Capítulo III. Tu nombre no importa
Estoy mordiendo mis uñas. Hace media hora que me pusieron en esta sala y lo único que veo es el reloj en la pared. Escucho el tic tac de las manecillas moviéndose en círculos y los nervios me aprisionan. Me pongo de pie e inspecciono el lugar. Solo está mi silla, una puerta, el reloj y un ladrillo translucido en la pared derecha. Puedo ver a través de este unas manchas verdes, otras marrones, y cómo pasa de tanto en tanto alguna sombra gis. Supongo que deben ser autos.
Pongo mi mano sobre la pared para ver si logro captar vibraciones, pero nada.
Me acerco al reloj, lo observo con atención, apoyo mi cabeza contra la pared y noto un pequeño agujero reflectante.
—Menos de tres minutos y ya encontró la cámara —escucho una casi imperceptible voz—. O es muy astuta, o muy suertuda.
Miro arriba intentando deducir de dónde viene el audio, hasta que me percato de que en el borde del techo hay una pequeña separación, entre el techo y la pared. Ahora me fijo en la pequeña estructura y noto que de ahí viene el sonido.
—Y descubrió los parlantes... —acompaña la voz del agente al mando.
—La verdad es que solo soy inquieta y curiosa... y luego de la bienvenida que me dieron, creo que eso no cambiará mucho.
—Me agrada —dice la voz, pero esta vez viene desde la puerta. El agente al mando entra con un caballero canoso, pero bien parecido. Está vestido de blanco y en el cuello tiene un tatuaje. Es igual al símbolo que teníamos en las paredes de la entrada—. Me alegro de que sea mi pupila, al parecer será una rebelde.
—Sé que los desafíos le encantan, agente Nyx, por eso la dejo en sus manos...
El hombre me mira de pies a cabeza, afirma y me hace un gesto para que lo siga. Suspiro y obedezco.
No sé por qué, pero algo en él me inspira respeto y hasta podría decirse que miedo.
—Deja de morderte las uñas —habla el agente Nyx—. Tus manos deben estar suaves y presentables, siempre —voltea a verme y se me escapa una expresión de sorpresa.
—A partir de ahora agente Nahbi, su apariencia va a importar, y mucho —recalca el agente de negro.
El pasillo por el que pasamos está lleno de puertas, todo es blanco, con luces potentes, no hay nada de decoración más allá del símbolo de la serpiente y el ojo en los marcos de las paredes, el cual se repite a pocos metros. Todo es muy discreto.
Llegamos al final del pasillo, ingresamos por la puerta derecha y, cuando volteo, veo que de la puerta izquierda sale el chico que mato a mi amigo. Giro hacia él con rapidez. Mis sentidos se han activado y la rabia recorre mi cuerpo.
Solo deseo tumbarlo al suelo y hacerlo pagar.
Cuando estoy por empujarlo, el agente al mando me sostiene de la cintura para evitar que vaya por el chico, quien ahora se percata de mis intenciones.
—¡Agente Nahbi! —el agente me llama la atención, para que deje de forcejear.
—Hola, agente Nahbi —se atreve a decirme el chico, con una sonrisa sarcástica—. ¡Que disfrutes de la sesión de tatuaje!
Sigo forcejeando, pero Nyx se para delante de mí, me observa a los ojos y niega. El chico se va en compañía de la mujer que había entregado la tableta al agente mayor, y quien supongo es su entrenadora.
—A partir de ahora, ese chico pertenece a tu hermandad, Nahbi —me regaña Nyx.
—Mató a mi amigo —me quejo y grito con fuerza.
—Mató a quien debía para esta vivo —responde el agente mayor—. Agradece que no fue a ti.
Intento decir algo más, pero la tibieza de estos hombres solo me causa más enojo. Mis entrañas duelen de ira y mi cabeza reproduce la fría mirada con la que ese chico mató a mi compañero.
Hago un gesto de resignación e ingreso a la sala nueva. Y, en efecto, es un lugar en el que hacen tatuajes. Una mujer me espera con un tapaboca, ya sentada en su lugar.
—Bienvenida Nahbi —saluda y yo termino sentándome en dónde me corresponde.
—Hagamos esto con rapidez —pido de mala gana.
La mujer se baja el tapabocas y sonríe.
—Me gusta la chica de mal genio —le dice a Nyx.
—La chica de mal genio se iba a aventar sobre su compañero —responde este, ubicándose en el sofá que está enfrente a nosotras.
—Con mucha suerte, entre los cientos de agentes es probable que no te vuelvas a cruzar con el chico... —me dice ella, mientras lleva mi cabeza hacia un costado y pasa un algodón sobre mi cuello—. Aunque escuché que son los reclutados con mejores puntajes.
—El chico tiene cien sobre cien —habla el agente al mando—; en casi todo, menos en Estrategia y formación de aliados.
—Por supuesto, es un asesino —recrimino.
—Es lo que vas a tener que hacer cuando estés lista, Nahbi. No jugamos a la oca con los pederastas.
Guardo silencio y dejo que la chica comience a hacer lo que deba hacer sobre mi piel.
No es lo mismo, no es lo mismo, no es lo mismo.
Repito en mi cabeza esa oración una y otra vez, pero entiendo el punto. Es evidente que no debería tener compasión si peleo contra gente que hace cosas terribles.
Intento respirar profundo al tiempo en que siento un líquido frío sobre la piel de mi cuello, e ignoro lo que sea que estén hablando los adultos de mi alrededor. Mi cerebro está intentando recoger información de mi pasado, pero todo está en blanco, ni un atisbo de lo que pude ser antes.
¿Tendré padre o madre? dijeron que vengo de la calle ¿Vivía en la calle? ¿Qué implica eso?
—Nahbi, ya está —anuncia la mujer, mucho antes de lo que esperaba.
Eso fue rápido.
Me siento y me doy cuenta de que los aparatos de este lugar son demasiado avanzados. Solo afirmo, y me pongo de pie con ayuda de Nyx.
—Cuando regreses de tu primera misión —me dice la chica—, vas a poder elegir un tatuaje, así que ve pensando qué quieres en tu piel.
—¿Dentro de cuatro años? —me burlo—. Claro... lo voy a pensar.
Mentira, es muy probable que ya esté muerta para ese entonces.
Por lo que tengo de opciones, es morir o morir, solo que yo elijo en dónde lo quiero hacer.
Suspiro y sigo de nuevo a los hombres.
Caminamos por el pasillo y esta vez se hace larga la caminata. A decir verdad, yo solo espero volver a cruzarme con ese chico. Mis entrañas han desarrollado una rabia, un odio, una verdadera repulsión hacia ese joven. Quisiera matarlo, pero para ser honesta, no sé si soy capaz de apretar el gatillo, aunque ese ser se lo merezca.
Subimos unas escaleras que parecen interminables, tanta tecnología y no encontraron una forma menos agotadora de subir. Suspiro al momento de llegar a una puerta, mi tutor la abre y la luz del sol provoca que me lleve las manos al rostro, pareciera ser medio día. El sonido de las aspas del transporte que nos espera es ensordecedor. No parece un helicóptero común.
—Bien soldado, hasta aquí los acompaño... Agente, éxitos, desde aquí ya huelo que le dará problemas. Y, señorita Nahbi, nos vemos en cuatro años.
Me ofrece una sonrisa que podría decirse malvada, cierra la puerta y quedo con mi tutor, él me pasa una mano para ayudarme a subir un escalón, así que la tomo. Subimos a la nave y, ni bien nos sentamos, me acomoda los cintillos del cinturón. Me dice algo, pero no lo entiendo por el ruido de las aspas, así que le hago un gesto. Él se acerca y repite lo que me dijo:
—Ni se te ocurra desabrochártelo, el vuelo será un poco agitado.
Luego de decirme eso también se acomoda en su asiento, yo solo aprieto mis puños, esto me da algo de pánico ¿Alguna vez he hecho esto? Creo que no, o no lo sé, solo me queda clara la sensación de miedo que me genera el saber que voy a estar por los aires, muy, muy alto.
Despegamos y cierro mis ojos, logro distinguir la risa de mi tutor, así que vuelvo a abrirlos y lo miro con desprecio.
—Es muy gracioso que me esté muriendo de miedo, ¿no?
—No, es gracioso que te aferres al cinturón de seguridad, como si eso pudiera evitar que caiga el helicóptero, Nahbi...
—Sí sabe que ese no es mi nombre real... —le recuerdo.
Él levanta la vista hacia mí, de manera lenta, me siento invadida cuando sus labios formulan una perversa sonrisa.
—Tu nombre no importa —expresa.
No lo dice con rudeza ni descortesía, sino con la firme convicción de quien está dictando una sentencia.
Me quedo en silencio, a continuación, tratando de descifrar lo que eso significa.
¿Solo soy un número más en esta organización?
Las horas van pasando tan lentamente que pronto pierdo la noción del tiempo que llevo sentada en este helicóptero. En un televisor bien ubicado se puede observar un video que lleva repitiéndose desde hace rato y habla sobre la organización, su misión, visión y demás cosas aburridas.
No le estoy prestando atención, lo cual hace que mi tutor se acerque a mí al cabo de un momento, cuando me ve cerrar los ojos dispuesta a dormir.
—¿No te interesa ni un poco aprender sobre la organización para la que ahora trabajas? —pregunta, sentándose a mi lado.
Me encojo de hombros.
Después de todo, no creo que dure mucho.
Él suelta un suspiro cuando hago evidente mi desinterés.
—Avalon Noir no solo ayuda a huérfanos como tú, que están solos en el mundo... ¿sabías?
Llevo la vista a él. Ha logrado captar toda mi atención.
—¿Qué más hace? —pregunto.
—También apoya a países en desventaja económica, se encarga de las injusticias y se esfuerza cada día por construir un mundo mejor.
Pienso durante un momento, antes de responder:
—Pero matan personas.
Él asiente, resignado.
—Es imposible poner orden sin hacerlo —explica, aunque esta idea parece afectarle también—. Lastimosamente, lo que sirve es poner mano dura. La gente no cambia solo con amor.
—Con amor no, pero...
—Nahbi —me interrumpe él—, si alguna vez encuentras una manera de hacer funcionar el mundo sin matar siquiera a una sola persona, te invito a que se la presentes a los altos mandos, estarán complacidos de escucharte.
Vuelve a su asiento y me deja pensando unos momentos. No sé por qué, pero lo que dijo hace que despierte en mí la curiosidad que estaba dormida antes. Necesito saber de qué manera Avalon Noir ayuda al mundo, así que paso las horas siguientes mirando el video en repetición, el cual termina sorprendiéndome de forma positiva.
Por lo que puedo ver, la organización lleva años interviniendo secretamente en los eventos mundiales más importantes. ¿Pero cómo lo logra? ¿Es realmente esto lo que hacen? Y, si son tan buenos, ¿por qué cometen crueldades con nosotros?
El helicóptero termina aterrizando en algún lugar, la verdad es que ni le estoy prestando atención porque sigo sumida en mis pensamientos. Las interrogantes son más que las respuestas, pero la verdad es que algo cambió en mí, ahora me interesa estar aquí.
Para ser honesta, aún me da asco lo que viví, pero por alguna razón mi cabeza ha comenzado a procesar las acciones de Avalon Noir. Ver que rescatan a personas con la vida arruinada y les dan una segunda oportunidad suena bien, si lo ves desde la perspectiva de calle, hambre y dolor.
El problema es que yo no sé nada de mi pasado, mi mente es una hoja en blanco. Solo tengo sensaciones y unas vocecillas que se contradicen: una me pide que huya y muera y la otra me dice que aquí estoy a salvo de la terrible humanidad.
Me doy cuenta de que estoy en modo automático cuando escucho por tercera vez la voz de mi tutor, quien me pide que le pase mi mano para ayudarme a bajar.
—Bienvenida a tu primera casa, Nahbi —me dice con una amplia sonrisa.
No paro de asombrarme al ver que estamos en un lugar prácticamente paradisiaco. Aves exóticas volando por los aires, el patio enorme, una fuente en medio y una casona al fondo. Todo esto es como de ensueño.
—Este lugar debe costar un montón —elevo mi voz porque el helicóptero se marcha y el sonido del motor me ensordece.
—El dinero no es impedimento, Nahbi. Cuando comiences a trabajar y ganar, no te imaginas las cosas que te vas a comprar.
El silencio llega al fin a mis oídos, pero en mi mente no para el barullo. Algo en esas palabras me suena mal, pero ¿quién soy yo ahora como para juzgar esto?
—¿Acaso hay vida después de lo que nos mandan hacer? —pregunto con algo de amargura en la garganta.
—Claro que sí. Siempre hay días libres, aunque la mayoría preferimos aislarnos, venir a lugares como este, lejos de las misiones, del ruido de la ciudad, de las personas. Una vez que te das cuenta de lo que son capaces de hacer, prefieres en muchas ocasiones la soledad.
Comienzo a morderme las uñas al escuchar esas palabras, no sé por qué me da ansiedad. Al mismo tiempo, tengo un concepto nuevo, muchas dudas y las ganas de saber si esta organización es tan buena como dice ser.
—Bien, Nahbi, sé que tienes muchas preguntas, que seguro estarás cansada, pero el mal no para y nosotros tampoco; así que lo primero que harás luego de conocer tu habitación es ver a tu psicólogo de cabecera, Henry, y luego de esa sesión, empezarás entrenamiento de resistencia y velocidad.
—¿Al final me van a torturar más? —susurro—¿Por qué debo ver a un psicólogo? ¿Eso no es de locos?
—Niña tonta —me dice, mientras me desarregla el cabello y se ríe—. No, no es para gente loca. Ahora, vayamos a tu habitación.
Él se adelanta, yo quedo unos pasos atrás, pero finalmente decido correr y seguirle el paso.
La casa es gigantesca, en absoluto, es majestuosa; estatuas gigantes, alfombras que se nota que son impagables, escaleras de mármol. Todo aquí grita lujo.
Subimos los escalones y yo solo atino a observar cada rincón del lugar, de percibir el aroma a pino. Los inmensos vitrales permiten que entre mucha luz y se pueda admirar desde adentro el enorme patio. Así también, el mar que se encuentra muy en el fondo.
Cruzamos un pasillo algo largo y que hace como una media luna, pero que permite ver el salón de bienvenida de abajo. Cuando llegamos al otro extremo volvemos a subir una escalera un poco corta, y allí ya no hay vitrales, solo un pasillo largo, blanco, con luces artificiales, sin nada de color, triste, abrumador.
Caminamos un poco más y me pasa una tarjeta, yo la agarro y espero a que me diga para qué es, así que levanto una ceja.
—¡Ay! perdón, olvidé que tienes la memoria reseteada.
«"Reseteada" significa que hay forma de... ¿volver atrás?»
—Es una llave —me dice y guía mi mano hasta la cerradura de la puerta, esta hace un ruido y la puerta se abre.
El cuarto es amplio, todo blanco. De nuevo, no hay ventanas, igual que en el centro de dónde vengo. ¿Por qué tener una vista tan impresionante y no dar a este lugar un poco de luz natural? Estoy segura de que mi desprecio por esta habitación es evidente, por lo que dice a continuación mi Tutor:
—Es estratégico, Nahbi. —Sus palabras me hacen mirarlo y él continúa—: Un día vas a entender, por qué este lugar es como es. Un día, lo vas a necesitar, créeme. —Hace un gesto como inspeccionando todo—. El único lugar de la casa que no tiene cámaras es el baño —me advierte—. Para que lo tengas en cuenta, así que ten por seguro que el resto del día y la noche estarás siendo monitoreada, estudiada, y no por mí.
—Ellos quieren lo mejor de lo mejor, ¿no?
Él solo asiente y me invita a que entre a la habitación, yo obedezco.
Me muestra un armario gigante y al abrirlo veo un montón de ropa, toda de entrenamiento. También distingo algún que otro pijama y toallas, calzados deportivos, otros de combate, guantes, medias. Este lugar está preparado para convertirme en una cazadora, por lo que veo.
—Hoy como te dije tienes sesión física, así que elige ropa cómoda, vas a sudar mucho. La ropa sucia la debes poner en este cesto —me señala un cubo blanco—. Tiene un sistema de recolección, así que si escuchas un sonido como de succión, es que el sistema se activó. Lo mismo con tu ropa limpia, va a aparecer en tu armario ya planchada y colgada.
—¿O sea que no tendré que hacerlo yo? Eso me agrada.
—De hecho, no hacemos esas cosas, porque cada segundo del día cuenta para mantenernos en entrenamiento.
—¿Hay alguien más en esta casa? —pregunto, antes de que continúe.
—No —responde a secas—. Solo tú, yo, los animalitos de la isla y, de vez en cuando, vendrá Henry.
—Bien... —digo algo curiosa por saber más—. ¿Solo tú me entrenarás?
—Por este año sí. El siguiente vendrán tutores especializados, y así iremos escalando de dificultad. Ahora... —respira profundo—. Vas a estudiar un montón con robots e inteligencias artificiales.
—¿Esas cosas existen? o sea, ¿a ese nivel?
—¡Oh! Nahbi, no tienes idea. —Camina hasta la puerta—. Nos vemos en quince minutos en la sala principal, no tardes. La hora la puedes ver en la pared derecha, el reloj es gigante para que no tengas excusas.
Él sale de la habitación, cierra la puerta y, tal como dijo, en la pared derecha se ve un reloj digital. Mejor dicho, la pared se convierte en un reloj digital. Las luces celestes sobre el blanco le dan un toque más frio a todo esto.
Bien, supongo que esto es lo que me toca ¿No es así?
Elijo una ropa y voy al baño a cambiarme. Me miro al espejo y me desconozco, no sé quién soy, qué hago, qué pienso. Solo sé que estoy aquí.
Las siguientes horas de mi vida son muy surrealistas. Entre la sesión con Henry, que me hace sentir contenida, importante y escuchada, porque deja que todas mis emociones de miedo y enojo contra el chico que mató a mi amigo salgan a flote. Durante la hora entera que estamos juntos, él no me detiene, no me cuestiona, solo me escucha y permite que la incertidumbre se convierta en un lugar que puede ser explorado.
De allí voy a mi sesión de entrenamiento, la cual resulta ser muy agotadora. Definitivamente, esta es la parte dura. Son como tres horas de actividades físicas, por lo que termino hambrienta, exhausta, molida.
Todo mejora cuando vuelvo a casa. Encuentro una cena bien cargada y no dudo en comerla toda, mientras mi tutor me da devoluciones con respecto al trabajo del día de hoy. La verdad es que estoy más concentrada en la hamburguesa que en su voz. Al menos hasta que menciona que mañana me tocará aprender sobre las Inteligencias artificiales y los robots. Eso sí me interesa.
—Entonces —me limpio los dedos—. ¿Voy a aprender sobre eso?
—Así es. De hecho, por tu calificación, deduzco que serás buena en eso... y mira —me muestra una hoja—. Te pusieron en un programa de creación de redes neuronales profundas, allí no entran muchos, así que no me decepciones. Quiero que seas la mejor.
Esas palabras me traen como un flash de recuerdos, pero que no comprendo. Solo veo una taza de café en una mesa y las manos de un hombre y una mujer. Lo fuerzo, aunque eso hace que el recuerdo se esfume.
—¿Por qué? —pregunto.
—Por qué, ¿qué?
—¿Por qué quieres que sea la mejor?
—Porque el muchacho ese que se salvó contigo va a entrenar con mi némesis, y tengo que demostrar ser mejor.
—Muy buen motivo... yo también deseo ser mejor que ese... rata...
—Shhhh —me calla—. Una cosa es que tengas una némesis, pero nunca hagas que el resto lo sepa, solo que se sienta.
—Pero tú acabas de decirme...
—Porque contigo tengo esa libertad... —ríe.
—Bien... —respondo y me levanto para lavarme las manos— ¿Ya puedo ir a dormir?
—Por ser el primer día, te dejo, Nahbi. Pero mañana me lavas tus cubiertos...
—¿Qué? ¿No hay robots que hagan eso?
—No, no tenemos...
—Pues yo lo voy a construir —digo, divertida.
A pesar de que sigo con una nube negra en la cabeza, esto me da un poco de alegría, y ahora tengo un motivo más. Saber que si soy mejor que ese... imbécil, lo podría humillar, mi tutor sería feliz, la suya infeliz, y ese es un buen paso para iniciar una venganza. Claro que puedo.
Cambio de planes: voy a sobrevivir aquí, volveré luego de cuatro años e iré por tu cabeza, maldito asesino.
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Buenas, buenas. Creo que ya puedo preguntarles qué tal les va pareciendo la novela, qué piensan de Nahbi, si les cae bien Nyx o lo que quieran comentar aquí 👉
Tal vez no esperaban ver tan pronto un capítulo con el nombre de la novela, pero les aseguro que hay mucho más detrás de esa frase. Ya lo verán más adelante.
¡Abrazos! ❤️
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