cuatro
—Lo siento Richard, no tengo por qué responderte eso...
—Entiendo, tranquila. Disculpa por ser tan atrevido. Pero es que... —se silencia y sus puños se cierran con fuerza.
—¿Pero es que, qué?
—No me gustó cómo te habló, y mucho menos cómo se comportó. No hablaré más del tema. Entiendo que acabas de conocerme y, no tienes por qué contarme tus cosas.
—¿Richard, por qué me defendiste? Créeme que por más que pienso, no llega a mí una razón lógica.
—Todo a su tiempo, ¿bien? Solo déjalo por ahora como que debía ayudarte.
—Está bien.
Le sonrío.
Ahora que estoy más cerca de él, puedo notar claramente sus facciones.
Me tomo el atrevimiento de estudiarlas: ojos potentes obscuros, cejas espesas y bien definidas. Su barba apenas comienza a crecer y su cabello es corto. Su piel es lo más atrayente, un moreno claro, con varios tatuajes en el brazo. Su cuerpo se ve formado; cada músculo lo tiene bien definido.
«Richard es precioso»
—¿Qué piensas? Me estás mirando raro —se ríe.
—En nada. Estaba viendo tus vendas.
—Claro —pronuncia con ironía.
—Ah, ¿no me crees?
—Con esa miradita, no.
—¿Qué miradita? —me cruzo de brazos.
—Esa —me acusa con su dedo.
—¿Cuál? —suelto una carcajada—. ¿Cómo debería mirarte, entonces? —alzo una ceja.
—Solo sentí que me hacían otro escáner en el cuerpo. Pero esta vez no fue de los huesos, sino de músculos.
—¿Insinúas que te estaba mirando, porque estás muy bueno? —me hago la ofendida, aunque él tenga razón.
—No lo insinúo. Lo afirmo con tu respuesta.
Comienzo a reírme. Este chico es demasiado directo.
—Qué pasado —niego con la cabeza.
—Me gusta decir la verdad —me guiña.
Ruedo los ojos con una sonrisa y la puerta se abre.
Es su amigo.
—¿Qué pasa, Leo?
—Todo está bien. Ben, dijo que mañana vendrá a verte temprano.
—Qué buenos amigos son. En serio, estoy bendecido.
—Ay, no empieces, lo has dicho cien veces como disco rayado. Los tres prometimos cuidarnos y eso estamos haciendo.
—Yo..., debería irme —hablo.
—¿Por qué? Quédate un rato más, Leo no ladra ni muerde —me sonríe.
Richard nos presenta y resultó que Leo también me cae muy bien. Estos dos juntos son una bomba, y me advierten que falta uno de ellos, para completar el combo.
—Gissel, ¿quién vendrá a buscarte? Es decir, dentro de poco te darán de alta. Necesitas que alguien te cuide —menciona Richard.
Me toma por sorpresa y siento mi rostro cambiar. Ya mis labios no son una sonrisa.
¿Qué carajos le voy a decir?
—Iré..., a casa de mis padres, sí. —me obligo a mentir e intento creer lo que acabo de decir.
Pero, ¿cómo le explico que el chico que lo golpeó, es quien va a cuidarme? Por más que odie que sea así, no puedo cambiar los hechos. Solo lo tengo a él, y vivimos juntos.
—Y, ¿vendrán a buscarte?
—No... —comienzo a ponerme nerviosa—. Iré yo sola, viven un poco retirados y no quiero hacerlos venir. Ya sabes.
—No, no sé —enarca las cejas—. Leo puede acompañarte, ¿verdad? —se dirige a su amigo.
—Claro. No hay ningún problema, muñeca.
—No, gracias. Prefiero pedir un taxi.
—Pero qué terca eres, mujer. ¿No te das cuenta que te cuesta caminar?
—No discutiré contigo, Richard. Es difícil que me hagas cambiar de opinión.
—Está bien, tú ganas. Pero, por lo menos dame tu número, así sabré cómo te vas sintiendo.
—¡Listo! Espero que hayan aprovechado el tiempo —entra la enfermera.
Apenas logro despedirme de él, porque la amable chica me ha contado que el doctor anda por la zona y, se supone, que yo debería estar descansando. Me notifica también, que mañana me darán de alta. Sin embargo, a Richard parece que aún no. Es injusto, pero no puedo hacer nada.
No me doy cuenta cuando vuelvo a caer profundamente dormida...
***
—Espere —le digo a la enfermera, que no es la misma de ayer.
Ya soy libre de este lugar y me da mucho pesar que el chico que salvó mi vida, deba quedarse. Quiero despedirme y darle mi número, ya que ayer no pude.
Pero, al abrir su habitación, no está.
—Seguro le están haciendo unos exámenes —indica la mujer.
Comienzo a moverme de nuevo. Ella me acompañará a tomar un taxi y, me lleva en silla de ruedas.
Mañana tengo que volver, porque no me puedo ir sin saber de Richard. Me subo en el auto con esfuerzo; duele en demasía siquiera dar un paso. Trago grueso al indicarle la dirección al conductor. Pensar en ver a Charles, otra vez, me da dolor de cabeza.
···
Prometo que el próximo será mejor.
Quiero contarles, me inscribí en un concurso de novelas de CNCO con la historia "Cometa" de Zabdiel. Quería pedirles un enorme favor: si leíste la obra, ve al perfil de TeamCNCOwnerss allí publicó una historia para los premios. Léela y en la parte donde dice 'mejor historia de Zabdiel' comenta la mía.
No les tomará ni dos minutos. Se los agradecería muchísimo.
Las quiero...
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top