56 "No lo hagas"
Alexis despertó. Algo suena. Es el teléfono fijo en la planta baja. Bajó rápidamente y lo contestó.
¿Quién llama a esta hora?, piensa.
-¿Álo? -dijo extrañado. Sintiendo una respiración.
-Hola.
Dedujo que es Mateo.
-¿Mateo?
-Hola Alexis.
Algo pasa. Lo sabe. Se quedó en silencio y Mateo igual.
-¿Que paso? -preguntó Alexis.
Mateo suspiró.
-Fue un desastre... realmente un desastre...
-¿La comida? -preguntó Alexis e hizo una mueca.
-Sí.
-¿Por qué?
-Nunca vas a creer esto..., pero... Heiko es hijo de Alfredo -dijo bajo. Como quejándose.
Alexis frunció el ceño.
-¿Heiko? ¿Heiko Miller?
-Sí. Y Lucy también -dijo el muchacho, tirándose de espaldas en su cama.
Mateo le contó todo a Alexis. Que se quedó impactado y hasta preocupado.
-Alexis... ¿por qué todo lo malo me pasa a mí? -dijo Mateo apenado-. Siento... siento como si hubiera hecho algo malo... Dime, ¿lo hice?
Alexis sonrió ante la desesperación de Mateo.
-Según yo no... no lo creo tampoco -dijo suavemente Alexis.
-En fin... voy a ir a disculparme con mamá -balbuceó Mateo quejumbroso.
-Está bien... recuerda venir a buscar tu celular uno de estos días -dijo Alexis burlón.
-Sí, sí, lo haré.
Colgaron y Mateo subió las escaleras. Tocó la puerta de la pieza de su madre y esta le respondió con un "adelante". Mateo entró, acomodó sus lentes y se acercó a Melisa, que está planchando su uniforme. Ella lo miró y sin más sonrió de lado, planeaba estar enojada y firme con su hijo.
Pero esos ojitos llorosos le encogieron el corazón.
-Oye..., perdón -murmuró Mateo cabeza gacha. Melisa lo abrazó, él se quedó inmóvil, haciendo un puchero.
-Perdóname a mí -dijo ella.
-No... yo... fui inmaduro, muy inmaduro... solo debí haber ignorado, pero el enojo me ganó mamá -dijo Mateo, realmente arrepentido. Sintiéndose culpable sin mucha razón.
-Eso es... eso es hijo, lo que no me gusta. Mateo.
-¿Que?
-Mírame, ya no llores hijo, Mateo... ¿por qué eres tan...? -Melisa no pudo terminar su frase. Sintió que lo único que lograría seria dañar más a su hijo.
-No debí pisarlo -dijo Mateo con vergüenza, se agarró el cabello con fuerza y suspiró.
-Yo hubiera hecho lo mismo -dijo Melisa y se rió un poco-. Estuvo muy feo lo que hizo... yo hablaré con el Mateo, pero... realmente se veía triste y culpable hijo, ¿sabes?
-Sí..., pero es que me dio mucha rabia mamá... mucha -dijo Mateo.
-Lo se hijo, y te entiendo -dijo Melisa. Acariciándole los cabellos al muchachos-. Y lo que hizo esa chica estuvo horrible, creo... que no le agradamos mucho -dijo y se volvió a reír. Ya no quiere ver a Mateo mal.
-No le agradamos nada... nada -dijo Mateo y se frotó los ojos.
-Pero no le debes hacer caso, ella tendrá su drama, ¡quién sabe!
-Sí..., pero es que ¡ahg!... Heiko... -dijo y Melisa se rió.
-Ay hijo, tu viste como es el... de seguro le da lo mismo.
-Sí, ¡pero qué vergüenza! -se quejó Mateo y Melisa sonrió. A veces su hijo hace expresiones adorables.
-No te preocupes... ya no más mi amor -dijo y lo abrazó más fuerte todavía. Mateo cedió e igual lo hizo.
Mateo suspiró aliviado. Le parece increíble cómo es que charlar con su madre siempre lo pone bien, le hace olvidar de los problemas, sus penas...
Siempre ha deseado poder pasar más tiempo con ella. Por eso le alegra tanto estar de vacaciones, saber que le dan esa semana libre lo hace estallar de emoción.
Mateo siente y da por seguro; serán las mejores vacaciones de primavera. Saldrá con los chicos, pasará tiempo con su madre y estará con Alexis... con Alexis.
...
9:37 y Melisa esta inmensamente atrasada. Justo cuando se puso su abrigo y tomó las llaves del auto el timbre sonó. Fue a abrir la puerta rápidamente y al ver quien es se paralizo un poco.
-Hola -dijo Lucy a Melisa.
-Hola -dijo Melisa sin más, frunció el ceño.
-Esto... se debe imaginar a que vengo -dijo Lucy seria y nerviosa, Melisa levantó las cejas y esperó una explicación por parte de la joven. En ese momento un recién levantado Mateo bajaba a la cocina y sacaba helado de la nevera-. Vengo a disculparme por lo de ayer, con usted...
-No, no, no, para. Sabes muy bien con quien debes disculparte. Ahora pasa -dijo Melisa, claro y firme. Lucy se sintió intimidada y tragando saliva y acomodándose un mechón de pelo detrás de la oreja pasó.
Melisa la guió hasta la cocina y Mateo las miró. Abrió los ojos con impresión.
-Yo ya me voy -dijo Melisa y le besó la mejilla a Mateo que está un poco en blanco, se puso en el marco de la puerta y los miró a los dos-. Los dejo -dijo y se fue, pero antes le advirtió algo a Mateo: Y tú no te comas todo el helado, eh. Déjame.
Y ahora sí, se fue. Cuando Lucy sintió la puerta de entrada cerrándose volteó a ver a Mateo.
-Hola -dijo tímidamente. Teniendo la actitud con la que Mateo la conoció.
Una fría, una seria y reservada.
-Hola -dijo Mateo. Recordando todo el mal rato de ayer.
-Mateo... cómo le dije a tu madre, debes imaginarte porque estoy aquí, y... -dijo Lucy nerviosamente.
-Alto, espérate... -dijo Mateo interrumpiéndola. Este se paró y la miró de pies a cabeza-. Estas toda mojada -dijo preocupado y rápidamente y sin permiso le sacó la chaqueta de mezclilla a Lucy, que indudablemente se sorprendió.
-Ah, sí... se largó de repente -comentó Lucy balbuceando. Frunció el ceño y sonrió cabizbaja. Sintiendo vergüenza.
Mateo metió la chaqueta de Lucy en la secadora de ropa y suspiró. Se volvió a sentar, prendió la televisión y siguió comiendo de su helado.
Lucy solo se extrañó mucho más.
-Esto... Mateo -le dijo intentando captar la atención del chico que está pegado viendo su programa favorito.
-¿Que? -dijo y seguido se rió. Sin dejar de mirar el televisor.
-Me vine a disculpar -dijo la chica y Mateo la miró.
-Ah... Bueno, disculpas aceptadas -dijo y se encogió de hombros.
Lucy tuvo un pequeño lapsus mental.
-Pero... Mateo, no... Solo escúchame, por favor -dijo Lucy.
Mateo la miró. Y por primera vez no le asustó la mirada de Lucy.
-Pues... habla -dijo y se acomodó los lentes.
Lucy pensó en como comenzar.
-Mateo, perdón por tratarte tan mal ayer... No me victimizare ni usaré mi... ¿bipolaridad? Como excusa, pero espero comprendas -comenzó Lucy-. Estuve... Tuve una actitud... muy...
-¿Horrible? -ayudó Mateo a que completara su frase.
-Sí, horrible -dijo Lucy bajó la cabeza. Pasó saliva por sus labios y lo volvió a mirar.
-Fuiste muy mal educada... y me pasaste a llevar a mí y a mi mamá -dijo Mateo apenado. Hizo una mueca y Lucy asintió cabizbaja.
-Lo sé, fui todo menos agradable... Si te soy sincera, mi objetivo era joder a mi padre..., pero todo resultó ser una gran metida de pata -dijo Lucy y sintió más vergüenza aún.
-Comprendo... creo -dijo Mateo y sonrió de lado.
-Y Mateo... yo realmente no sé qué fue lo que te paso con... sea lo que sea. No tengo ni la más mínima idea, lo prometo. Es solo que un día rebuscando algo me encontré con un papel, un certificado médico y... ¡Bueno, ese no es el punto, pero...! -dijo desesperada-. Eso... Perdón también por eso.
Mateo se sonrojó avergonzado.
-Bueno, ya no importa -dijo él y bajó la vista.
-Y también mi estupidez y enojó a veces me hacen decir cosas estúpidas... Como... que tu madre se buscará un mejor partido, que iba a terminar igual que la mía. Realmente es al revés, y eso no te incumbe, pero como sea... Es solo una tontería que dije.
-Entiendo... De verdad.
-Entonces... ¿Qué me dices?
-Pues... te digo que no pensé que te disculparías, y en menos de cuarenta y ocho horas menos -dijo Mateo carismático. Lucy sonrió.
Desde el corazón.
-Y... yo también me disculpo, por haber pisado a tu papá -dijo Mateo y se acomodó sus lentes.
-¿Pisaste a mi papá? -preguntó Lucy extrañada. Mateo asintió e inevitablemente se rió. Lucy también.
-Debiste haberle pegado ahí abajo.
-Sí... para la otra tal vez -dijo Mateo y se rió.
Piensa en qué momento sucedió esto. En qué momento y como es que la chica que hace solo unas horas odiaba está en su casa, bromeando con él. La frase "uno ve caras, pero no ve corazones" encaja mucho en esta situación. Por ambos lados.
-Pero hay que reconocer que me hizo gracia en un momento, y las lágrimas de cocodrilo al final le dieron el toque -dijo Mateo y Lucy se rió a carcajadas.
-Sí, fue digno de telenovela -dijo Lucy y Mateo sonrió.
Y a Lucy le brotaron lágrimas de emoción.
-¿Estas llorando? -preguntó Mateo a Lucy que se echa aíre con las manos.
-Sí... te dije que era "bipolar" -dijo Lucy e hizo comillas con sus dedos.
-Ah... ¿pero de verdad? -dijo Mateo y se rió. Lucy secó sus lágrimas y se rió también.
Y ese momento, Mateo lo atesoró en su corazón.
Después de comer un poco de helado y esperar a que la lluvia parara, Lucy se puso su chaqueta de mezclilla ya seca y Mateo la fue a dejar a la puerta.
-Oye, hay una fiesta hoy -dijo Lucy y Mateo asintió.
-Sí, está en mis planes pensar si ir -dijo y sonrió amablemente.
-Bueno, adiós -dijo Lucy y caminó hacia la reja.
-Chao -se despidió Mateo.
Acompañado con su manita.
...
20:58 de la tarde, y Mateo lee muy entusiasmado en su habitación. De repente siente el teléfono del living. Corre a contestarlo.
-¿Sí? -dice a quien sea que lo llamé.
-Hola Mateo, ¿me puedes explicar por qué aun no llegas? -dice Alexis.
Mateo se ríe.
-Ah, es que no tengo disfraz lamentablemente -contesta Mateo.
-No me interesa, sí yo ando con un estúpido traje de marinero, tú ven con cualquier cosa, pero te quiero ver en treinta minutos acá -dijo Alexis y ambos se rieron.
-Necesito ver eso -dijo y seguido colgó.
Después de meditarlo unos pocos segundos una idea se le vino a la cabeza. Y buscando un chaleco negro de mangas largas y sus jeans más oscuros, un pañuelo de tela blanca y su infaltable cadenita, tuvo su disfraz listo.
Llegó a la fiesta.
Tocó el timbre de la casa de Rodrigo y rápidamente abrió una chica con disfraz de Caperucita Roja... ¿sexy?
-¿Y eres...? -preguntó a Mateo intrigada y confundida.
-Un cura.
-¡Oh! Y eso asusta.
-Exacto.
La chica rió y Mateo sonrió tímidamente, ella se hizo a un lado para que Mateo pasara. Y lo comió con la mirada. Algo que a Mateo por más suelto que se sienta lo hizo sentirse inmensamente extraño, sonrojándolo al instante.
Es Mateo. Mateo es.
Alexis lo divisó desde los lejos, pero Rodrigo ya le había ganado y ya se encontraba este abrazándolo con todas sus fuerzas. Mateo abrió los ojos y tuvo que correr la cara al sentir el fuerte olor a alcohol que desmana el chico.
-¡Al fin llegaste! -dijo Keila muy emocionada, y junto con Rodrigo lo abrazó. Se sumó Alexis y Mateo rió y debajo de todos. Se separaron, pero Alexis no soltó a Mateo. Mateo forcejeó para poder mirarlo y hacerlo su risa se hizo presente.
-¡Popeye! -exclamó y Keila se rió-. Y tú eres una pirata -dijo Mateo a Keila, que sonrió.
-Y tú un cura -dijo y Mateo asintió.
Llegó Boris y se puso detrás de Mateo, succiono su vaper y de improviso liberó el vapor por el hombro del muchacho. Mateo se sobresaltó un poco y tosió. Volteó y se rieron.
-Uhg, miren quien llegó -se quejó Keila y Mateo frunció el ceño.
-Vamos, ¿aun éstas enojada? -dijo Boris burlón. La intento abrazar, pero Keila se fue entre la multitud con Boris siguiéndola por detrás.
-¿Que les paso? -preguntó Mateo a Alexis.
-Ni la menor idea, pero creo que su vida amorosa pende de un hilo.
Luego localizaron a Angelita, que esta disfrazada de brujita, y fueron ella, Alexis, Rodrigo, Mateo y Alexis a la especie de barra a beber, Alexis ya va por la segunda Coca-Cola y Mateo pidió un vaso de agua mineral.
-Oye, ¿estás bien? -le preguntó Mateo a Angelita, después de haberla visto demasiado ansiosa.
-Sí... Chicos voy a ver si se desocupó el baño -dijo Angelita nerviosa y fue.
Alexis miró a Mateo, que justo estaba suspirando.
-¿Estas aburrido? -le preguntó Alexis. Mateo asintió e hizo una mueca.
-Hay mucho ruido aquí, ven -dijo Alexis parándose y tomó a Mateo de la mano. Este se sobresaltó ligeramente y alcanzó a agarrar su vaso.
Subieron al segundo piso y se metieron a la pieza de Rodrigo, fueron al baño de esta y Alexis cerró silenciosamente con pestillo. Mateo puso ambas manos en el lavamanos y se miró en el espejo, se peinó el cabello con los dedos.
-Tengo sueño -dijo el menor y suspiró.
-Lo noté -dijo Alexis y lo tomó, dándole vuelta, Mateo en ese momento cerró los ojos y escondió la cabeza en el pecho de Alexis.
-¿Me trajiste mi celular? -preguntó Mateo.
Alexis maldijo por dentro y lo miró.
-Mierda... se me olvidó -dijo lamentándose.
-Ya... no importa -dijo Mateo y sin más abrazó a Alexis fuertemente. Alexis también, lo tomó de la barbilla e hizo que lo mirara.
Narra Alexis:
Serio, con sueño y pareciendo como si hiciera un puchero.
Encantador.
Sonreí de lado y con la otra mano lo tomé firmemente de la cintura. Rosé mi nariz con la suya y le di un beso en la mejilla. Me volví para buscar sus labios, pero el rápidamente corrió la cara. Y escuché un quejido de negación. Bajó su vista y le besé nuevamente la mejilla, su caliente pómulo y el parpado de su ojo izquierdo.
-Lucy se fue a disculpar en la mañana -balbuceó.
-¿Sí?
Mateo asintió. Y yo ya no aguanté. Uní mis labios a los de él y lo besé lentamente. Arrugué la nariz por un segundo y rechiné los dientes. Mateo se quejó.
-Déjame contarte -dijo quejumbroso. Lo volví a besar, y después de un inútil forcejeo cedió.
Se subió arriba de mis pies y en puntillas logró abrazarme por el cuello, agarró mi cabello y con desesperación lo apretó con fuerza. Puse mis manos en su espalda y pegándole suave, pero rápidamente en la canilla derecha con la punta de mi zapato respingó y se bajó de mis pies. Enterré mi mano en su cabello y lo volví a acercar a mí, formando un beso lento, con lengua y con jadeos de mi parte.
-Auch -me quejé al ser lastimado por sus lentes en mi ojo.
-Lo siento -dijo y se los sacó, dejándoselos en la cabeza. Lo miré y solté una risilla.
Se le ven los ojitos hinchados cuando se saca los lentes.
Después de un rato de abrazarnos, de robarle besos, de susurrarle la pelea que tuvieron Kei y Boris al oído decidimos bajar, para directamente irnos.
Narra Mateo:
Salimos al patio delantero, donde solo hay un chico tirado en la puerta de entrada y parece estar muy borracho, está muy helado. Me duele la garganta y tengo mis manos congeladas. Estamos esperando a que Angelita llegué, dijo que igualmente quería irse. Boris y Keila ya se habían ido y a Lucy la vi como por dos segundos, pero igualmente ya se iba yendo.
Por fin y después de una larga espera llegó Angelita.
-Ya -suspiró ella.
-¿Todo bien? -le pregunté-. Te notaba ansiosa.
-Sí... es que quería ir al baño -dijo y se rió. Yo sonreí.
Alexis allegó a Angelita a su departamento y a mi me fue a dejar a mi casa.
Cuando llegué y entré, noté lo helado que esta. Fui al baño rápidamente. Me lavé las manos y me mojé la cara. Me senté en la orilla de la bañera y suspiré.
Me duele un poco el pecho.
Son aproximadamente las doce de la noche, bebo de mi café. Necesitaba un poco de cafeína.
Justo en ese momento vi la nevera, y vi una nota sujetada por un imán con forma de manzana.
Saca la basura.
-Mamá
Suspiré y me paré. Me puse mi chaqueta y saqué la basura de la cocina y el baño. La junté toda en una bolsa y salí de mi casa. Crucé la calle y caminé la cuadra lentamente.
Esta tranquilo. Y silencioso.
La boté en los contenedores y con la misma calma me devolví a mi casa. Cerré la reja con llave y se me ocurrió mirar las plantas que hay en la entrada de la casa. Hace mucho tiempo no se riegan.
Entré a mi casa y fui a la cocina. Tomé una botella y la llené de agua. Salí nuevamente y poniéndome de cuclillas comencé a regar las plantas. Una por una.
Lechugas que nunca crecieron. Y los pensamientos de mamá. El ficus que esta masivamente grande y hermoso.
-Qué bonito -le dije. Solté una risilla-. Ahora hablo con las plantas... realmente estoy loco -dije en voz alta y sonreí.
Un vientecillo me hizo estremecerme a mí y a las ramas del ficus. Las miré y luego enfoqué mi vista detrás de estas.
Y respingué del susto.
Caí en cuenta de que Max había estado todo el rato ahí. Fijó su vista al frente y yo tragué saliva. Talló sus ojos y miró para el lado. Sin dejar de secar sus... lagrimas...
Esta sentado en las escaleritas de la puerta de entrada. Le dio una calada a su cigarro y yo bajé mi vista nervioso.
Ay... qué vergüenza. Y yo ahí de lo más normal conversando con las plantas.
Algo me impulsó a mirarlo nuevamente. Y un escalofrió me recorrió la columna al ver lo que tiene entre sus manos.
Una navaja. Y su antebrazo descubierto. Mira atentamente este. Está sumido mirando sus venas.
Ay no... ay no... ay... Dios mío. Se va a...
¿Qué debería...? ¿Qué puedo...?
Recordé aquella vez en los camerinos... la cafetería... todas las veces en las que fue abusivo conmigo...
Pero ni siquiera eso pudo ganarle a mi moralidad. A mí... preocupación...
Y decidí intervenir.
Me paré y pasé por la reja pareada que da a su casa. Estoy muerto de miedo. Pero el valor es más fuerte.
-Uhm... Max -dije suavemente. Temblando.
No me mira. Solo me ignora.
-Esto... ¿estas...? ¿Estás bien? -le pregunté. Lo que realmente estoy intentando hacer es ganar tiempo. Porque sé que claramente no está bien.
Me miró y me dio un escalofrió por todo el cuerpo. Despectivamente. Y luego simplemente volvió su vista al frente. Se secó otra lagrima.
-Max... no me debo meter, pero... no lo hagas, ¿sí?... Solo... solo dámela y si qui-quieres puedes conversar conmigo -dije completamente enervado. Me puse de cuclillas a su lado y acerqué mi mano a la suya.
Y sin chistar me pasó la navaja. La guarde en el bolsillo de mi pantalón. El me miró. Yo pasé saliva y me fue imposible no sentir un poco de asco e incomodidad.
Su aliento.
Se paró y se metió a su casa. Yo reaccioné a los segundos después. Suspiré y volví a la mía.
Realmente me preocupé por Max.
Muchísimas gracias por leer.
💓💓💓
-Dolly
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