57 "¿Cómo era papá?"
Insomnio. Hace tanto tiempo no me daba. Hace tanto tiempo no contaba ovejas y me ponía a crear historias con las extrañas siluetas que forman las tablas del techo. Mamá me regañaría por haber bebido café tan tarde, y de hecho quiero que me regañe por haber bebido café tan tarde. Pero no hay presencia humana alguna en la casa.
Me siento en el borde de la cama y me pongo mis lentes. Ya decidí que en definitiva no podré dormir. Total, ya son las cinco de la mañana. Y se ve clarito afuera.
Recorro la casa descalzo. Prendo la televisión. Busco en YouTube capítulos de Los Simpon.
Gracia. ¿Por qué es inexistente en este momento? ¿Por qué me divierte por dentro, pero por fuera no tengo ni la más mínima expresión? ¿Por qué quiero volver a la cama sí sé que no poder dormir ni un poco?
Suspiré y apagué la televisión. Fui a la cocina y saqué mi taza. Para después guardarla y volver a la sala.
Vacía. Aburrida y sin sentido. ¿Esta es mi vida? ¿Este soy yo a solas? ¿Acaso dependo de las personas para sentirme feliz? Si no estoy con Alexis, mamá o los chicos no sé qué hacer. La casa está muy limpia y ordenada. No tengo tarea ni nada que estudiar. Quiero estar con personas, pero a la vez quiero estar solo. En mi cuarto. Con... mis cosas aburridas y viejas. Los juguetes de la repisa que no significan nada para mí. Porque simplemente no tengo ningún recuerdo jugando con ellos. A veces me pregunto cómo será un recuerdo infantil. Salir en Halloween. Armar el árbol de navidad. Hacer berrinche. Columpiarse en el parque y tener amigos.
¿En qué momento comenzó mi vida? ¿Para mi desde que tengo ocho? ¿Para mamá desde que nací? No sé quién soy... no sé qué quiero. Ni cuales son mis metas. Se que quiero estudiar psicopedagogía. ¿Pero y después qué? Falta para eso... recién voy en segundo.
A veces pienso en si un padre me llenaría ese huequito que no se ha podido llenar del todo en mi corazón, me pregunto cómo habrá sido tener un papá presente. A veces quiero saber de él. A veces quiero un padre.
...
-Mateo... mi amor -siento una suave voz decirme. Es mamá. Ha llegado.
-Hola -balbuceo. Quiero seguir durmiendo.
-Ya has dormido mucho amor, ¿a qué hora te levantaste?
-¿Qué hora es?
-Son las cuatro de la tarde.
Oh, Dios.
-Sí... es que en la noche no dormí nada -dije y me desenvolví de las tapas. Suspiré y la miré. Ella hizo una mueca y se sentó a mi lado. Suspiró. Parece enojada.
-Tengo tanta rabia -susurró y una lagrima salió de su ojo.
-¿Que paso? -pregunté con preocupación y rápidamente la abracé.
-A última hora me dicen que no me darán mi semana libre -dijo y me dio una leve puntada en el pecho.
-¿Enserio? -pregunté cabizbajo-. Pero... ¿por qué?
-Esa es la cosa, ni siquiera me dieron razones -dijo ella. Bufó y maldijo. Hice una mueca y le sobé la espalda.
-Ya... tranquila -susurré y la abracé más fuerte aún.
-Perdón... perdón hijo, perdón -dijo desesperada-. Se que dije que pasaríamos tiempo juntos y te fallé... Siempre prometo tantas cosas -sollozó y se secó sus lágrimas.
-No me pidas perdón mamá, no es tu culpa. ¿Y si hablas con tu jefe?
-Eso quiero hacer..., pero estoy casi segura que me dirá que no, así funcionan las cosas para el -escupió enojada.
Mamá está preparando la cena, yo estoy colocando el servicio. Me senté y esperé.
-Amor -dijo mamá.
-Dime -dije cabizbajo.
-¿Estas bien? Te noto tristón -dijo mientras me servía la comida.
-Estoy bien -le respondí y sonreí levemente.
Comimos, vimos las noticias. Me habló de su nuevo horario y yo le conté las disculpas que me dio Lucy. Ella igual me dijo que había discutido con el doctor Alfredo, pero que ya estaba todo solucionado. Luego fuimos a su pieza y yo me tiré en su cama, ella empezó a planchar su uniforme.
Me estiré, la miré y me senté en la cama.
-Mamá -la llamé.
-¿Que?
-¿Como era papá?
Un silencio por parte de ella llenó la habitación. Tragó saliva y me miró.
-Tu padre, ¿eh? -dijo como suspirando. La noté inmediatamente nerviosa.
-Sí.
-Bueno... él era... -balbuceó, pero no terminó. Se sobresaltó y tomó rápidamente la plancha de ropa que se le había quedado sobrepuesta en su delantal-. Ay... ay no... -se lamentó y rió nerviosa, sin razón alguna-. Menos mal no se quemó.
Suspiré y me fui a mi habitación. Creo que es una maldición. Porqué cada vez que quiero hablar de él pasa algo que nos interrumpe.
(Narrador)
Melisa, después de meditarlo mucho rato decidió ir a la habitación de Mateo y retomar la conversación que han dejado pendiente, hace más de cinco años.
Entró, y se encontró con la sorpresa de que su hijo ya yace en la cama, destapado y con la vista a su ventana. Sumergido en algún pensamiento.
-Hace mucho frío -comentó Melisa y el chico la miró.
-Sí, últimamente está muy helado -susurró Mateo al mismo tiempo en que se sentaba en su cama-. Oye mamá.
-Dime hijo.
-Ya... ¿no crees que es momento de hablarlo? -preguntó el jovenzuelo esperanzado. Melisa comprendió inmediatamente, pero el miedo le recorrió el cuerpo y comenzó rápidamente a buscar excusas.
-¿Momento de hablar qué? -le preguntó Melisa con los ojos alborotados.
-Hablar de papá. Mamá voy a cumplir dieciocho, por favor -dijo Mateo jugando con sus dedos.
-Lo sé amor..., pero... compréndeme a mí -dijo Melisa nerviosa. Tragó saliva y miró a Mateo directo a los ojos, se armó de valor y término de decir-: Y no quiero hablar de eso.
Y Mateo se enojó. Pero no lo demostró. Siguió tranquilo y dispuesto a hablar pacíficamente.
-Te he comprendido toda mi vida mamá. Y... siento que tengo el derecho de saber -dijo Mateo. Sin poder mirarla. Esto de encarar a los adultos lo pone nervioso, pero no se detendrá.
Y Melisa se enterneció. Y comprendió lo verdaderas que eran las palabras de su hijo.
-Está bien... ¿Qué tanto quieres saber de él? -dijo Melisa y a Mateo casi se le sale el corazón del pecho. Acomodó sus lentes y sonrió emocionado.
-Bueno, siempre he querido saber cómo era. ¿Tienes alguna fotografía? -preguntó el muchacho.
-Sí, dame un minuto -dijo Melisa y fue a su habitación. Del cajón con llave sacó las pertenencias del finado que ya están cubiertas por una capa de polvo y llevó el cajón completo a la habitación del muchacho.
Mateo al ver esto se emocionó más aún. Y la tristeza que lo había carcomido en todo el día desapareció como por arte de magia.
-Ya es momento -suspiró Melisa y una pena amarga le inundó el alma.
Sabiendo lo trágico y perturbador que será esto.
Sacó del cajón y abrió la caja metálica que en algún momento tuvo galletas y se la pasó a Mateo que la recibió ansioso. Prendió la lampara en su velador y después de un suspiro tomó el manojo de fotos agarradas con un elástico que sacó rápidamente. Mateo vio la primera y sonrió, en ella se ve la captura de un momento especial. Amón, de unos treinta y dos años sosteniendo a un bebe en sus hombros.
Padre e hijo risueños.
-¿Soy yo? -preguntó el chico sin poder borrarse la sonrisa del rostro.
-Sí, yo tomé esa foto. Estábamos en la casa de tu abuela -murmuró Melisa y Mateo dejó la foto a un lado para poder ver otra.
El chico volvió a sonreír. Todo se mezcla para Mateo. Emociones de todo tipo. Recuerdos, un trauma que se podría decir "superado", pena y a la vez alegría por saber como era el rostro de su padre, sus expresiones, detalles especiales y no un simple "no era tan moreno" como respuesta cuando un niño de doce años tenía curiosidad de saber la apariencia del hombre que le dio la vida.
Mateo siente que la voz del único recuerdo que tiene de él sí combina con su apariencia, encaja a la perfección. Ve esos lentes redondos y grandes. Los mismos que están en este momento en el cajón. Siguió viendo la foto.
-Me parezco un poco a él -dijo Mateo tímidamente y se encogió de brazos.
-Te pareces mucho -susurró Melisa.
Y la mujer recordó aquellos tiempos de universidad en los que se enamoró de aquel joven que le derretía el corazón y la ponía de rodillas. Ese mismo con el que después de casados la hizo sufrir violencia doméstica. Sabe que Mateo se derrumbará, sabe que quedará con una sensación amarga y con mucha tristeza. Pero a la vez sabe que es su deber contarle.
Si Mateo quiere la verdad, la tendrá. Si quiere saber de su padre, lo hará.
-¿Cómo se conocieron?
-En la universidad, él estaba en su último año de postgrado -respondió Melisa.
-¿De qué? ¿Qué estudiaba?
-Traumatología
Mateo y Melisa se quedaron en silencio por mucho rato. Mateo no dejó de ver las fotos una y otra vez. No queriendo perderse de ningún detalle.
-¿Tenia hermanos? -preguntó el chico. Melisa, que alisaba las arrugas en las sabanas lo miró.
-Una hermana menor, Michelle. Pero... ella falleció hace tres años. Cancer -dijo Melisa con la voz temblorosa.
-Oh... -murmuró Mateo cabizbajo. Mateo intrigado en saber tantas más cosas miró a su madre y al ver sus ojos lagrimeados decidió ir poco a poco.
-Mamá... ¿cómo se llamaban las niñas que murieron en el accidente? -balbuceó Mateo y seguido hizo una mueca espontánea. Melisa suspiró.
-Luna y Sol -dijo Melisa y esbozó una leve sonrisa.
-Que lindos nombres. ¿Eran hermanas?
Melisa asintió. Recordando toda la tragedia.
-¿Se sabe cuanto alcohol le encontraron en la sangre?
-No lo sé..., pero debió haber sido mucho. Tomaba copas y copas de vino todo el día -murmuró Melisa y tragó saliva nerviosa.
-¿Había pasado algo antes?
-Habíamos discutido -suspiró Melisa.
-¿Muy fuerte?
-Sí... muy fuerte, ya me tenía... -bufó Melisa, pero antes de terminar se paró en seco. Y tomó mucho aire, para calmarse.
-¿Peleaban mucho?
-Bastante..., durante el embarazo, después del embarazo... todos los días, todo el día -dijo Melisa, y al final pasó la punta de sus dedos por las mejillas.
Manías de cada quien.
-No había dinero, ¿verdad? -preguntó Mateo decaído.
-La verdad no eran temas de dinero, claro que hubo uno que otro, pero... era más por... -dijo Melisa, miró hacia un lado pensando en cómo explicarlo-. A ver... Tu padre era muy... llevado a su idea. Quería controlar todo y era un tanto... duro -murmuró Melisa cohibida, recordando tantas veces en que Amón ejercía aire de superioridad y como los llamaba él "castigos" en ella.
-Era muy malo, lo sé... Era un maldito -susurró Mateo. Que en el fondo sabe y da por hecho la mala relación que tenían sus padres.
-Era conservador... un poco extremista... un poco bastante -dijo Melisa y en ese momento Mateo la abrazó. Algo que puso inmensamente sensibles a los dos.
Silencio. Melisa aspira el dulce olor de su hijo, su retoño, lo que ella misma percibe como la bendición de su vida. Mateo busca el calor del pecho de su madre, donde una criatura de cuatro años se resguardaba y acallaba lamentos, se frotaba las orejas con fuerza, intentando impedir sentir el ruido de botellas rompiéndose que su padre terriblemente ebrio provocaba al correr muebles, y cuando se caía al no poder manejar el equilibrio. Miedo. Eso sentía el indefenso niño de ojos perturbados e inocencia profunda. Amor. Algo que Amón tenía tergiversado por su mente enferma.
-Mamá... ¿alguna vez pasaron a las manos? -preguntó Mateo tímidamente y con miedo de que la respuesta más obvia en ese momento sea un sí.
Melisa tomó aire, se separó, pero no soltó a Mateo y llenándose de toda la valentía que podía le respondió la absoluta verdad. La que cayó por años de maltrato y la que se guardó en el fondo de su corazón. La que nunca tuvo el valor de contar y la que hoy, su hijo de diecisiete años es el primero en saberla.
Todo fue un mar de lágrimas, Mateo se quedó inmóvil, pero temblando. Melisa un momento que empezó no paró. Y contó todo, todo, todo. Sin dudas lo más duro fue contar como un bebé fue maltratado, violentado y agredido por su propio padre. Fue explicar como siempre supo las razones de unas cicatrices en la piel de aquel bebé, y como estas fueron vilmente realizadas por un despreciable hombre.
-Llegué a casa... y él no estaba -solloza Melisa-, oía tus llantos... tus gritos de auxilio mi amor... y te vi... -dijo Melisa y se llevó una mano al pecho desesperada, las agonizantes contracciones de sus lamentos en su garganta le duelen- ... escondido... Te saqué del ropero y miré tu espalda... tus piernitas, tus piececitos... Él te había quemado con cigarros.
Y para Mateo fue demasiado. Se llevó las manos a la cabeza y sin poder contenerlos, sollozos emanaron de su boca, por el dolor en su pecho, el ardor en sus ojos por las saladas lágrimas y por las crudas palabras que escuchó, de la historia que siempre quiso saber.
Narra Alexis:
¡¿Dónde están mis llaves?! Joder, aun debo llamar a Mateo. ¿Qué hora es?
08:48
Mierda. Mierda. Mierda. No llegaré. ¡No llegaré!
Bajé, corriendo por las escaleras. Ya tengo mi maleta, y encontré las llaves. Marqué a la casa de Mateo y después de unos eternos veinte segundos respondió su madre.
-Hola, disculpe si la interrumpo, ¿me podría dar con Mateo por favor? -dije rápidamente.
-Sí, sí, de inmediato -dijo ella con la voz un poco cortada.
Las alergias en este tiempo son habituales.
-¿Alexis? -escuché decir a Mateo, y seguido sentí como sonó su nariz.
¿Otro con alergia? En fin...
-¡Hola! Hey, debo contarte algo -dije emocionado e inevitablemente sonreí. En ese momento salí de mi casa y mordí el audífono para ingeniármelas con el manos libres.
-¿Qué? -dijo él y se rió. Otra vez escuché como sonó su nariz.
-el entrenador me llamó de la escuela, me invitaron a un seminario de deportes, con Isaac, ¿puedes creerlo? -dije y sonreí ampliamente. Corrí al paradero y alcancé a tomar el autobús.
-¡Wow! Eso es genial... Que bueno Alexis.
-Sí, me tomó completamente por sorpresa, estaré fuera de Byllanbur por una semana, voy al terminal muy atrasado.
-¿Una semana? -escuché que preguntó Mateo balbuceante. Sonó su nariz por tercera vez.
-Sí, y te llamaba porque no sé como hacerlo con tu celular, mi familia vuelve el fin de semana me parece, ahí podrías ir a buscarlo -dije muy rápido. Es difícil ir parado en un bus, contando monedas, sujetando una maleta y hablando por teléfono.
-Oh, no te preocupes por eso -dijo Mateo amablemente.
-Vale -suspiré aliviado-. No lo puedo creer, aún no puedo creerlo -dije y me mordí el labio emocionado.
-Es genial que te ha-hayan elegido Alexis -dijo. Y noté claramente como su voz se cortó. Fruncí el ceño rápidamente y me preocupé. ¿Esta llorando?
Pagué al chófer y me senté.
-¿Sigues ahí? -pregunté.
-Sí, sí, aquí estoy -dijo con la voz temblorosa. Algo le pasa...
-¿Estás bien?
-Sí, estoy bien... Estoy muy feliz por ti, disfruta mucho.
Mierda, ¿está llorando o esta congestionado?
-Gracias, oye ya debo colgar. Te llamaré todas las noches sin falta, lo prometo.
-Cuídate mucho, adiós.
Y colgó. No creí que le daría tanta pena, pero si soy honesto me emocionó mucho notar que no soy el único que siente esa pequeña puntada en el pecho al saber que estaremos lejos.
Disculpen por mi demora al actualizar, me ha costado mucho hacer este capítulo y de salud estaba medio malita.
Muchas gracias por leer, por siempre estar ahí, por comentar y básicamente por todo. Me hacen inmensamente feliz 🌱
¿Ustedes cómo están? Yo deseando unos veinte grados para no estar congelándome nsjsjd.
💓💓💓
-Dolly
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