48 "Vino rosado"
—¿Te cuesta moverlo? —le pregunto el enfermero a Mateo, sujetando la bota ortopédica que le acaba de poner.
—Mas o menos —respondió.
—Recuerda que debes guardar reposo, pero no te preocupes, es un esguince grado dos que no pasara a mayores —dijo el enfermero, Mateo hizo una mueca y asintió.
En cuento corto, vino un enfermero de la mansión, le aplicaron hielo, lo vendaron y le pusieron una bota. Los buses que llevan a las termas ya se fueron. Yo me quede con Mateo. Yo, Isaac, Anabelle, el coordinador Carlos y... el innombrable al que no es necesario recordar.
Estoy serió, pendiente de todo. De sus gestos, de sus miradas penetrantes en Mateo. Ya me tiene saturado con sus sonrisas encantadoras, ya perdí la cuenta de las veces en que se arregla el cabello y desabrocha y abrocha su chaqueta blanca.
—Todos al auto, rápido, o perderemos de vista al bus —dijo el coordinador Carlos, Kei se llevó mi bolso y el de Mateo. Isaac, Anabelle y el coordinador salieron de la cabaña. Quedamos en la habitación yo y Mateo. Solos.
—Alexis... se me perdieron los lentes —escuche decir a Mateo y lo mire rápidamente. Hice una mueca.
—¿Los andabas trayendo puestos? —pregunte y el asintió.
—Se me cayeron, estoy seguro —dijo y suspiro, afligió las cejas e hizo una mueca.
—Mmm... la verdad no recuerdo verte con ellos, de seguro están en tu bolso —dije y el me miro pensante.
—Ojalá —dijo y suspiro. Me acerque, lo mire y me agache a su altura.
—Ven —lo cargue, el poso su brazo en mi espalda y bajo la vista tímidamente, como si estuviera avergonzado. Salimos de la habitación, salimos de la cabaña. Vi al calvito de la mañana metiendo equipaje en la parte de atrás del Jaguar rojo. Isaac y Anabelle se sentaron en los dos últimos asientos. El coordinador Carlos en el asiento copiloto. Dejé con sumo cuidado a Mateo en el asiento del medio y me senté a su lado, al lado de la puerta. El calvito se subió también. Por último... Mariano se subió y sentó, y justo al lado de Mateo.
Narra Mateo:
Rápidamente, me allegue a Alexis lo más que pude, trague saliva nervioso. Sentí el sonido de los cinturones de seguridad abrochándose. Tome el mío y gire para abrocharlo, pero note la otra parte enterrada en el asiento contrario. Me estiré dificultosamente para alcanzarlo, pero no pude. Mire a Mariano Lavigne, que va muy concentrado escribiendo algo en su celular. Di dos toquecitos en su brazo derecho y el giro rápidamente. Asintió levantando las cejas. Le señale el cinturón y el de inmediato comprendió. Lo tomo y lo abrocho.
—Gracias —dije por inercia, aunque creo, si me comprendió, ya que al final me sonrió amablemente y simplemente volvió la vista a su celular. Voltee a ver a Alexis, algo le pasa... Va sentado derecho, mirando por la ventana muy serio. Primero que todo, Alexis no se sienta derecho a menos que este tenso. Esto es raro...
El auto partió, al mismo tiempo en que un celular sonó, es el de Mariano, contesto y empezó a hablar por teléfono. Inevitablemente solté una risilla. Habla muy fuerte y al hablar francés se me hace muy extraño, cuando escuchaba a mi vecino Jimmy hablar siempre eran gritos y peleas. Pero el caballero a mi lado parece ser una persona muy pasiva. Y la verdad, voy tan mareado que se me hace relajante.
Así fue como por más de media hora. Intente dormir en un momento, pero como digo, la voz de Mariano... no... ¿de Don Mariano? Si... Es muy fuerte, y tenerlo a mi lado no ayudaba mucho. Ahora recién a colgado. Suspiro y resoplo. Por el rabillo del ojo vi como volteo a verme, y como si mi cuerpo se hubiera mandado solo yo igual volteé a verlo. Sonrió sin mostrar los dientes, solo un leve levantamiento de comisuras y levanto una ceja.
—Vous êtes à l'aise? —creo que, por la entonación, me pregunto algo. Me quede como idiota mirándolo, sin saber que hacer.
—Te pregunta si vas cómodo —escuche la voz de la chica traductora.
—Ah —dije y volteé a verla, me reí y ella sonrió. Volví a ver a Don Mariano y asentí. Sonreí tímidamente y bajé la vista rápido. Suspiré y vi por la ventana al lado de Alexis. Lo mire a él, va igual que al principio. Sus ojos se reflejan en la ventana, va despierto. Mire mi regazo, acerque mi mano a la suya, que esta sobre su muslo izquierdo, quiero entrelazarlas. Antes de tomarla, el corrió la suya para tomar su celular en el bolsillo del lado derecho de su polerón. Lo mire.
No se dio cuenta... ¿verdad?
Talle mis ojos, me arden un poco, supongo que ya están acostumbrados a los lentes. Baje mi vista nuevamente a mi regazo. Mis bermudas están algo manchadas con tierra, y pude ver un leve raspón en mi pantorrilla.
(Narrador:)
Mateo vuelve loco a Mariano; que no siente culpa, no siente remordimiento al saber que es considerablemente menor que él. Siempre le gustaron las jóvenes de dieciocho y los universitarios veinteañeros. Pero Mateo aún es un muchacho, es un alma inocente que se muestra amable siempre, un muchacho curioso y sensible. Para Mariano esto es totalmente especial, y sigue manteniendo solo una intención con él. Su depravada intención. Que romantiza a mas no poder.
Alexis no le saca la vista de encima, por el reflejo de la ventana lo ve atentamente, a ese maldito francés. No lo aguanta, y es una de estas ocasiones en que le molesta lo ingenuo que es Mateo.
—Carlitos, pourquoi ne partageons-nous pas votre cadeau? —dijo de repente, Mariano. Dirigiéndose al coordinador.
—¿Mmm? —el coordinador volteo y miro a Anabelle.
—Pourriez-vous répéter? —dijo Anabelle.
—Dites-lui de partager le vin que je lui ai apporté —dijo el francés a Anabelle, ella frunció el ceño.
—Algo así como... ¿compartir...? Le vin es vino, no tiene sentido...
Mateo volteó a ver a Mariano. Sin nadie entender.
—¿Vino? —pregunto Carlos extrañado. Pronto comprendió—. ¡Ah! El vino, lo deje en la guantera me parece —dijo y la abrió.
En ese momento Mateo recordó cuando se emborracho, cuando despertó en la cama de Alexis, insinuando en que Alexis debe estar recordando lo mismo. Sus piernas se tensaron, ha sido lo más vergonzoso que le ha pasado, incluso más que haber vomitado en medio de la clase a los doce. Mateo sacudió la cabeza, intentando detener esos recuerdos. Esos recuerdos que lo hacen sentir vergüenza interna. Muy interna. Carlos le paso el vino a Mariano, un vino rosado, un vino rosado hecho con uvas negras y con notas de frutos rojos, traído de Francia, desde uno de los tantos negocios de Mariano. Esta más que claro que cuando Mateo supo esto se sorprendió e intereso de sobremanera. Como un niño, un niño escuchando la historia más fantástica del mundo, estaba embelesado al escuchar a Anabelle, traduciendo a Mariano, siendo que está ya estaba algo cansada de traducirlo tanto, pero que aun así está también muy interesada. Llevando esto a un momento en que los dos empezaron a platicar solos. Parecía incluso como si discutieran. Mateo se desesperó por saber que era lo que conversaban y que era lo que tenía tan pendiente a Anabelle.
—Sentez son arôme —le dijo Mariano a Mateo, acercándole la pequeña copa.
—Siente su aroma —tradujo Anabelle. Mateo lo hizo.
Simplemente delicioso...
Mateo sin previo aviso y ya con la boca hecha agua, no aguanto y le quito la copa a Mariano, para tomar un sorbo que entro en su boca. Aquel líquido, (cual esponja) se absorbió e impregno en su lengua, en sus mejillas internas y en su paladar. Se relamió los labios y trago el ultimo poquito que quedo, el conchito. Y se deleitó con ese sabor desconocido hasta ese entonces. Un sabor muy parecido al champagne, pero con un toque de marrasquino que lo hace único y totalmente diferente a cualquier vino que haya probado antes.
—Es muy rico —dijo Mateo, aun saboreando y sintiendo el sabor a alcohol en su boca. Disfrutándolo al máximo, pues está decidido a no beber ni una gota más. Mariano lo observo.
Logro notar algo que solo dos personas en el mundo conocen, Alexis y Melisa, la mamá de Mateo. Aquel lunar en el labio inferior de Mateo. Quedándose deslumbrado al ver algo tan único. Mientras Mateo sigue consternado por haber probado eso tan rico.
—Alexis —dijo y le toco el hombro a este, que giro y lo miro—, prueba un poco, es muy rico —dijo el muchacho emocionado.
Alexis vio el momento exacto en que Mariano miraba a Mateo entero cuando estaba de espaldas a él, como negó con la cabeza y como escondió su labio inferior con el superior.
Narra Alexis:
Degenerado de mierda. ¡¿Qué le pasa a este payaso?!
—No gracias —dije y volteé de nuevo a ver por la ventana. No puedo mirarlo, no puedo. Voy a explotar...
Se que a Mateo le duele mi indiferencia, que no debe entenderla. Pero no puedo ponerme a hacer un escándalo ahora. Solo quiero llegar a las termas de una maldita vez. Y bajar de este puto auto, tomar a Mateo y alejarlo de ese tipo.
Escuche una queja de Mateo. Lo mire rápidamente. Mariano igual.
—¿Okey? —me gano la palabra. Mateo lo miro y asintió. Pero sigue con el rostro afligido. Sin previo aviso tome su pierna, por la flexión de la rodilla y la deje sobre la mía. Mateo se sobresaltó un poco, he sido algo brusco. Paso saliva, de esta manera a quedado sin que su pie ni la bota pase a llevar nada. Y también quedando más cerca mía, a mi ladito. Mirando por la ventana conmigo. Me miro para arriba y sin cambiar mi expresión seria no me aguante y le bese la frente. El trago saliva, siento la penetrante mirada de Mariano en nosotros.
Ojalá hayas captado imbécil.
—Ils sont ensemble? —escuche como Mariano murmuro algo y lo mire.
—Claro que no... ósea, ¿no...? —dijo Anabelle a Mariano, poniéndose colorada, nos miró nerviosa.
—¿Qué? —pregunto el coordinador.
—No, es que... pregunta si están juntos —dijo y me miro. Cierta persona se tensó y sonrojo. Cierta persona con la cual estoy efectivamente en una relación.
—¡Claro que no Mariano! ¿Cómo se te ocurre hombre? —dijo el coordinador y se rió. Anabelle me miró y yo solo la ignoré.
—Ah, no... s-somos... —Mateo me miro para arriba—. Somos amigos —balbuceo y volvió a bajar la vista. Volví mi vista a la ventana, y sentí como mi cuerpo se enardeció más aún.
Te comprendo pendejo, pero es inevitable que me duela.
Tres de la tarde, día nublado por nubes grises y pesadas. Un auto con seis personas, cinco conversando amistosamente. El número seis pasa desapercibido. Paso escondido en mi silencio, en mi rabia, en mis deseos de hacer desaparecer a Mariano, que tan fascinado tiene a Mateo. Escondido en las ganas de tomar suavemente su muñeca, llevarlo a un lugar oscuro, donde no se pueda ver absolutamente nada, donde solo estemos los dos. Castigar a cierta persona que amo, pero que ya me saco de mis casillas. Abrasarlo, abrasarlo fuerte, apretarlo fuerte, besarle hasta que quede con los labios más hinchados de lo que ya son, arrimarlo en mi regazo, calentarlo lentamente, torturándole el cuello con mis colmillos y con mi lengua. Demostrarle de lo que soy capaz. Y luego explicarle por qué estoy tan enojado... Pero no puedo, no lo haré, estoy dejando que esta maldita rabia me consuma entero. Siguen conversando... sigue mirándolo. Mateo sigue prestándole toda su atención.
Mateo eres un pendejo ingenuo. Entiende que solo quiero protegerte. Entiende que solo te quiero a ti... que solo eres para mí... Me haces creer que quieres demostrar algo... estas buscándome Mate...
No. Mateo es inocente. Mateo no entiende. Solo contrólate Alexis. Este maldito auto ya parara.
A los de Chile puro aguante. Cuídense todos y todas, los y las amo con todo mi corazón.
También aprovecho de decir y dar mis disculpas por tantos días sin actualizar :'
No olviden votar y comentar.
💓💓💓
-Dolly
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