Las tonterías del día a día

Nunca había estado en una tienda de vestidos de diseño, pero desde que Nata sabía de mi lista, estaba tirando la casa por la ventana. Ese día, sin embargo, yo tenía la cabeza en otra parte, concretamente en la noche increíble que había pasado con Jaime y en cuánto deseaba repetirlo. Estaba tan ensimismada que ni siquiera me importaban las constantes miradas, entre asustadas y apenadas, que me lanzaban Alba y Julia. Estaba claro que Nata ya las había puesto al corriente de todo.

—¿Qué os parece este? —Preguntó Nata, señalando un precioso vestido color celeste con pedrería en la cintura.

—Es muy bonito —opinó Alba.

Nata estaba empeñada en encontrar el vestido perfecto de dama de honor para mí y yo... me sentía fatal. Desde que lo había descubierto todo, la sensación de aquel día con mis amigas, ese en que tomamos la primera fotografía de mi mural, se había desvanecido. Ahora parecía que estuvieran cumpliendo las últimas voluntades de una moribunda. Resultaba deprimente.

"Es que es eso exactamente lo que están haciendo" señaló la Antigua Lucía, que no había vuelto a aparecer hasta ese momento, tan oportuna como siempre.

"¿Ya se han diluido las endorfinas del sexo?" preguntó la Nueva Lucía, fastidiada "Tendremos que ir a por más, entonces..."

"Ojalá" contesté, lo que me hizo sonreír un poco.

—¿Tú qué opinas, Luci? —quiso saber Nata.

—No me gusta —contesté con respecto al vestido.

—Vale...

Las expresiones de mis tres amigas iban desde la frustración a la tristeza, pasando por la incomodidad y la rabia. Me estaban poniendo histérica.

—Escuchad, esto no es tan terrible —dije. Las tres, Nata, Alba y Julia, se volvieron hacia mí con asombro—. No es que me vaya a morir mañana, bueno... tal vez sí, pero eso no es motivo para estar tan desanimadas.

—¿Ah, no? —como esperaba, Alba fue la primera en hablar—. Pues, sinceramente, Luci, no sé cómo puedes estar tan entera. Si fuese yo...

—¿Qué? Si fueses tú, conociéndote, lucharías con uñas y dientes para no malgastar el tiempo que te queda —repliqué, ella enmudeció.

—Perdónanos, solo es que estamos preocupadas —señaló Julia, tímidamente.

—Lo entiendo, pero necesito que seáis las de siempre —pedí—. Necesito a mis amigas, necesito a las personas que me animan a seguir dando importancia a las tonterías del día a día, las que hacen que sea inolvidable el hecho de escoger un vestido de fiesta para la boda del año, las que montarían una fiesta cuando les contara que me he acostado con mi médico.

Y, de pronto, sucedió.

—¿Quéeee? —Gritó Nata, visiblemente emocionada. Alba y Julia la siguieron, olvidando de repente todo lo penoso de la anterior situación.

—Ya, lo sé —reí—. ¿Quién lo diría? Me he vuelto a enamorar.

—Madre mía, Luci. Esto tienes que contárnoslo con pelos y señales.

Pasé la siguiente media hora relatando con todos los detalles posibles mi noche con Jaime, y aunque suene vulgar, es lo que hacemos las chicas, contárnoslo todo...

—Pues me alegro por ti. Un buen polvo es lo que te hacía falta, claramente —dijo Alba, ya no quedaba rastro de esa cara de pena que tan poco le pegaba.

—Entonces, ¿es tu novio? —Quiso saber Julia.

—No lo sé, solo sé que me gusta y yo a él —contesté—. Las etiquetas están pasadas de moda.

—¿Vendrá a la boda contigo? —Preguntó Nata.

No lo habíamos hablado de forma oficial, pero había habido insinuaciones.

Iba a responder cuando, de pronto, algo captó mi atención justo detrás de mis amigas. Una de las clientas de la tienda acababa de salir del probador con un precioso vestido color vino, de corte sirena y escote palabra de honor. Era lo más bonito que había visto en mi vida.

—Ese —dije entonces, señalándolo—. Quiero ese vestido.

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Las amigas de verdad, con suerte, se pueden contar con los dedos de una mano, ¿estáis de acuerdo?

Menos mal que Lucía cuenta con su pequeña tropa <3

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