Si mañana es tarde...

"Hola, ¿dónde estás? He llamado a tu casa y tus padres me han dicho que te has ido de viaje" decía un mensaje de Nata en mi móvil.

Acababa de salir de la ducha y me encontraba en la habitación que la tía Marina había preparado para mí. Una acogedora estancia de la que no iba a salir en lo que quedaba de fin de semana, salvo para lo imprescindible.

"Estoy en un pueblo de la sierra, con él...ya sabes quién"

"¿Quéeee?"

"Calma, no descorches la botella de champán, esto es un desastre" le respondí.

"¿Por qué? ¿Qué ha pasado? ¡Te llamo!"

No me dio tiempo a negarme. El móvil sonó, insistente, en mi mano. Descolgué.

—Cuéntamelo todo, Luci —pidió mi amiga.

—No hay nada que contar, Nata —repliqué—. Me invitó a pasar un fin de semana aquí porque tiene caballos, ya sabes que me encantan, pero parece que me estoy imaginando cosas.

—¿Qué cosas?

—Bueno, le he besado y me ha rechazado, fin de la historia.

—A ver, a ver... que yo me entere —la voz de mi amiga se agudizaba por momentos—. El tío acepta salir contigo, te propone iros solitos a la montaña el fin de semana, ¿y ahora va y te rechaza? ¿De qué va?

Evidentemente, a Nata le faltaba información, y de la que tenía, gran parte estaba tergiversada.

—Bueno, parece que no tengo demasiada suerte en las relaciones.

—Cariño, no desesperes —me dijo mi mejor amiga—. ¿Por qué no coges el coche y te vuelves?

—No puedo esta noche, hay tormenta —mentí—. Además, me gustaría hablar con él, puede que tenga una explicación.

—Ojalá la tenga, Luci —deseó Nata—. Ojalá.

Colgamos la llamada y me dispuse a volver al salón donde la tía Marina estaba a punto de servir la cena.

No esperaba encontrarme en el pasillo, justo frente a mi puerta, a Mónica.

—Así que solo amigos...

"Maldita cría. Es como Sherlock Holmes" farfulló la Nueva Lucía, tan sorprendida como yo.

—¿Has escuchado mi llamada? ¿No sabes que eso está mal?

—No intentes cambiar de tema, no te va a funcionar —replicó la mocosa—. ¿Qué quieres de mi hermano?

—¿Cómo? —Me quedé perpleja—. ¿A ti qué te importa?

—Mucho —contraatacó ella—. No me gusta que jueguen con él. Tiene un gusto pésimo con las chicas, pero él no se da cuenta hasta que ya es tarde.

Suspiré, cansada. Comenzaba a formarse un molesto dolor sordo en mi cabeza, y eso no era bueno.

—Mira, Mónica, te prometo que no tienes que preocuparte por mí —dije—. Tampoco voy a durar mucho igualmente...

—¿Qué?

La dejé con la palabra en la boca y me di la vuelta, encaminando mis pasos al salón donde ya todos esperaban alrededor de una mesa bien surtida. No fue muy elegante por mi parte aprovecharme de ser mucho más rápida que una niña en silla de ruedas, pero no estaba de humor para ser considerada.

Me senté en una esquina de la mesa y me preparé para cualquier mal trago que me deparase la velada. Por suerte la cena no fue tensa y silenciosa, como temía. El tío Javier se ocupó de que no hubiera un solo momento de quietud. Hablaba sin parar sobre los vecinos del pueblo, el campo, los caballos y la montaña. Jaime respondía a alguna de sus anécdotas, pero podía ver que estaba más distraído de lo normal. Deseé con todas mis fuerzas ser capaz de entrar en su mente y saber qué pensaba.

El dolor de cabeza no fue en aumento, pero sí se mantuvo, por lo que, tras el delicioso postre de natilla que había preparado la tía Marina, me disculpé y me fui a la cama.

Acababa de acostarme, sin intención de dormir, cuando alguien tocó mi puerta.

—¿Puedo pasar? —La voz de Jaime me llegó desde el otro lado, disparándome los nervios.

Alterada, eché un vistazo a mi mejor pijama y decidí que estaba presentable.

—Pasa.

Él no se había cambiado, seguía con ropa de calle. Entró en mi habitación y se sentó a los pies de mi cama, lo bastante lejos como para que las polizonas de mi aturullada mente no pudieran malinterpretar sus intenciones.

—¿Te encuentras bien? —Quiso saber.

—Sí, no te preocupes —respondí. Me negaba a hablarle de mi dolor de cabeza, eso solo haría saltar alarmas que, en ese momento, serían un auténtico fastidio.

—Mónica me ha contado que le has dicho algo extraño en el pasillo.

—Ha estado escuchando una conversación privada, y eso está mal —me defendí.

—Siento la actitud de mi hermana, es muy protectora. Pero es que no les he contado nada sobre ti, Lucía —me reveló Jaime—. Ellos no saben que eres paciente mía, creen de verdad que solo eres una amiga.

—Ahá.

Comprendía entonces la confusión de Mónica al decirle que no iba a durar mucho.

—Y sobre lo de antes... —continuó hablando Jaime.

—No, déjalo —interrumpí de nuevo—. No me hagas pasar más vergüenza, por favor.

—Pero...

—Vale, siento haberte besado, se me fue la cabeza —insistí—. Todo esto de vivir el momento, de hacer lo que quiero sin pensar en las consecuencias, me lo estoy tomando en serio, puede que demasiado, pero de este modo siento que mi vida vale un poco la pena. Así que, si te he molestado, lo siento.

El tacto de sus manos cogiendo las mías me hizo callar de una vez.

—No tengo nada que perdonar, Lucía —repuso—. Al contrario, yo quiero pedirte perdón. Es evidente que me gustas, y parece que yo a ti también, y no sé por qué me he apartado así antes... Creo que lo he hecho por miedo. Al fin y al cabo, estoy mandando al garete todos los artículos del código deontológico médico, pero solo quería decirte que lo que ha pasado antes ha sido solo culpa mía.

Sus palabras tardaron un momento en ser procesadas por mi sobrecargado cerebro, pero cuando al fin comprendí lo que Jaime me estaba diciendo, salté de la cama, como movida por un resorte.

—¿Estás bien? —Me preguntó, poniéndose de pie también.

—Dime que no estás de broma.

—¿Cómo voy a estar de broma?

—¿De verdad te gusto?

—Pues claro.

"¡Wow! Menuda montaña rusa de emociones" exclamó la Nueva Lucía en mi cabeza.

"¡Dios mío! ¿Qué se supone que debo hacer ahora?" le pregunté, entrando en pánico.

"¡Bésale!" me indicó.

"Ni de coña, no voy a meter la pata otra vez"

"¿No has oído lo que te ha dicho? ¡¡Le gustas!!"

"No, no... No me atrevo"

—Bueno, creo que... mejor me voy —dijo entonces Jaime, sin duda alentado por mi prolongado silencio—. Si necesitas algo, estoy en la habitación de enfrente.

"¡Dile algo!"

"No"

"Gallina"

Jaime estaba ya en la puerta, de modo que me resigné. Me dejé caer sobre la cama y suspiré, pensando en lo difícil que me resultaría pegar ojo esa noche.

—Lucía... —Jaime estaba en el umbral, como si no se decidiera a salir, pero al mismo tiempo no se atreviera a entrar de nuevo.

—¿Qué?

En lo que duró mi siguiente parpadeo, él tomó una decisión. Volvió a cerrar la puerta y se acercó a mí con determinación. No me dio tiempo a reaccionar, al momento siguiente él estaba a mi lado de nuevo, se inclinó sobre mí y me besó.

Aquel sí fue un beso...

Como si de una película se tratase sentí que el suelo desaparecía bajo mis pies y mi mente se transformaba en una nube algodonosa. El corazón me iba a mil por hora y, cuando él se apartó un poco, noté mi sobrealiento, propio de un corredor de maratón.

—Por si mañana es tarde —susurró contra mis labios.

En respuesta, un calor casi agobiante tomó posesión de mi cuerpo. Me acerqué más a él para acomodar mi postura y volvimos a besarnos. Sentí sus brazos envolviendo mi cintura y un cosquilleo me recorrió el cuerpo. Me dejé llevar, respondiendo a ese increíble beso con pasión, quizá demasiada.

"¡Madre mía! ¡Cómo besa!" exclamó la Nueva Lucía, abanicándose con la mano.

Por desgracia, esos minutos de gloria terminaron, y aunque yo hubiera pasado toda la noche besando al doctor Jaime Soler, cuando nos separamos supe que ahí terminaba todo por esa noche, así que me limité a sonreírle con cara de tonta y a desearle buenas noches.

'* • .¸ ♡ ♡ ¸. • * '' * • .¸ ♡ ♡ ¸. • * '' * • .¸ ♡ ♡. • * '

¡Síiii! Hemos tenido beso en condiciones, ¿has sentido las mariposillas?

Si es así, ¡regálame una estrellita! Y no te olvides de seguir leyendo <3


Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top