavemente, sus ojos brillando con una mezcla de determinación y ternura.
Frunzo el ceño, intentando mantener una fachada de indiferencia.
—Yoongi, estoy ocupado —le respondo, aunque mi voz carece de la dureza que pretendía.
—Lo sé —dice, acercándose a la mesa de la habitación—. Pero sé que no has desayunado y pensé que podrías necesitar esto. Traje tu comida favorita.
Dejo escapar un suspiro, sabiendo que tiene razón. Mi estómago ha estado protestando durante las últimas horas. Me acerco con cautela mientras él empieza a desempacar la comida. Veo pancakes, frutas frescas y una botella de jugo de naranja. Todo meticulosamente elegido.
—Deberías comer algo —insiste Yoongi, mirándome con preocupación.
Finalmente, me siento frente a la mesa, tomando un trozo de pancake con el tenedor. No puedo evitar que un leve gemido de satisfacción escape de mis labios al probar el primer bocado. Él se sienta frente a mí, con una expresión de alivio.
—Así que, ¿cómo va todo con Soobin? —pregunta, tratando de iniciar una conversación.
—Está estable, pero todavía estamos esperando el trasplante —respondo, con la guardia aún alta—. Es un niño valiente. Siempre tiene una sonrisa a pesar de todo lo que está pasando.
Yoongi asiente, mirándome con una atención que me hace sentir expuesto.
—Debe ser difícil para ti también —dice—. Verte afectado por sus luchas.
—Sí, lo es —admito, sintiéndome más cómodo a medida que la conversación fluye—. Pero hago lo mejor que puedo. Él merece todas las oportunidades que pueda tener.
El ambiente se suaviza y nos encontramos hablando más abiertamente sobre nuestros días. Yoongi me cuenta sobre su trabajo, sus propios desafíos y pequeños triunfos. Poco a poco, la tensión entre nosotros se disipa. Encuentro que mis respuestas se vuelven menos cortantes y más sinceras.
—Gracias por traer el desayuno —digo finalmente, reconociendo su esfuerzo.
—No hay de qué —responde él, con una sonrisa cálida—. Solo quiero estar aquí para ti, Jimin. Quiero ser parte de tu vida, en las buenas y en las malas.
Asiento, tomando un sorbo de jugo. Aunque aún hay mucho que resolver entre nosotros, momentos como este me recuerdan por qué me enamoré de él en primer lugar. Y aunque no estoy listo para dejarlo entrar por completo, no puedo negar que su persistencia y cuidado están empezando a derribar las paredes que he construido alrededor de mi corazón.
Después de terminar el desayuno, Yoongi se levanta y recoge la bandeja y los envases vacíos. Me mira con esa mezcla de ternura y determinación que ha estado mostrando últimamente.
—Bueno, tengo que irme ahora. Hay muchas cosas que hacer hoy —dice, pero su tono es suave y casi reacio.
Asiento, agradecido pero también un poco nervioso. No quiero que se vaya, aunque tampoco quiero admitirlo en voz alta.
—Gracias por el desayuno —digo, tratando de sonar casual.
—De nada —responde él, acercándose un poco más. Entonces, para mi sorpresa, se inclina y me besa en la mejilla. Es un gesto dulce y delicado, pero no puedo evitar sentir una punzada de decepción.
Cuando se aleja, me doy cuenta de que esperaba algo más. Mi corazón se acelera un poco al darme cuenta de que, en el fondo, deseaba que besara mis labios. Me siento tonto por esperar algo que no sucedió, pero no puedo negar la sensación de vacío que deja.
Yoongi me mira un momento más, como si quisiera decir algo, pero finalmente solo sonríe.
—Cuídate, Jimin. Nos vemos pronto.
—Tú también, Yoongi —respondo, tratando de ocultar cualquier indicio de mis verdaderos sentimientos.
—Por cierto, me ocupare, tengo trabajo pendiente. —Murmuro antes de salir de la habitación, y una mezcla de emociones me invade.
Me siento tonto por haber esperado más, pero también un poco esperanzado. Quizás, solo quizás, hay una posibilidad de que podamos reconstruir lo que una vez tuvimos. Pero por ahora, debo concentrarme en Soobin y en mi trabajo. Aunque mi mente sigue regresando a ese momento, deseando que la próxima vez sea diferente.
•••••••♥️••••••
Los dos días siguientes se sienten interminables. Cada vez que mi teléfono suena, mi corazón salta con la esperanza de que sea un mensaje o una llamada de Yoongi. Pero nada. No hay flores, no hay desayuno, no hay ningún gesto romántico. La decepción empieza a hundirse en mi pecho, pesada y amarga. Quizás Yoongi ha decidido darse por vencido debido a mi indiferencia.
Trato de concentrarme en mi trabajo, pero es imposible. La imagen de Yoongi me persigue en cada rincón del hospital. Cuando intento poner una vía intravenosa a un paciente, mis manos tiemblan y picho la vena. Mi ex amante y ahora jefe, Ahn Hyo-seop, se da cuenta de mi estado y me manda a casa a descansar.
Dos días pasan sin recibir más detalles de su parte, y empiezo a sentirme decepcionado, pensando que tal vez ha decidido darse por vencido por mi indiferencia. No puedo dejar de pensar en él, lo que hace que me distraiga y cometa errores. Mientras preparo algunos medicamentos para mis pacientes, mi jefe Ahn Hyo Seop me observa con preocupación.
—Estás haciendo mal las dosis —corrige, tomando los frascos de mis manos y haciéndolo él mismo—. Aquí no puedes equivocarte, si lo haces, la gente muere.
Su tono es severo, pero sé que está preocupado por mí, aun después de todo aun después de todo aun se preocupa.
—Vete a casa y descansa, Jimin. No estás en condiciones de trabajar hoy.
No tengo más remedio que obedecer. Mientras camino hacia mi departamento, la frustración y el dolor se acumulan en mi pecho. Otra vez estoy mal por Yoongi, otra vez no puedo sacarlo de mi mente.
Otra vez Min YoonGi es él único dueño de mis pensamientos.
Cuando llego a la puerta de mi departamento, me detengo en seco. Ahí está él, dormido en el suelo del pasillo, sosteniendo una caja de donas y un par de cafés que seguramente ya están fríos. La escena es tan inesperada y conmovedora que me deja sin palabras. Incluso dormido, no ha soltado las donas.
Me acerco lentamente, tratando de no hacer ruido. Me arrodillo junto a él y veo su rostro relajado, libre de las tensiones y preocupaciones que normalmente lo marcan. Siento una mezcla de ternura y tristeza al verlo así, y una punzada de culpa por haber dudado de él.
—Yoongi —susurro suavemente, tocando su hombro.
Él se mueve un poco, parpadeando lentamente al despertar. Cuando sus ojos se encuentran con los míos, una sonrisa soñolienta se dibuja en su rostro.
—Hola, Jimin —dice, su voz ronca por el sueño.
—Hola —respondo, mi corazón latiendo rápido—. ¿Cuánto tiempo llevas aquí?
—No mucho —miente, y ambos sabemos que no es cierto.
—Las donas deben estar frías —digo, señalando la caja.
Él ríe suavemente y se incorpora, entregándome la caja y los cafés.
—Sí, pero aún así quería traértelas.
—Gracias —murmuro, aceptando las donas y los cafés.
Nos quedamos ahí, en el pasillo, mirándonos. No sé qué decir, no sé cómo expresar lo que siento en este momento. Pero una cosa es segura: Yoongi no se ha rendido. Y quizás, solo quizás, todavía haya esperanza para nosotros.
Yoongi se despide, entregándome la caja de donas con movimientos torpes y palabras incoherentes. Puedo ver lo cansado que está, pero también veo la determinación en sus ojos. No quiero dejarlo ir.
—Es muy tarde para comer donas —digo, aceptando la caja con una sonrisa tímida.
—Lo sé —responde, frotándose los ojos—. No sabía que llegarías tan tarde.
—Puedo comerlas mañana —aseguro, abriendo la puerta de mi casa—. Por la mañana, justo al despertar... Podemos hacerlo juntos. —Susurro después de un segundo de silencio.
Me doy cuenta de lo que acabo de decir y de la implicación de mis palabras, pero no me detengo. Lo miro a los ojos, esperando ver alguna reacción. Su rostro se ilumina con una mezcla de sorpresa y esperanza.
—¿De verdad? —pregunta, su voz apenas un susurro.
—Sí —murmuro, dejándolo pasar.
Yoongi entra, y cierro la puerta detrás de él. Nos quedamos en el recibidor, mirándonos en silencio. La tensión entre nosotros se disuelve lentamente, reemplazada por una sensación de paz y comprensión. Siento que, por primera vez en mucho tiempo, estamos en el mismo lugar, listos para intentar de nuevo.
—Gracias, Jimin —dice finalmente, su voz llena de emoción.
—No tienes que agradecerme —respondo suavemente—. Solo... no me decepciones esta vez.
—No lo haré —promete, su mirada sincera y determinada.
Nos quedamos así, en silencio, compartiendo un momento que parece congelado en el tiempo. Yoongi se acerca y me abraza suavemente, y yo correspondo, sintiendo que este es solo el comienzo de un nuevo capítulo para nosotros.
—Buenas noches, Yoongi —murmuro contra su pecho.
—Buenas noches, Jimin —responde, su voz vibrando a través de mí.
Yoongi está en mi departamento, y me siento un poco nervioso por tenerlo aquí, aunque sea para algo tan sencillo como comer donas. Mientras él se acomoda en el sofá, me entrego a la rutina de preparar el lugar para la noche.
—Puedes quedarte a dormir, pero solo en el sofá —le digo, tratando de sonar firme.
Él asiente, con esa media sonrisa que me hace pensar que quizá ya sabe que mis palabras no tienen tanto peso. Subo a mi habitación, pero no consigo dormir. Me quedo en la cama, mirando al techo, pensando en Yoongi durmiendo en el sofá. Los recuerdos de los buenos tiempos que pasamos juntos me invaden, y no puedo evitar preguntarme si realmente hay una oportunidad para nosotros de nuevo.
Me levanto y camino sigilosamente hasta la sala. Ahí está él, dormido, con el rostro sereno. La luz tenue de la calle ilumina suavemente sus rasgos. Me quedo de pie, observándolo, sintiendo una mezcla de nostalgia y algo nuevo que no puedo identificar. El tiempo pasa y aún no me decido a volver a mi habitación.
Finalmente, sin pensarlo demasiado, me acerco al sofá. Me agacho junto a él y me siento en el borde, cuidando de no despertarlo. Lo observo durante lo que parece una eternidad, y algo en su tranquilidad me hace querer estar más cerca. Sin pensarlo más, me acomodo en el pequeño espacio que queda junto a él.
Me acuesto despacio, tratando de no despertarlo. Puedo sentir su calor a mi lado y el ritmo tranquilo de su respiración. Es una sensación extraña, pero reconfortante. Me toma un rato acomodarme, pero finalmente me relajo y cierro los ojos. La sensación de su presencia me envuelve, y por primera vez en mucho tiempo, siento que estoy donde debo estar.
La mañana llega demasiado pronto. Cuando despierto, me encuentro en la misma posición, acurrucado junto a Yoongi. Él se mueve ligeramente, y nuestros ojos se encuentran. Por un momento, solo nos miramos en silencio.
—Buenos días —murmura Yoongi con voz ronca por el sueño, una sonrisa suave en sus labios.
—Buenos días —respondo, sintiendo el calor subir a mis mejillas.
—¿Listo para esas donas? —pregunta, alargando la mano para acariciar suavemente mi mejilla.
—Sí. —digo, sonriendo.
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