Capítulo II - Miedo

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“Dic mihi, quid vidisti in ea? Tumultum imperat, sed vereor ne videar. Amica mea, ut non cadam. "

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La noche helada callo sobre infratierra. Los seres demoníacos rondaban como sombras por la calles de la pobre ciudad mientras que los condenados se ocultaban para no hundirse en manos de los desgraciados.

Y en lo mas alto de esa putrefacta tierra, llacia la joven princesa, en un intento de admirar el firmamento. Las nubes cubrían lo más bajo del pueblo mientras que su hogar se encontraba por sobre estás. Sus dorados cabellos danzaban con el aire frío de la luna y sus ojos tristes se perdían en la nada.

Era de esas pocas noches dónde las temperaturas del Infierno eran frías y las almas mortales no soportaban el dolor que está provocaba, como si fueran pequeñas agujas clavadas en su carne.

Suspiró, dió media vuelta y se adentro a las paredes se sus aposentos, dispuesta a seguir con su labor. Ya había pasado una semana desde su numerito en la televisión, no había podido hablar con sus padres, ni siquiera poner un pie fuera del hotel sin ser abucheada por los que se suponía, eran sus subtitos. Seres inferiores que le debían respeto y miedo, que debían inclinar su cabezas y arrodillar todo su cuerpo, postrarse ante su grandeza, o eso es lo que decía su mentora hace mucho tiempo.

Pero Simplemente No.

Los habitantes del Infierno temían a sus padres, e incluso a demonios que no llegaban a ser parte de la realeza, o mínimo de los Overlords, pero a ella no solo la ignoraban, le escupían y se reían en su cara. Era considerada un error, una deshonra para el linaje Magne. A pesar de ser criada para gobernar una tierra tan cruel como lo es el Averno no podía ser capaz de mostrar por lo menos, una pizca de lo que se suponía era el poder de la hija de Lucifer.

Volvía a decaer su mirada, miro los papeles sobre su escritorio, arrugando los que estaban más cerca de su mano, frunció su seño con fuerza y apretó la mandíbula hasta sentir que sus colmillos dolían. No quiso llorar, de sentía patética cuando lo hacía.

– La noche está preciosa ¿No lo cree?

Salto sobre su lugar, dió la vuelta y soltó sus garras sobre el intruso que se adentro a sus aposentos, fallando en el intento para luego escuchar el corte del aire por tal fuerza que aplicó.

Para su sorpresa no vio nada ni nadie más que el silencio y la soledad de esa habitación. Trato de encontrar alguna cosa que le indicara que algo andaba mal, pero no, solo había calma, mucha.

Suspiró agotada, acarició su cara con fuerza y se sentó sobre la silla de su escritorio, dejando a su cuerpo se hundiera en esta, tomo una pluma y empezó a firmar papeles y a escribir sus reportes diarios, además de anotar posibles ideas para incluir en el hotel, tomó cuentas que debía sumar al presupuesto del edificio y mucho papeleo más que debía llevar su nombre, los cuales claramente no tenían nada que ver con su hotel, si no con su labor de princesa y futura soberana del Infierno.

Iba a ser una noche larga, de eso estaba segura.

~Por otra parte~

– ¡POR UN DEMONIO! – exclamó enfadada – ¡LO QUE ME FALTABA!

Entre tropiezos y empujones, golpeaba a todo aquel demonio que se posaba por en medio de su camino, mando a volar a más de uno que simplemente caminaba por ahí. Todo a causa de unos visitantes que no hace mucho llegaron a invadir su morada.

Una semana, solo una semana basto... Para arruinarlo todo.

•°•°•°•°•

No lo creía.

Sus ojos no acreditaban lo que sucedía.

Aún no encontraba la forma de procesar tantos sentimientos y pensamientos que se apoderaban poco a poco de su mente. Podía controlar sus impulsos y mantener en orden su cordura, pero ni con eso aplacaba la creciente ira que procedia de su inevitable frustración.

Necesitaba irse de ahí. Huir y desaparecer de una vez por todas.

Había sido un horripilante día. Debió suponerlo apenas decidió abandonar la comodidad de su cama y ver con horror toda una orda de cuervos rojos destruyendo la recepción del hotel, no le tomo mucho tiempo descubrir los dos vitrales rotos y una nota que muy amablemente decía ‘Coman mierda, maldita realeza’. Al parecer unos demonios quisieron jugarle una muy “simpatica" broma.

No había mucho que hacer con tan poco tiempo. Tuvieron que limpiar de forma veloz y poco eficiente.

Maldijo su muerte y patética existencia apenas salieron de ahí. Deseo con toda su putrefacta alma el no haber despertado esa mañana, si no fuera así tal vez hubiera evitado el que ahora era el momento más patético y ridículo en la vida y no vida de ambas aliadas.

Después de hacer tal escena y de allár al evidente culpable de su inminente fracaso no tenía intenciones de aplacar su ardiente ser demoníaco que hervía en ira, con sed de sangre y destrucción, pero su novia, su amada y única Charlie era quien podía mantener apaciguada su mente y tenerla bajo control de una forma que solo ella podía lograr. Tan afortunada era que no necesitaba más que un beso para tenerla bajo sus pies.

Pero por desgracia, ni siquiera la pequeña princesa era capaz de lidiar con su tenso momento.

Dejo a un lado todo: su trabajo, sus deberes, sus preocupaciones, su amor. Todo con tal de no causar un alboroto mayor del que ya habían pasado, no quería hacer sentir peor a la dulce chica rubia y tampoco deseaba ver el irritante rostro del que, por desgracia, era su único huésped. Al llegar al que se suponía que era su hogar solo pudo optar por lanzarse y caer derrotada sobre el viejo sillón de terciopelo violeta. Se sentía humillada, enojada, pero sobre todo... Culpable.

No pudo hacer nada para detener los impulsos sanguinarios de su único paciente. No pudo evitar la vergüenza pública de su amada. No pudo protegerla cuando el mundo se estaba riendo de ella en su cara. No logro hacer nada, absolutamente nada.

Su pesar era tan grande que la privó de todo a su alrededor, su mundo estaba disuelto, vacío.

– ¡Hey! V-Vaggie...

Escucho la voz de la princesa a solo unos metros de distancia pero la sentía tan lejana y suave que su atención fue casi nula y por una parte denegada.

– ¡¿Qué?! –gritó.

– Amm... –dudó. Sus palabras se mezclaron con otras en un tartamudeo nervioso.– El Demonio de la Radio está en la p-puerta. – dijo a la par que ensanchan su sonrisa en un intento de imitar al sujeto que acechaba su entrada.

– ¡¿QUÉ?! –de un salto se levantó de su círculo de soledad y sintió como cada pelo que estaba cubriendo su cuerpo se erizó por completo.

– ¿Quién? –preguntó con poco interés el arácnido albino de cuatro extremidades.

– ¡¿Qué hago?! –. El color de su rostro bajo de un momento a otro. Pálido y hundido en un sentimiento de miseria.

Si creía que el tono de Charlotte no podía ser más blanco, había sobrepasado sus expectativas..

Mientras que Vaggie no sabía que contestar. Las ideas de su mente se esfumaron y la presión del momento no la dejaba pensar con claridad. Estaba nublada.

– Amm... Pues, ¡no lo dejes entrar!...

Que patética respuesta.

La pobre rubia frunció su seño. La ojiamabar no entendía el sentimiento que  vió en los ojos de Charlie, pero no le dejo un buen presentimiento. Solo vió a su novia alejarse de ella, y con pasos débiles dirigirse a la puerta. Dudó.

Su corazón paro de golpe, su respiración se detuvo. No parpadeo en ningún momento, sudaba a mares.

Se estaba muriendo de terror.

Ante ellas se encontraba un hombre alto, imponente. Vestido de pies a cabeza de rojos. Sus ojos, afilados y fríos. Muertos. Dos astas adornaban su cabeza al igual que un par de orejas. Portaba con orgullo un bastón y en la punta un micrófono.

Y su sonrisa, es macabra y falsa sonrisa. Le hacía temblar.

Lo supo apenas piso el hotel...

ESE TIPO NO DEBERÍA ESTAR AQUÍ.














Capitulo II.
Fin.

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Notas Azules:

¡Dios! ¿Cuando tiempo a pasado? ¿Uno? ¿Dos? ¿Tres meses? Creo que fue mucho más que eso. HAHAHAHAHA.

Muchas gracias por haber esperado tanto. En serio, me alegra poder actualizar este libro nuevamente. Prometo que será más puntual de ahora en adelante.

Bueno, sin más que decir, me despido.

Espero y tengan un lindo año nuevo. Diviértanse y alegrence, pues siempre hay razones para sonreír.

¡ADIÓS!

ATTE. Rebel_Sweet









P. D: Perdón si el capítulo es corto. Necesito practicar más. Sorry~

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