92- Olivia y Kaldor.

 Repentinamente una mancha oscura y violenta estalló frente a ellos y se propagó colina abajo, desintegró árboles y estatuas... se derramó hasta el castillo, serpenteando como gusanos inmensos.

 Alguien la cogió de la mano y la tironeó hacia el interior de la Catedral. Olivia lamentó no ver cómo su antiguó hogar caía bloque por bloque, corrieron por el corredor de la Catedral huyendo de las manchas. El techo se desmembraba, cataratas de polvo se vertían hacia el suelo, los bancos se encogían al ser tocados por la oscuridad que trepaba como brea agresiva por cada objeto del lugar.

 La tierra misma se sacudía, el edificio se caía a pedazos y la fuente dorada titilaba como una estrella muerta. Iluminaba a intervalos.

Kaldor agarró la lata con las cenizas de Río y se zambulló en la fuente seguido de Olivia. El agua sagrada se estaba volviendo negra, humeaba y lanzaba un sonido agonizante que se oía como un gemido agradecido. Antes de ser alcanzados por la oscuridad ambos nadaron hacia la profundidad de la fuente, hasta conseguir llegar a la mancha.

Fueron expulsados detrás del trono de Fuente Negra. Olivia tosió, pero Kaldor, la sujetó fuertemente de la muñeca y la alejó del portal. Ella trastabilló hasta retroceder. La arena oscura alrededor del portal ennegreció y la penumbra densa creció por unos metros hasta que se detuvo.

Incluso a cientos de kilómetros, lejos de Reino, la tierra también se sacudía de ese lado. Pero inminentemente se detuvo.

Olivia y Kaldor se desplomaron a un lado de la Fuente Negra, apoyando la espalda en la estructura, mirando la mancha que humeaba en el sitio donde antes había estado el acceso a la fuente y a Catedral.

Ella notó que el cadáver de Cer se había convertido en un tapiz de flores que había sido tragado por la arena negra. Ahora no era más que un bulto.

Eran libres, ellos, todos. Ahora podría hacer lo que quisieran. Podía regresar a la casa de Jora y cenar como habían prometido, podían saltar al mundo de Calvin y alcanzarlo. Podían vagabundear por Sombras, buscar empleo en Muro Verde o saltar a cualquier otro mundo o rincón de Reino.

Nadie sabía, tal vez acabaran en las filas del ejército que se alzaría contra Gartet, porque los Reyes Negros acabarían con la guerra y estaban lejos de hacerlo. Tal vez en esas tropas se toparían nuevamente con Cratos.

Pero por el momento ellos tenían el poder de elegir a dónde ir. Y por el momento era consuelo suficiente.

Ambos estaban luchando para recuperar el aliento, él dejó la lata entre el medio de los dos. Todavía tenían agua dorada empapando sus cuerpos. El frío perforaba a Olivia y se calaba por los agujeros de la manta de Jora y su vestido de fiesta. Las manchas de Kaldor estaban quietas, como si se hubiera tranquilizado por un instante.

—Acabamos de destruirla. Terminamos con la Fuente —dijo Kaldor sin poder creerlo, comprobando que todavía tenía volutas oscuras reptando por su piel como tatuajes.

—Eso hicimos —reconoció Olivia con una sonrisa, ella no tenía problemas con creer lo que estaba ocurriendo—. Sí.

—Ahora todos son libres de elegir su destino, se acabaron los papeles escritos, las ataduras.

—Sí.

Él giró la cabeza hacia ella.

—¿Olivia?

Ella lo imitó.

—¿Sí?

—¿Qué crees que esté ocurriendo allá a lo lejos? ¿Crees que lloran porque asesinamos a su diosa? ¿Acaso ríen y bailan? ¿O... o se revuelven miserablemente en una tierra vacía y sin esperanza?

Olivia dudó, era una pregunta difícil, se mordió el labio.

—No lo sé —respondió soltando una risilla tonta. No le importaba el resto, ya nada la conectaba a ellos. Era libre, libre. Era individualmente libre.

—Olivia —la volvió a llamar.

—¿Sí?

—¿Qué sigue ahora? —preguntó dubitativo—. ¿Quiénes somos?

Olivia le sonrió, presentía que esa respuesta la había sabido desde que sacó el papel de la fuente.

—Podríamos ser cualquier persona. Lo que queramos.

—Quiero ver más mundos.

Olivia asintió. Ella también. Tenía muchas criaturas a las que visitar. Quería venganza, un poco más. Era su alimento. Por el momento se había zampado un gran banquete y estaba saciada, pero no satisfecha. Con el correr del tiempo estaría hambrienta otra vez. Y ahora tenía a Kaldor de su lado. Su primer aliado, que estaba dispuesto a seguir su desquite, que comprendía lo perversa que podía llegar a ser y no le temía.

—Tenemos toda una vida para averiguarlo —lo tranquilizó—. Podemos ser lo que queramos.

—Eso espero.

Kaldor esperaba estar mucho tiempo por ahí, en ese mundo injusto pero libre, pretendía quedarse hasta descubrir quién era él y lo haría acompañado de Olivia. Porque ya había aprendido que no se podía hacer las cosas solo.

—Yo también —sonrió Olivia, le temblaba la barbilla.

—Pero me temo que no somos nadie —agregó derrotista.

—Creo que no ser nadie ya nos convierte en alguien —aportó ella, para hacerlo sentir menos miserable.

Él sonrió, su hermana tenía razón.

—¿Acaso eso no es maravilloso?

Olivia asintió y tomó aire, sentía que no podría recuperar el aliento jamás. Al cabo de un segundo agregó:

—Creo que están bailando, miles de desconocidos. Giran en espirales, alzan las manos al cielo. Cantan. El himno de su viejo reino –canturreó las antiguas palabras que le había enseñado papá—, "Reúnanse todas las criaturas a escuchar el canto de los libres" –Kaldor la contempló con sus enormes ojos verdes—. Los oigo reír. El suelo retumba. Son libres y los oigo.

Kaldor mintió una vez más, para ambos.

—Yo también, Olivia, yo también.

Olivia tímidamente alzó los dedos mostrando el símbolo de paz, la «V» que Calvin había dicho que significaba victoria y hacían los niños de un campamento de humanos, lejos de esas tierras negras, de la muerte, de los destinos predestinados y las almas podridas.

Habían triunfado, después de perder.

Kaldor rio, primero arrastró el sonido como si sus desgastados pulmones no pudieran entonar una carcajada. Finalmente manó de él, se apoderó de su mandíbula y le estiró los labios. Olivia también.

Estaban riendo.

No era una risa alegre, tardarían mucho tiempo en sentir alegría otra vez, era más bien un gesto de alivio. Pero, por el momento, eso también fue suficiente. No había destino o dios que les ordenara reír, eran ellos que creaban ese momento invaluable y preciado. Decidían sonreír mientras se miraban.

Y no sabían si en tierras lejanas celebraban, pero ahí sí lo hicieron. Dos corazones cansados, latieron por la siguiente risa, por el siguiente segundo y por algo más.





Fin.



















Bueno, eso ha sido todo mis chicuelos.

Al final si se convirtieron en genocidas o no, está libre a la interpretación.

Kaldor y Olivia tendrán más historia pero en la saga de Jonás Brown (que son libros un poco más coherentes y cómicos que este), aparecerán como personajes secundarios o villanos cof, cof, lo dejo en suspenso para ver si quieren pasar a verla ;) 

En el siguiente apartado hablo del final de la historia, es decir, lo explico, haciendo un resumen :v

¡Gracias por leer! Me despido como hice por más de un año:

¡Feliz viernes y buen fin de semana! ¡Abrazo fuerte! 

:D

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