Prólogo.

Las manos de Kim Taehyung temblaban con cada paso que daba y su corazón se estrujaba con cada nueva respiración tomada. Las lágrimas recorrían su delicado rostro abultado que lloraba de una forma desgarradora al sostener la camilla que corría con prisa por todo el hospital evadiendo desesperadamente a las personas que se cruzaban en su camino.

Sus sollozos eran intensos y la mayoría de los pacientes alrededor podrían jurar escuchar sus lamentos desde el otro extremo de las habitaciones. Sin duda era una escena triste y nostálgica que ablandaba la mayoría de los corazones que observaban todo en primera fila.

Taehyung se encontraba abrumado y algo sofocado pero sobre todo temoroso. Le daba miedo tan solo de pensar en perder al amor de su vida.

¡No! Él no podía morir.

—Resiste, por favor. Debes resistir —rogaba Taehyung, evitando imaginar el peor de los escenarios. Él más que nadie deseaba con todas sus fuerzas que sobreviviera.

Los doctores corrieron con la camilla en manos dejando atrás a un inestable Taehyung que solo lloraba recordando el rostro ensangrentado y pálido de su amado. Junto a la sensación de su mano fría al perder la calidez de la palma de Jung Hoseok.

Sus manos llenas de sangre se pegaban a la puerta que le prohibía el paso a las salas de cirugía. Obstruyendole la vista y dejándolo en incertidumbre de qué sería de la otra persona.

Un montón de recuerdos de aquel fatídico accidente se juntaron en su mente haciéndolo llorar más hasta que se desvaneció en el suelo preso de fuertes temblores. La culpa lo carcomía, si tal vez, solo tal vez, él no le hubiera pedido recogerlo, Hoseok no hubiera ido a su trabajo y... mucho menos el accidente hubiera sucedido.

Nada de esto estaría pasando.

Para Taehyung, él era el único responsable de que Hoseok estuviera justo ahora debatiéndose entre la vida y la muerte, siendo su peor juez.

«No mueras, por favor. Te lo suplico, Hoseok. No te mueras»

Pensó débilmente justo antes de desmayarse y perder la noción del tiempo y su alrededor.