trece

Antes de que Charles pueda darse cuenta, Richard se voltea y le da un puñetazo en la cara. Se tambalea y cae nuevamente al suelo. Sus intenciones era tomarlo desprevenido para poder atacar; fracasó.

—El hijo de puta, se cree muy listo —dice muy cabreado.

No soy capaz de pronunciar una palabra, solo sostengo mi nariz con el pañuelo que siempre traigo en mi bolso, así intento aminorar el insoportable dolor.

***

Me causó náuseas volver otra vez a la clínica. Estoy cansada, ya no lo aguanto más.

Ha sido su culpa. Mi tabique nasal se ha vuelto a romper y debo tener tres semanas más de reposo... Justo cuando creía que por fin me iba a librar del dolor, él llega para causar más. Siento que mi cabeza va a estallar, haló muy fuerte mi cabello.

Limpio mis lágrimas y lloro en silencio. Vamos de regreso a casa y Richard va a mi lado. Lo observo cuando su mano se une con la mía para consolarme, acaricia mi piel con la yema de sus dedos.

También me da mucha vergüenza que él deba cargar con mis problemas, ha dicho que no es ningún inconveniente pero, de alguna u otra forma, no puedo pretender que él esté allí siempre.

Ha hecho demasiado por mí.

El auto se estaciona y da la vuelta para abrir mi puerta. Tardo un poco en reaccionar. Cuando salgo, me quedo de pie largos segundos.

Su calor me abraza cuando me envuelve. Y rompo en llanto...

—Ya no puedo, Richard —hipo mientras hablo.

—Todo estará bien, Gissel... —acaricia mi cabello.

—Cada vez que estoy por recuperarme, él llega y vuelve a golpearme. ¿Acaso no puedo tener una vida normal?

Lo abrazo con mucha fuerza, como si tuviese miedo de que se vaya.

—Yo voy a ayudarte, pequeña. No te voy dejar, y menos si ese loco está por ahí.

Me limpia el rostro como si yo fuese una muñeca de porcelana. Tiene miedo de crear otra herida u otro moretón.

—Vamos, así te tomas las pastillas para aliviar el dolor. Sé hacer un te con plantas naturales que relaja mucho.

Coloca su brazo encima de mis hombros y comenzamos a caminar. Cuando abre la puerta, lo primero que veo es un par de ojos azules.

—Cariño..., ¿pero qué te pasó? —se acerca con prisa—. No me digas que fue el maldito de tu exnovio, porque voy y le parto la cara.

—Tranquilo, Leo. Yo ya lo hice —dice su amigo.

—Muy cobarde ese cabrón para siquiera tocarte un pelo.

—Sí..., lo sé —susurro.

—Princesa, no quiero ser grosero, pero Gissel necesita descansar.

—Está bien, mi rey, los dejaré descansar. Mañana vendré a verte, lindura —planta con cuidado un beso en mi frente y sale con Richard a hablar.

Me encamino a la habitación y cambio mi atuendo por mi pijama. Me duele verme en el espejo, tengo el rostro destruido y demacrado.

Minutos después, el chico que ahora es mi luz, aparece.

—Aquí están las pastillas, nena —me entrega un vaso de agua y dos cápsulas.

—Gracias...

—Solo espero que aún no sigas con la idea de irte. Correrás peligro si te vas a vivir sola —intento hablar pero me calla—. Y no comiences con que te da vergüenza, que aquí no molestas a nadie y mucho menos eres una carga.

Es como si supiera lo que estoy pensando. Eran exactamente las quejas que le iba a dar.

—Gracias, otra vez...

***

Diez días después:

—¿Qué tal si hacemos karaoke? —propone Leo.

Hoy estamos reunidos nuevamente. Decidieron hacer una piscinada, pero hasta ahora, nadie ha tocado el agua.

—Me parece bien, pero les advierto que parezco una gata dando a luz —digo.

—Así sabré cómo será cuando tengamos nuestros hijos —comenta Ben.

Todos nos quedamos en silencio. Esto es incómodo. Incluso Richard también está con el ceño fruncido.

—Vamos, negrita, tú eres la primera —el rubio se dirige al dominicano.

Él se levanta y busca la pista en YouTube, conecta el micrófono y comienza a cantar.

Dime si escuché... Me llegó el rumor de que estás sola y yo también. Y yo lo noté, cuando cruzamos las miradas la noche se puso interesante, un poco ardiente... —hace una pausa. Me mira directamente a los ojos, y canta—. Dime si quieres conmigo, como yo quiero contigo, y si así lo quisimos vamos a darle sentido. Dime si quieres conmigo, como yo quiero contigo, y si así lo quisimos vamos a darle sentidosiento mis mejillas calentarse—. Yo besándote pa' que no te sientas sola, quédate a mi lado ahora...

Me enamora su voz y la manera tan pasional con la que canta. Tiene mucho talento.

Cuando acaba la canción, Leo me mira. Sé lo que está pensando, sus cejas suben y bajan con mera picardía. Todos los días me dice que Richard y yo estamos destinados a estar juntos, y que ya tiene el nombre para nuestros bebés.

Está loco.

—Te mereces un besito mío —se levanta y plantan un beso en la mejilla de su amigo. Sin embargo, él lo aparta y fulmina con la mirada.

—Ahora voy yo —dice Ben.

Y así comienza... Cada uno se levanta a cantar y nos reímos cuando nuestra falta de estudio por la música, se nota. Una hora después, estamos haciendo la carne para comer, entre Melisa y yo.

No puedo parar de observar a Richard.

Me doy cuenta que se levanta a hablar por teléfono. No sé si son idea mías, pero está pálido, sus facciones se transforman totalmente y la preocupación me ataca.

—Tengo que irme —dice asustado.

—¿Qué pasó, Rich? ¿Por qué estás así? —el chico de ojos azules habla.

—Luego te explico, no tengo tiempo.

Corre a su habitación y dejo lo que estoy haciendo; voy atrás de él. Toma una valija y mete la ropa como loco.

—Richard..., ¿qué pasa? —susurro.

—Mi papá está muy mal, tuvo un accidente. Estaré fuera unos días, para cualquier cosa que necesites, ahí está Leo. Adiós.

Me da un beso en la frente y sale disparado. No me da tiempo de decir nada. Cuando vuelvo a la sala, ya no está.

Los chicos apagaron la música y todos estamos más que preocupados.

Solo espero que todo salga bien...

***


—Iré a llevar a Melisa, ya es tarde —anuncia Leo—. Ben, quédate con Gissel. Yo voy y vengo.

No me agrada en lo absoluto, pero no hay nada que pueda hacer. Me despido de la chica y quedo a solas con el otro mejor amigo de Richard.

—¿Crees que tarde mucho? —pregunto.

—Siendo honesto... —sirve el whisky en un vasito—. Lo conozco bien y tendrá sexo con esa chica. Después vendrá. Así que sí, va a tardar.

No era necesaria tanta información.

Me siento en el sofá mientras la música fluye. No puedo dejar de pensar en cómo está Richard, lo vi muy preocupado. Hace un rato me envió un mensaje, me dijo que me cuidara mucho y no saliera sola, que todo estará bien.

—¿Quieres una? —ofrece una cerveza.

—No, gracias.

—Vamos, el niñero no está aquí, puedes ser rebelde —me río.

—Está bien, pero solo una.

La abre con el anillo que siempre trae puesto y me la da.

—Cuéntame, ¿cómo van tus heridas? —se sienta a mi lado.

—Estoy mucho mejor. Ya no duele, pero tengo que tener cuidado.

—Eso es bueno. Richard es un médico sin título, sabe mucho de todas esas mierdas —toma un largo sorbo.

—Sí, lo sé. Es un gran chico.

—Ay..., no me digas que te gusta el negro —alza las manos.

—No, ¿qué cosas dices?

Aún no sé claramente lo que siento por él. Me encanta cómo es y su trato me tiene maravillada, pero tengo miedo de enamorarme de nuevo.

Se levanta y trae otro par de cervezas.

—¿Y qué contigo? ¿Te gusta alguien? —suelta una carcajada.

—No pensé que algún día iba a gustarme alguien. Pero sí, me gusta una chica, y mucho.

Me incomodo con su mirada. no estoy segura si sea una indirecta. Sus ojos celestes me ponen muy nerviosa.

—Bueno, esa chica tiene suerte, entonces.

—No, yo no le gusto.

—¿Y por qué no? ¿Se lo has dicho?

—Ella se da cuenta. Pero creo que le gusta otro chico.

Siento que me estoy metiendo en la boca del lobo. Intento parecer normal y continuar con esta descabellada conversación.

—Pero tú también eres muy atractivo. Tal vez si hablas con ella, las cosas pueden cambiar.

Existe la posiblidad de que esa chica no sea yo, ojalá no esté equivocada. Pero es difícil no sacar mis propias conclusiones con su coqueteo y miradas.

—¿Tú crees que deba hablar con ella...?


Los minutos pasan y las botellas también. Ya es la novena vez que Ben se levanta a buscar cervezas. Estoy bastante mareada, y consciente todavía, o eso creo.

—¿Quieres que te diga algo?

—Sí, dime —bebo el líquido.

—Eres muy bella.

—Gra-gracias...

Desvío mis ojos de los suyos. Está más cerca de lo que me gustaría.

—¿Del uno al diez qué tan bonito te parezco? 

—Diez —respondo—. No estás nada mal, solo que eres muy mujeriego —se ríe con fuerza.

—Me encantan las mujeres, ¿qué hago? —sus dedos se deslizan en mi muslo, sin llegar más allá.

—Enamorarte de una.

—¿Para qué? Quiero seguir disfrutando.

—Una novia no implica dejar de disfrutar.

—Sí que lo es. Los celos, el control. Aún no quiero eso, tal vez más adelante.

—Bueno...

Esta vez, sube un poco más mi vestido. No sé qué me pasa, ¿por qué no lo detengo?

—Pero sí debo confesar algo.

—¿Qué?

—No estoy enamorado, pero hay una chica que me trae loco.

—No has parado de hablar de ella. 

—¿Quieres que te diga quién es? —susurra a centímetros de mis labios—Tú... —con ello, me besa.

Me toma de las caderas y me sienta en su regazo. Ahora sí sube mi vestido y aprieta mi trasero. Sus labios son como un manjar, besa muy bien.

No sé qué sucede conmigo.

Deshago su camiseta y paso mis manos por su pecho trabajado. Él baja el cierre de mi vestido y en un abrir y cerrar de ojos, ya es historia. Es un beso muy agitado, necesitado, más de su parte que de la mía.

Muerde mi labio con fuerza y un gemido se escapa de mi garganta.

—Me gustas mucho, bebé —susurra.

No digo nada, solo dejo que el sabor de sus besos me atrape. Sus grandes manos recorren mi cintura y deshace mi sujetador. Veo fuego en sus ojos y como alma que lleva el diablo, me dejo seducir.

Su boca pasa a mis pechos y mordisquea. Se siente bien.

Sus manos están inquietas y masajea mi zona débil. Introduce uno de sus dedos y no puedo evitar gritar.

Vuelve a mí y me besa. Siento su miembro duro a través de su pantalón.

—Me vuelves loco.

Se queda en ropa interior y me acuesta en el sofá. Estoy siendo dominada por él y por el alcohol; al parecer se han vuelto amigos.

Quita mis bragas y toma mis muslos con fuerza, se encuentra entre mis piernas y su lengua entra en mí. Arquero la espalda y jadeo, es demasiado excitante.

—Me harás llegar —pronuncio con la voz entrecortada.

—Ahora no.

Nuevamente se posicionada encima de mí, apoyando sus manos a cada lado de mis costado. Algo se paraliza cuando escucho:

—¡¿QUÉ MIERDA PASA AQUÍ?!

Es Leo.

···

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top