veinte
Paso mis manos por su torso bien trabajo. Mis prendas son parte del pasado. Estamos cuerpo a cuerpo; piel con piel.
Me fascina su tez, es suave y atractiva; los tatuajes la adornan viéndose maravillosos. Es como si tuviesen uno de esos relojes que te hipnotizan, así me pasa con él. Lo observo y siento que me hace desfallecer.
Me cuesta respirar con normalidad, porque sus caricias aumentan haciéndome enloquecer. Parece estudiar cada parte de mi cuerpo. Lentamente roza sus dedos por mi cuello, pechos, hasta llegar a mis piernas. Es un toque tan satisfactorio que no quiero que se detenga.
Entra en mí, con movimientos lentos. Su mirada se cruza con la mía y eso me pone más que nerviosa. No entiendo cómo es capaz de adueñarse de mí tan fácil.
Suelto un gemido por el placer. Me gusta estar así con él, conectados.
Toca mis labios dejándome con ganas de más. Da los besos tan exquisitos que creo que se han vuelto mi mayor debilidad. Él me hace débil.
Cambia la posición y me coloca encima de su cuerpo. Ahora quiere que sea yo quien tome el liderazgo de la situación.
Me muevo en su miembro y lo veo sonreír. Me inclino, las embestidas son más fuertes.
Se sienta, acaricia mi cabello y cierro los ojos. ¿Acaso ya se ha percatado que cada vez que me toca desvanezco?
Entrelazo mis brazos en su cuello y atrapo sus labios. Lo muerdo, y él gime en respuesta. Continúo moviéndome... Un largo jadeo escapa de mi boca al llegar a mi máximo. Sin embargo, segundos después, Richard también.
Caigo en la cama a su lado. Nos cubre con las sábanas y me pega a él.
El silencio nos invade. Aún sigue acariciando mi abdomen.
—No quiero que te vayas —dice.
—No me iré..., ¿por qué dices eso? —me giro para mirarlo.
—No lo sé, aún me siento mal por tratarte así e ignorarte. Pero..., simplemente no sé cómo actuar cuando me gusta alguien.
Tengo el corazón en la garganta.
—Pero prometo que ahora será diferente —me besa.
—Tuve suerte de encontrarte —me animo a hablar.
—¿Por qué? —ríe.
—Porque sin ti todo sería distinto, tal vez ni siquiera seguiría aquí. Llegaste justo cuando mi vida estaba por acabar. Sigo sin entender por qué quisiste ayudar sin conocerme.
—Me duele contarlo —desvía la mirada.
—No estoy pidiendo que lo hagas, Rich. Cuando te sientas preparado, puedes contarme.
—Gracias...
Mis dedos trazan líneas imaginarias en su rostro. Las deslizo por su hombro y me detengo.
Tiene una cicatriz, es por aquella bala que recibió al defenderme. Me entristece verla, fue por mi culpa.
—No estés triste por eso —lee mis pensamientos—. Son de esas marcas que te sientes orgulloso de tenerlas, porque al verlas te recuerda que hiciste algo bien. En este caso, que fui como lo llamas: tu luz.
—Lo eres... Ojalá nunca dejes de brillar.
—Estaré para alumbrarte si está a mi alcance...
***
Tres semanas después:
—¿Cómo estás, dulzura? Me niego a creer que tenemos ocho días sin vernos.
—Estoy bien, Leodín, te extraño también.
—Antes, al menos te veía cuando te buscaba al trabajo, pero como ahora la paloma entró en la jaula, ya no necesita de mis cuidados.
Me río con fuerza, mi amigo está loco.
—No te burles, es verdad. ¿Será que la niña abre espacio en su agenda para que pueda verla mañana? Y es sábado, me dices no, y te dejo de hablar.
—No me vas a dejar de hablar —lo desafío.
—Es verdad. Pero, ¿en fin?
—Y claro que puedes venir. Es más, puedes quedarte a hacerme compañía, porque Richard se irá de viaje hasta el lunes.
—Sí, él ya me dijo —se ríe.
—¡Ah, claro! Olvidé que siempre soy la última en enterarme.
—Yo solo tengo que fingir que no sé para dejarte hablar.
—Pero qué considerado es mi amigo.
—Entonces..., ¿te veo mañana?
—No olvides el biberón, niñero.
—Toma del biberón de Richard antes de que se vaya —suelto una carcajada.
—¡Te pasaste con esa, Leo Shepard!
—Me amas, muñeca.
—Demasiado. Nos vemos mañana.
Finalizo la llamada y justamente llega Richard.
Subo en el auto.
Me da un beso en los labios y nos coloca en marcha. Ahora tiene más confianza conmigo, eso me gusta. Nuestra relación es estupenda, se acabaron los tonos amargos y le agradezco.
—¿Cómo te fue? —pregunta.
—Bien. Me sorprendí cuando una niña de catorce años entró al consultorio, el doctor también lo estaba; nos costaba creer que ya tuvo relaciones sexuales.
—Impresionante —eleva las cejas—. Cualquiera quedaría sorprendido.
—¿A ti cómo te fue?
—Pues bien, hubo muchas personas hoy. Detesto que mi papá me haya dado el cargo de administrar el aeropuerto, pero según él, tengo que cuidar todo porque no está aquí. Igual no importa.
—Te noto muy cansado, te haré un masaje en la espalda para quitar ese estrés.
—No, no te preocupes., tú también estás cansada. Lo único que quiero es dormir una semana entera, pero es imposible...
Le doy un beso rápido en la mejilla y él me sonríe.
—Aunque, ¿para qué me quejo? Si tengo la mejor compañía al dormir.
···
¿Les gustó?
¿Cómo les va, chamas?
Les tengo una noticia, nos han vuelto a nominar en otros premios de novelas de CNCO. Si quieren ir a votar vayan al perfil de teamcnco
Todo, todito, todo se los debo a ustedes.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top