La Antigua Lucía
—¿Ya estás más calmada? —Tras un par de horas sollozando, por fin había encontrado un poco de consuelo en la presencia de Jaime y en la tila que me había preparado.
—Sí...
—Vale, ahora hablemos en serio —dijo—. ¿De verdad no quieres operarte? O es solo porque sientes que tus padres te empujan a hacerlo.
Lo medité, tratando de pensar en frío.
—Creo que ambas.
—Lucía, un 85% es un alto porcentaje —señaló Jaime, sentado a mi lado en el sofá.
—No lo suficiente —repliqué.
—Es mucho más de lo que yo hubiera llegado a imaginar.
—¿Me hablas como médico, o como novio? —Pregunté. Él me miró a los ojos.
—Como médico —respondió.
—Y como novio, ¿qué piensas?
Aquella era la respuesta que más deseaba escuchar, y Jaime se tomó su tiempo.
—Que me moriré si te pasa algo malo.
No esperaba que fuese tan brutalmente sincero, tal vez demasiado. A pesar del calor calmante de la tila, se me hizo un nudo en la garganta.
—Y yo no podría hacerte eso —declaré.
—Estamos en una encrucijada, entonces.
—Sí.
Di un sorbo a mi tila y, justo en ese momento, el móvil de Jaime comenzó a vibrar. Le escuché hablar con alguien del trabajo y supe que había habido una urgencia en el hospital.
—Tengo que irme —dijo nada más colgar.
—Está bien —dije, dejando la taza sobre la mesita.
—Puedes quedarte aquí, probablemente vuelva en unas horas.
—¿Aquí? ¿Con Mónica?
—No muerde —respondió él con una suave sonrisa.
—¿Estás seguro?
Se acercó a mí y, con un gesto tierno que me derritió por dentro, me abrazó y besó mi frente. Por un instante creí que diría algo más, nos miramos a los ojos y sentí de nuevo esa ingravidez, esa sensación de estar a punto de romperme por albergar tanto dentro de mí, pero Jaime no dijo nada. Se vistió rápidamente y se marchó.
Mónica aguardó un tiempo prudencial antes de venir al salón, donde yo me encontraba.
—¿Estás bien? —Me preguntó.
—Podría estar mejor —contesté—. ¿Y tú, no tienes clase?
—Aún no he empezado —dijo—. Pasado mañana es el primer día.
No dije nada más, pero ella parecía querer seguir hablando.
—No parecías ser solo amiga de mi hermano —dijo, puntillosa—. ¿Estáis saliendo?
—Sí —respondí—. Pero te prometo que cuando fui al pueblo no estaba buscando nada, solo quería montar a caballo.
Mónica resopló.
—Venga, no te lo crees ni tú —espetó—. Soy joven pero no soy tonta. Además, se me da muy bien ver estas cosas. Quiero estudiar psicología, ¿sabes?
—¡Qué bien! Otra comecocos —solté con ironía.
—Ríete si quieres, pero a mí los psicólogos me han ayudado mucho —indicó con un gesto hacia su silla, haciéndome sentir abochornada—. Sea lo que sea lo que te pasa, hay gente que puede ayudarte.
No supe qué responder, de modo que guardé silencio de nuevo, aunque esta vez no estaba sola en mi cabeza.
"¿Te animaría si supiera la verdad sobre ti?" dijo la Antigua Lucía, haciéndose fuerte, alimentándose de mi miedo y mi enfado.
"Siempre apareces en el mejor momento" le repliqué, ácidamente.
"Aparezco cuando me necesitas, Lucía" contestó ella, hoy parecía inusualmente segura, y eso me dio mala espina "Deberías operarte, ¿qué ganas atrasando lo inevitable?"
"¿Qué quieres decir?"
"Que, si vas a jugar a apostar, deberías poner ya todos los números sobre la mesa" declaró "Si te metes en ese quirófano, se acabó todo, para bien o para mal. Dejarás de sufrir"
"No estaba sufriendo, hasta que has aparecido"
"Mentirosa" atacó "El enamoramiento te ha dado un paréntesis, esas hormonas te han hecho creer que todo es precioso y que la vida es maravillosa. Pero el enamoramiento se acabará pronto, y tendrás que afrontar el hecho de que eres como una moneda que lanzas al aire. Puede salir cara muchas veces, pero al final saldrá la cruz, y Jaime, tus padres, tus amigas... Ellos serán los que sufran entonces".
—¿Hola? ¿Estás ahí? —llamó Mónica mi atención—. Parecías ida.
—Sí, perdona, ¿qué decías?
—Decía que, aunque no me caigas bien del todo, si quieres puedo ayudarte con eso que te ha pasado... si me lo cuentas.
La extraña amabilidad de Mónica me enterneció, en cierta manera. Sin embargo, no tenía intención de contarle nada, no quería estar ahí sin Jaime.
—No, pero gracias —le respondí—. Creo que me voy a casa.
—Bien, como quieras.
Tras una extraña despedida, salí del piso, aunque no volví a casa. Me pasé el resto de la mañana vagabundeando por la ciudad, pensando, mientras la Antigua Lucía recuperaba fuerzas y se hacía más grande a cada minuto, tanto que casi llegó a ocupar todo mi espacio. Tanto que llegué a pensar que en realidad siempre había sido así, que nunca tuve opción, que todo había sido un bonito sueño, nada más.
Lo último que recuerdo de aquel paseo fue que, de pronto, sentí un mareo. Me apoyé en uno de las farolas de la calle mientras perdía el equilibrio. Todo se volvió borroso, perdí la sensibilidad de mis brazos y piernas y mi mente se llenó de luces para luego, fundirse en oscuridad.
'* • .¸ ♡ ♡ ¸. • * '' * • .¸ ♡ ♡ ¸. • * '' * • .¸ ♡ ♡. • * '
Parece que Mónica tiene su lado amable al final, ¿qué te ha parecido? ¿Y la respuesta de Jaime, la de médico y la de novio? ¿Con cuál estás más de acuerdo?
Si te está gustando TNEEML ¡dame estrellita! Y no te olvides de seguir leyendo <3
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top