once

El sonido de mi teléfono me hace despertar. Lo tomo con molestia sin ver quién es.

—¡Buenos días a la niña más bella! —grita Leo.

—¿Tan temprano y tú borracho?

—No estoy ebrio, respétame. Hablando de eso..., ¿Richard te dio las nalgadas?

—¿Estábamos hablando de eso? —froto mis ojos y me encamino al baño—. No me dio nada, Leodín.

—Bueno, entonces yo sí te las daré hoy.

—¿Hoy? Pero si hoy tú no vienes.

—Oh, claro que sí, hablé con Rich hace rato y quedamos en hacer una reunión entre nosotros. Pero no te vayas a poner celosa.

—¿Celosa, por qué?

—Llevaré a una chica que conocí hace unas semanas.

—¿Y por qué no me dijiste nada? Eres tú quien merece las nalgadas.

—Más tarde te muestro a mis nalguitas blanquitas. Pero en fin, recuerda que tú eres la número uno, nadie te quitará el puesto.

—¿Seguro que no estás ebrio? Deja la tontería.

—¿Ya tomaste café? Estás amargada —se ríe.

—Me levantaste, idiota.

—Ay, perdón. Bueno mi amor, mi corazón, mi dulzura y vida entera, nos vemos más tarde.

—Adiós, niño.

Cuelgo la llamada. Me lavo la cara y los dientes.

Al terminar, algo capta mi atención.

Salgo de la habitación y sigo la dulce melodía que invade mis oídos. Es Richard, y está cantando en la ducha.

—Abrázame fuerte, y no tengas miedo. Déjame explicarte... —se silencia unos segundos—. Quiero ser el que llena de felicidad cada espacio de soledad. Déjame ser... Tu luz.

Mis ojos se abren de par en par, tiene una voz preciosa. ¿Por qué no me contó que canta? Y esa letra..., jamás la he oído antes. Sin embargo, vuelve a repetir la estrofa como si estuviese ensayando.

Me atrae el hecho de que haya mencionado "tu luz". Le he dicho innumerables veces que eso es él para mí.

Mientras mi vida se convertía en oscuridad, él llegó para encender la luz y dejar que todo brillara. Richard simplemente apareció en el momento en que necesité de alguien para que me salvara.

—¿Qué haces ahí? —su voz me hace volver a la realidad.

Ni siquiera me di cuenta cuando salió del baño. La respiración me comienza a acelerar cuando lo observo con detenimiento: su torso está descubierto, esos músculos bien trabajados me enloquecen. La tinta en su piel es maravillosa, adorna varias partes de su cuerpo y lo hacen lucir muy atractivo. Las gotas se deslizan en su pecho y la toalla, enrollada alrededor de sus caderas.

Tengo a todo un Dios griego frente a mí.

—Yo... —estoy muy nerviosa—, solo te oí cantar y... —¡maldición! Parezco estúpida—, no me habías dicho que cantabas...

—Ni siquiera me acordaba de eso —su risa hace eco en mis oídos—. ¿Te levantaron mis gritos?

—No, no, no, me levantó Leo que llamó.

—Oh, e imagino que ya te contó, es todo un chismoso.

—¿De la reunión? Sí, sí lo hizo. Me dijo que no me pusiera celosa porque traerá a una chica.

—Y espero que no lo hagas.

«¿Qué?»

—¿Por qué? ¿Tú crees que me gusta Leo? 

—No, para nada —suelta una carcajada—. Yo conozco muy bien a mi amigo. Sé que todo es un juego para él.

—Bueno, sí es...

Abro los ojos como platos cuando su toalla cae al suelo, queda sin nada.

—¡Ay, maldición! —chilla y la recoge con rapidez—. Lo siento.

Nos quedamos en silencio un rato. Ahora más que nunca siento mi corazón latir.

—Mejor me iré a vestir.

—Sí...

Se va apresurado y apenado.

¡Acabo de ver a su amiguito...!

***

—Hola, princesita —me saluda Ben.

—Hey... —me sigue incomodando un poco.

—¿Dónde está la niña más traviesa? —me abraza Leo.

—Mi niñero favorito —correspondo.

—Ella es Melisa —me presenta a una chica morena—. Espero que se hagan muy amigas y vayan al centro comercial a comprar ropa interior.

Ambas nos reímos y él se nos une. ¿Qué voy a hacer con Leo Shepard?

Así comienza nuestra reunión. Entre bebidas, comidas y juegos se pasa la noche. La chica me cae bastante bien, es muy sencilla y algo tímida. Richard ha tomado como loco y no entiendo por qué, por otro lado, yo no me quedo muy atrás.

Me levanto del sofá y voy por un paquetito de frituras. Mientras lo busco, veo que el moreno coge una botella de agua.

—¿Estás bien? —pregunto.

—Sí..., creo que el alcohol ya está dominándome.

—No eres el único —me siento en el taburete—. ¿Quieres quedarte aquí un rato? La música que Leo ha puesto me tiene aturdida.

—Sí, a mí también. Se cree Dj —ríe con fuerza.

Se coloca enfrente de mí y apoya sus manos en mis muslos. Rápidamente vuelven esas corrientes eléctricas en mi cuerpo.

—Odio estar ebrio, pero quería beber.

—Pero has tomado demasiado, ¿cómo no lo vas a estar?

—Gissel...

—¿Qué?

—¿Te he dicho que eres una chica muy hermosa? —pronuncia mirándome a los ojos.

—No, no me lo habías dicho —me tiembla la voz.

—Así es...

Sus manos me acarician y se siente muy bien. Ahora está más cerca, pasa sus dedos por mi cabello y me fascina que lo haga. Detallo sus labios, se ven apetitosos. No puedo pensar en otra cosa más que tocarlos...

—¡Pero qué bonitos! —grita Ben.

Él se separa bruscamente de mí.

***

Los chicos se quedarán hoy aquí. Leo con su chica en la habitación donde duerme Richard; Ben en la de invitados y el moreno me acompañará hoy otra vez.

—No sé qué me pasa —me dice cuando entramos al cuarto.

—¿Qué te pasa con qué?

—Ven acá.

Me acerco y en un instante siento sus brazos alrededor de mi cintura. Su frente se une con la mía al igual que la respiración. El aire me comienza a fallar, los nervios no tardan en elevarse al estar así con él.

—Bésame, lo necesito —susurra.

Tomo su rostro entre mis mano y atrapo sus labios; se sienten magníficos. Juega con los míos de una manera tan placentera. Sus dientes me muerden con fuerza y jadeo. Besa exquisito. Su lengua se hace paso y lo dejo explorar.

Camina con torpeza y caigo en la cama, no tarda ni un segundo en volver a mí. Esta vez sus manos se deslizan en mis piernas. Mi respiración es entrecortada, no quiero que se aleje.

—Gissel, debemos parar —dice en medio del beso—. Quiero recordar todo lo que me pase contigo...

···

Ujummmmmm.

¿Les gustó?

Gracias por todo mis amores...

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top