11. Vibrando
Daniel colocó su mano izquierda en las teclas del muslo y la derecha en las del abdomen. La miró a los ojos y simuló tocar una melodía mientras movía su cabeza al compás de la música imaginaria. Panambí sonrió divertida mientras se debatía entre la excitación y las cosquillas. Entonces y luego de un rato, Daniel terminó su sinfonía, se quedó quieto observando sus dedos sobre la tersa y tostada piel de su amiga. Movió lentamente sus dedos de la mano derecha como si fuera a efectuar una escala, hasta que llegó a la última tecla dibujada. Ambos sabían lo que él quería hacer, ella lo presentía y sus pechos se alzaron ante la ansiedad y la proximidad de su mano. Se mordió el labio y observó las facciones de Daniel, éste movió con lentitud su dedo meñique acariciando la base del pecho derecho, justo sobre la tela. Estuvo allí por un buen rato esperando una reacción de su amiga que lo hiciera detenerse, pero entonces halló el permiso para continuar. Panambí levantó lo que quedaba de su vestido dejando sus pechos al descubierto.
Daniel no pudo reaccionar, se quedó allí perplejo, sorprendido, excitado, anonadado y embelezado. La piel era tersa y ese color tostado parecía brillar en algunas zonas. Los pezones estaban excitados y ella lo miraba con intensidad y deseo. Se estaba dejando acariciar, le estaba dando permiso.
Con suavidad siguió moviendo los dedos como si teclas invisibles continuaran por allí hasta que llegó al pezón. Panambí emitió un pequeño y casi imperceptible sonido acompañado de un pequeño brinco. Daniel adoró ese sonido, ella casi nunca los emitía, se sentía incómoda al hacerlo pues no sabía cómo sonaban y temía quedar en ridículo, eso le había dicho una vez cuando habían conversado al respecto.
Aquel pequeño gemido fue suficiente para que él perdiera el miedo y rodeara con sus manos ambos pechos. Panambí cerró los ojos y se dejó llevar, Daniel se arrodilló en la cama acercándose más a ella y la acarició con dulzura, como si en realidad se tratara de un piano y él buscara sacarle la más dulce melodía. Ella volvió a gemir olvidándose por completo de todo lo que le rodeaba y sintiendo burbujas explotar en su interior. Podía sentir las vibraciones, algunas salían de su corazón que golpeteaba fuerte contra su pecho, otras venían de su estómago contraído por la adrenalina que generaba la pasión, otras corrían por su sangre que parecía fluir como lava ardiente a lo largo de todo su cuerpo y las últimas pero no menos intensas venían de su centro, que se calentaba y humedecía provocándole ardor y necesidad. Eso era lo más parecido a la música que había imaginado, eran vibraciones diferentes, todas moviéndose al mismo tiempo y en distintas direcciones dentro de su cuerpo, haciéndola flotar, haciéndola volar, haciéndola sonar.
De repente sintió la calidez de la boca de su amigo probándola. No pudo más que envolver sus manos alrededor de su cabeza, pidiéndole que no se alejara. Entonces él se sacó su remera y se colocó encima de ella. Lo admiró y le sonrió, la pasión enrojecía sus mejillas y a Daniel le pareció más hermosa que de costumbre. Ella necesitó sentir el calor de su pecho contra el de él y se incorporó para abrazarlo, él se dejó abrazar y luego se perdió en su cuello, mordiendo, besando, lamiendo.
Las cosas estaban saliéndose de control y la melodía de aquella sinfonía que habían empezado hacía un rato estaba en su mayor esplendor. El cerebro se había apagado, era todo calor, pasión... música silenciosa y cadenciosa. Panambí lo miró a los ojos, ella lo amaba y quería decírselo pero los sonidos no le salían de la boca. Quería gritarlo, quería que él lo supiera y nunca deseó tanto poder hablar. Y en realidad podía, porque no era muda sino sorda y simplemente no podía reproducir algo que no era capaz de oír.
Entonces lo besó. Era la única manera que encontró para hacerle sentir lo que en ella fluía. Acercó sus labios inexpertos a los de Dani y él se dejó ir. Experimentaron un beso de labios y luego él la acarició con la lengua. Panambí dejó que lo hiciera y lo intentó también. Entre caricias y besos desesperados aprendieron a besar en cuestión de segundos, explorando la boca del otro por primera vez pero sorprendiéndose ambos por la facilidad con la que conectaban, con la que encajaban.
Daniel se alejó y se paró al lado de la cama para desprenderse el pantalón. Le molestaba, le apretaba, necesitaba liberarse. Ella lo observó divertida y expectante, se deshizo pronto de su jean y quedó en boxers, pero ella con un gesto le obligó a que se lo quitara. Daniel la miró frunciendo el ceño y levantando una de las cejas le señaló sus bragas a modo de recordarle que ella también estaba vestida aún. Panambí sin dudarlo llevó sus manos hasta la goma de su ropa interior y luego de recorrer con sus dedos levantándola un poco para enloquecer a su chico de ansias y deseo, se la quitó. Daniel sin dejar de mirarla se sacó el bóxer y ella bajó la vista para mirarlo. Sin decir palabras Daniel dejó que lo observara, ella se acercó y lentamente lo acarició, lo veía como si estuviera estudiando anatomía y eso a él le pareció por demás divertido y excitante.
Luego fue el turno de él. No necesitó decirle nada, ella se había acostado y había entreabierto las piernas para que él accediera a su sexo. Él se acercó a observarla, la miró y la estudio con detalle dejando pasear a su dedo índice entre sus pliegues y su humedad. Panambí nunca dejó de mirarlo, eso era excitante para ella, se estaban conociendo y entregando el uno al otro mientras aprendían de aquello que les generaba curiosidad pero a lo que nunca habían accedido. Ella le daba permisos que él agradecía y valoraba, él hacía lo mismo con ella.
Así continuaron disfrutándose, tocándose y probándose. Era para ambos como probar a tocar una música nueva, ir lento, estudiando cada movimiento, equivocarse, probar de nuevo. Cuando la pasión se hizo intensa y la necesidad de ambos apabullante, Daniel recordó que no tenía ningún preservativo a mano, no lo necesitaba, nunca había hecho algo así.
—No tengo condones —aceptó con señas, Panambí echó la cabeza hacia atrás en desesperación y pensando alguna alternativa, pero Daniel recordó entonces que Paulo se quedaba con su madre algunas noches desde hacía unos meses —. ¡Espérame aquí! —dijo entonces saliendo de la habitación.
Panambí sonrió al verlo correr desnudo, era hermoso y ella sintió que lo amaba aún más. Pensó que él también la amaba por eso estaban haciendo aquello, y si no fuera así no importaba, en los libros que ella leía, el chico luego de un poco de sexo siempre se enamoraba de la chica. Seguro Daniel terminaría amándola.
El chico volvió con un condón en la mano. Panambí sonrió y lo vio abrirlo con las manos temblorosas. Se lo colocó con torpeza mientras ella lo observaba hacerlo. Luego se situó en el medio de ella y la observó, la joven asintió en señal de sentirse lista y él con ayuda de su mano intentó colocarse en el lugar correcto.
Después de algunos intentos fallidos logró ingresar, lo hizo lento sabiendo que para las chicas era doloroso, pero las ansias eran mayores para él y no podía seguir a ese ritmo o sentía que explotaría. Empujó más fuerte y Panambí se tensó, aquello le dolió en realidad, era una nota disonante en toda la melodía que habían tocado hasta ese momento. Daniel se detuvo y la observó. Ella volvió a asentir para que siguiera, había leído que aquello era normal. Daniel se introdujo un poco más y entonces ella sintió aquel dolor intensificarse.
Las cosas no fueron como en las novelas, ella no dejó de sentir el dolor y él no aguantó la presión de sus músculos apretarse alrededor de su miembro y terminó sin poder controlarlo. Tuvo que salir para evitar que el condón se rompiera y Panambí en su fuero interno se lo agradeció, aquello en realidad dolía.
Daniel se acostó a su lado respirando agitado y avergonzado. Sabía que no la había hecho gozar, sabía que no había logrado que ella disfrutara pero no sabía qué hacer al respecto. Panambí solo se sentía confundida, el dolor había sido intenso y nada agradable.
—Lo siento —dijo él incorporándose para hablarle con señas—, no pude aguantar más.
—No te preocupes, es mejor que hayas salido, dolía demasiado —dijo ella sonriendo.
—De verdad quería que tuvieras un orgasmo —le dijo él—, no soy un buen amante si no puedo lograr que vibres.
—Todo dentro mío ha vibrado hoy —dijo ella—, supongo que necesitamos práctica.
Daniel sonrió,aquello quería decir que ella quería seguir intentándolo y a él eso le parecíagenial. Se acostó dejando el brazo derecho abierto para que ella pusiera sucabeza en él y ella lo hizo, suspirando agitados y sudorosos se perdieron en elsueño y por primera vez desde que dormían juntos lo hicieron así, desnudos yabrazados.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top