Celos

Habían pasado dos semanas y mi mural comenzaba a tomar forma. Sobre el fondo verde esperanza, destacaban ya la foto de mis amigas, rodeadas por una espiral conformada por las cuatro palabras de mi mantra: "No arrepentirme de nada"

A un lado, junto a una lluvia de corazones pintados en rojo, las fotografías de aquel fin de semana montando a caballo en la montaña. Al otro lado, enmarcado por la flor que Jaime me había dado en nuestra primera cita, una fotografía del tatuaje de mi muñeca junto a un selfie que Jaime y yo nos habíamos tomado esa misma tarde. La purpurina salpicaba el fondo en esta parte, pero todavía quedaban huecos que rellenar.

Ese día había quedado con Jaime, por fin. Llevaba varios turnos de guardia, y detestaba cada segundo que pasaba lejos de él. La espera, por suerte, había llegado a su fin y, al dar las ocho, me encaminé al hospital para recogerlo. No esperaba que mi estado de ánimo sufriese un despiadado revés, no esperaba que los celos me golpeasen tan fuerte al verlo con esa mujer, esa doctora, la tal Andrea.

Estaba sentada en el vestíbulo, esperándolo, cuando él salió, con ella. Ambos se reían de algo, y de pronto el color verde ya no me pareció tan esperanzador.

Se despidió de ella y se dirigió hacia donde yo me encontraba, pero a esas alturas yo ya había perdido mi capacidad lógica. Cuando él se inclinó para darme un beso, yo giré la cara.

—¿Qué te pasa? —Preguntó, desconcertado.

—Nada...

"Estás siendo irracional, Lucía" dijo mi amiga, mi consejera, mi nueva versión más madura y mejorada.

"Me da igual, esa mujer es alguien importante para él y no me gusta un pelo que trabajen juntos" repliqué, como una cría con una pataleta.

"¿Y qué vas a hacer? ¿Decirle que deje su trabajo?"

"Eso estaría bien"

Había salido del hospital, caminando a paso ligero, mientras Jaime me seguía, probablemente preguntándose qué mosca me había picado.

Ya habíamos caminado casi una manzana cuando su paciencia se agotó y me cogió del brazo.

—Oye, dime qué pasa.

—Esa era Andrea, ¿verdad?

En su expresión pude ver alivio. No sabía por qué le aliviaban mis celos, mi estúpida reacción de niña insegura.

—Sí, era Andrea.

—Me gustaría saber si hay algo entre ella y tú, la verdad es que no estoy para perder el tiempo —dije.

"Tía, no seas borde" me advirtió la Nueva Lucía, avergonzada por mi comportamiento. Sin embargo, no podía parar.

—No, no hay nada, Lucía.

—Pero hubo.

—Sí, hubo —declaró—. ¿Estás celosa?

—Pues claro.

—No tienes por qué —replicó. Intentó volver a acercarse a mí y, terca, volví a alejarme—. Lucía, tú también tienes un pasado. ¿Acaso debería yo estar celoso de ese novio tuyo, el que vi en la habitación del hospital?

—Rompimos, tú mismo lo presenciaste.

—También Andrea y yo rompimos, y mucho antes.

Tenía que admitir la irrefutabilidad de sus argumentos, y aun así no daba mi brazo a torcer.

—Te estabas riendo con ella...

"Eres lo peor" bramó la Nueva Lucía, tirándose de los pelos.

—Sí, por primera vez desde que rompimos puedo reírme con ella, porque ya no queda nada, no me importa lo más mínimo —explicó. Esta vez dejé que se acercase y él, con una ternura que no me merecía, me colocó un mechón de pelo tras la oreja—. Ahora puedo pasar página porque me he enamorado de otra persona.

Aquellas palabras me dejaron sin aliento, un cosquilleo creció dentro de mí, como cuando montas en una montaña rusa y sientes esa ingravidez justo antes de la primera caída en picado.

—¿Lo... dices en serio?

—Claro, tonta —dijo, y al momento siguiente se inclinó y depositó un suave beso sobre mis labios—. Llevo todo el día deseando verte.

—Lo siento, soy estúpida —declaré, mortificada. Estar así, abrazada a él, era como el Paraíso—. Olvida mi ataque de celos, por favor.

—No, no pienso olvidarlo. Prefiero que me lo compenses —contradijo, y volvió a besarme, un roce apenas, pero capaz de generar un fuego en mi interior.

Mi mente se quedó en blanco y alcé los brazos, acercándome más a él, besándole con un ardor impropio de mí, mucho menos en medio de la calle, con transeúntes observándonos. Por suerte, poco después Jaime me hizo notar que no estábamos solos.

—Sería mejor continuar con esto en otra parte, ¿no crees?

Roja como un tomate, me obligué a apartarme de él. Nunca antes me había dejado llevar así, estaba sorprendida.

"Así que esto es lo que se siente cuando una se enamora..." dijo la Nueva Lucía, reflexiva "Lamento decirte que creo que nunca antes te habías enamorado de verdad, Lucía"

Aquella revelación me dejó desconcertada.

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Menuda rabieta ha cogido nuestra Luci. Pero Jaime ha reaccionado bien... ¿qué te ha parecido la escenita?

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