Un parpadeo

¿Alguna vez has sentido, al cerrar los ojos, que ya nunca más volverás a abrirlos?

Esta es la segunda vez que tengo esa sensación...

La primera fue hace unos meses y ni siquiera la recuerdo bien, solo me acuerdo de que Álex y yo estábamos discutiendo. Él conducía, como siempre, y yo trataba de controlar mi mal genio para no desconcentrarle. Estaba siendo realmente difícil.

Álex y yo llevábamos tres años juntos, pero hacía tiempo que ya no nos queríamos, era evidente, aunque ambos intentábamos fingir que quedaba algo que salvar de nuestra relación.

Yo había organizado unas mini vacaciones en la playa, no sé por qué... para reavivar la chispa. Tal vez para infundir un poco de romanticismo a algo que llevaba mucho sin ser romántico. Aquel había sido un patético intento de recuperar un inicio en el que ninguno de los dos habíamos sido sinceros, de modo que, era de esperar que hubiésemos olvidado el personaje que un día pretendimos ser.

Álex no parecía muy entusiasmado por el viaje y eso me enfurecía, pero no fue la razón de nuestra discusión. Ya ni siquiera me acuerdo de la razón, porque discutíamos tantas veces, y por cosas tan estúpidas, que perdí la cuenta.

En ese momento él me estaba gritando.

—Siempre estás igual —decía—, las cosas solo están bien a tu manera, siempre has querido cambiarme, y estoy harto.

Apenas le escuchaba, solía quejarse de todo a todas horas y eso me ponía de los nervios, sobre todo desde que nos habíamos mudado juntos. Un error.

En ese momento, mientras valoraba, por enésima vez, la posibilidad de admitir que en realidad detestaba la compañía de mi novio, y, acto seguido, sentía que el miedo me invadía al pensar en quedarme sola, algo pasó.

Fue repentino, no lo vi venir y Álex tampoco.

De pronto el coche que circulaba delante de nosotros en aquella carretera nacional frenó con brusquedad. Avanzó unos metros dando tumbos y emitiendo un chirrido metálico que hizo que Álex diese un volantazo y frenase al mismo tiempo. Nuestro coche dio una vuelta de campana y se precipitó hacia la zanja que se abría a un lado de la carretera, allí se chocó contra un árbol.

Yo había cerrado los ojos, como he dicho antes. Los cerré en el momento en que supe que colisionaríamos contra el firme tronco del árbol. Los cerré y pensé que ahí terminaba todo.

No estaba tan equivocada.

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Así comienza la historia de Lucía, ¿quieres saber más?

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