~ Tú ~
¡Hola! Esta es la primera vez que publico, una historia individual, de TR y me emociona muchísimo.
Esta historia participa en la dinámica de Songfic del grupo de Facebook: "Pasión por los Fanfic's".
Este escrito está inspirado en la canción de «Tú» de Shakira 💕, amo lo que dice la letra y es algo que me inspiró para escribir sobre mis niños preciosos.
🔸 Pareja: MaiTake
🔸 Universo canónico SIN spoilers.
🔸 Palabras: 2,240
🔸 Advertencias ⚠️: NINGUNA, escrito soft y fluff.
Takemichi era igual que un sol.
Por no decir que la brillantez de su aura lo cegaba todo el tiempo.
Además, la calidez que emanaba era un imán atractor de personas sonrientes.
Era como si, tras mirarlo, te vieras obligado a sonreírle de vuelta.
La última reunión de la Tōman se llevó con tranquilidad informativa, terminada las 4 de la tarde de un viernes cualquiera. La explosión de nuevos datos recabados de pandillas acechantes, eran necesarias para idear estrategias y organizar las diferentes divisiones de la misma.
Mikey miró, sin tratar de ocultarlo, a Hanagaki desde lo alto del templo.
Las escaleras del mismo eran su único obstáculo de larga distancia entre ambos. Y allí, de pie y con esa postura dominante de un líder, lo miraba actuar como el tonto que era.
Un tonto bastante lindo, único y su razón de existencia.
Hanagaki aleteaba las manos con nerviosismo, mismo que se vió reflejado en sus gritos avergonzados y el sonrojo de sus mejillas de la pena de sus balbuceos inaudibles. La primera división —de Takemichi, por cierto —parecían persuadirle con bromas y carcajadas a su propio líder.
Solo Matsuno pudo emitir el «ya, ya, déjenlo en paz» como mediador para impedir la muerte del rubio de un ataque de vergüenza.
Eso le resultó lindo, a pesar de que no tenía el contexto de la situación.
—¡Hey, Mikey!
Draken hizo acto de presencia tras su espalda, con ese porte más que varonil y de gran altura que se vió interrumpido por el viento que hizo bailar su trenza. El mencionado volteó a mirarlo, alzando una ceja para informar que le prestaba atención.
—¿Te importa si me adelanto hoy?
Mikey, a veces, —por no decir que todo el tiempo —era flojo para todo. Su actitud de koala era interrumpido por los gritos de Emma tratando de levantarlo y de Draken arrastrándolo hasta la motocicleta y llevarlo —a la fuerza —como su conductor personal.
Que el se fuera antes significaría que tendría que manejar por su cuenta, y era un fastidio.
Mostró una mueca de desagrado sin pensarlo. Ni siquiera la risa del más alto le impidió formar el puchero de un niño que se tiene que resignar a perder, porque no podía mantenerlo ahí, aunque quisiese.
—Ya que. —rezongó, dándole la espalda con el puchero aun formado en sus labios.
El rubio rió a sus espaldas, y sintiendo el golpecillo en su espalda, sus pasos se esfumaron en el piso de piedra hasta quedarse solo, nuevamente, con el viento despeinándole los cabellos.
—¡Te luce bien, capitán!
Los comentarios burlones y risueños de sus camaradas seguían escuchándose bajo sus pies. Aquellos uniformados con el traje negro de la Tōman, tomaban desprevenido al pobre capitán en un zarandeo de su cabello para despeinarlo.
Los rubios cabellos se desprendían del fijador para esponjarse y caer de forma revuelta, como una maraña despeinada.
—¡Vamos, ya basta! —suplicó avergonzado, sin nada de toque autoritario evidente.
Mikey sonrió en silencio. Realmente le lucía bien el cabello caído y no de forma puntiaguda.
Fueron minutos largos antes de escuchar el silencio del entrante bosque. La muchedumbre de su pandilla se había retirado después de recibir las instrucciones de cada capitán. Incluso alguien tan descuidado como Takemichi, dejó en claro ciertas posturas que su división aceptó.
El chico estaba madurando muy rápido, y eso era agradable y admirable a la vez.
—¿Sucede algo, Mikey-kun?
Su voz era otro deleite que nunca aceptaría reconocerle de frente. Tenía ese matiz suave y ligero de alguien preocupándose todo el tiempo. La melodía lograba relajar y tranquilizar a cualquiera, antes de verse forzado a hablar en cuanto el contacto con su mirada azul quedara en tu campo de visión.
Era como una laguna azul mágica.
—Solo pensaba. —admitió con franqueza. Sin ocultar nada en realidad.
Hanagaki no pareció satisfecho con su respuesta, pero igual decidió acompañarlo, sentándose en el borde de las escaleras, muy cercano a sus pies. Mikey lo miró de reojo, el chico tenía unidas sus manos como si tratara de frotarlas para calentarse del viento frío del otoño, y por si fuera poco, su vista se dirigía a la nada.
El paisaje de los pinos y las escaleras no era algo tan llamativo de ver, por lo que, seguramente —y como siempre— el chico andaría en sus propios pensamientos.
Manjiro no quería aceptar que, de un tiempo a otro, sus ojos miraban a Takemichi de una forma penetrante. Sin llegar al sentido del acoso, simplemente le gustaba grabar en su mirada sus gestos, su sonrisa, su torpe actuar como líder, su sonrisa, el vaivén de la ternura a la madurez, su sonrisa, su mirar mientras se hundía en sus pensamientos, y su preciosa sonrisa.
El calor se instaló en sus mejillas de pronto, y se reprochó por ser tan evidente estando completamente solos. Arrastró su mano izquierda tratando de crear una máscara que cubriese el rubor instalándose en sus mejillas.
Bien, la sonrisa del chico era tan brillante como el sol, eso no podía negárselo nadie.
El problema es que a él no solo le encantaba, le fascinaba y lo volvía loco cuando se la dedicaba solo a él.
¿De qué forma podría hacerle ver que lo quería para el solo?
Su corazón latió como todas esas noches de desvelo en que su último pensamiento era el mismo chico. Una taquicardia que genera las molestas mariposas internas mientras el calor se instala en su cuerpo y trata, inútilmente, de esconder el rubor.
Hanagaki era el único que podía romper su postura fría y autoritaria, y eso era molesto.
¿Podría el chico verlo de la misma forma en que el lo hacía, sin ser asqueroso?
Ahondaría en lo más profundo de su ser, y se convertiría en el secreto hombre que muestra caballerosidad y puede sonreírle sin miedo a ser vistos, tomados de la mano o besarlo en público. Aunque si el quisiese otra forma, podría surgir esa bestia que lo arrastre a lo oscuro para poseerlo y marcarlo como suyo.
La versatilidad era algo que lo caracterizaba bien, y por una persona, podía colocarse infinidad de máscaras o simplemente ser el mismo, solo si Hanagaki se lo pedía.
—Te daría todo de mí...
El viento rugió con suavidad, lo suficiente para despeinar el cabello de ambos. Lo suficiente para hacerle ver a Manjiro que había abierto la boca y arrojado sus pensamientos al aire, llamativamente para hacer que el contrario lo mirara.
—¡¿Eh!? —emitió sorprendido cuando se vieron de frente.
—¿Qué? —respondió de forma torpe, esta vez sin poder ocultar el carmín de su rostro.
"Perfecto Manjiro. Excelente forma de quemarte tu solo".
Sano retrocedió con nerviosismo. Arrastró los pies como si pronto le pesaran con cadenas impuestas a la situación vergonzosa. Y tratando de ocultar su rostro o desviarlo, el espejo del mar de los ojos azules parecieron acecharlo con curiosidad.
Takemichi se había puesto de pie, Mikey solo deseaba que se alejara.
—Mikey-kun, tu, ¿dijiste algo? —murmuró curioso, parpadeando con un brillo más intenso cada vez.
Manjiro negó con la cabeza, retrocediendo otro poco. Era mejor desviar la mirada y observar los pinos bailando con el viento, que ser absorbido por el azul mágico de las orbes del chico.
La función de sus ojos negros era como mirar en un pozo sin fondo lo reflejado en ellos, y sería un martirio ahogarse dentro de aquellas aguas.
¿Sería bueno hablarlo, o seguir ocultándolo?
Su cuerpo resintió el toque efímero del chico rodéandole uno de sus brazos. Enroscándose como lo haría un marsupial, Takemichi pegó su mejilla izquierda en su brazo, aferrándose a el mientras alzaba la mirada tratando de encontrar sus ojos.
Eso era jugar demasiado sucio. Cruelmente Takemichi lo iba a hacer perder, y no era justo.
—Te daría todo de mí. —soltó nuevamente, con el nerviosismo en su boca.
Escuchó que Takemichi emitió un leve "oh" de sorpresa, antes de volver a aferrarse a su brazo. Sano no supo si aquello era bueno, pero finalmente repitió su error de pensamiento y estaba en la incertidumbre de lo que aquello podría generar a partir de ese momento.
Ni siquiera en las batallas se sentía tan denso e inmerso en la duda como ahora. Lo cual era patético.
—¿Todo?
La pregunta fue sorpresiva, claramente no la veía venir. Tragó hondo, levemente asfixiado, antes de bajar la mirada para poder verlo. Esta vez, Takemichi desvió la mirada, aunque sus mejillas tenían ese color carmín que lo hacía lucir aun más tierno de lo que su aura ya emitía.
—Todo. —proclamó, sintiéndose más seguro —Mis cosas, mi tiempo, mi descanso, mis emociones... —hizo una pausa resilente, antes de continuar: —mi cuerpo.
Hanagaki se restregó en su brazo aún más sorprendido. Alzando su rostro, ambos se miraron desde que el ambiente se tornó en uno completamente diferente, asfixiante y tenso; las orbes azules emitieron un brillo singular que, Mikey estaba seguro, no había visto ni guardado en su memoria.
—¿Tu cue-cuerpo? —pronunció con un balbuceo nervioso, con el rojo carmín instalándose en toda su cara.
Manjiro no esperó respuesta. Alejando con suavidad al rubio de su cuerpo, deslizó sus manos de tal forma que pudiera tomar sus hombros. Un agarre que sorprendió al contrario, bajo el efecto de mirarse tan directamente de frente, como nunca.
—Te daré mis brazos para encerrarte en un abrazo, así como mis manos para acariciar tus mejillas. Te dejaría mis piernas por si algún día estás cansado y pueda cargarte y permitiría que te aferres a mi cintura si un día bailamos.
La mirada del peliazul se dilató exageradamente. El color carmín se plantó fuera de los límites de sus mejillas, llegando hasta las orejas y el desorden de sus manos, agitándose descontroladas, bajo el nerviosismo de la cercanía entre ambos.
Mikey lo abrazó por detrás de la espalda, forzando ese encierro de sus alientos chocando. El precioso brillo, en los ojos de Takemichi, eran un enigma de piedra preciosa, un zafiro de diamante, bellamente codiciado por sus deseos.
—Te daré mis labios para que puedas besarme, cuanto te plazca.
—Besar-
Sano lo interrumpió divertido. Alzó su dedo meñique hasta rozar las comisuras de los labios contrarios, un rodeo juguetón que crispó al otro como un gato nervioso, más sus manos se aferraron a tocarle, aferrarse de esa chaqueta que portaba en los hombros; ansiaba sentirlo ahí, como si tuviese miedo de que Mikey escapara.
—¿Aceptarías, Takemicchi?
El aliento de ambos se mezcló con fulgor, tan frenético encuentro que Hanagaki apretó con mayor fuerza las prendas mientras cerraba los ojos, el impulso de abrir la boca probablemente se debió al descarado toque de los dedos de Sano sobre sus labios, antes de forzar a separarlos y desviando su mano a las mejillas calientes.
Entonces, lo besó. Despacio y con el silencio del mundo rodeados en su propia burbuja.
Un corazón bombeaba con tanta fuerza que parecía que escaparía del encuentro.
El otro corazón bombeaba tan despacio que se sentía desfallecer en el lugar, en cualquier momento.
Porque eres tú mi sol, la fe con que vivo
La potencia de mi voz, los pies con que camino
Eres tú, amor, mis ganas de reír
El adiós que no sabré decir
Porque nunca podré vivir sin ti
Takemichi era un sol, un impulso de vida que proporciona la energía suficiente para seguir existiendo.
Mikey sabía que Takemichi tenía un aura inusual que lo transformaría por completo.
El ojinegro sabía que la quietud de sus aguas visuales azules le mostrarían cosas que la oscuridad no podría.
Mikey sabía que Takemichi podría ser el salvador de su alma, sin pedírselo.
Pero también era consciente de que podría ser su destrucción mental.
—No puedo vivir sin ti, Takemicchi. —chocó su frente con la contraria, cerrando los ojos.
El silencio volvió a sacudir sus cabellos, ese despeinado manojo de pelos alzados y enredados le hicieron sonreír. Su burla radicaba porque, si no fuera por Kennchin, el cabello de Mikey sería peor.
—Yo tampoco. —le confesó avergonzado. El matiz de la pena le hacía lucir lindo en su rostro.
Ambos sonrieron al mirarse nuevamente, aun con sus frentes tocándose.
—Te luce bien... —emitió con burla, expulsando una burbuja de risas mientras llevaba sus manos para revolver el esponjado y ya despeinado cabello de Hanagaki.
—Mikey-kun...
Takemichi acompañó las risas de Manjiro, mientras se dejaba acicalar el cabello y escondía las mejillas en las caricias de las manos contrarias. Sus brazos se alzaron lo suficiente para no romper ese contacto, al encerrar y tocar parte de los antebrazos del líder.
Era un ambiente perfecto para el atardecer de un día corriente. Fuera de que Mikey rompió esa monotonía.
Takemichi quería a Sano, adoraba a Manjiro, amaba a Mikey en secreto.
Formando un eclipse, gracias a su posición contra el sol, ambos volvieron a besarse en silencio.
—Lo acepto, Mikey-kun. —respondió, con una nueva sonrisa bifurcando su rostro.
Takemichi era un sol, mucho más brillante y cálido, que el astro ocultándose en el fondo.
Esa sonrisa era para él, para nadie mas. Se sentía tan afortunado ahora.
Los pensamientos de Mikey sobre el, con el pronombre de «tu», se transformaron en palabras reales.
Ya no tendría miedo de dirigirle sus emociones, expresar sus sentimientos, abrazarle si quería hacerlo.
Ya no sería un "quiero abrazar al sol", sería un "dame calor".
Y eso estaba bien. Porque Mikey tendría su propio sol, alumbrando sus días de existencia, y con eso el estaría bien.
¡Y así terminó uno de los fics más tiernos que he escrito para ellos! ¿Que les ha parecido?
Descubrí que esta canción queda perfectamente bien para cualquier que considere a otro personaje su solecito ✨.
No quiero irme sin antes dedicarle este fic a mis dos diosas preciosas de la vida 🛐:
GabyJaeger Mi vida, acepté escribir sobre una canción porque me invitaste a ello, así que espero que este fluff sea de tu agrado 🥹💕.
Temari05nara Mi esposa preciosa, quiero añadir un poco de amor a tu corazón amante de esta pareja, así que espero te guste 🥰❤️.
¡Muchas gracias por leer y estaré atenta a los comentarios! Nos vemos ✨.
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