Capitulo Tres.

Apoyando la espalda contra la pared, Nee observó a Nick mover sus piernas en vaivén por el borde de la silla en la que estaba sentado, antes de dirigir una mirada preocupada a la puerta a su izquierda. Luego de que el hombre moreno se hubiese desmayado, varios empleados habían salido a su auxilio y lo habían llevado al fondo del local, donde Nee suponía era el área de descanso de los empleados. Ellos no habían sido invitados a entrar y aunque querían averiguar lo que sucedía, tenían más educación que solo entrar y ver.

Así que, en su lugar, habían pedido a una de las empleadas que los dejara quedarse allí hasta que supieran que el joven estaba bien. La vendedora que los había atendido en primer lugar los había llevado detrás del mostrador y les había ofrecido asiento antes de ella misma acomodarse en una silla un tanto alejada. Seguramente, vigilando que no se robaran nada, lo cual hubiera ofendido profundamente a Nee de no ser porque ellos habían tenido que llegar a ese punto para conseguir dinero para los pasajes.

Ahora, podían ser catalogados de ladrones y no podían quejarse por ello.

—¿Estará bien?

Bajando la mirada, se encontró con los ojos preocupados de su hermano y le sonrió tranquilizadoramente—. Estoy seguro de que lo estará.

Nick asintió, abrazando la granja de hormigas, la cual había recuperado de su mochila, contra su pecho mientras dirigía su mirada a la puerta. A pesar de lo que había dicho, Nee no estaba completamente seguro de lo que había sucedido. No tenía idea de porque el hombre se había desmayado como lo había hecho y no podía prometer que estaría bien, pero no era algo que pudiese decirle a su hermano. Nick seguramente se preocuparía más y por lo general, eso terminaba en lágrimas, cosa que Nee odiaba.

—Mantén la tapa en su lugar —advirtió cuando los dedos del más joven vagabundearon sobre la parte superior del recipiente entre sus brazos—. Lo último que necesitamos es que llenes el lugar con hormigas.

—No iba a abrirla.

Nee rodó los ojos, sabiendo de sobra que había leído bien las intenciones de su hermano. Su mirada giró a la puerta nuevamente cuando esta se abrió, el hombre rubio de antes apareció llenando el umbral. Su mirada azul se posó en ellos y Nee sintió como Nick se pegaba a su lado en el momento en que dio un paso lejos de la pared. 

—Hey, niños, ¿por qué siguen aquí?

Nick se adelantó un paso—. Nosotros queríamos saber si el señor que se desmayó se encuentra bien.

El rubio los miró por un momento antes de sonreír—. Él estará bien, solo fue un desmayo, en cuanto descanse un poco se sentirá mejor.

—Oh, eso es genial —Nick sonrió—. Dígale que realmente esperamos que se sienta bien pronto.

—Se lo diré. —prometió—. Pero en cuanto a ustedes, deberían volver a casa ya, sus padres deben estar preocupados.

Compartiendo una rápida mirada, Nee sonrió—. Tiene razón, debemos irnos ya.

—Adiós, que tengan una buena tarde. —Nick agitó la mano hacia ellos mientras Nee lo arrastraba alrededor del mostrador y hacia la salida.

En cuanto estuvieron en la vereda, soltó el brazo del más pequeño y suspiró—. Eso no salió como esperaba.

—¿Cómo esperabas que fuera?

—Como los otros dos hombres que conocimos, ellos fueron realmente fáciles de descartar.

Nick bufó una risa—. Si, porque uno estaba en condiciones de vivir en un geriátrico y el otro apenas era mayor que nosotros, es imposible que alguno de ellos nos hubiese dado a luz.

—Hey, no descartes al anciano aun, tenía un aire parecido a ti si jalabas la piel de su rostro hasta que quedara lisa.

—Tonto —le enseñó la lengua—. De todas maneras, no sé como no te diste cuenta de esos detalles, ¿acaso no te fijaste en sus edades?

—No puedo estar en todo, ¿si? Además, estaba usando la computadora con fines externos al colegio, si me atrapaban, me castigaban, así que tuve que apresurarme y saqué lo que pude.

Suspirando, el menor dejó pasar el asunto—. ¿Qué hacemos ahora?

—Buscar un lugar donde pasar la noche, supongo. Creo que deberíamos quedarnos cerca y volver mañana, si no podemos hablar con él, entonces volvemos a casa.

—Esta bien, creo, al menos lo habremos intentando, ¿no?

—Al menos lo intentamos. —estuvo de acuerdo.

Siguiendo el paso del mayor con un ligero rebote, Nick lo miró—. ¿Nee?

—¿Mm?

—Tengo hambre.

—Comete el sándwich que puse en tu mochila.

El menor frunció el ceño—. Le pusiste tomate.

—No.

—Te vi cortarlo —replicó—. Si le pusiste.

—No lo hice, era para mi. Sé que odias el tomate, ¿por qué pondría algo que detestas en tu almuerzo?

—No sé, talvez solo porque eres fastidioso.

—Recordaré eso la próxima vez que tenga que preparar tu comida.

Nee ocultó una sonrisa al ver la expresión horrorizada de su hermanito. Jamás pondría algo que desagradara al otro en su comida, pero la amenaza valía para mantenerlo a raya. 

Mirando alrededor, caminó casi media cuadra antes de percatarse de que Nick no venía detrás de él. Volteándose, lo buscó alrededor hasta dar con él, frente a uno de los comercios que adornaban las calles, con su mochila sobre una de las mesas que decoraban el exterior de la misma.

Quedándose de pie donde estaba, Nee esperó hasta que el chico sacó el recipiente donde estaba su almuerzo y recuperó el sándwich. Cerrando su mochila nuevamente, la colgó sobre su hombro mientras recuperaba su granja de hormigas y le daba un mordisco a su sándwich. Volteándose, comenzó a seguir su camino solo para chocar con uno de los clientes que salía del local.

Antes de que Nick tocara el suelo, Nee ya había comenzado a correr hacia él.

—Nicky —se arrodilló junto al joven—. ¿Estas bien?

—Si, yo solo... —sus ojos se agrandaron cuando miró alrededor—. ¡Mis hormigas!

El hombre con el que Nick había chocado rápidamente tomó la granja y colocó la pequeña tapa en su lugar, impidiendo que huyeran—. Están bien, solo tendrán que rearmar una parte de su casa, pero no parecen heridas.

Arrodillándose, el más pequeño se acercó para tomar el recipiente, mirando dentro—. ¿No huyeron?

—No lo creo.

—Tus hormigas están bien, hermano —Nee aseguró, ayudándolo a ponerse de pie y sacudiendo su ropa—. ¿Te lastimaste?

Abrazando la granja contra su pecho, sacudió la cabeza—. No, estoy bien.

—Siento haber chocado contigo. —el hombre se disculpó—. Realmente, no te vi.

—Fue mi culpa, no debí salir corriendo sin mirar alrededor.

Nee jaló su oreja suavemente en reprimenda—. ¿Cuántas veces te he dicho que pongas más atención a tu entorno?

—Auch, lo olvidé, lo siento. —hizo un puchero—. Mi sándwich cayó al suelo.

—Puedes comer el que hice para mi.

—Pero tiene tomate, odio el tomate.

—Se lo quitaremos —solucionó—. Ahora, discúlpate y vámonos.

NIck puso mala cara, pero de todas maneras dedicó una sonrisa arrepentida al hombre—. Siento haber chocado con usted, no estaba mirando, fue mi culpa.

—Ninguno de los dos miraba, así que ambos tenemos la culpa, dejémoslo de ese modo —sonrió antes de extender su mano hacia él—. Soy Liam.

—Nick. —estrechó su mano antes de hacer un gesto a su hermano—. Él es mi mellizo. Nee.

Rodando los ojos, el mayor jaló un rizo oscuro—. ¡No hables con extraños! ¡Y mucho menos le digas nuestros nombres!

—¿Hablas en serio? —bufó—. ¿Ahora te acuerdas de eso?

—Oh, cállate, tonto.

Una risita suave llevó la atención de ambos al hombre, que los miraba entretenido—. Ustedes dos deben ser todo un desafío para sus padres. —ambos se quedaron callados ante el comentario, ¿Qué pasaba con todo el mundo mencionando a sus padres?—. Mira, como yo tuve parte de la culpa de que perdieras tu sándwich, te voy a dar el dinero para que compres otro.

—¿Eh?

—No, no es necesario —Nee se apresuró a detenerlo cuando vio al hombre sacar su billetera—. Enserio, esta bien, tengo otro sándwich en mi mochila.

—¿Y tu que vas a comer?

—Compraré uno nuevo para mi cuando me dé hambre.

—¿Tienes dinero para comprar uno?

—Yo...

Ignorándolo, Liam tomó la pequeña mano de Nick y colocó un billete en ella—. Toma —le sonrió antes de alejar el oscuro cabello de sus ojos en un gesto extrañamente paternal—. Ten más cuidado en el futuro, pequeño.

—Lo tendré, gracias.

—De nada —alejándose, recuperó la taza de café que había dejado sobre la mesa antes y comenzó a alejarse hacia uno de los autos estacionados cerca del cordón—. Vuelvan a casa, niños, no deberían estar en la calle solos.

Cuando el hombre de castaño cabello subió a su auto y se alejó, Nee frunció el ceño—. ¿Qué tiene todo el mundo con tratarnos de niños?

—No tengo idea. —levantó el dinero en su mano—. ¿Podemos ir a comprarme un sándwich?

—No, ni siquiera debiste aceptar ese dinero, eso esta mal.

—Ah, porque robarle dinero a la señora que nos cuida es mejor, ¿eh?

—Shhh —cubrió su boca con la mano—. No lo publiques, ¿quieres meternos en problemas?

Palmeo la mano lejos—. No, lo que quiero es un sándwich, me duele la pancita.

—Ya te dije que te daré el que tengo en mi mochila.

—¡Pero tiene tomate!

—Bueno, se lo sacas y ya.

—Pero el sabor se va a quedar en el pan —hizo pucheros—. Ya me dió el dinero y no es como si pudiese devolvérselo, seguramente no volveremos a verlo. ¿Podemos gastarlo y comprarme un sándwich nuevo?

—Nicky...

—¿Por favor? —puso ojitos de cachorrito, sus manos al frente, rogando.

Intentando no caer en el chantaje de su hermanito, Nee trató con todas sus fuerzas mantenerse firme en su decisión, pero no tardó mucho en dejar caer los hombros en rendición, esos ojitos siempre podían con él—. Bien, puedes comprar otro sándwich.

—¡Si!

—No te veas tan contento por ganarme.

Nick sonrió—. Tonto de ti creer que tenias oportunidad de ganar.

—No busques lo que no se te ha perdido, hermano, o te quitaré el dinero y se lo daré a alguien que lo necesite.

—¡Yo lo necesito! Tengo hambre.

—Que malcriado eres. —reprimió una sonrisa—. Vamos, vamos a comprarte un sándwich.

Acomodando la mochila mejor en los hombros del más pequeño para que no resbalara, le hizo un gesto a la cafetería detrás de ellos. Era un local bastante grande, por lo que supuso que su hermanito tendría opciones y finalmente dejaría de fastidiar con el bendito tomate.

Había empujado la puerta para darle paso a Nick cuando un grito los hizo detenerse—. ¡Niños!

Ambos se alejaron del local en el momento en que vieron al hombre de la tienda apresurándose hacia ellos.

—Oh, no debería correr, señor. —Nee tomó uno de los delgados brazos y le indicó que se sentara en una de las sillas que adornaban la parte frontal del comercio.

—¿Ya se siente mejor? —Nick apartó el cabello húmedo del rostro del mayor, viéndolo preocupado—. Pensamos que iba a quedarse descansando.

—Yo... —su respiración era agitada por la carrera que había hecho—. Yo estoy bien, lamento haberlos asustado.

—Estábamos preocupados.

—Pensábamos que algo malo había pasado con usted —Nee confesó—. Nunca había visto a nadie desmayarse antes.

Los ojos ámbar se pasearon entre ambos, humedeciéndose repentinamente antes de que se aclarara la garganta—. Estoy bien, no tienen porque preocuparse.

Asintiendo, ambos se alejaron un paso antes de que Nee preguntara—. ¿Nos estaba buscando?

—Si, yo... —hizo una pausa—. Yo quiero saber porque preguntaban por mi.

—¿Por usted?

—Fueron a mi tienda buscando a Zayn Malik —les recordó—. Yo soy Zayn, ¿por qué me buscaban?

Sorprendidos, los mellizos se miraron entre confundidos y decepcionados. Este hombre se veía demasiado joven para ser su padre. Tenía el cabello oscuro, ojos ámbar y ni una arruga ni marca que delatara que fuese lo suficientemente mayor para ser su padre. Tenían doce años, el hombre que les había dado la vida debía ser una persona ya mayor, ¿verdad?

Los pantalones negros ajustados, botas de cuero con hebillas y sudadera grande de tres colores distintos de gris con letras al frente solo confirmaban sus suposiciones.

—Es muy joven. —Nick puso voz a sus pensamientos, su voz triste.

Zayn los miró confundido—. ¿Muy joven para qué?

—Para ser nuestro padre. —Nee aclaró.

Un sollozo estrangulado rompió a través de los labios de Zayn, lágrimas cayeron por sus mejillas cuando hundió el rostro en sus manos. Sus hombros se agitaron en concordancia con el doloroso llanto que hacia temblar su cuerpo entero.

Confundidos, los mellizos hicieron lo único que sus inocentes mentes pudieron concebir. Arrodillándose frente al hombre, lo rodearon con sus brazos, pasando sus manos por la espalda del mismo en intento de darle algo de tranquilidad.

—No llore, esta bien. —Nick canturreó.

—Shh, todo esta bien.

Siguieron murmurando palabras tranquilizadoras por un momento antes de que Zayn levantara la mirada con el rostro húmedo—. ¿Qué edad tienen?

—Tenemos doce. —respondieron al mismo tiempo.

Extendiendo la mano, el moreno pasó sus dedos por la marca en el cuello de Nick, como si quisiera borrarla antes de detenerse—. No puede ser. —susurró.

—¿Qué sucede?

Antes de que pudiesen detenerlo, Zayn atrapó la parte superior de la camisa de Nee y desprendió los botones, dejando ver parte de su pecho. Su dedo repasó la cicatriz que corría por el centro del mismo con dulzura, más lagrimas bajando por sus mejillas sonrojadas.

—Nilo —susurró.

Nee parpadeo—. ¿Que?

—Tu nombre es Nilo —lo miró lágrimas antes de girarse hacia Nick—. Y tu eres Yannick.

—¿Cómo sabe eso?

Zayn sonrió, acariciando sus mejillas de una forma tan cariñosa que ambos se apoyaron en el tacto al instante—. Porque ustedes dos son mis hijos.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top