7 "¿Qué miras?"
Viernes. Hoy debo llegar más temprano para hablar con el entrenador y ver la posibilidad de integrarme de nuevo.
—Alexis, solo te falta un poco más, la otra semana tienes exámenes, esfuérzate lo más que puedas, el año está recién empezando, yo sé que tú puedes hijo —me dijo, yo asentí con mi cabeza. Realmente estoy muy entusiasmado.
—Se lo prometo entrenador, daré lo mejor de mí —dije seguro y firme.
—¡Ven aquí chico! Dame un abrazo y cambia esa cara, arriba el ánimo —me abrazó fuertemente dándome golpes en la espalda. Le quiero mucho. Lo conozco desde sexto grado.
Como solo falta una hora para entrar a clases, me quedé en una parte de la biblioteca que está al lado de otras oficinas como la de la asistente social. También en este lugar se hacen exámenes atrasados.
Me senté en una banca, saqué mi teléfono y mis audífonos, escuché música con solo uno, ya que no me gusta estar sin escuchar el exterior. Noté a un chico delante mío, nunca lo he visto. Y sé que esto suena raro, pero es un tipo que enserio nunca he visto. Me sé todas las caras de la escuela aunque no conozca ni hable a todos, pero este no, nunca. Tiene el cabello corto, es muy rubio y adelante incluso se le notan unos pelos blancos. Por un momento pensé que era albino, pero volví a ver, y descarté la idea. La piel blanca, con un subtono rosado. Ojos azules, pestañas y cejas rubias. En fin... todo un galán.
Seguí escuchando música, y terminé escuchando el podcast que tenía pendiente. Pero en un momento me empecé a sentir realmente incómodo. El chico me mira, me mira mucho, yo solo lo ignoro, pero ahí está. No saca su vista de mí. Comienza a enervarme.
¿Qué tanto mira? Se me hace raro, pero me divierte a la vez.
Le escribí a Kei.
Kei
Hola
Hay un tipo mirándome y es raro y tiene cara de psicópata nazi
ALEXIS NO SEAS MALO
Kei me da miedo AYUDA
Y es lindo???
Sí es lindo, estoy acá en biblioteca y no ha parado de mirarme en todo el rato, aparte nunca lo he vistooo
Pero háblale pueees
Ok ahí te cuento
Obviamente no le voy hacer caso a Kei.
Abran pasado unos diez minutos que para mí fueron diez horas. Hasta que ya no aguanté más y lo miré yo.
Okey... Raro...
Lo miré, y él por nada sacó su vista de mí. Duré así unos segundos hasta que me harté.
—¿Qué miras? —le pregunté. Y vi como movió sus ojos de una manera muy extraña. Como rodándolos.
—¿Disculpa? —contestó a mi pregunta con otra, levantando una ceja.
—¿Por qué me miras tanto? —le dije extrañado. Este solo hizo un gesto como si estuviera entretenido y sorprendido.
—No te miro a ti, lo miro a él —dijo apuntando con su cabeza hacia mí. Supuse en mirar atrás. Y vi como a tres mesas más allá a Mateo, muy concentrado haciendo un examen.
¿Sí? Yo creo que no.
—Es muy lindo —dijo.
¿Lindo? Pues... sí, pero no es para que te lo quedes mirando así. Es decir yo también lo hago pero... Como sea, ¿a mí que me interesa?
—Oye —dijo, lo miré—, ¿sabes cómo se llama?
—¿Quién? —le dije haciéndome el tonto, un poco paralizado.
—El de atrás tuyo —. Se perfectamente de quien habla.
—Ah, él... Se llama Mateo —dije firme.
Meditando un poco.
—¿Sabes a qué curso va? —siguió preguntando.
—Está en segundo —respondí. Él asintió y sonrió, sin dejar de mirarlo en ningún segundo.
—Demasiado hermoso —balbuceó para sí mismo. Se nota... que le ha gustado Mateo.
—¿Marco? —dijo una voz algo conocida, era el inspector, quien lo llamó desde una de las salas. Él se paró.
—Oye, perdón si te hice sentir incómodo. Me llamo Marco —dijo estirándome la mano amablemente.
—Alexis, te pido perdón por el mal entendido —dije tomándola. Se fue y yo me quedé ahí. Con emociones raras, un tanto confundido.
Narra Mateo:
Es la primera hora. Henry, mi compañero de puesto no ha venido a clases así que estoy solo. Él es un poco raro, pero me cae bien. Aunque me hable una vez a las miles. Siempre se está sacando las cejas en plena clase y raras veces escribe. Nunca olvidaré cuando me propuso sacármelas porque dijo que parecía que tenía una gaviota en la cara. Yo lo miré extrañado. Y cedí. Y desde ese día que no me crecen. Debe ser brujo, o tal vez sus pinzas tienen algo... o tal vez fue ese aceite que me echó después.
Dios, ese día fue épico. Extraño, pero inolvidable.
—Buenas tardes chicos —dijo la profesora. Al fin ha llegado.
—Buenas tardes —dijimos en conjunto a mis compañeros y compañeras, ese "buenas tardes" nunca se escucha ordenado. De repente tocaron la puerta.
—Permiso profesora —es el inspector—, hay un chico nuevo, él es Marco Canis —dijo, levanté rápido mi vista, quiero saber quién es.
Entró un chico muy rubio. Lo primero que noté es que es muy blanco y sonrojado. Parece polaco, ruso, no... debe ser alemán. O tal vez un gringo...
Me reí solo.
Todos quedamos muy sorprendidos por lo peculiar de su apariencia. Aquel chico mira mucho, a todo, a cada cosa de la sala, como si buscara algo.
—Bueno chicos, sean amables y denle la bienvenida —dijo finalmente el inspector y se fue.
—Marco, yo soy la profesora Catherine de historia, siéntate donde gustes.
—Muchas gracias —dijo el chico carismático. Miró por toda la sala y vió el puesto solo a mi lado. Se acercó a la banca y yo me sentí nervioso. Me miró y sonrió amablemente. Se sentó y siguió mirándome, como si estuviera intrigado.
—Hola —le dije, no sé cómo, pero lo hice.
—Hola —sonrió—. ¿Tú cómo te llamas? —me preguntó recargándose en el respaldo de la silla, y se cruzó de brazos.
—Mateo —dije y asintió. Se puso de perfil... Es muy rubio, tiene unos ojos celestes hermosos. Como piedras preciosas.
Lapislázuli.
Bajé mi vista.
Cuando empezamos la clase, el tema me interesó mucho, este año se retoma la unidad de la Segunda guerra mundial. Un tema interesante. Al menos para mí, y aunque mis compañeros son un poco hiperquinéticos la profesora ha logrado captar la atención de todos.
—Hagamos algo —propuso la profesora—, si alguien sabe en qué tiempo ocurrió le regalaré un punto extra para el examen —dijo mi profesora. Y creí saber la respuesta, pero inseguro, comencé a hojear mi cuaderno.
—Chicos lo acabo de decir —dijo divertida. Marco (que he decidido llamar Polaco en mi mente) levantó su mano.
—¿Sí? —dijo la profesora.
—Se desarrolló entre mil novecientos treinta y nueve y mil novecientos cuarenta y cinco —dijo y en la sala comenzaron a molestarlo en buena, como alagándolo. A mí me fue imposible no reír.
La profesora siguió pasando la materia. Cada cosa que preguntaba, Marco lo sabía y comentaba. A la clase siguiente fue lo mismo. A mí me nació un sentimiento de admiración muy grande, él sí que parece una de esas personas superdotadas. En un momento me conversó, y yo estaba tan emocionado que tartamudeaba y me abochorné mucho.
Salimos de clases juntos.
—Mateo —me dijo, interrumpiendo algo que le estaba diciendo, demostrándole que sé y me interesan los mismos temas que a él.
Ay... Ya me siento ridículo...
—Dime —dije sin más. Realmente no me importa si lo aburro. Solo el hecho de que yo le haya caído bien es genial. O sea... supongo que le caí bien...
—Ayúdame a encontrar mi casillero, ¿sí?
—Claro, ¿qué número tienes?
—Dice... ¿Lo puedes leer tú? No tengo mis lentes.
—Claro... Uhm... Es el cuatrocientos noventa y nueve. Si yo soy el cuatrocientos ochenta y uno, debe ser cerca. Es por aquí, ven.
Narra Alexis:
Voy cagado de la risa en el pasillo junto a Boris, habíamos estado bromeando toda la clase, nos llamaron la atención varias veces, pero me era imposible no reír con Boris contándome una historia muy rara y larga. Nos miramos y nos acordamos.
—¡Oh! ¡Mierda! Mi estomago me duele —reí, antes de que se fuera a su casillero y yo al mío. Miré hacia un lado sintiendo a un muy hablador Mateo...
Está ese psicópata de la mañana muy normalmente hablando con él. Mateo lo mira fijamente, muy atento.
—¿Usas lentes? —le preguntó Mateo.
—Sí, lo que pasa es que ahora tengo puestos unos de contacto, y me quiero acostumbrar —dijo el psicópa... Marco.
—¿Te digo algo? Yo también debo usar..., pero nunca me los dieron —dijo Mateo y sonrió.
—Ahora entiendo por qué te lloran tanto —dijo Marco y le tocó el lagrimal de su ojito, como limpiándoselo.
Volví la vista al frente, a mí casillero rápidamente y apreté los dientes.
Comencé a guardar mis cosas. Y demorándome un poco, a proposito... los volví a mirar.
Mientras Marco buscaba algo en su mochila, Mateo ponía un candado en uno de los casilleros, de puntillas para alcanzarlo. Vi al psicópata levantar su vista y mirarlo de pies a cabeza sonriendo lascivamente. Mateo no se dió cuenta del criminal atrás de él.
Cerré los ojos, y me volví al casillero, tomé aire. Dejé que ese aire calmara mis sentidos y lo boté.
Me siento raro, muy raro. No sé si estoy enojado o algo así. Pero no me gusta nada esta situación.
—¿Pero y los ojos son tuyos? —escuché a Mateo preguntándole tímidamente.
—¿Cómo? —se extrañó y sonrió Marco.
—El color... O sea... —dijo y Marco soltó una carcajada, Mateo se puso colorado, y yo sonreí de lado, espiandolos por las rendijas de la puerta del casillero.
—Ay... Que tierno eres —dijo el psicópata aún riéndose y seguido posó su mano en la espalda de Mateo. Girando y llevándoselo casi a rastras.
Cerré mi casillero sin querer con demasiada fuerza. Sonó muy fuerte y me fui. Un poco... airado, se podría decir.
Ya es de noche y estoy en mi casa, en el examen me ha ido bien, pero me siento un poco melancólico. No he estado con Mateo. Quedé resentido, quería contarle que en la mañana un tipo se le había quedado mirando como por media hora. La amargura me ganó y solo lo evité todo el día.
Bajé a comer, estoy decaído, no fue el mejor de los viernes. Creo que extraño a Mateo, sí, lo extraño y qué. Digo, es mi tutor..., pendejo. Aparte falta mucho para el lunes. Estoy inquietándome.
¿Y de qué tanto hablaban esos dos? Puras risas, y sonrisas mamonas. ¿Acaso le gusta? Ni que fuera muy bonito...
¿Mateo por qué te juntas siempre con imbé...?
Joder, de nuevo esa sensación.
¡Y qué mierda me importa a mí! ¿Por qué eso no me tiene tranquilo? ¿Por qué he pensado tanto en él? Sé que al momento de cuidar a mis amigos me vuelvo un poco rudo, hasta un poco posesivo... Pero es que tengo un ojo para saber cuando algo anda mal. Mis corazonadas nunca me fallan.
Es haber presenciado como Marco no tuvo ni un remordimiento en mirarlo en la forma en que lo miró. Y Mateo se notaba tan embelesado en la conversación que... Ahg.
Ya estoy en mi cama. No he dejado de pensar. Suspiré, pronto por suerte me vino el sueño, pero aún estoy frustrado.
¿Acaso me gusta Mat...?
No. Ya duérmete Alexis.
Marco es un personaje que amo, es desagradable, un engreído y pesado con todo el mundo menos con Mateo.
Alexis celoso se me hace demasiado tierno :')
Muchas gracias por leer. Espero que les esté gustando, no olviden votar.
💓💓💓
—Dolly
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